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HISTORIA
DE LA
PROVINCIA DE SAN LUIS
OBKA PATROCINADA
POR LA COMISIÓN NACIONAL DEL CENTENARIO
DE LA INDEPENDENCIA ARGENTINA
COMISIÓN NACIONAL DEL CENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA
1816 - 9 de julio - 1916
Presidente Excmo. Señor Ministro del Interior, doctor
Miguel S. Ortiz
V rieejj ¡residente Io. Intendente Municipal de la Capital, doctor
Arturo Grama jo.
Vicepresidente 2 o . Senador Nacional, don Brígido Terán.
Tesorero Señor don Rafael Pero.
Vocales Doctor don José Figueroa Alcorta.
» Senador Nacional, doctor Luis Güemes.
» Doctor don Eufemio Uballes.
» » » Luis Ortiz Basualdo.
» » » Manuel M. de Iriondo.
» Señor general don José Ignacio Garmendia.
» Doctor don Carlos Dimet.
» » » Abel Bengolea.
» Señor don Luis E. Zuberbühler.
» » ingeniero don Domingo Noceti.
Secretario Doctor don Arturo Pillado Matheu.
HISTORIA
DE LA PROVINCIA DE
SAN LUIS
por JUAN W. GEZ
MIEMBRO CORRESPONDIENTE DE LA JUNTA DE HISTORIA Y NUMISMÁTICA AMERICANA
TOMO
BUENOS AIRES
TALLERES GRÁFICOS DE J. WEISS Y PREUSCHE
Calle Patricios 249
1916
OBRAS Y PUBLICACIONES DEL AUTOR
Apoteosis de Pr ingles.
El doctor Francisco Javier Muñiz, sabio y patriota argentino.
Algunas Consideraciones sobre la Enseñanza Práctica y Regional
En la ínsula Pantana.
El árbol, conferencia.
Vindicación Constitucional.
Educación y Régimen Municipal.
Educación Científica .
La Escuela Profesional para la Provincia de Buenos Aires. — Pre-
miada con medalla de oro en el concurso científico-literario
de La Plata, 1907.
Biografía del doctor Juan Crisóstomo Lafinur.
Patria y Caridad, conferencia.
La Tradición pantana. — Bocetos biográficos y recuerdos. — Prólogo
del señor Juan M. Garro.
Patronato de menores.
Auieghino, conferencia.
Arboles Históricos en San Luis.
Generalidades sobre Paleontología Argentina.
¿Debe nacionalizarse la enseñanza?
El Patriotismo de la Mujer Punta na.
Boceto Biográfico del coronel Dupuy.
La Contribución Patriótica de San Luis.
Historia de la Provincia de San Luis.
¡
El fundador de San Luis
HISTORIA DE SAX LUIS
Antecedentes oficiales
de esta publicación
Ley número 405
La Legislatura de la Provincia sanciona con fuerza de
LEY:
Art. 1.° El P. E. encargará a una persona de probada preparación his-
tórica y literaria, para que escriba la historia de la Provincia bajo un
plan y método didáctico, desde la fundación de la Capital hasta 1900.
Art. 2.° La persona que aceptara el expresado encargo, quedará obli-
gada a entregar el trabajo dentro del plazo de treinta meses a contar desde
la fecha de la aceptación.
Art. :>.° El P. E. queda autorizado, para contratar y fijar el costo de
la obra, debiendo solicitar de la Legislatura los fondos necesarios para su
pago una vez que sea entregada.
Art. 4.° El Gobierno mandará hacer una edición oficial de la obra con
el objeto de que sirva de texto de enseñanza en las escuelas primarias de
la provincia.
Art. 5.° Comuniqúese, etc.
Sala de sesiones, San Luis julio 27 de 1910.
Víctoe Páez A. Arancibia Rodríguez
Secretario
San Luis, julio 29 de 1910.
Téngase por ley de la provincia la precedente sanción Legislativa,
cúmplase, comuniqúese, publíquese y dése al R. O.
Rodríguez Sáa.
José S. Domínguez
Es copia:
R, Mora Olmedo
Oücial Mayor
HISTORIA DE SAN LUIS
San Luis, diciembre 7 de 1010.
En cumplimiento de la ley N.° 405,
El Gobernador de la Provincia
DECRETA:
Art. 1.° Nómbrase al señor don Juan W. Gez para que escriba la His-
toria de la Provincia, bajo un plan y método didáctico desde la fundación
de la Capital hasta el año 1900.
Art. 2.° Los archivos de la Provincia se pondrán a disposición del Sr.
Gez, para el debido cumplimiento de su cometido.
Art. 3.° invítese al señor Gez a pasar por este Ministerio a los efectos
del Art. 3.° de la citada ley.
Art. 4.° Comuniqúese, publíquese y dése al R. Oficial.
Rodríguez Sáa.
Juan Daract.
Es copia:
B. Mora Olmedo.
Oficial Mayor
San Luis, diciembre 9 de 1910 /
Al señor Juan W. Gez:
Tengo el agrado de dirigirme a Ud., acompañándole copia legalizada,
del decreto expedido con fecha 7 del corriente, por el cual se le designa para
escribir la Historia de la Provincia, de acuerdo con la ley X.° 405 cuya co-
pia también acompaño.
En caso de aceptar esta designación, invito a Ud. a pasar por mi des-
pacho a objeto de lo establecido por el Art. 3.° de la citada ley.
Saludo a Ud. atte. —
Juan Daract.
Corrientes, octubre 24 de 1913
Al Excmo. Sr. Gobernador de la provincia de San Luis, Dr Juan Daract.
Tengo el honor de elevar a V. E. el índice General de la Historia de Ja
provincia de San Luis, que me fué encargada por decreto 7 de diciembre
de 1910. Aunque este trabajo es una síntesis, no tiene las reducidas propor-
ciones de un manual escolar por más que conserve su carácter didáctico;
es un libro cuya lectura puede ser igualmente útil a los jóvenes alumnos
así como a los hombres de gobierno y a todos los que se interesen por el
estudio de la historia nacional.
Estoy convencido de no haber omitido empeños ni sacrificios para reu-
nir los materiales más completos posibles, así como me he sentido animado.
al escribir sus páginas, de un elevado sentimiento de justicia y de amor a
^\Ás edificantes tradiciones de nuestro pueblo.
Abrigo la esperanza de que la crítica sana e ilustrada ha de hacer, tam-
bién, justicia a mis afanes y a la sinceridad que he puesto en tan honrosa
tarea.
HISTORIA DE SAN LUIS
Ahorca sólo debo pedir a V. E me autorice a contratar su publicación,
determinando el número de ejemplares que deben imprimirse, para lo cual
elevaré previamente el presupuesto de gastos.
Saludo a V. E con mi consideración distinguida.
J. W. Gez.
Secretaría General de los Ministerios
San Luis
San Luis, julio 12 de 1915.
Habiendo terminado el señor Juan W. Gez la historia de la Provincia
que se le encomendó confeccionar por decreto de 7 de diciembre de 1910 en
virtud de lo dispuesto por la ley N.° 405 y siendo necesario proceder a su
aprobación,
El Gobernador de la Provincia
DECRETA:
Art. 1.° Queda aprobada la mencionada obra, dándose por recibida.
Art. 2.° Encárgase al señor Gez para dirigir la impresión de su historia
y solicítese la correspondiente autorización de la Honorable Cámara Le-
gislativa para invertir hasta la suma de cinco mil pesos con este objeto.
Art. 3.° Comuniqúese, publíquese, y dése al registro oficial.
Daract.
A. Rodríguez Sáa.
Es copia:
B. Mora Olmedo,
Oficial Mayor
Ministerio de Gobierno, Justicia y Oüi/co
San Luis
San Luis, julio 13 de 1915.
Al señor Juan W. Gez.
San Luis
Tengo el agrado de dirigirme a Ud. comunicándole que por decreto ex-
pedido en la fecha, cuya copia legalizada acompaño, se ha aprobado la his-
toria de la Provincia que se le encomendó escribir, encargándosele, a La
vez, de dirigir su impresión.
Para este fin se pondrán a su disposición los fondos necesarios, tan pron-
to como La Honorable Cámara Legislativa los autorice.
Aprovecho esta oportunidad para saludar a Ud. con mi más distinguida
consideración.
A. Rodríguez Sáa
HISTORIA DE SAN LUIS 11
PRÓLOGO
EL centenario de Mayo nos ha traído, con el resurgi-
miento del espíritu nacionalista, el general anhelo
de conocer nuestra historia, tan llena de interés
como fecunda en grandes enseñanzas. En ese reco-
mendable afán se han distinguido algunas provincias, em-
peñadas en exhibir su honroso haber en la patriótica
empresa que alentara el credo revolucionario de 1810 y
en las jornadas posteriores al servicio de la organización
nacional. San Luis, que tuvo una parte tan eficiente en las
luchas por la libertad y el orden institucional, no podía
substraerse al legítimo propósito de mandar escribir su
propia historia, máxime cuando, en la crónica general del
país, apenas si se la menciona por la actuación brillante de
alguno de sus hijos ilustres. Pero sus grandes esfuerzos, sus
admirables sacrificios de toda índole, en las circunstancias
más difíciles de la vida argentina, permanecían ignorados
o poco conocidos, al extremo de causar sorpresa a los
de la misma casa, la publicación de algunos documentos
y episodios que daban alto relieve al carácter abnegado
y varonil del pueblo puntano.
A remediar en lo posible el inmerecido olvido de mu-
chos de sus títulos gloriosos, tiende este trabajo, reali-
zado, por ahora, en forma modesta y sencilla, a causa de
estar obligado a conservarle carácter didáctico.
12 HISTORIA DE SAN LUIS
Xo obstante esta circunstancia, la tarea de inves-
tigación ha sido larga y paciente, porque he recurrido
a las fuentes originales, en los archivos de las distintas
reparticiones de la provincia, muy incompletos y des-
arreglados en su mayor parte, y en los escasos documentos
que se han salvado en poder de los particulares. De la
época colonial faltan muchos años, de los cuales no ha
quedado huella en la sencilla y formulista administra-
ción local; del período de la anarquía tampoco existen
sino uno que otro documento de poco valor; casi nada
de la administración de D. José Gregorio Calderón, y
son igualmente deficientes los antecedentes del largo
período de gobierno que presidió el general Pablo Lucero.
Como no existía casa de gobierno, en esos tiempos, era
costumbre tener el archivo en el domicilio particular
del gobernador y en el de otros funcionarios, donde los
papeles públicos se amontonaban en cualquier rincón o
se guardaban en petacas, que con frecuencia iban a parar
a la despensa, especie de depósito general de todas las
cosas útiles e inútiles, y de allí también se desaloja-
ban para cualquier parte donde no estorbasen. Después,
hay referencias de que durante un ataque a la ciudad, se
mandó sacar papel del archivo para proveer a las tropas;
en otra ocasión el archivero Vásquez se llevó a San Fran-
cisco los papeles del Estado y fueron saqueados, en el
año 1862, por la montonera; unas viejecitas, hermanas de
un ex gobernador, se llevaron varias petacas de papeles
a Mendoza y no han vuelto; en casa de un otro ex gober-
nador, donde habían sido atacadas varias personas de
una enfermedad contagiosa, durante la ausencia de la
familia y so pretexto de practicar una desinfección ge-
neral, se quemaron varios cajones de papeles importan-
tes; un interventor, ya en los últimos tiempos, para ha-
bilitar una pieza destinada a una oficina cualquiera,
mandó sacar parte del archivo y arrojarlo al fondo de
la casa de gobierno, donde fué quemado como papeles
inútiles. Finalmente, entre mis recuerdos de niño, conser-
vo el siguiente: en la vieja casa del comandante D. José
HISTORIA DE SAN LUIS 13
Antonio Becerra, ubicada donde hoy está el Juzgado
Federal y las oficinas del correo, estaban depositadas,
bajo una ramada, varias barricas de legajos escritos y en
perfecto estado de conservación. Allí íbamos los mucha-
chos del barrio a sacar papel para nuestros barriletes.
Más tarde supe, con íntimo pesar, que esas barricas con-
tenían papeles del teniente gobernador Dupuy y del
mismo comandante Becerra, de tan importante actua-
ción en la localidad. El historiador chileno Vicuña
Mackenna los había revisado, extraído, seguramente, lo
que creyó de algún valor para sus estudios, y el resto
quedó en el lugar y en la forma referida. Y así, por ese
mismo estilo, ¿cuántos otros tesoros no se habrán perdi-
do para la investigación de la historia?
Me he detenido en estos detalles, aparentemente ni-
mios, pero que evidencian el escaso mérito que tuvieron
allí los «papeles viejos», como se decía vulgarmente, fue-
ra de los títulos de la propiedad raíz, aunque también
exista el caso de que alguno de ellos fuera «pitado», en
tiempos en que el papel era muy escaso y cuando el domi-
nio de los vastos campos, sin las egoístas restricciones de
la época actual, era patrimonio común de los escasos ha-
bitantes de la jurisdicción puntaría.
De estas ligeras referencias, se desprenden también
las dificultades para «rastrear» el pasado de nuestra
provincia, en los lejanos y obscuros tiempos de sus orí-
genes y en los más recientes, pero agitados y tormento-
sos, en que todo se supeditaba a la necesidad de vivir.
En verdad que nuestros antepasados no estaban para
conservar papeles, pues les bastó transmitir a sus descen-
dientes la tradición oral de sus infinitas desventuras y
de sus glorias pasajeras, referidas, en las horas del repo-
so o del desaliento, en las intimidades del hogar, entre
mate y mate o entre las espirales del humo perfumado
ele un cigarrillo de tabaco «tarijeño» envuelto en sua-
vísima chala. Sic transit gloria mundi!
La tradición ha suplido en muchos casos los grandes
vacíos que he encontrado en la documentación revisa-
14 HISTORIA DE SAN LUIS
da prolijamente, no sólo en San Luis, sino en el Archivo
y Biblioteca Nacional, en el Museo Histórico y en el Mu-
seo Mitre y hasta en el inmenso archivo de Indias de Sevi-
lla, donde he conseguido copia de algunas piezas inéditas
y valiosas.
Como el cenaz cateador que busca en las entrañas de
nuestras sierras la veta del precioso metal, o como el
que revuelve las arenas de los arroyos de nuestra región
aurífera para extraer las pepitas de oro, así he buscado
el filón de los sucesos acaecidos en la provincia natal y
los elementos de estudio, ocultos o perdidos a través del
tiempo, para obtener el metal que debe depurarse en el
crisol de la verdad y de la justicia distributiva. Porque,
es bien sabido que la historia no se puede escribir para
halagar la tradición de ningún partido político, ni ella
puede conformarse con los prejuicios de las apasionadas
contiendas del pasado.
Como argentino y como educador, he estado siempre
de parte de las nobles causas de mi patria; del lado de
los ciudadanos reconocidamente más cultos y sinceros;
de parte de la causa civilizadora, con el orden y la moral;
con los ideales permanentes de la libertad y los legí-
timos anhelos del pueblo. Así, pues, no es extraño que ful-
mine la tiranía y el caudillismo, grandes remoras de la
verdadera democracia y de la cultura colectiva, porque se
han opuesto constantemente a la vida institucional y a
la vida civilizada.
Esta obra no es, ni pudo ser, un manual escolar, por
más que su lectura sea igualmente útil a la juventud, así
como lo será al hombre de estado y al inteligente inves-
tigador de nuestro pasado. Hay, pues, en ella, elementos
de estudio, sintética y sencillamente expuestos, y valio-
sos documentos inéditos para elaborar la historia nacio-
nal, con la participación que tuvo en los sucesos genera-
les la generosa y heroica provincia de San Luis.
En la narración, he debido a menudo referir los he-
chos locales unidos a la historia patria, con la cual está ínti-
mamente vinculada, desde el movimiento emancipador de
HISTORIA DE SAN LUIS 15
1810, pues, de otro modo no tendrían una explicación
satisfactoria ni suficientemente clara.
Sin embargo, esas referencias han debido ser muy
breves, apenas como quien anuda los hilos de la trama
histórica para continuar la exposición, dándole mayor
amplitud a los sucesos de la localidad que tanto nos
interesa conocer.
En el texto, he intercalado algunos documentos sobre
acontecimientos de transcendencia en la vida local o que
constituyen los títulos nobiliarios de nuestro blasón, dig-
nos del legítimo orgullo de las nuevas generaciones y del
respeto y amor de la gran patria argentina. Por otra
parte, así podrá también el inteligente lector apreciar
todo su mérito histórico y psicológico, como sucede con
las cartas privadas de los principales e ilustres actores
en el drama de la independencia nacional. Pienso que esos
documentos deben pasar íntegros a la posteridad y a la
vez servirán de pleno justificativo a este trabajo y a los
entusiasmos que, como puntano, me han causado su lec-
tura y su meditación.
¡Ojalá causen los mismos saludables efectos en la
noble juventud, en el espíritu fervoroso del maestro y
en el alma colectiva de nuestro pueblo, llamada a perpe-
tuar la tradición honrosa del pasado, en prueba de que
somos dignos descendientes de la augusta generación
de Mayo!
Dejo así brevemente expuesto el plan de la obra y
las altas inspiraciones que me han servido de guía. Es-
pero que el juicio recto de mis comprovincianos hará,
también, justicia a los afanes y desvelos de este esfuerzo
y a la sinceridad de mis convicciones. Seríala recompensa
que más pudiera halagarme como puntano. Termino
estas líneas dejando constancia de mi agradecimiento
al gobierno de San Luis, que me encomendó escribir esta
obra, y a todos los comprovincianos que se han interesa-
do por mi trabajo, ya facilitándome un documento o
un dato; ayudándome en el ímprobo empeño de revisar
papeles o enviándome alentadoras palabras de estímulo.
16
HISTORIA DE SAN LUIS
Faltaría a un deber de conciencia si no recordase la
cooperación importante que mi hija María Estela, ha
prestado en tan grata tarea.
También el terruño que nos vio nacer merecía todo
ese noble y generoso concurso.
Corrientes 1913.
HISTORIA DE SAN LUIS
CAPITULO I
SUMARIO : 1.— La conquista española en la región de Cuyo. — •
Viaje de Villagrán. Recorre el valle de Toncarán. — Combate
en La Sepultura. — Su regreso. 2. — Los primeros habitantes de
la región puntana. 3. — Huellas de la conquista Incásica en el
territorio puntano. 4. — Primeras fundaciones de Cuyo. — Fun-
dación de la ciudad de San Luis: alianza con los michilingues.
— Jurisdicción de San Luis. 5. — Don Martín García Oñez de
Lo vola.
1. — La conquista y población de la hermosa región
de Cuyo, a la que siempre perteneció el vasto territorio
que hoy ocupa la Provincia de San Litis, está vinculada
históricamente a la conquista de Chile.
Cuando don Pedro de Valdivia echó los cimientos
de la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo en 1541,
le señaló por jurisdicción unas cien leguas al oriente,
no obstante el gran obstáculo de la cordillera andina.
Sin embargo, por esa época debió limitarse a ocupar
parte de la región chilena, propiamente dicha, ante la
tenaz resistencia de los indómitos araucanos, e Ínter pro-
curaba los elementos militares necesarios para consumar
la definitiva conquista de tan dilatados territorios.
Para el logro de esos fines, solicitó nuevos auxilios
al Perú, los cuales no venían a causa de haber estallado
la guerra civil entre los conquistadores, hasta que, can-
sado de esperar, emprendió viaje a Lima, en circunstan-
cia que acababa de llegar el comisionado La (lasca, en-
cargado de concluir con la anarquía reinante. Allí con-
tribuyó, el valeroso conquistador de Chile, a restable-
cer la paz en 1548 y obtuvo, en mérito de su oportuna,
intervención, los favores de La Gasea para continuar la
magna empresa, en la cual había demostrado tanta pe-
18
HISTORIA DE SAN LUIS
riera como tenacidad y denuedo. Entonces dispuso re-
gresar a Chile, sin pérdida de tiempo, a la vez que orde-
naba a su teniente Francisco de Villagrán realizar un
reconocimiento de la región transmontana, en ocasión
que bajaba del Cuzco con importantes refuerzos.
Villagrán siguió el itinerario de Diego de Rojas; pe-
netró en la antigua provincia del Tucumán; atravesó la
sierra de los Comechingones a la altura de Cruz del Eje;
recorrió el valle de Salsacate y también el extenso y
Campo de la sepultura
hermoso valle de Concarán. Aquí, en un lugar cercano a
Larca, encontróse con un núcleo importante de la po-
blación indígena, especie de capital de una confederación
de tribus que habitaban el vasto valle de Concarán. La
presencia ele aquellos hombres a caballo, con casco- y
aunas de hierro, así como la infernal gritería de los in-
dios auxiliares, les produjo una indescriptible impresión
de espanto. Sin embargo, pasado el primer momento de
estupor, reaccionaron y trataron de defenderse; pero, ro-
HISTORIA DE SAN LUIS H)
deados por los españoles, sucumbieron a centenares bajo
los formidables golpes de sable y las terribles acometidas
de los lanceros. Esa sangrienta acción no fué una lucha;
fué una feroz matanza de hombres inermes. Aquel si-
tio, regado por la sangre de centenares de víctimas inde-
fensas y cubierto de cadáveres, llamóse desde entonces
La Sepultura, recordando aquella hecatombe humana. Y
en verdad que allí quedaron sepultados los que no tuvie-
ron la fortuna de ganar las escabrosidades de la sierra
cercana, donde muchos se guarecieron para alejarse, ca-
da vez más, de aquel lugar funesto. De aquí provenía
el odio y ]a resistencia que, en todo tiempo, opusieron
las tribus de la región a los conquistadores que venían
por e] norte.
Villagrán continuó su viaje rumbo al sudeste, reco-
rrió el país de los Pehuenches que habitaban la zona
septentrional de los desagües del Río V y regresó por el
mismo camino, deteniéndose en Conlara con el ánimo
de fundar allí una población. Intertanto, dejó un desta-
camento y continuó su viaje al país de los ] Magüitas
(La Rioja), penetrando por el valle de (íuandacol hasta
las puertas de la cordillera de Copiapó, en el paraje lla-
mado Cabay. En este lugar perdió, por falta de alimentos,
gran número ele los indios auxiliares que le acompaña-
ban, v. con sus tropas ya diezmadas y rendidas de fati-
ga, se dirigió, por la falda de la cordillera, en busca del
misterioso país de los Césares, llegando hasta el valle
de Ucos (San Carlos) y Malargüé, al sud de la actual
provincia de Mendoza. De regreso a Copiapó, hubo de
perecer con toda su gente, a no ser el temerario arrojo
de nueve de sus soldados que pasaron la cordillera cu-
bierta ele nieve, y a costa de increíbles penalidades, lle-
garon a Santiago en demanda de auxilios.
Estos mismos valerosos soldados regresaron con pro-
visiones para sus abandonados compañeros, en circuns-
tancias que sufrían la horrible tortura del hambre. Cuan-
do hubo recibido este oportuno socorro, Villagrán, pasó
la Sierra Nevada y, probablemente entonces, hizo retirar
20 HISTORIA DE SAN LUIS
el destacamento de Conlara, para reconcentrar en Chile
sus reducidas tropas, después de dos años de grandes
fatigas e increíbles sufrimientos, que pusieron a prueba
la resistencia y la entereza extraordinaria de aquellos fé-
rreos conquistadores. A pesar de todo. Villagrán dio los
más halagüeños informes sobre las vastas regiones que
había recorrido. Dice Ruy de Guzmán que esta circuns-
tancia determinó a Valdivia a mandar al capitán Fran-
cisco de Aguirre para posesionarse del valle de la Nueva
Rioja, Diaguitas, Comechingones, Juries y Calchaquíes.
que, como se indica, comprendía la antigua provincia
del Tucumán y de Cuyo. Aguirre fundó entonces la ciu-
dad de Santiago de Estero, en 1553, mas no tuvo tiempo
de avanzar sobre Cuyo, quedando su conquista poster-
gada hasta el gobierno de Dn. García Hurtado de Men-
doza, quien envió al capitán Pedro del Castillo a tomar
posesión de las tierras del otro lado de los Andes «por
haber en ella mucha gente que había sido antes sometida
al Inga», según los propios términos de una relación de
mérito, elevada poco antes al soberano español.
Hacha de piedra (% del tamaño natural)
2. — Los primitivos habitantes del territorio puntano
fueron los comechingones o moradores de las caverna-.
y los michilingues, pobladores de los valles.
Según el P. Lozano, los comechingones parecían hom-
bres únicamente en la figura, quedando en ellos tan de-
formado el ser racional que en todo se asemejaban a
las fieras. Vivían en cuevas, en el más completo aisla-
miento, sin principios de sociabilidad, sin sujeción a nin-
gún jefe y haciéndose la guerra entre ellos, conspiraban
HISTORIA DE SAN LUIS
21
contra su propia existencia, merced a lo cual eran poco
numerosos.
Ocupaban los senos más recónditos de la sierra que
separa San Luis de Córdoba, a la que dieron su nombre, y
las escabrosidades de la parte septentrional de la hermo-
sa sierra puntana.
En las cavernas de Sololasta y de Intihuasi, así co-
mo en otros lugares montañosos de nuestra sierra, quedan
las huellas bien marcadas de estos verdaderos trogloditas:
ví
coinoeliin^onc:
pues, en toda esa vasta región, se encuentran muchas pie-
dras labradas: manos de moler, conanas, toscas hachas
de piedra, percutores, bolas y puntas de flechas que les
pertenecían, así como en las excavaciones de unas gru-
tas, se han observado, con restos de fogones, huesos par-
tidos de huanaco, puma, vizcacha, cóndor, y otros ani-
males salvajes que les servían de alimento.
Entre esos huesos hay muchos, según Burmeister,
que no han podido ser reconocidos, aunque descarta la
o o
HISTORIA DE SAN LUIS
probabilidad de que sean restos fósiles, pues el lugar
donde los observó pertenece a la época de los aluviones
modernos. Sin embargo, bueno es advertir que en Caña-
da Honda se han encontrado restos del enuus argmtinus
(el caballo fósil lanudo); en el Paso del Rey y en Renca
se han recogido huesos del megaterio; en San Francis-
co, del toxodonte y gliptodonte-, — puntos todos cercanos
de las grandes cavernas. Estos animales, ya extinguidos,
llegaron a ser contemporáneos del hombre primitivo. De
todos modos, los utensilios hallados corresponden a tiem-
pos muy remotos del rjeríodo paleolítico, a juzgar por la
manera tosca cómo están fabricados y la circunstancia
de no haberse encontrado allí restos de alfarería.
Aun nos faltan otros elementos de juicio para deter-
minar con precisión la antigüedad del hombre en el te-
rritorio puntano, aunque de los datos que poseemos po-
demos inducir que el hombre primitivo de nuestras sierras.
fué contemporáneo del hombre primitivo de la región cor-
dobesa. En cuanto a este último, Ameghino fija su exis-
tencia en el cuaternario superior de las cercanías de ( !ór-
doba, diciendo que: «las aguas pluviales habían puesto
a descubierto una cantidad de objetos trabajados, mez-
clados con los restos óseos, a menudo en completo estado
de fosilización o petrificación, de una raza dolicocéfala,
de cráneo extraordinariamente espeso, frente deprimida
y arcos superciliares muy desarrollados», exactamente
igual al cráneo que he encontrado en Xogolí.
Los Michüingues, rama de la gran familia de los dia-
guitas, ocupaban el Valle de Concarán y se extendían,
por el sudeste, hasta el valle longitudinal del Chorrillo
y falda occidental de la sierra puntana. Estas tribus
revelaban poseer una cultura muy superior a la de los
comechingones, y según Ameghino, debieron establecer-
se en la región puntana en la época de la conquista in-
cásica. Vivían en agrupaciones numerosas y construían
ranchos de paja; cosechaban la algarroba y hacían el
patay. Tejían la lana del guanaco (Jniarcu o miUhua):
teñían los hilos con las plantas tintóreas de la región;
HISTORIA DE SAN LUIS 23
conocían la alfarería y fabricaban cántaros (juros), va-
sos de diferentes tamaños y formas (]jucos). Cultivaban
el maíz (sara), araban la tierra con una especie de lengua
de madera dura llamada Hampa, de aquí el significado de
llampo o sea tierra removida, aflojada o blanda, que se
ha conservado en el lenguaje de los mineros. General-
mente las siembras se hacían en cañadones húmedos o
Vaso de piedra Vaso de barro cocido
en la orilla de los arroyos, pues también practicaron el
riego, mediante tomas y larcas o r arcas, acequias que
sacaban para ese fin. Se han encontrado, en distintas
partes de la Provincia, las huellas de esas obras, como
en la Larca, en las riberas del Riecito que baja de los
cerros del Rosario, y hasta en el Valle del Chorrillo. Después
aprendieron a moler los granos, a juzgar por las conanas
o morteros y manos de piedra, o tacanas, que se recogen
en todas partes y, particularmente, en las faldas y va-
lles de las serranías. Llamaban ancua al maíz triturado
como grano de arroz, y, con la harina fina o hacu, hacían
un pan o torta, sanen, así como con el choclo molido ama-
saban la exquisita pasta de la huminta que con el api
o mazamorra, constituía una excelente y nutritiva ali-
mentación.
Con estas artes manuales y domésticas practicaban
la medicina, pues conocían las propiedades curativas de
numerosas plantas regionales.
Aprendieron, de los incanos, la lengua quichua y
el culto del Sol y el de Llastay, genio o numen de un lu-
gar, dueño de las aves (animales silvestres o bichos del
24 HISTORIA DE SAN LUIS
campo), al cual se invocaba o se le hacían ofrendas para
que la caza, o las boleadas, les fuera propicia y abun-
dante.
Muy cerca de la ciudad de San Luis, en un lugar
llamado Pozo del Molle, se ven aún muchas bocas de
tinajas a flor de tierra, distribuidas en grupos y con
cierta simetría. Con mucho cuidado procuré descubrir
algunas, pero se deshacían en cuanto se las separaba de
la tierra salitrosa que las rodea y apenas si pude reco-
ger algunos fragmentos pequeños de barro cocido.
Cráneo del nogolisense
Dentro de esas tinajas o urnas funerarias, encontré
partículas de carbón vegetal y cenizas mezcladas con
arena.
A juzgar por el número, y teniendo en cuenta que
cada urna debió servir para depositar las cenizas de un
jefe, persona principal o familia pudiente de la tribu,
debió haber existido allí un núcleo importante de la po-
blación michilingue. Pero el hallazgo más interesante
que se ha hecho sobre el hombre aborigen de esta región,
es el que hemos encontrado en Nogolí, en el lugar mismo
donde se une el arroyo de los Molles con el que baja del
Oratorio, punto de intersección de los caminos que con-
ducen a la altiplanicie de Pancanta por la derecha y a
HISTORIA DE SAN LUIS 25
la Carolina por la izquierda, ascendiendo los ásperos y
empinados contrafuertes de la sierra.
La posición en que se encontró era acurrucado, con
los brazos y las piernas contraídas sobre el tórax, tenien-
do el cráneo casi a flor de tierra, el cual apareció descu-
bierto después de una copiosa lluvia. Junto a los restos,
encontramos los fragmentos de una tinaja de barro co-
cido, las cenizas y escorias de un fogón y algunas pie-
dras labradas.
Era igualmente interesante y curiosa la presencia de
un collar de caracolillos, en la misma sepultura. Sin em-
bargo, lo que más me llamó la atención fué el enorme
cráneo, perfectamente conservado, y su sólida contex-
tura, así como el tamaño de los huesos, lo cual nos reve-
laba un sujeto de talla no inferior a mts. 1.84 de altura.
Observando el cráneo en sus menores detalles, nos en-
contramos con un frontal ancho y fugitivo, parietales
abultados, bóveda craneana alargada, occipital acha-
tado y el conjunto asimétrico. A juzgar por las satura-
ciones y otros caracteres óseos, estábase en presencia
de un hombre de unos cuarenta y tantos años de edad.
Después, pasé a ocuparme de los caracolillos y llegué a
establecer que no eran de la sierra ni se encontraban
en toda la región puntana. Consultado el naturalista
Dr. Holmberg sobre el particular, me contestó que evi-
dentemente dichos moluscos eran de la costa patagónica
y, probablemente, del género trophon. ¿Cómo han podido
llegar hasta los senos más recónditos de nuestra sierra?
¿No sería aquel adorno de algún guerrero michilingue
que bajó de la montaña con su hueste, para escarmen-
tar a los ranqueles y araucanos, llevándolo a su regreso
como trofeo de victoria? Carecemos de tiempo para de-
tenernos a estudiar aquí este curioso hallazgo, que será
tema de un trabajo especial.
Cerca de la cañada del Balde, se ha encontrado otro
enterratorio, y éste debió pertenecer a los cliosmes, de
la familia de los michilingues, que han perpetuado su
nombre en ese lugar. Esta tribu fué a fundirse en la na-
•21]
HISTORIA DE SAX LUIS
ción huarpe, con la cual tenía mucha semejanza, y que
habitaba el vasto territorio comprendido entre el Diaman-
te, Desaguadero, Lagunas de Guanacache, parte inferior
del Bermejo y la cordillera Andina. Como tribus fronte-
rizas se tenían: por el norte, los guandacoles y famatinas,
en los valles del mismo nombre, y pertenecientes a la
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Los morteritos
gran familia de los diaguitas, y por el sud, en la llanura
pampeana, los pehuenches y ranqueles, de origen arau-
cano. Los michilingues no eran tan belicosos como estos
últimos, aunque poseían una fuerte musculatura y se
mostraban muy diestros en el manejo de las boleadoras
HISTORIA DE SAN LUIS
27
(¡ibes), su arma principal de combate. Eran tan resis-
tentes y tenaces, que pasaban días enteros en cacerías
de avestruces y guanacos, que les proporcionaban tan
buen alimento como excelentes pieles de abrigo. En sus
correrías por los desiertos, faltos de agua, tenían conve-
nientemente distribuidos morteros hechos en la roca o
en el tronco de los árboles, para recoger el agua de las
lluvias. Tal fué el destino de los que existen en las sie-
rras de Várela, Morteritos, Tala, Acasape, en el Gigan-
onanas y vasiias de barí
te, y las tinajas encontradas en las proximidades de la
cañada del Balde, a la entrada de la gran travesía.
Otra de sus habilidades consistía en ser rastreadores
y baqueanos, pues les bastaba haber recorrido una sola
vez alguna región para que retuviesen todos los deta-
lles y accidentes del terreno, circunstancia favorable que
les permitía orientarse en cualquier parte, aun durante
las noches más obscuras.
28 HISTORIA DE SAX LUIS
Era una raza vigorosa y apta para recibir la civili-
zación, como la aceptaron, con docilidad, de los conquis-
tadores incásicos de los cuales aprendieron varias ar-
tes manuales, los secretos medicinales de muchas plantas,
el culto del sol y la lengua quichua que conservaron
hasta los tiempos de la conquista española.
Estas buenas disposiciones ele los michilingues, les
permitieron adaptarse a la vida civilizada y fundirse
rápidamente con los conquistadores. En la plebe de la
población puntana, se han perpetuado algunos rasgos
físicos y morales de esa inteligente raza michilingue.
fuerte y dócil a la vez, perspicaz y sobria, tan adaptable
y resistente a los esfuerzos del trabajo, como a los rigo-
res ele la guerra.
3. — La conquista incásica se había iniciado en el an-
tiguo Tucuirán, durante el reinado del Inca Viracocha
VIII, siglo xiii ele nuestra era, quien consiguió, según
los primeros cronistas, el vasallaje de los calchaquíes.
diaguitas y juries.
Un siglo más tarde, dice el abate Molina, el inca
Yupanqui resolvió tentar la conquista de Chile; pero se
detuvo en la provincia limítrofe de At acama y confió
la empresa a Singuiruca, príncipe de la sangre real. Este
jefe penetró por Copiapó y subyugó, más por la persua-
sión que por la fuerza, a los copiapinos, coquimbanos.
quillotanos y mapuchinos, siendo detenido por los arau-
canos, propiamente dichos, en las orillas del Rapel, don-
de combatió durante tres días y sufrió una completa
derrota, no obstante la superioridad numérica de sus
fuerzas.
Allí se detuvo la conquista incásica. A partir de este
suceso, los nuevos dominadores comienzan a extenderse
por la región de los diaguitas y comechingones, llegando
a Cuyo, donde sometieron a los huarpes y michilingues.
El vasto plan de avance seguía la dirección de las
sierras de Famatina. de Córdoba y la Punta, y se apoyaba.
HISTORIA DE SAN LUIS
29
por otra parte, en los contrafuertes de Los Ancles orienta-
les. En la provincia de San Luis, existen aún los nombres
quichuas en muchos lugares, como Piscu Yaco (1), Til-
quicho, Luluara (2), Uspara, Conlara, Larca (3) y Nas-
chel en la falda occidental de la sierra cordobesa, y por
consiguiente, dentro de la jurisdicción puntana; Inti-
huasi (4) y Maray (5) en el departamento Pringles;
Puquios (6), Cuchicorral (7) en las cercanías de la ciudad
El Tomolasta
Capital; Suyuque, Chuca (8), Huascara, Rumihuasi (9),
Cuchuna (10) y Socoscora en la prolongación norte de
la Sierra de la Punta, así como sus más altas cumbres
se denominan Sololasta y Tomolasta, y en la frontera san-
juanina. Huanacache, nombres que son como los jalones
del límite austral del imperio incásico.
i1)
(2)
(3)
(4)
(5)
(6>
(7)
í8)
(9)
(10)
Piscu- Yaco, las cinco aguadas o vertientes
Lnluara, río de la cascada.
Larca, acequia.
Intihuasi, casa o templo del sol.
Maray, molino.
Puquios, vertedero
Cuchicorral, corral del cerdo.
Chuca, puesto.
Rumihuasi, casa del hombre o jefe.
Cuchuna, el cuchillo de piedra.
30
HISTORIA DE SAN LUIS
A estos datos preciosos, hay que agregar los cente-
nares de palabras quichuas que han perdurado en el len-
guaje usual, como puede verse en el apéndice, y los ves-
tigios de caminos, embalses y canales de riego, como ya
hemos referido; pues Larca quiere decir, en el idioma in-
cano, acequia. Tales huellas existen, también, en Mendo-
za, donde los incas fundaron una importante colonia
agrícola que regaban con los canales Ayaimé, Tobar y
Guaymallén, los nombres de tres caciques de los huarpes.
Anillos de piedra formados por conanas def onda das
Hemos nombrado a Intihuasi, que quiere decir tem-
plo del sol. El sol era el culto imperial, y según López,
su templo era el santuario que la civilización quichua
llevaba al frente de sus colonias. Y este santuario era
un algo que no podía abandonarse ni caer en manos
de los otros indios paganos; y agrega: «Por eso el templo
del sol no se alzaba sino donde la ciudad quichua, es de-
cir, el municipio civil y religioso que formaba el núcleo
vital de la colonia y de la asociación política, tenía un
HISTORIA DE SAN LUIS 31
asiento bien dotado de poder, para proseguir sin contras-
tes sus victorias y su propaganda». Así, pues, no cabe
duda que a una de esas colonias sirvió de núcleo Cosquín,
el Cuzco Chico, en la sierra cordobesa. Y lo interesante
del caso es que, cerca de Intihuasi, casa del sol, está
Solo] asta o Soloyacta, que quiere decir «gente del sol»,
pues la terminación y acta o gasta significa pueblo o po-
bladores, y además la gran caverna que existe en ese
cerro, se ha llamado hasta ahora «la casa del inca». Allí
estableciéronse, sin duda alguna, los poderosos «hijos del
sol» para dominar la comarca puntana y explotar los
lavaderos de oro del cercano arroyo Tacarpu, en quichua,
estaca (1), impropiamente llamado La Carpa, que corre
por la falda de Intihuasi. Allí he visto los pozos y anti-
quísimos socavones en las orillas del arroyo, y presen-
ciado las operaciones del descarpe, disfrute y ensayo,
tal cual lo practicaban los incanos. Desde aquí pasaron
a Cañada Honda, explotando, principalmente, los ricos
depósitos que se encontraron en Tierras Negras, y, por
último, llegaron a trabajar los minerales de los Cerros
Negros y Carolina. Toda esa región era aurífera, encon-
trándose el precioso metal en «pepitas» mezcladas con
el llampo y las arenas de los arroyos que bajan de los Ce-
rros del Valle y Tomolasta, y en «reventones y clavillos»
en las vetas que cruzan en todas direcciones.
Según referencias de buen origen, existían, desde
antes de la conquista, algunas excavaciones en «chi-
flones» en la parte alta de las lomas y cerros, que iban
siguiendo la 'dirección de las vetas, de la superficie al
interior, y tan estrechas, que un hombre actual no hu-
biera podido penetrar en ellas. Los españoles las ensan-
charon, descubriendo que, de un lado y en la misma roca,
habían labrado escalones para facilitar el descenso y
salida de la mina. Sin embargo, estas excavaciones no
eran muy hondas; pues las de mayor profundidad no pa-
(1) En la terminología minera, estaca, significa concesión de cierta
extensión de terreno para explotar un mineral, la cual estaba determina-
da por estacas.
32
HISTORIA DE SAN LUIS
saban de 20 metros. Para hacer estas excavaciones, los
incanos usaban una pequeña barreta y cuña de piedra
llamada llaucana, un martillo de piedra o tacana, emplean-
do, también, la cal viva para disgregar las rocas. Con tan
rudimentarias herramientas despedazaban los filones y
separaban la parte más rica y visible del oro.
Para moler los minerales utilizaban el niaray o tahona.
En el lecho de un arroyo de Cañada Honda, descubrí
un maray, monolito de piedra con la forma de un cono
El maray
truncado de 1.50 de alto por 0.80 en la base. Había ro-
dado desde el borde del arroyo, donde se veía dicha
base, constituida por una piedra cóncava. Con el auxi-
lio del ingeniero de minas, Mr. Julin y de peones, pudi-
mos levantarlo y restaurar el primitivo maray. Este mo-
lino ha dado su nombre a varios arroyos de la región,
donde se practicó la labor de moler minerales, y fué
utilizado, también, por los españoles. Después, había
para la misma faena, morteros de piedra de distintos
HISTORIA DE SAN LUIS
33
tamaños. Allí mismo he encontrado un hermoso objeto
de piedra pulimentada, cuya forma triangular y cónca-
va, como una cuchara, hace suponer que se utilizó para
ensayar o moler muy ricos minerales en oro o el cori
de los quichuas.
Cuchara de piedra (% del tamaño natural)
Las minas puritanas las explotaron al mismo tiempo
que trabajaban las de Famatina, de cuyas entrañas,
según el erudito Padre Lozano, sacaban los ministros
de los Incas grandes riquezas de oro y plata. Esta misma
opinión la confirma el sabio Dr. Ameghino en su obra
/p77771 WW^ '^!77P7irrv¡fTm^wvr
¡:<J
Figuras de Intilmasi
«La Antigüedad del hombre en el Plata», y agrega que a
esa época pertenecen las hachas de piedra pulimentada (1)
del tipo peruano que se encuentran en muchas partes,
(*) Las hachas, según Brinton, son símbolos de autoridad porque con
ellas no se ha golpeado. Los ejemplares que he recogido están intactos.
u
HISTORIA DE SAN LUIS
así como algunas tinajas de un trabajo bastante perfec-
cionado. Sin embargo, estos vasos carecen aún de dibujos,
signos o escritura pictográfica. Finalmente, como precio-
so dato de esta época prehistórica, reproducimos aquí
el grabado de la gruta Sololasta o de la Casa Pintada.
Hay otros más, pero casi borrados por el descascaramien-
to de la piedra y la pretensión, vanidosa y pueril, que
tienen ciertos excursionistas de fijar sus nombres con
caracteres indelebles.
He aquí cómo explica Ameghino esta inscripción fi-
gurativa: «El hombre de la izquierda con los brazos
abiertos, es el hombre indígena de la provincia de San
Gruta de Intihuasi
Luis antes de la conquista peruana, que recibe con los
brazos abiertos al segundo, o sea al invasor o conquis-
tador, el cual importa con él, la pastoría, representada
por el avestruz, la llama y el perro; el culto del sol, repre-
sentado por la imagen de este astro y también el de Pa-
chamama, el espíritu invisible, superior al sol, por los
signos que se encuentran encima de éste, probablemente
dos alas, queriendo, quizás, representar así la calidad de
espíritu sutil e impalpable de Pachamama, de quien los
pájaros eran mensajeros.»
HISTORIA DE SAN LUIS 35
Existen otros grabados, casi imperceptibles, especie
ele vasos votivos o sagrados para las ceremonias del
culto.
Y para concluir, con lo que a la conquista incana se
relaciona, debo decir que, en verdad, ningún sitio más
adecuado que éste, en las faldas del hermoso Cerro de
Intihuasi, para elevar un santuario a ese «dios sol» que
majestuosamente aparece todos los días sobre las ele-
vadas cimas del granítico anfiteatro que lo rodea, es-
parciendo la luz y la vida en los senos fecundantes
de los valles próximos.
4. — El capitán don Pedro del Castillo fundó, en
1561, la primera ciudad en el país de Cuyo, en el valle
de Guentota ocupado por los huarpes, y dióle el nombre
de Mendoza, en honor del gobernador de Chile, que lo
había enviado a tomar posesión de la región transmon-
tana. Dijimos que los huarpes habían sido sometidos
a los incas, de los cuales aprendieron la agricultura y
otras artes manuales, circunstancia que los colocaba en
un grado de civilización superior a las demás tribus
de la parte oriental de los Andes.
Aceptaron con docilidad el nuevo yugo, como antes
lo habían aceptado de los poderosos «hijos del sol». Así,
pues, la tarea de los españoles fué relativamente fácil
en cuanto la dominación del suelo no les costó sangrien-
tos sacrificios, y, poco después de Mendoza, se echaban
los cimientos de San Juan de la Frontera, porque real-
mente venía a quedar sobre la frontera del antiguo im-
perio incano.
Los indígenas fueron repartidos en encomiendas y
las tierras distribuidas entre los conquistadores, quienes
se dedicaron a usufructuarlas, libres de toda preocupa-
ción. No sucedía así en el país de los araucanos, cuya in-
domable resistencia absorbió por mucho tiempo todas
las energías de los españoles, debido a lo cual, quedó
36 HISTORIA DE SAN LUIS
allí detenida la conquista y población de Cuyo. Recién du-
rante el gobierno de D. Martín G. Oñez de Loyola se dis-
puso la fundación de la ciudad de San Luis, en la punta
de la sierra que le diera su nombre y en un lugar conve-
niente del camino real, para proteger las comunicaciones
entre Chile y el Río de la Plata. Este camino partía de
Mendoza al Retamo; seguía por la orilla izquierda del
Tunuyán hasta Corocorto (La Paz); de aquí al Paso del
Desaguadero, un poco arriba de la desembocadura del
Tunuyán. Después despuntaba la orilla sud de la laguna
del Bebedero; tocaba el cerro del Tala y Pozo Pampa,
punta de la Sierra; Portezuelo del Chorrillo, Dormida
del Totoral, Peñuelas, Paso del Río V; seguía por el nor-
te del Morro, Alto de los Pozos, Punta de los Cerrillos,
Punilla, Achiras, para dirigirse a Melincué y penetrar,
por el Pergamino, en la jurisdicción de Buenos Aires.
Este camino, por los recursos y la topografía de las
legiones que recorría, era un camino estratégico, pues
se consideraba como la línea de frontera y de defensa
contra los frecuentes amagos de los salvajes moradores
de la Pampa. Fué, también, término geográfico de refe-
rencia en las concesiones de tierras, que con el nombre
de «mercedes reales», se otorgaron sobre la misma fron-
tera sud. A menudo se le encuentra citado en los títulos
primitivos de la propiedad raíz de esa zona.
Sobre los orígenes de San Luis, existe la tradición
de que, desde un principio, las autoridades de Mendoza
vinieron a fundar al pie de la sierra, un fuerte, reducción
o ciudad con el nombre de Benavente, el cual parece es-
tablecióse por algún tiempo en el Portezuelo del Cho-
rrillo, lugar que si bien tenía la ventaja de estar cerca
de la abundante y cristalina vertiente llamada «Ojo de
agua» , no se prestaba para el desarrollo de una población,
a causa de ser el terreno muy accidentado y pedregoso,
eligiéndose, entonces, una explanada un poco más al
oeste, sobre la ribera bien arbolada de un riacho seco,
la cual subsistió poco tiempo. No he encontrado otra
explicación a ese nombre de Benavente sino en la devo-
HISTORIA DE SAN LUIS °M
ción que los españoles de esa época tenían a un monje
así llamado, muerto, según decían, en olor de santidad y
al cual se le atribuían los más extraordinarios milagros.
Según el P. Errázuris, los dominicos recorrían ya, en
1586, la provincia de Cuyo para enseñar el evangelio
a los indígenas y no es difícil que, poco después, llegaran
a la sierra puntana, al amparo de aquel destacamento
destinado a establecer un fuerte allí mismo. Pero, el do-
cumento más antiguo que se conoce, relacionado con la
fundación de la capital puntana, es un título del año
1594, otorgado por el general don Luis de Jofré a favor
de Juan de Barreda Estrada e hijos, de las tierras del
Carrizal (Estancia Grande) y Rosario (La Toma). Este
general se titulaba conquistador y poblador de esta ciu-
dad de San Luis Nueva Palmira del Rio Seco. Este dato
también lo he visto confirmado en el testamento del
mayor Marcos Muñoz, que lleva la fecha de 1713, al re-
ferirse aun título de la Estancia Grande, poblada por su
yerno, Baltasar de Miranda.
La planta de esta ciudad estuvo como a una legua
más al oeste de la actual capital, lugar llamado El Ta-
lar, donde aun se ven los vestigios de tapias y de calles.
La fundación ordenada por el gobernador de Chile,
Oñez de Loyola, en 1596, vino a coincidir con el lugar
designado por Jofré, tres años antes, para la traza de
dicha ciudad, la cual parece haber sido abandonada al
poco tiempo, pues Jofré estuvo de paso, regresando a
Chile con su escolta, donde recrudecía la guerra con los
araucanos, en cuya lucha ya se había distinguido como
un valeroso capitán.
En otro título de la merced del Portezuelo, adjudica-
da al entonces capitán Marcos Muñoz, en el año 1643,
se encabeza dicho documento así: En San Luis de Loyola
Rio Seco de Medina. Allí mismo consta que se hizo una
nueva distribución de tierras para reedificar la ciudad,
así como que se adjudicaron suertes de estancias, desti-
nadas al fomento de la ganadería, principalmente en las
riberas del Río V, fundándose en esa época la Estancia
33 HISTORIA DE SAX LUIS
del Rey. Este Muñoz había sido el principal agente de la
reconstrucción déla ciudad en 1632, cuando desempeña-
ba el cargo de alcalde de primer voto, y, en premio de
sus grandes servicios, se le había otorgado una importan-
te merced de tierras y una encomienda.
En documentos posteriores, nos encontramos con la
denominación San Luis de la Punta de los Venados o
de la Sierra. Existen referencias de que la ciudad fué
trasladada más al naciente, cerca de las primeras aguas,
ocupando parte del Bajo, donde los jesuítas establecie-
ron su viñedo y algo del Bailado, hacia la orilla derecha
del río, tierras que eran muy fértiles y de fácil riego.
Cuando en 1691 vino a visitar San Luis el gobernador
de Cuyo, Tomás Marín de Pobeda, el Cabildo le presentó
un memorial en el cual le hacía presente, entre otras
cosas, que la ciudad había cambiado tres veces de situación.
Este interesante documento viene a confirmar, plenamen-
te, cuanto acabamos de decir, y explica también esos
cambios de nombre.
Desde el principio de su establecimiento, los españo-
les entraron en amistosas relaciones con los michilingues,
que habitaban el valle del Chorrillo y parte sud de la
ciudad, merced a la prudencia y celo apostólico de los
dominicos que vinieron con los primeros pobladores.
Ya dijimos que los aborígenes de esta región tenían
una relativa cultura, un carácter dócil y que eran aptos
para asimilarse la vida civilizada, circunstancias que hi-
cieron más humano el sistema de las encomiendas, mien-
tras que, en otras partes, los indígenas sucumbían a los ri-
gores de una esclavitud y de unas fatigas a las cuales no
estaban acostumbrados. Prueba evidente de esta fácil
sumisión, es la alianza con uno de los principales caciques
de los michilingues llamado Koslay, con la única condi-
ción de reconocer la autoridad del soberano español y
de someterse a sus legítimos representantes.
Una de sus hijas fué bautizada solemnemente con
el nombre de Juana y se desposó con un oficial Gómez
Isleño, al cual se le otorgó la merced de las tierras de
HISTORIA DE SAN LUIS 39
Río V, hasta el límite con Córdoba. De este matrimonio
nació Inés Gómez Isleño, quien casó con el teniente
Vicente Pérez de Moreno, padre de uno de los púntanos
más valerosos e inteligentes de la época, Pedro Pérez
Moreno, en el cual parecía haberse fundido la perspica-
cia del aborigen con la intrepidez legendaria del conquis-
tador.
Muchos otros españoles imitaron ese ejemplo, despo-
sándose con las jóvenes indígenas y constituyendo así
las primeras familias de criollos que, aunque dispersas
en la vasta campaña, fueron los elementos con los cuales
debían formarse los futuros núcleos de las poblaciones
puntanas, comenzando por su propia capital. Para con-
seguir este propósito, el Cabildo se vio obligado a disponer,
en 1636, «que todos los moradores, después de concluir
las tareas de las sementeras, volviesen a poblar la ciudad,
so pena de confiscación de sus bienes» . Así fué como, por
estos medios artificiales, se pudo sostener aquel núcleo
reducido de población, condenada a vegetar en el aisla-
miento y en el abandono por la incuria de la autoridad
colonial. En cuanto a las autoridades locales, apenas si
su acción y sus míseros recursos les permitían proveer
del agua más indispensable a la vida y al cultivo de huer-
tas, dentro del limitadísimo radio de la planta urbana.
La jurisdicción de San Luis de Loyola tenía límites
bien determinados, comprendidos de este a oeste, dentro
de la sierra alta de Comechingones que la separa de
Córdoba, y el Río Desaguadero, que la separa de Mendo-
za. Por el norte, limitaba con San Juan y la Rioja, mien-
tras que por el sud y sudeste ejercía dominios hasta
Achiras, desagües del Río V y curso medio del Salado,
campos que sus habitantes comenzaron a poblar desde
los primeros tiempos de su establecimiento.
Tan vasta región ofrece el aspecto más variado e
interesante, con sus sierras escarpadas, altiplanicies y
cimas gigantescas de dos mil metros de elevación, en
cuyos senos se encuentran grandes riquezas minerales;
con sus fértiles y dilatados valles, con sus suaves decli-
40
HISTORIA DE SAN LUIS
ves hacia el sud, interrumpidos a largas distancias por
cerros aislados como el Tala, Charloni y Várela, que, cua-
les vigías, se levantan sobre Ja uniforme llanura pampeana.
En su parte oeste se nota una gran depresión del
terreno, entre la Sierra de la Punta y el cordón granítico
del Pencoso, formando lo que se llama la Cañada del Bal-
Espadas de la época colonia*, que pertenecieron a los conquistadores
de San Luis - (Museo Histórico Nacional)
de, lecho desecado de un gran río que, en tiempos muy
remotos, corrió a bordes plenos por la actual gran trave-
sía. El clima es seco y el subsuelo arenoso; pero todo el
territorio está bien arbolado y cubierto de buenos pastos.
Si bien es verdad que no posee grandes corrientes, fuera
del Kío V, Conlara y Salado, ni otros depósitos de mayor
HISTORIA DE SAN LUIS 41
consideración que el lago Bebedero, lagunas Soven y
Acollaradas, en el sud, en cambio bajan de las sierras
multitud de arroyos, así como en todas partes se embal-
san las aguas pluviales para aplicarlas a los cultivos
más variados y productivos.
Dijimos que en las proximidades de los arroyos se
reconcentró la población aborigen. Su movimiento in-
migratorio dentro del territorio, no se apartó jamás del
curso de las aguas. Allí vinieron también a fundirse los
nuevos elementos étnicos que aportó la conquista espa-
ñola.
5. — Martín G. Oñez de Loyola, nacido en Guipúzcoa,,
en 1540, era sobrino del patriarca de la Compañía de Je-
sús, después San Ignacio de Loyola. Dedicóse a la carre-
ra de las armas, revelando dotes militares y cualidades
superiores, merced a lo cual ascendió pronto a capitán y
fué agraciado con el título de Caballero de la Orden de
Calatrava. Había llegado al Perú, en 1568, como capitán
de la guardia del virrey Francisco de Toledo. Hallábase
en el Cuzco, en 1572, cuando este virrey resolvió enviar
una expedición a Vilcabamba para someter al Inca Tupac-
Amarú que había sublevado los indios contra la domina-
ción española. Debido a su gran pericia y valor, consiguió
tomar prisioneros a los jefes Curi-Pancar, Gualpa-Yu-
panqui y al mismo Inca, servidores y familia, y los con-
dujo al Cuzco. Según la tradición, el último en entrar
a la ciudad fué Loyola, que, personalmente, conducía pre-
so al hijo del sol, con una cadena de oro al cuello. Esta bri-
llante jornada hizo su reputación y labró su fortuna. El
virrey lo autorizó a poner en sus armas la cabeza del Inca
rebelde, se le confió un repartimiento en Arequipa, que
le aseguraba una buena renta, y se le permitió el casa-
miento con la descendiente de los Incas, Beatriz Clara
Coya, hija de Sayri-Tupac, hermano del infortunado
Tupac-Amarú y heredera del señorío de Urubamba.
42
HISTORIA DE SAN LUIS
HISTORIA DE SAN LUIS 43
Educada convenientemente, fué la digna compañera de
aquel noble y valeroso caballero.
Loyola desempeñó el cargo de gobernador de Potosí
y otros importantes destinos en el Perú, haciéndose no-
tar en todas partes por su vida ostentosa y su generosi-
dad. Hizo por su cuenta una leva de 200 hombres y los
envió a la conquista de Chile, méritos que se tuvieron
muy en cuenta para designarlo gobernador y capitán
general de ese territorio, con el encargo de terminar la
conquista. La empresa era digna de su rango, de sus dis-
tinguidas cualidades militares y de su ambición.
En 1592 desembarcó con gran pompa en Valparaíso
y pasó a prestar el juramento de estilo ante el Cabildo
de Santiago. Desde luego, inició la campaña, confiándola
a sus más acreditados oficiales, y marchó en persona a
Concepción, en auxilio de uno de sus tenientes sitiada
en Arauco. Allí encontró las tropas en un estado deplo-
rable por las fatigas y miserias sufridas. En tal situación,
reunió un consejo de oficiales, para resolver sobre la
conveniencia de continuar una campaña tan penosa,
opinando todos que se solicitaran nuevos auxilios al Pe-
rú, sin perjuicio de buscarlos en el mismo Santiago.
Pero ya su protector, el virrey Toledo, había dejado el
poder, y el Cabildo de Santiago estaba decidido a evitar
nuevos reclutamientos, en vista de tan estériles sacri-
ficios de vidas y de haber agotado todos los recursos
para someter a los indomables araucanos. En medio-
de tan grandes obstáculos se agiganta más la figura de
Loyola, pues resuelve continuar la empresa con los ele-
mentos que pudiese reunir, y, entretanto, funda el
fuerte de Santa Cruz en la orilla del Biobio. Despliega
una actividad infatigable, se multiplica para atender los
puntos amenazados, ya que no era posible avanzar un
paso. Por fin recibe un refuerzo de consideración, com-
puesto de 200 hombres. En esa oportunidad mandó a uno
de sus tenientes, y no falta quien asegure que fué un
hermano a Mendoza, con el encargo de seguir hasta la
Sierra de la Punta y fundar allí un fuerte, para proteger,
44 HISTORIA DE SAN LUIS
-como hemos dicho, las comunicaciones entre Chile, el
Tucumán y el actual litoral argentino. Tal empresa fué
realizada con el mayor éxito.
Intertanto, seguía en persona la cruenta guerra con
los araucanos, hasta que, sorprendido por el Toqui Pa-
llamachu, fué muerto con varios oficiales, misioneros y
50 soldados en Curulava, a orillas del río Lumaco, el
22 de noviembre de 1598. Así terminó su brillante ca-
rrera aquel esforzado caballero, digno cruzado de la cau-
sa de la civilización y de la fe, pues había heredado de
sus antepasados el temple del soldado y del misionero.
Con la muerte de Loyola sufrió un gran contraste la con-
quista araucana; despobláronse las colonias de Angol,
Coya y otros fuertes avanzados, cundiendo, además, un
profundo desaliento para acometer de nuevo tan difí-
cil empresa.
Al morir dejó en Concepción a su viuda, cuya hija
única, Ana María, había nacido en el Cuzco, y a la cual
el rey Felipe III dio el título de Marquesa de Oropesa.
En 1622 fué trasladada a España, con la madre, para evi-
tar que los indígenas abrigaran la esperanza del resta-
blecimiento de los Incas en la persona de uno de sus
descendientes directos, a cuyo origen agregaba los pres-
tigios de llevar, además, la sangre y el apellido de los
Loyola.
Ana María casó en España con don Juan Henríquez
de Borja, hijo de don Juan de Henríquez de Almanza,
tercer Marqués de Alcañices y de doña Juana de Borja
y Aragón, hija de San Francisco de Borja, duque de Can-
día. He aquí la genealogía de los más cercanos descendien-
tes de Loyola.
Martín G. Oñez de Loyola, sobrino dé San Ignacio de
Loyola, casó con Beatriz Clara Coya, hija de Sayrí-Tu-
pac y de Beatriz Curihuarcay.
De este matrimonio nació:
Ana María Coya de Loyola, Marquesa de Oropesa,
quien casó con Juan Henríquez de Borja', en su matri-
monio tuvieron tres hijos:
HISTORIA DE SAN LUIS
45
1.° Juan Henríquez de Borja, Inca Loyola, Marqués
de Alcañices, Conde de Almanza, Marqués de Oropesa,
Grande de España, Comendador de Calatrava, Parien-
te Mayor de los Caballeros Incas del Perú y Señor de la
casa de Loyola.
2.° Don Alvaro, caballero de la Orden de Santiago.
3.° Doña Francisca, Dama de la Reina, que casó con
el Marqués de Peña- Alba.
Tal es la descendencia del ilustre fundador de San Luis.
Firma autógrafa de D. Martín G. Oñez de Loyok
HISTORIA DE SAN LUIS 47
CAPITULO II
SUMARIO: 1. — La colonia. — Iniciación de su vida administrativa.
— San Luis solicita se le señale jurisdicción propia y la facul-
tad de nombrar gobernador. — El Cabildo desconoce al gober-
nador español y confirma a Pérez Moreno. 2. — Misión de Ro-
dríguez de Gamboa. — Levantamiento general ele indios. — El ca-
pitán Pérez Moreno expediciona contra los indios y salva la
ciudad. — Tributo que debían pagar los indígenas. — Protección a
los mismos a causa de los malos tratamientos. 3. — Visita de los
gobernadores Garro y Poveda. 4. — Distribución de la tierra en
la forma de mercedes reales. 5. — Nuevas invasiones de indios.
— Misión del oidor Dr. Blanco de Laycequilla.
1. — No hay nada digno de especial mención durante
los treinta años subsiguientes al establecimiento de la
ciudad de San Luis, a no ser el amargo recuerdo de aque-
lla lucha a muerte con el salvaje de la frontera sud y
con la miseria, en la cual hubieron tantas veces de pe-
recer sus escasos habitantes. La ciudad y su jurisdic-
ción fué constituida en un «Corregimiento», dependiente
de Mendoza, donde residía la capital de Cuyo. El cargo
de «corregidor» tenía, en las villas y poblaciones apar-
tadas, las atribuciones políticas y militares de los gober-
nadores.
En cuanto al gobierno comunal, estaba representado
por el Cabildo, agrupación de vecinos con limitadísimas
atribuciones y siempre con muy escasos recursos para
poder realizar obra de alguna importancia.
Los documentos más antiguos del Cabildo, que he-
mos encontrado en el archivo puntano, corresponden
a 1631. Por ese año lo componían el maestre de campo,
corregidor, justicia mayor, cabo y capitán de guerra,
Pedro Gómez Pesoa, que era su presidente nato; por
los alcaldes ordinarios, capitán Pedro Reinoso y Robles
48 HISTORIA DE SAN LUIS
y Antonio Méndez de Souza; por los regidores Alonso
Muñoz y Francisco Domínguez, y, finalmente, por el
alcalde de la santa hermandad, Juan Díaz. En la elec-
ción del 1.° de enero del siguiente año, fueron designados
el sargento mayor Marcos Muñoz, como alcalde de pri-
mer voto; Juan Gómez Isleño, alcalde de segundo voto;
Andrés de Fuensalida y Domingo Zapata, regidores
y Melchor Crespín, alcalde de la santa hermandad
entregándose a todos las varas de alcalde, previo jura-
mento, y a nombre del rey.
En el mismo acto consta que fué reconocido como
procurador general de la ciudad a Pedro Pérez More-
no, designado por su antecesor Gómez Pesoa, a nom-
bre de su majestad y se dio lectura a dos cédulas
firmadas por el rey, pidiendo informes a las audien-
cias de Lima y de Santiago sobre la solicitud hecha
por la ciudad de San Luis, para que se le diese juris-
dicción de por sí y la facultad de nombrar su propio
gobernador, por estar muy distante de la ciudad de
Santiago de Chile. Que, además, se le agregara a su
jurisdicción la ciudad de la Nueva Rio ja. poblando
otra en el Río Grande, sesenta o setenta leguas de la
dicha ciudad donde hay muchos indios «vacos» por en-
comendar y convertir a la santa fe y evitar así la guerra
que le traen los infieles, de lo cual seguirán otros buenos
efectos, según lo expresa tan curioso documento.
La segunda cédula se refiere al pedido para que se
les declare, precisamente, «los términos de jurisdicción
que tiene la dicha ciudad y a dónde se deslinda de Cór-
doba del Tucumán», porque se ofrecen de ordinario mu-
chos pleitos y diferencias que el rey, oído su Consejo de
Indias, estaba decidido a concluir.
Merecen un ligero comentario estos dos interesantes
documentos, suscriptos en Lisboa en 1619, los primeros
que habrían hecho ocupar la atención del soberano so-
bre la remota existencia de San Luis, y por haberse pro-
ducido en asuntos de verdadera transcendencia para sus
futuros destinos.
HISTORIA DE SAN LUIS 49
Hemos indicado el total abandono en que estuvo
vegetando la ciudad durante largos años, debido a la
incuria administrativa y a la gran distancia que la se-
paraba de las autoridades de Chile, a las que estaba su-
jeta, agregándose a esto las penalidades y demoras de
las comunicaciones.
Dado el formulismo de la administración colonial,
el asunto más insignificante tardaba años en resolverse,
con gran perjuicio de los pobladores. Así se pedían ele-
mentos para la defensa contra los indios, que nunca lle-
gaban, mientras éstos tenían en continua zozobra al
vecindario; providencias para hacer alguna obra de vi-
tal importancia, que muy tarde se producían o que se
eternizaban en el expedienteo de los informes y vistas
de los pesados funcionarios coloniales. En situación
semejante debió producirse el justificado pedido al rey,
para que se le diese jurisdicción propia y la facultad
de nombrar su gobernador, en persona avecindada e
interesada en la prosperidad local. Y el propósito obede-
cía a miras tan amplias, que comprendía la Nueva
Rioja, igualmente aislada, pobre y distante de las auto-
ridades centrales, para formar con ambas poblaciones
y territorios, una provincia vasta, cuya capital, San
Luis, estaba en mejores condiciones para ser el asiento
del gobierno, por encontrarse equidistante de Chile y
del Plata y sobre el camino real de sus comunicaciones.
Una prueba de la desesperante tardanza de estas
tramitaciones, es el hecho, bien sugestivo, de que en 1619
se firmaba la real cédula pidiendo informes para resol-
ver la solicitud del Cabildo puntano, y recién en 1632 se
le comunicaba este trámite preliminar, debiendo adver-
tir que después de más de un siglo, la Junta de pobla-
ciones de Chile mandó un comisionado para que, entre
otros asuntos, se ocupara de tomar datos sobre el par-
ticular!
La solicitud para que se le señalara el límite con
Córdoba, cuyas jurisdicciones no determinadas, origi-
naban tantos conflictos entre los vecinos limítrofes,
50 HISTORIA DE SAN LUIS
tenía la misma urgencia e importancia y, eso no obstante r
tampoco se produjo ninguna resolución al respecto.
Los vecinos de San Luis fueron los primeros en
introducir el ganado vacuno de Buenos Aires, poblando
las primeras estancias en Conlara, orillas del Río V y
Estancia Grande.
En aquellos hermosos parajes tan adecuados para
la crianza por sus abundantes pastos, aguadas y buen
clima, la ganadería se multiplicó rápidamente y se des-
parramó por los campos abiertos más lejanos del sud y
sudeste. Los pobladores de Córdoba penetraban en la
jurisdicción de San Luis y hacían continuas correrías
para apoderarse del ganado «alzado y orejano», según la
expresión local, con perjuicio de sus verdaderos dueños.
Estos avances motivaron los consiguientes reclamos-
de los púntanos y de sus autoridades, a las de Córdoba;
pero nunca pudo cortarse el abuso. Otro tanto sucedía
con los avances de la propiedad territorial, que ocasio-
naron un semillero de pleitos, los cuales se han prolon-
gado hasta nuestros días, con menoscabo de los derechos-
púntanos, como fué evidenciado en el litigio de límites-
entre ambas provincias.
Tales han sido, en sus primeros pasos, los serios-
obstáculos con que tuvieron que luchar los pobladores
de San Luis, huérfanos de un protector poderoso, coma
los validos de la corona que en otras partes supieron
sacar grandes beneficios para sus vastos dominios. Pre-
cisamente para salvar estos inconvenientes, propusieron
prudentes y previsoras medidas que, atendidas a tiempo,
hubieran influido grandemente en sus futuros destinos.
2. — En la sesión del Cabildo reunido el 2 de abril de
1632, se presenta el regidor don Francisco Rodríguez
de Gamboa y manifiesta que lo ha enviado el general
Jerónimo Luis de Cabrera para comunicar el gran peli-
gro que amenaza a toda la comarca; el alzamiento ge-
HISTORIA DE SAN LUIS 51
neral de indios en Londres de Catamarca, La Rioja y
San Juan, quienes habían asaltado las poblaciones y
muerto más de cien hombres y mujeres. Que, según
referencias que tenía de un cacique sometido, había
en esta jurisdicción muchos indios juntos y en ac-
titud belicosa y que si no habían atacado la ciudad era
por ser Pedro Pérez Moreno capitán muy valeroso, el
cual ya los había escarmentado en la expedición que
llevó al norte hasta las sierras de Pocho, protegiendo
así los intereses y la vida de los pobladores de la misma
frontera cordobesa.
En vista de esta advertencia, el Cabildo resolvió pe-
dir a la audiencia de Chile confirmase en su puesto, por
un año más, a Pérez Moreno y que se arbitrasen los re-
cursos para contener a los indios del sud, a fin de que
no hicieran causa común con los serranos.
El alzamiento a que se hace referencia fué el más
terrible de los que soportó la Colonia en el antiguo Tu-
cumán, iniciándose en 1627 y prolongándose la lucha
a muerte durante diez años. El pacificador fué el general
Luis Jerónimo de Cabrera, nieto del fundador de Cór-
doba, del mismo nombre, quien demostró en tan difí-
cil ocasión toda la entereza y la pericia de los más ex-
pertos y esforzados capitanes de la conquista.
En medio de tan graves preocupaciones llegó el nom-
bramiento de corregidor a favor de Domingo Amos Zapa-
ta, contra legítimos anhelos del Cabildo y contra las
conveniencias generales. Esta designación produjo el
consiguiente desagrado en el vecindario por cuanto ve-
nía a demostrar, una vez más, la inutilidad de sus afanes
para designar su propio gobernador y poder conservar
en su puesto a un criollo de las altas cualidades de Pérez
Moreno.
El descontento se tradujo en una franca y resuelta
oposición a reconocer al nuevo regidor. Al frente de
la resistencia se colocó el mismo Pérez Moreno y el
hecho es digno de señalarse porque es la primera pro-
testa contra el absurdo régimen colonial.
52
HISTORIA DE SAN LUIS
La tolerancia y la resignación habían colmado su
medida y, no obstante los riesgos de tal actitud, aquéllos
hasta entonces sumisos vasallos, se erguían altivos para
defender sus fueros de hombres y los sagrados intereses
de la población. El hecho no tuvo otra consecuencia, se-
gún parece, quedando triunfante el Cabildo local; pues
poco más tarde el mismo Pérez Moreno era autorizado
por el gobernador de Cuyo, don Juan de Adaro y Arra-
cola para que reuniera caballos y otros elementos de
guerra en la jurisdicción de San Luis.
Pérez aforen o salva la ciudad
(Dibujo de la Sra. Ana Weiss de Bossi)
Estaba entregado a esta tarea cuando la ciudad
fué sorprendida y sitiada por una numerosa horda de
salvajes.
Pérez Moreno, se puso, como siempre, al frente de
la defensa, y armó los vecinos como pudo, levantó trin-
cheras, y no obstante la audacia de los asaltantes que
comenzaron por prender fuego a la población, los recha-
HISTORIA DE SAN LUIS 53
zó bizarramente. Estos hechos le dieron gran prestigio
y fué, por tan legítimos títulos, el arbitro de la situa-
ción local. Por esa época se dio cuenta en el Cabildo
de la real cédula de 1633 dirigida al gobernador de Chi-
le, don Francisco Lasso de la Vega, en favor de los in-
dios, para que gozasen de entera libertad, no fueran for-
zados a prestar servicios personales a los encomenderos
y pagasen sus tributos en especies, productos naturales
o de sus cosechas que hubiesen cómodamente adquiri-
do. Humanitarias y sabias medidas que venían a tiem-
po, en presencia de las denuncias del mal trato que su-
frían los indios sometidos en todas partes, los cuales
eran diezmados por los rudos trabajos. Sin embargo,
esas disposiciones estaban tan distantes de cumplirse,
como la distancia que mediaba entre España y sus co-
lonias americanas.
Con respecto a los tributos que debían pagar los
naturales, la corona dictó la siguiente resolución:
«Mandamos que los indios de las ciudades de Men-
doza, San Juan y San Luis de Loyola y sus términos,
dondequiera que se hallaren, ausentes de sus tierras o
presentes, paguen de tributo 8 pesos de a 8 reales, de los
cuales cinco y medio sean para el encomendero, peso y
medio para la doctrina, medio peso para el corregidor
y medio para el protector, aun ha de cesar cualquier
otro salario que hasta ahora hallen llevado en bienes de
indios, resmos o precios de sus alquileres, y el corregidor
de estas tres ciudades les visite todos los años y viva en
cada una de ellas algún tiempo, y el protector no re-
sida en la ciudad de Santiago sino en las dichas ciudades,
asistiendo con el corregidor para amparar los indios,
pena de que no se le dé ningún sueldo.»
En el Cabildo se leyó el 12 de septiembre de 1636
una orden real complementaria de la anterior, prohi-
biendo se saquen los indios de aquí para otra parte. El
fiscal de Chile, Dr. Machado de Chaves, dirige al gobier-
no una denuncia en favor de los indios de la jurisdicción
de San Luis, dándole cuenta de las crueldades que se
54 HISTORIA DE SAN LUIS
cometían con ellos, pues dice que los encomenderos
los tienen acollarados y en esa forma los transportan
a largas distancias.
Es de advertir que tal tratamiento se daba a los
indígenas sometidos por la fuerza, o prisioneros de gue-
rra, para evitar su deserción.
Una cédula de Felipe IV prohibía nuevamente las
tales crueldades y aplicaba una multa de 500 pesos al
que condujese indios en colleras. En la legislación sobre
indios se prohibía que fueran llevados a regiones de don-
de eran originarios, se prohibía su esclavitud y su venta,
obligándose a los encomenderos a enseñarles el castella-
no para ser instruidos en la religión y los derechos que
los amparaban.
Por entonces fué nombrado Rodrigo de Narváez,
protector de los indios de esta región, constatando que
los rigores se hacían sentir a los rebeldes y levantiscos,
mientras que los sometidos eran tratados humanamente
en San Luis, como ya lo hemos indicado.
Ya el obispo Salcedo, en 1676, en su visita a Cuyo,
había presenciado el excesivo rigor con que los huarpes
eran tratados, llevándoles en mita a Chile con abando-
no de sus familias, etc., «violando así lo dispuesto por las
reales cédulas, se vio en el caso de condenar con exco-
munión mayor y 100 pesos de oro por cada ^ieza que se
sacase de Cuyo; facultando a los vicarios, curas y doctri-
neros para que aplicasen estas penas a todos los enco-
menderos y demás personas de cualquier clase, así na-
turales como españoles, si en enero del año siguiente no
estuvieren en sus tierras los indios que se hallaban fuera
de su naturaleza, por alquiler o cualquier otro modo
con que se pudo compelerles al abandono de sus ho-
gares.» (*)
En 1640 es nombrado corregidor el capitán Luis
López Gallardo, que había servido en la guerra contra
los araucanos, y con el encargo especial de sujetar a los
i1) El País de Cuyo — N. Larrain.
HISTORIA DE SAN LUIS 55
indios rebeldes, para lo cual debían alistarse todos los
vecinos, so pena de ser castigados, con sujeción a las
leyes militares. Organizáronse algunas expediciones de
las milicias urbanas, pero sin poder llevar una campaña
ofensiva más allá de los fuertes de fronteras. Los resul-
tados fueron contraproducentes, pues se substrajeron
brazos a la labranza de la tierra, ocasionando una espan-
tosa carestía de los artículos de primera necesidad.
Años después, el Cabildo se ocupa de continuar las
obras públicas suspendidas por las atenciones de la de-
fensa y la miseria general. Estas obras eran la iglesia y
el Cabildo, las cuales se hacían con la ayuda de las tro-
pas de carretas de tránsito a las que se les imponía la
obligación de transportar la madera y la de hacer otros
trabajos con sus peonadas. Los troperos protestaron
ante el Cabildo; pero, mientras tanto, las autoridades
locales les hicieron cumplir la orden porque sin ese re-
curso abusivo, aunque justificable, no se podían reali-
zar esas construcciones. Entonces, los troperos de Men-
doza y San Juan recurrieron en queja al gobernador,
pues se les imponía como derecho de peaje un trabajo
personal que les ocasionaba grandes perjuicios. Resol-
vióse en 1650 que el Cabildo de San Luis no cobrase
impuesto de peaje ni exigiese a los troperos esos trabajos;
circunstancia que obligó a suspender las dichas obras
hasta mejores tiempos.
En 1661 se produjo un gran levantamiento de los
huarpes, puelches, pehuenches y araucanos, quienes
se habían confederado para atacar a los españoles. En-
tonces destruyeron las poblaciones del valle de Ucos
(S. Carlos), Corocorto (La Paz) en Mendoza, amenazaron
a esta misma ciudad, pusieron sitio a San Luis e hicie-
ron sus correrías por las de Córdoba. Grandes sacri-
ficios impuso la defensa y a no haber sido la previsora
medida de reconcentrar los pobladores y recoger las ha-
ciendas de la región sud, hubieran arrasado con todo,
dejando a sus habitantes sin medios de subsistencia.
Durante los veinte años siguientes a estas calamidades,
56 HISTORIA DE SAN LUIS
no se encuentran los libros del Cabildo ni se registra otro
hecho digno de mención, que el retiro a otras provincias
de muchos habitantes, y las dificultades del Cabildo para
hacer algo en favor de la desfalleciente población.
3. — En 1682 vino a visitar San Luis el mariscal de
campo D. José de Garro, quien presentó al Cabildo su
nombramiento de gobernador de Chile. Dichos títulos
fueron besados por los cabildantes, y puestos encima de
sus cabezas juraron obediencia sobre los santos evange-
lios y la vara del señor capitán general. Entre las dispo-
siciones de Garro, fuera de algunas mercedes de tierras
que otorgó a nombre de S. M., estaba la prohibición de
que se pasase ganado de este lado para el otro de la cor-
dillera. Tal medida perjudicaba enormemente a los
ganaderos púntanos, pues era la principal fuente de sus
recursos, y manifestaron al gobernador que si no levan-
taba esa prohibición, les ocasionaría una ruina segura
y se verían obligados a abandonar el territorio. No obs-
tante los poderosos motivos en que se fundaba esta
petición, el gobernador les opuso un no ha lugar. Tan
inusitado proceder revelaba la falta absoluta de buen
sentido económico puesto que se restringía el comercio
y se aniquilaba una industria como la ganadera, creán-
dose una situación harto difícil a los pobladores de San
Luis. Este régimen colonial no sólo no fomentaba la
prosperidad, sino que la obstaculizaba con sus absurdas
medidas, allí donde el esfuerzo individual era capaz de
crearla en beneficio del mismo tesoro real.
En 1691 hizo una visita a Cuyo el gobernador de
Chile, general Tomás Marín de Poveda. En esa ocasión
el Cabildo le pasó un curioso memorial cuyo resumen
se hace en estos términos: que este lugar es de gran im-
portancia para los pasajeros, en medio de tan vasto des-
poblado; que se ha cambiado tres veces su situación;
que los vecinos son pobres y apenas pueden sostenerse;
HISTORIA DE SAN LUIS 57
que con medios eficaces sostuviera su conservación, con
lo cual crecería el número de sus vecinos y que, sin per-
juicio del interés real, puede concedérseles los fines si-
guientes: que luego de su primera planta fueron sus mo-
radores a Buenos Aires y Córdoba a comprar haciendas;
que vueltos, hicieron la segunda planta; que luego,
procedieron a la tercera; que las haciendas se alzaron
por los campos y aumentaron sin que sus dueños, here-
deros de los que la han traído, aprovechen de ellas; los
vecinos de Mendoza y S. Juan, sin embargo de tener
otros medios de sustentarse, como son las minas, viñas
y sementeras, vienen a formar grandes tropas de estos
animales alzados que quitan a sus dueños de aquí y cau-
san graves daños a la real hacienda, como aparece adelan-
te; que el Cabildo pide se prohiba a dichos vecinos de
Mendoza y S. Juan entrar en las campañas de esta ju-
risdicción a formar tropas de haciendas para no quitar
a los moradores el sostén de la vida; que sino se verán
obligados a irse a otra parte, quedando el perjuicio, a
los pasajeros, de una travesía de 20 leguas de despobla-
do y vendría el decaimiento de las reales alcabalas y
haciendas; que todas las demás ciudades tienen nume-
rosas pulperías señaladas y los derechos de ellas son
propios de las ciudades para su gasto y por esto el Ca-
bildo pide a su señoría le indique tres pulperías propias
de la ciudad para los gastos de sus festividades, para
hacer la casa del Cabildo, cárcel y calabozos y demás
que conducen a buen gobierno.
El gobernador Poveda concede el pedido y ordena
que los que vaquean paguen un quinto al Cabildo de San
Luis y que tenga la ciudad dos pulperías, haciendo aran-
cel para lo que en ellas se vendiere.
Esta resolución llenó de gozo a los modestos mora-
dores de la aldea y a sus autoridades, no obstante los
pobres recursos que podían esperar de sus propios ar-
bitrios.
58 HISTORIA DE SAN LUIS
4. — Durante la segunda mitad del siglo xvn se dis-
tribuyó a los favoritos de la corona toda la propiedad
territorial de la jurisdicción de San Luis, acordándose
ese beneficio en la forma de mercedes reales. Dice el
Dr. Juan Agustín García: «La tierra tuvo un papel pre-
ponderante en la evolución y jerarquías de la sociedad
colonial. Era la única fuente de riqueza y de prestigio
en un pueblo sin carreras liberales, en que el comercio
era despreciado, y rozaba, a cada paso, las fronteras de
la ley penal; que por sugestión hereditaria y viejas tra-
diciones caballerescas, dejaba las oficinas industriales,
ocupaciones villanas de moros y judíos, a los negros,
indios, mulatos y mestizos, prohibiéndole otras profe-
siones por «no ser decente que se ladeen con los que ven-
den y trafican géneros.»
El afán de aquellos cruzados y beneficiados de la
conquista era el de acaparar graneles extensiones de
tierra, para fundar, en su posesión, todo su orgullo de
hombres de pro, por más que las dejaran en el eterno aban-
dono, impidiendo así que fueran entregadas al elemento
poblador laborioso. Baste saber que casi una tercera
parte de la entonces jurisdicción de San Luis fué acor-
dada a un solo personaje y que el resto se distribuyó en-
tre doce o catorce más, que fueron los señores feudales
de tan vasto dominio.
Ese fué, en la práctica, otro de los grandes errores
administrativos y económicos del régimen colonial, por
cuanto los compromisos de poblarlas, rara vez fueron
cumplidos debidamente y era muy difícil conseguir la
tierra en otra forma, pues aunque su precio oscilara en-
tre 100 y 600 pesos la legua, eran interminables las tra-
mitaciones, los gravosos impuestos y costas que debían
abonarse antes de llegar a tomar posesión del bien
raíz.
Anteriormente a la época que acabamos de referir,
fueron acordadas, en 1594, las mercedes del Carrizal y
Rosario, como ya hemos visto en el capítulo anterior.
En 1632 se concedieron las tierras de Nogolí al capitán
HISTORIA DE SAN LUIS 59
Andrés de Fuensalida y Guzmán, y dos años después las
tierras y laguna de Ecque (Bebedero) a Juan de Bar-
bosa. El capitán Marcos Muñoz obtuvo, en 1643, las
tierras de Cuchi-Corral, Portezuelo del Chorillo y Agua-
dita, hasta limitar con Suyuque; Baltasar de Miranda,
su yerno, obtuvo y pobló más tarde la Estancia
Grande.
En 1677 se otorgó al maestro de campo, D. Andrés
del Toro Mazóte, la merced más vasta que se haya acor-
dado en la jurisdicción puntana. Comprendía la Estan-
zuela, Uspara, Sepultura, Paraje del Tilquiche hasta los
Chañares; al sud, Camino de Carretas de Córdoba; por el
norte, la Piedra Blanca, y al oriente, la sierra alta de
Comechingones; es decir, todo el hermoso y extenso
valle de Concarán. Como si esto no fuera suficiente,
en 1695 obtuvo la región comprendida entre Conlara
por el este y la merced de Díaz Barroso por el oeste;
por el norte, Guanaco Pampa, en el actual departamento
San Martín, y sobre el río Las Cañas, y por el sud, Las
Peñas, en las cercanías del Saladillo y sobre el camino
del litoral. Su apoderado, capitán Diego José Olguín,
tomó posesión de esas tierras en 1695. Sacó la espada,
cortó ramas y las puso en el suelo en señal de ocupación
y dominio.
En los cerros del Rosario o de los Doce Apóstoles,
estableció la reducción de Yocoró, de donde fué desalo-
jado por los herederos de Díaz Barroso.
Un hijo de Toro Mazóte vendió, más tarde, las tierras
del Palmar y Papagayo a un alférez López; las del Río
Seco, al capitán Ferreyra, y donó a los jesuítas la Estan-
zuela, que éstos llamaron de San Javier.
A partir de 1680 se otorgaron a varios pobladores
las tierras del Río V, y entre otros, a Juana Koslay,
esposa del capitán Juan Gómez Isleño, quien obtuvo una
merced desde el Salto de las Piedras Anchas, sobre am-
bas márgenes del Río V, hasta la frontera cordobesa.
En la frontera de S. Lorenzo se adjudicó otra porción
a D. Juan de Oro Bustamante y Santa María, y más
60 HISTORIA DE SAN LUIS
tarde, pobló allí una estancia D. Juan de Adaro y Arra-
cola, que fué corregidor de Cuyo.
Durante la visita del gobernador y capitán general
de Chile, D. José de Garro, en 1682, otorgó las tierras de
Tomolasta, Pancanta y Virorco, a Francisco Díaz Ba-
rroso, juez oficial real, quien, según los fundamentos de
la concesión, hacía 46 años que servía al rey y se hallaba
entonces en suma pobreza y con 20 hijos.
Ya a fines del siglo xvn se dio la merced del Valle
San Francisco del Monte, a Andrés Sánchez Chaparro;
las de Socoscora y Chañares, al alférez real Alonso Ga-
rro, y las de Suyuque, a Cristóbal Muñoz.
A Luis Lucio Lucero se adjudicaron sucesivamente
las de Pancanta y Tomolasta y en los límites con las de
Díaz Barroso, las de Huascara, Corral de Gasparillos
e Invernada. Por las tierras de Pancanta y Huascara
hubo un pleito entre los herederos de Lucio Lucero y
Barroso, fallándose en favor de aquéllos. El alférez Lo-
renzo Sosa obtuvo la merced de Paso Grande; Juan Fi-
del de Oliva obtuvo la del Monigote.
La merced del Agua Dulce comprendía 800 cuadras
de longitud y latitud. Limitaba por el norte con la caja
antigua de los Ríos Tunuyán y Desaguadero; por el sud,
Las Pampas; por el este, el río Bebedero y por el oeste,
con tierras realengas.
En el extremo norte fueron adjudicadas las tierras de
la Carpintería y Cortaderas a un capitán Becerra, y en la
parte opuesta, en el Morro, obtuvo el capitán Zapata
una importante merced, quien la cedió a los Quiroga.
Finalmente, entre los grandes terratenientes figura-
ban los Domínguez de la Punilla, cuyas tierras las adqui-
rieron en 1765 y limitaban con la sierra alta de Comechin-
gones, el Portezuelo y las posesiones de los Quiroga.
Como se ve, no quedaba sin distribuir, hasta entonces,
más que la región comprendida entre la gran travesía,
el Desaguadero y Huanacache. La región sud estaba en
poder de los ranqueles y pehuenches que se enseñoreaban
con el dominio de sus tan vastos territorios.
HISTORIA DE SAN LUIS 61
Estas concesiones, hechas sin previo estudio ni men-
sura, fueron un semillero de pleitos que han durado
hasta nuestros días. Además, los lindes no siempre se
apoyaban en accidentes topográficos estables, a lo cual
debían agregarse las deficiencias para calcular las medi-
das y para hacer las mensuras.
Debemos decir también que el valor de la tierra era
tan escaso que no compensaba el costo de una mensura,
y es así como se fueron dejando en el mayor abandono.
Para remediar estos inconvenientes, vino, en 1779,
el maestre de campo, D. Luis de Salinas, juez subdele-
gado y agrimensor de tierras baldías y realengas o del
rey. Notificó al vecindario de toda la jurisdicción puntana
para que presentaran los títulos de propiedad, y advir-
tió, a los que estuvieran ocupando tierras realengas,
el deber de abonar arrendamiento o desalojarlas sin más
trámite. Los títulos reconocidos eran los otorgados, a
nombre de Su Majestad, por la capitanía general de Chi-
le o la Audiencia de Santiago.
Regularizó algo la situación de algunos que ocupaban
las tierras a justo título o por un largo tiempo de no in-
terrumpida posesión, principalmente entre aquellos que se
habían distinguido en los servicios de carácter público.
Tal fué la distribución territorial de San Luis, y no
obstante los inconvenientes señalados, ha sido la base
de su relativa prosperidad, por el incremento que tomó
la cría de ganado, principal artículo de la industria y del
comercio local.
5. — El siglo xviii se inicia para San Luis bajo bue-
nos auspicios, debido a la prosperidad de la ganadería
y a los nuevos elementos de población que afluyeron de
Mendoza y de Chile para ocupar las tierras, tan pródi-
gamente distribuidas por la munificencia real. También
los dominicos, que desde la fundación de la ciudad se
encontraban allí establecidos, fundaron el convento de
Predicadores de Santa Catalina.
62 HISTORIA DE SAN LUIS
Poco después se establecieron reducciones en el
Fuerte San José del Bebedero, en el Gigante y Nogolí,
ocupando puntos adecuados para realizar su misión
evangélica.
Por otra parte, comenzaba a insinuarse cierta acti-
vidad comercial, adquiriendo alguna importancia el
intercambio de productos, fomentado por las tropas
de arrias y carretas de Mendoza y San Juan en su trán-
sito a Córdoba y al litoral.
Sin embargo, le acechaba de nuevo el peligro del
salvaje, la eterna pesadilla de los pobladores disemi-
nados en la vasta y desierta campaña. En 1711, el co-
rregidor de Cuyo ordenó al comandante Juan de Mayor-
ga y al capitán Luis Lucio Lucero que organizaran
un cuerpo de caballería de 80 hombres para salir en
persecución de los indios sublevados. Contenidos sus
avances, volvieron al año siguiente sorprendiendo la
reducida población de San Luis. La resistencia de sus
habitantes fué tenaz y desesperada, pero inútil ante el
número de los asaltantes, cada vez más envalentonados
por la cantidad escasa de los defensores. La ciudad
fué tomada, saqueada y entregada al incendio. Los po-
cos que escaparon, se refugiaron en el fuerte y en el
convento de predicadores. Cuando llegaron auxilios de
Mendoza, ya los indios habían desaparecido, camino
al desierto, llevándose algunos cautivos y grandes tropas
de ganado. Después de tan rudo contraste, las autori-
dades locales y todo el vecindario se empeñaron en res-
tablecer las pobres viviendas y en llevar la tranquili-
dad a los ánimos quebrantados por tantas calamidades,
pues llegó a carecerse hasta de alimentos. Sólo la sobrie-
dad y la fortaleza moral de aquellos pobladores, pudo
salvarlos de su total destrucción.
En 1720 volvieron los ranqueles y pehuenches a
invadir por la frontera sud; arrasaron las estancias del
Río V; penetraron en el Morro, Renca y llegaron hasta
Santa Bárbara, sembrando en todo el territorio la deso-
lación y la muerte. Este fué el azote más terrible y fre-
HISTORIA DE SAN LUIS 63
cuente que impidió el desarrollo de aquellas poblaciones,
no obstante la bondad del clima, sus excelentes campos
de pastoreo y sus riquezas naturales. Por entonces se
reforzó la Frontera, estableciéndose los fuertes de
Morro, Pulgas, y otros cantones sobre el Río V, Cerro
de Lince y Várela. Durante algún tiempo se gozó de tran-
quilidad, aunque a principios de 1738 las autoridades
recibían la noticia de una próxima invasión, calculada
en más de 2.000 indios, que estaban parlamentando
para combinar un ataque sobre San Luis y frontera de
Córdoba.
Reconcentradas las escasas milicias y los vecinos
citados para reforzarlas, con todos los elementos de com-
bate y de movilidad, se consiguió, por entonces, desviar
el golpe, aunque era sólo una tregua, en espera de mejor
oportunidad para realizar el feroz malón.
Después de tantas calamidades, parece que la Junta
de Poblaciones de Chile dispuso, en 1748, que pasase un
comisionado a practicar una inspección en todo el te-
rritorio cuyano para ver de remediar las necesidades
de sus poblaciones y fomentarlas, poniéndolas al abrigo
del salvaje. Para esta misión fué designado el Dr. Grego-
rio Blanco de Laycequilla, miembro de la Audiencia
de Santiago, quien se excusó, fundándose en que las fun-
ciones de oidor le impedían alejarse del tribunal sino
en casos graves, y por las enormes dificultades de una
misión que le imponía el deber de recorrer tan dilatados
desiertos basta los términos de Las Pulgas donde «hay
riesgo grande de indios». Recién cuando exponían sus
personas, los funcionarios coloniales daban el grito de
alarma sobre los peligros que amenazaban a los habi-
tantes, abandonados a sus propios elementos de defensa.
Según el auto de la Junta de Poblaciones de 1752,
debía erigirse en la jurisdicción de San Luis, «un pueblo,
en paraje nombrado Pulgas, que sirva de reducción y
abrigo a los hacendados que se hallan en aquella vecin-
dad, y de frontera igualmente, a la referida ciudad de
San Luis. Otro, en el sitio nombrado de Renca, a las in-
64 HISTORIA DE SAN LUIS
mediaciones de la capilla que hay con ese título, y otro
en el pasaje nombrado «Las Tablas».
El Dr. Blanco de Laycequilla dio su opinión sobre
el particular, en la excusación que presentó:
«Propuesto lo impracticable de esta comisión, se
ofrece particular dificultad en tres villas que me mandan
fundar en la jurisdicción de San Luis; esta ciudad tiene
más de 150 años de fundación y parece un desierto,
sin cárceles, casas de Cabildo, ni alguna obra pública y
muy pocas pajizas habitaciones de particulares; los ve-
cinos con quienes se han de fundar los tres lugares de
esta ciudad de San Luis, si en 150 años las referidas
providencias de su población, no los hemos podido indu-
cir a situarse en la principal ciudad, \ qué esperanzas pue-
do tener al reducirlos a las villas decretadas?»
La pintura es exacta en cuanto al estado de la ciu-
dad; pero los fundamentos para oponerse a un restable-
cimiento son insostenibles: 1.° Si la ciudad era una mí-
sera ranchería de «pajizas habitaciones» se debía al aban-
dono en que la dejaran las autoridades centrales, a mer-
ced de los malones del salvaje como acabamos de referir.
2.° El Cabildo o simulacro de la autoridad comunal ja-
más tuvo rentas para realizar ninguna obra ni faculta-
des para arbitrarlas, al extremo de pedir al gobernador
Garro el privilegio de establecer dos pulperías para ha-
cerse de algunos recursos. 3.° Que la población estaba
dispersa en la vasta campaña porque es sabido que sus
habitantes se dedicaban principalmente a la cría de
ganados, y, finalmente, con el sistema de distribuir la
tierra entre unos pocos favoritos, no era posible formar
núcleos de población, donde no había ninguna industria
fuera de la enumerada, pues la agricultura necesitaba
los alicientes de un reparto equitativo de tierras y el
aseguramiento contra el riesgo de indios.
Por aquí debió comenzar la Junta de Poblaciones.
No se decretan ciudades cuando la previsión y las con-
diciones naturales de las cosas no pueden dar razón
de su existencia.
HISTORIA DE SAN LUIS 65
Otra de las instrucciones que se dieron al comisiona-
do, era la de hacer abrir un canal del Tunuyán para
que éste proveyese de agua a Corocorto (La Paz) y desem-
bocara por esa parte en el Desaguadero. Con esta medida
se creía remediar la carencia de agua entre la ciudad de
San Luis y la Cañada. Todo esto revela la escasez de
conocimientos topográficos del terreno y la falta de
acierto, pues se confiaba a un Juez, la obra de un inge-
niero, lo cual también hizo presente el delegado de la
Junta de Poblaciones.
No obstante los fundamentos en que se apoyaba el
Dr. Blanco de Laycequilla para renunciar esa misión,
parece que no se tuvieron en cuenta, y el señor oidor
tuvo que emprender viaje a Cuyo, sin más resultados
positivos que su extenso informe dado en Chile, en 1755,
publicado por el Dr. Quesada en su libro sobre el Vi-
rreinato del Río de la Plata y del cual tomamos los pá-
rrafos siguientes:
«Y habiendo preguntado por el archivo de esta
ciudad de San Luis, averigüé estar en casa del alcalde
de segundo voto, como siempre ha acontecido y en
obedeciendo a lo resuelto en el capítulo xiii de la ins-
trucción, pedí me lo manifestara por si en él se encon-
traba algún instrumento que declarase los deslindes de
aquella jurisdicción con la de Córdoba, desde el sitio
de la Piedra Blanca hasta la Punta del Agua, y habien-
do registrado un desencuadernado envoltorio de pape-
les, sólo encontré una real cédula dada en Lisboa a 23
de julio de 1619, por la que S. M. manda a esta Real
Audiencia de Santiago, informe sobre los deslindes ya
referidos como parece de la certificación de fojas 251,
y, vista esta antigua pretensión, mandé se hiciese infor-
mación sobre los deslindes de ambas jurisdicciones por
aquella parte, trayéndose a la vista unos autos que supe
había seguido D. Bartolomé Olmedo, regidor propieta-
rio de la ciudad de Córdoba, con Benito Rodríguez y
otros sujetos sobre despojos de unas tierras sitas en la
Piedra Blanca.
66 HISTORIA DE SAN LUIS
He aquí el interrogatorio: 1.° — Si sabían o habían
tenido noticia dónde se dividía la jurisdicción de la ciu-
dad de San Luis de la Córdoba, desde la Piedra Blanca,
hacia el norte, hasta la sierra que mira al cerro de Ula-
pe, lindero de esta jurisdicción: deponen constantemente
cuatro testigos, que siempre han oído decir que la Sierra
Alta es la que divide ambas jurisdicciones, tomando des-
de la punta hasta la sierra de Comechingones y de allí
se divide la jurisdicción por una sierrita que mira a Re-
lape, lindero fijo.
A la 3.a sobre si es más regular, se dividan ambas
jurisdicciones por la sierra alta de Comechingones,
que por el río de Conlarce (1), deponen, contestes todos,
ser más propio se divida como dice la pregunta por ser
la dulcera (2) la punilla donde no hay controversia y al
cerro Recolape (3) por la sierrita (4).
Estas interesantes referencias venían a resolver la
vieja cuestión de los lindes precisos por el oriente de la
jurisdicción de San Luis, las cuales se hicieron valer en
nuestro litigio con Córdoba. Pero aun podemos hacer
mérito de otra parte de ese informe, en favor de los de-
rechos tradicionales de San Luis. Dice así: «Cierra la
jurisdicción de la provincia de Cuyo, la ciudad de San
Luis de Loyola, distante de la de Mendoza setenta leguas
al oriente, cuyo territorio es más fértil de la otra banda,
y se extiende su jurisdicción ochenta leguas de norte
a sur entre dos sierras; que la primera empieza desde la
misma ciudad dirigiéndose al norte, y a veinte y cuatro
leguas la otra al oriente, principiando rigurosamente de
la Punilla, y divide las dos jurisdicciones de la referida
ciudad y la de Córdoba, y en lo interior de estas sierras
se encuentran muchos lomajes con aguas competentes
para el riego, por cuya causa está todo ocupado con ha-
ciendas de vecinos de San Luis, conservando estos mis-
(!) Conlara.
(2) Cabecera.
(3) ülape.
HISTORIA DE SAN LUIS
mos vecinos diferencia con los de Córdoba, por haber
ocupado éstos gran parte de las vertientes de la sierra
de su división».
Fuera de estas declaraciones, no se tomó ninguna me-
dida para resolver definitivamente el tradicional reclamo
de San Luis sobre sus precisos límites que tanta conve-
niencia había en determinar.
En cuanto al fomento de las poblaciones, comenzando
por la Capital, dispuso ordenar a todos los vecinos que
tuviesen sitios, los cercaran de muro y edificaran; a los
dispersos en la campaña y que tuviesen casa, a traer sus
familias a habitarlas; y a otros pudientes, a que se hicie-
ran de propiedades para nuclear la población de San Luis
y, como dice el auto: «lograr el pasto espiritual». El
que no diese cumplimiento perdería la propiedad y se le
aplicaría una multa de 200 pesos que se sacarían «de lo
más bien parado de sus bienes, aplicados para las obras
publicas de la Villa de San Lorenzo» o sea el fuerte del
mismo nombre, situado en la frontera sud del Río V.
El teniente de corregidor debía dar cumplimiento a
estas disposiciones, so pena de los más severos castigos
y multa de 500 pesos. A esta resolución se acompañaba
una «lista de las personas que tienen sitio y casa des-
poblados, y de otros que no tienen; pero que pueden
adquirir y poblar.»
Estas medidas estimularon un poco el trabajo, co-
menzando a construirse los muros de tapias, a cortar
adobe y a concentrarse los materiales para las modes-
tas viviendas. Existían buenas maderas de construcción,
cal, arena y piedra, a la mano. Para favorecer estos tra-
bajos se dispuso también prohibir el cultivo de los po-
treros del Bajo, a fin de no privar del agua necesaria
al nuevo incremento que debía tomar la población
No tuvo otra consecuencia ni otros beneficios la mi-
sión del representante de la Junta de Poblaciones.
HISTORIA DE SAN LUIS 69
CAPITULO III
SUMARIO: 1. — Establecimiento y expulsión de los jesuitas. —
Creación del virreinato. 2. — Instrucciones sobre frontera. — Mi-
sión del diputado Vi leñes. — Otros actos administrativos de al-
guna importancia. 3. — Creación de las Intendencias — Descubri-
miento de las minas de la Carolina. — Visita del Marqués de
Sobremonte. — Ensanche de la frontera sud. 4. — Las invasiones
inglesas. — Cooperación de San Luis en la defensa y reconquis-
ta de Buenos Aires — Honrosa nota del comandante de patri-
cios don Cornelio Saavedra.
1. — Los jesuítas estaban establecidos en Mendoza des-
de los comienzos del siglo xvii y poco más tarde pasaron
a San Juan, donde eran muy solicitados según el P.
Ovalle; pues habiendo enviado allí una misión en 1555,
las autoridades locales no les dejaron volver, compro-
metiéndose a facilitarles todos los elementos para que
establecieran un colegio, independiente del de Mendoza.
Pero parece que este primer establecimiento fué abando-
nado, hasta que en 1712 volvieron a fundar su casa, en
una estancia que les fué donada sobre el río San Juan
y la laguna de Huanacache. En estas dos provincias
hermanas prosperaron rápidamente, pues eran dueños
de valiosas posesiones, pobladas de ganado y con her-
mosos cultivos de viñas, cuyos productos exportaban a
Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires.
Desde allí extendieron pronto su influencia sobre San
Luis y pusieron sus miradas en los mejores sitios para
venir a establecerse. En efecto, en el año 1732, su procu-
rador general, Fray Ignacio Godoy, se presentó a las au-
toridades puntanas pidiendo permiso para establecer un
colegio en la misma ciudad de San Luis, manifestando
haber recibido el donativo de una estancia y casa desti-
70 HISTORIA DE SAN LUIS
nada a esa fundación. Pedro de Sosa, a nombre de los
herederos de doña Marcela Muñoz de Aldana, hija del
mayor Marcos Muñoz, les había donado la estancia de
Cuchicorral y Portezuelo del Chorrillo, cuya extensión
superficial era de unas mil cuadras, valioso estableci-
miento que lindaba con la misma ciudad. Acordado el
permiso solicitado, construyeron una casa, en la manza-
na frente al costado sud de la plaza de la ciudad, donde
establecieron la Residencia y oficinas, a la vez que co-
menzaron a poblar la referida estancia, trabajos que eje-
cutaban los negros esclavos, introducidos de Mendoza.
La Estanzuela.- — Ruinas de la casa y capilla de los jesuítas expulsados
En 1751 adquirieron, además, por donación de José
y Nicolás de Quiroga, las tierras del Molino, hasta el
Bajo, una de las mejores fincas de los alrededores de la
capital puntana por la fertilidad del suelo y por estar en
primeras aguas.
Finalmente, obtuvieron otra importante donación de
los herederos de Toro Mazóte, de la Estanzuela, en el lí-
mite con la provincia de Córdoba, y que llamaron de
San Javier.
HISTORIA DE SAN LUIS 71
Así, pues, los jesuítas pudieron contarse entre los
grandes terratenientes de San Luis, debiendo también
hacer presente que sus estancias las tenían pobladas de
ganado de toda especie, y cultivadas grandes extensiones
de terreno.
Eran los únicos que prosperaban allí, en medio de
la general pobreza, pues validos de su gran prestigio
en la conciencia de los sencillos habitantes, acapara-
ron todo cuanto convenía a su insaciable codicia. Lle-
garon hasta adueñarse del agua indispensable para las
necesidades primordiales de la población.
En tales circunstancias, llegó a San Luis el subdele-
gado don Luis de Salinas, nombrado por la Audiencia
de Chile para inspeccionar las tierras del rey y regulari-
zar la situación de sus ocupantes. Los principales vecinos
se quejaron ante él de los abusos que cometían los jesuí-
tas, pues, habían contraído el compromiso de no ocupar
más agua que la necesaria para mover un molino, debién-
dola dejar correr libremente a la ciudad; pero, los
reverendos padres habían plantado una viña y cultiva-
ban una hermosa huerta, en cuyo riego consumían casi
toda el agua del pueblo.
Notificados para que hicieran cesar esa irregularidad,
no se dieron por aludidos de la advertencia de las auto-
ridades ni de la del señor Juez subdelegado, y enton-
ces éste mandó largar el agua y deshacer las compuer-
tas, mientras una pueblada, en la tarde del 6 de agosto
de 1766, asaltaba la finca, hachaba la viña y le prendía
fuego, haciendo saltar, también,, los gruesos muros que
represaban el agua de la ciudad.
Los jesuítas se quejaron a Chile, del Juez y del pueblo
que los había atropellado, y las autoridades centrales,
encontrando harto justificada tan extrema actitud, no
se pronunciaron sobre el caso particular, sancionando,
además, con su silencio, el hecho consumado.
Estos datos constan en un expediente iniciado en
1880 por don Marcelino Poblet, pidiendo permiso al Ca-
bildo para cultivar los potreros del Bajo.
72 HISTORIA DE SAX LUIS
Así son las graneles reivindicaciones populares. El
suceso es digno de señalarse, dado el gran prestigio, como
hemos dicho, que los jesuítas tenían en la masa de
aquella sencilla población.
Allí continuaron acumulando bienes materiales, has-
ta que en 1767 el rey Carlos III decretó su expulsión de
todos sus dominios de España y de América. Don Fran-
cisco de Paula Bucareli fué encargado de cumplir la so-
berana resolución y en lo que se relaciona con San Luis,
debo decir que los jesuítas fueron sorprendidos a fines
de julio de ese año, confiscados sus bienes y conducidos
en carretas a Buenos Aires, bajo severa custodia, el su-
perior Luis Santelises y los Padres Tadeo Godoy, Antonio
Baraona y Tomás Rosales. Del prolijo inventario que hizo
de sus bienes don Vicente Becerra, a cuyo cargo estuvo
la administración de las temporalidades durante varios
años, consta que, fuera de las propiedades raíces, ya enu-
meradas, tenían gran cantidad de ganado de toda espe-
cie, cuarenta y dos esclavos tasados en 6846 pesos, y
ornamentos, vasos sagrados y joyas de gran valor des-
tinadas al culto. Sus bienes, eran, pues, considerables,
como que sólo se ocuparon de acrecentarlos sin que cons-
te en ninguna parte que hubieran sostenido ni escuela,
ni asilo, ni reducción alguna, para difundir los conoci-
mientos rudimentarios o convertir a los naturales a la
vida civilizada, circunstancia que hace resaltar más la
acción de los dominicos, no obstante su general pobreza.
El mismo padre San Ignacio de Loyola, fundador
de la Compañía, había pronosticado esa gran caída de
la orden jesuítica por las causas siguientes:
1.° Por haber introducido en ella un gobierno polí-
tico.
2.° Por la mucha ambición.
3.° Por el mucho doblez en el trato.
4.° Por mucha soberbia y otros graves defectos en
muchos de sus hijos.
Esta revelación consta en un manuscrito del P. Dc-
menee, que fué secretario de San Ignacio, como puede
HISTORIA DE SAN LUIS 73
leerse en la recopilación de documentos de Bravo sobre
la expulsión de los jesuítas.
• 2. — La creación del Virreinato del Río de la Plata en
1776, al cual quedaron agregadas las ciudades de Cuyo,
vino a satisfacer el legítimo anhelo de sus habitantes.
En efecto, desde 1709 el Cabildo de Mendoza había so-
licitado al rey esa separación, fundándose en los inte-
reses comerciales antagónicos con Chile y en los perjui-
cios que el tal estado le acarreaba, así como a las otras
ciudades de Cuyo. Para evitar estos perjuicios, conside-
raba altamente conveniente a los intereses de estas po-
blaciones, que pasasen a depender del Tucumán.
El soberano requirió informes del presidente y oidor
de Charcas; pero, recién en 1775, en vísperas de la crea-
ción del Virreinato del Río de la Plata, ese informe lo
produjo el Virrey del Perú, don Manuel de Amat y Ju-
niet, exponiendo la conveniencia de que no sólo se agre-
gara al nuevo virreinato la provincia de Cuyo, sino
también todo el reino de Chile. El Cabildo, justicia y
regimiento de la ciudad de Santiago, alarmado con tal
noticia elevó el mismo año una súplica al monarca es-
pañol, exponiendo lo perjudicial que sería a los reales
intereses, y aun a los vasallos de Cuyo, la segregación
proyectada para unirlos a los demás pueblos que debían
formar el virreinato a crearse. Entre otras razones, se
aducía «la constante vigilancia que los presidentes de
Chile habían ejercido sobre estos territorios, propendien-
do por todos los medios posibles a su engrandecimiento.
Que estos territorios, careciendo casi en su totalidad de
elementos propios, quedarían expuestos a las depreda-
ciones de los bárbaros, en perjuicio de Cuyo y de la coro-
na, y, finalmente, por quedar Chile ceñido a unos terri-
torios los más estrechos.»
Esta solicitud no tuvo efecto, desde que, el 1.° de
agosto de 1776, el rey expidió la cédula de creación del
74 HISTORIA DE SAN LUIS
virreinato del Río de la Plata, al cual quedaron agrega-
das las provincias de Cuyo, aunque siguieran depen-
diendo, en el orden eclesiástico, de la Diócesis de San-
tiago.
Sin embargo, continuaron las relaciones comercia-
les con Chile, adonde San Luis enviaba sus ganados y
traía en cambio mercaderías para abastecer sus negocios.
Xo obstante el difícil tránsito por la cordillera, este ca-
mino ofrecía más seguridades que el del litoral, expuesto
a los frecuentes malones de los salvajes.
Entre las instrucciones que en 1777 dejó el virrey
Ceballos a su sucesor Vértiz, le dice: «Si se determina
a esforzar con el mayor vigor la entrada general que
contemplo necesaria y la más fácil de practicarse, la que
debe componerse de los vecinos de Mendoza y San Juan,
por las márgenes de la gran cordillera de Chile hasta el
río Diamante, y más allá hasta llegar a los Sauces; de
los de San Luis de la Punta, siguiendo por el paraje y
frontera nombrada de Las Pulgas, hasta juntarse con
aquélla en el punto de reunión que se destine con la
calidad de que vayan al mando del oficial más acredi-
tado de aquel país, don Juan Báez de Quiroga, a quien
con este fin le he despachado el título de sargento mayor
con cláusulas bien expresivas de su idoneidad, a que de-
ben estar subordinadas aquellas milicias; de los vecinos
de las inmediatas sierras de Córdoba, de quienes puede
componerse uno de los más gruesos y respetables cuerpos.
De los Arroyos y de Buenos Aires podría formarse un
total de diez a doce mil hombres capaces de arruinar
esta canalla de indios despreciables y abominados, aun
de los propios de su especie que pueblan las serranías».
Plan admirable que si se hubiera ejecutado enton-
ces, se habrían ahorrado infinitas calamidades, sobre
todo a San Luis, la región mártir de las frecuentes des-
vastaciones del salvaje, en cuya lucha cruenta agotó
todos sus recursos y sacrificó preciosas vidas.
Para los fines de esa gran empresa, Vértiz creó los
cuerpos de Blandón/lies y ordenó en la jurisdicción de
HISTORIA DÉ SAN LUIS 75
San Luis un empadronamiento general de todo vecino
capaz de manejar una arma, contándose un total de 1699
hombres, los cuales fueron organizados en compañías
por el antiguo y enérgico comandante don Juan José
de Gatica. Estas fuerzas quedaron listas para recibir
armas y marchar donde fueran necesarios los servicios
de la defensa. Con parte de esas milicias, el nombrado
jefe avanzó hacia la frontera sud, estableció el fuerte de
San Lorenzo del Chañar, en 1799, proponiéndose atacar
a los ranqueles en sus propias tolderías. Durante algún
tiempo, el comandante Gatica mantuvo a raya a los sal-
vajes y fué el que más fomentó, por entonces, la pros-
peridad de los campos del sud, al amparo de una vigi-
lancia siempre alerta y bien combinada de las partidas
volantes, o recorredoras de campo. Allí permaneció has-
ta que el comandante de armas de Mendoza, don Fran-
cisco de Amigorena, hizo su expedición al sud, y, por
intermedio de los caciques amigos, aceptó la paz que le
ofrecía Curripilán, el más famoso cacique de la belicosa
nación ranquelina.
Bajo los auspicios de esa paz, necesariamente tran-
sitoria, porque estuvo siempre sometida a las veleidades
de los caciques, nuestras autoridades pudieron ocuparse
de otros asuntos que interesaban al adelanto de aquellas
poblaciones, principalmente a] mejoramiento de San Luis,
que hasta ese tiempo conservaba el aspecto de una mí-
sera aldea. El Cabildo nombró diputado a don Rafael
Miguel de Vilches para que se trasladara a Buenos Ai-
res y representara al Virrey Vértiz las urgentes necesi-
dades de la ciudad, a la sazón sin recursos para subsis-
tir y fomentar su propio bienestar. El comisionado pre-
sentó al virrey un memorial en el cual le dice que San
Luis tiene 1500 hombres aptos para el servicio militar;
pero que carece de armamento para hacer la defensa
de la frontera. Que la única casa de religiosos, era el con-
vento de Predicadores, los cuales prestaban buenos ser-
vicios desde la fundación de la ciudad, pues, indepen-
dientemente de su ministerio apostólico, sostenían una
76 HISTORTA DE SAX LUIS
escuela de primeras letras. Eran a la sazón ocho los re-
ligiosos ocupados de esa misión, no tenían más entradas
que las limosnas del vecindario y carecían de recursos
para refaccionar la iglesia en ruinas. En consecuencia,
solicitaba para ellos los bienes de los regulares expatria-
dos, tanto de San Luis como de Chile, que estaban admi-
nistrados por la Junta de Temporalidades, comprometién-
dose, además, a sostener la escuela primaria y a inaugu-
rar una aula de gramática para enseñanza de la juventud.
Pedía también que se autorizara al Cabildo a es-
tablecer el impuesto de peaje o tránsito, por cuanto
carecía de toda otra entrada para hacer frente a las ne-
cesidades comunales.
El comercio de exportación lo hacían, entonces, unas
veinte personas. El tránsito por los caminos de la juris-
dicción de San Luis, era, más o menos, de unas treinta
tropas de carretas por año, a las cuales se les imponía
el pago de dos pesos por cada una. Se calculaba en mil
cabezas de ganado vacuno las que se exportaban y en
dos mil las que pasaban por su jurisdicción; en mil qui-
nientos el ganado menor de exportación, entre cabras
y ovejas, y en quinientos, el caballar y mular.
El impuesto establecido era un real por cabeza de
vacuno, mular o caballar, y un cuartillo por el ganado
menor, todo lo cual arrojaba un cálculo de recursos
anuales de unos 600 pesos a lo máximo, suma reducida
si se quiere; pero un verdadero tesoro para aquella po-
bre ciudad, si se considera que era la única renta que
podía entrar en las arcas del Cabildo, aplicable a las obras
públicas.
Las gestiones del diputado Vilches tuvieron éxito,
iniciándose, entonces, la reparación de las casas del Ca-
bildo y la cárcel; se delinearon las calles; se mejoró la
toma del agua, trabajos a los cuales contribuía también
el vecindario, mediante un prorrateo que hizo el Cabil-
do entre las personas más pudientes para costear la ali-
mentación de presos, vagos y soldados destinados a es-
tos trabajos.
HISTORIA DE SAN LUIS
77
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HISTORIA DE SAN LUIS
A los dominicos les fué cedida la casa de la Residen-
cia, confiscada a los jesuítas, adonde trasladaron su con-
vento de Santa Catalina que ocupaba la esquina nor-
este de la plaza Independencia.
Estas obras e iniciativas, contribuyeron a mejorar
un poco el pobre aspecto de la ciudad, y parecía que un
hálito de nueva vida le había sido infundido por el es-
píritu progresista del dignísimo virrey Vértiz.
3. — En 1782 se crearon las intendencias para el mejor
gobierno del virreinato, separando Cuyo de la antigua
provincia del Tucumán y anexándola a Córdoba. Fundá-
base esta resolución en que la intendencia, que incluía
la provincia de Cuyo, no debía situar su capital en Men-
doza, pobre y reducida, y las de San Juan y San Luis
de Loyola muy cortas e infelices. El intendente, según
ese criterio, debía residir en Córdoba, ciudad populosa
y situada sobre el camino directo del Perú, más frecuen-
tado que el otro de Chile por Mendoza, y, además, en
Córdoba estaba la catedral y Silla Apostólica.
Desde esa capital podía el intendente atender las re-
feridas de Cuyo, y fomentarlas con sus providencias y
visita personal.
Los intendentes tenían el gobierno político y militar
de su respectiva jurisdicción. En las instrucciones que
se les dieron para el mejor desempeño de su cargo, im-
poníaseles el deber de visitar el territorio a fin de asegu-
rar la agricultura, estimular el comercio y la industria;
favorecer la minería y promover el bienestar de las po-
blaciones por cuantos medios estuviesen a su alcance.
Como un complemento a tan sabias disposiciones, se
creaba en cada ciudad o villa una junta municipal, en-
cargada de velar por los intereses de la comuna. A pesar
de tan buenos propósitos, y de los que servían de base
a la nueva disposición territorial, allí permanecieron de-
tenidas las ciudades como San Luis, que carecían de ren-
HISTORIA DE SAN LUIS 79
tas y no podían esperar otro recurso extraordinario,
fuera de la contribución voluntaria de los vecinos, expe-
diente ya muy gastado y violento por la demasiada
frecuencia con que se usaba.
El primer gobernador Intendente de Córdoba, y por
consiguiente de Cuyo, fué don Rafael de Sobremonte
Xúñez Castillo Ángulo Ramírez de Arellano, que con
tal retahila de nombres encabezaba sus oficios, aunque
sólo firmaba El Marqués de Sobremonte, título con que
es más conocido en la historia.
Tenía un asesor letrado, cargo que fué conferido al
doctor Victoriano Rodríguez, destinado a pagar con su
vida la lealtad al sistema español, cuando fué sofocado
el movimiento reaccionario de Córdoba contra la Junta
de Buenos Aires.
La jurisdicción puntana, propiamente dicha, era go-
bernada por un comandante de armas, juez y subdele-
gado de la real hacienda, habiendo desempeñado el puesto
por primera vez don Domingo Olmos y Aguilera, quien
en 1787 lo entregó a don Juan de Videla.
Estas reformas tendían a constituir un gobierno serio,
estable y previsor, pues la descentralización administra-
tiva debía ser benéfica al territorio y sus poblaciones,
por cuanto los gobernadores estaban en contacto con
las necesidades de los pueblos del interior. Fué la última
y más plausible reforma del sistema colonial.
El acontecimiento más importante de la época para
San Luis, fué el descubrimiento de las minas de San An-
tonio de las Invernadas, posteriormente Carolina, situa-
das al pie del cerro Tomolasta. Según un expediente
iniciado por don Vicente Becerra, en 1786, para pedir
la posesión judicial de esas tierras a nombre de su esposa,
legítima heredera de don Tomás Lucio Lucero, dichas
minas fueron descubiertas por un lusitano Jerónimo,
cuyo apellido declara no recordar. Sin embargo, en el
informe que el Marqués de Sobremonte pasó al virrey,
atribuye ese descubrimiento a Bartolomé Arias Renzel,
agregando que a fines del año 1784 empezaron dos su-
80 HISTORIA DE SAN LUIS
jetos a catear en aquel sitio y descubrieron granos de
oro, con los cuales se presentaron solicitando posesiones
o estacas y, para promover el adelantamiento de labores,
se las concedió con las dimensiones de la ordenanza de
Nueva España (Méjico).
El mismo Becerra declara que en un principio se sus-
pendió el laboreo por falta de inteligentes, no obstante
lo cual, Arias Eenzel sacó mucho oro, y pedía que,
de acuerdo con las ordenanzas puestas en vigencia, se
obligase a los mineros a pagarles el 1 %, así como el
arrendamiento de sus tierras. El gobernador intenden-
te dio la debida intervención en el asunto a las autori-
dades de San Luis, y previos los informes del subdelegado
don Juan de Videla, proveyó en todo como lo solicitaba
Becerra.
La noticia del descubrimiento de las minas y los in-
formes que se daban sobre la abundancia del precioso
metal, cundió rápidamente por todas partes, despertan-
do gran interés entre la gente de imaginación y de empre-
sa, que suponían habían dado con el famoso país El
Dorado, buscado con tanto afán por los primeros con-
quistadores, en la región Andina. Pronto afluyeron mi-
neros y especuladores de Córdoba, Chile y hasta de Po-
tosí, en cuya casa de moneda, Sobremonte había man-
dado ensayar las primeras muestras, recibiendo el in-
forme de que el oro era de 18 quilates y otros datos ha-
lagadores sobre el porvenir de estas minas. Los nuevos
elementos de población, iniciaron también un período
de actividad comercial que trajo grandes beneficios al
territorio puntano.
La explotación de la Carolina se extendió en poco
tiempo a los lavaderos de Cerrillos Grandes y Cañada
Honda, buscándose otros filones en las fragosidades de
la sierra, así como se revolvían las arenas de los arroyos
cercanos. Entonces, Sobremonte tomó varias providen-
cias para determinar el arreglo de la población, que
empezaba a nuclearse; nombró un juez comisionado;
estableció un destacamento de milicias encargado de la
HISTORIA DE SAN LUIS
81
policía, y finalmente dispuso la apertura de caminos
para facilitar las comunicaciones y el comercio.
La mayoría de los mineros, ávidos de hacer rápida
fortuna, comenzaron a sentirse desalentados por no en-
contrar las riquezas que se imaginaban; algunos fraca-
saron a causa de su inexperiencia en esta explotación;
a otros les faltó constancia para permanecer en aquellos
parajes, tan fríos en el invierno, y escasos de habitaciones;
Vista general de la Carolina
así, pues, por todas estas causas comenzaron a retirarse
hasta quedar reducidos a unos cuatro o cinco sujetos
emprendedores, los cuales, a fuerza de constancia y em-
peños, consiguieron reunir una buena cantidad de metal,
entre el cual habían algunos tejos de oro de gran valor.
Tal fué la labor realizada durante los años 1786 a 1790.
En este año y a principios de 1791 los pocos mineros
que trabajaban, comenzaron a descubrir algunas porcio-
nes de oro en más abundancia, de mejor ley, a medida que
profundizaban las excavaciones, extrayéndose fragmentos
82 HISTORIA DE SAN LUIS
de roca con el oro visible en forma de clavos y gruesas
ramificaciones, del cual obtuvieron un gran rendimiento.
Según los informes del comisionado, hubo algunos que
habían reunido muchas libras y, uno sólo, hasta tres
arrobas de oro puro, lo cual constituía un verdadero te-
soro. Ante estos nuevos hallazgos volvieron muchos mine-
ros, y el mismo Sobremonte mandó en enero de 1792
al asesor de la intendencia, con el fin de inspeccionar
detenidamente las minas y de informarle sobre todo cuan-
to pudiera interesar a su fomento. Por esa época encon-
tró 25 minas que se trabajaban, fuera de muchos indi-
viduos que habían obtenido permiso para catear. Enton-
ces, se dispuso la traza de una población con el nombre
de La Carolina, en homenaje al rey Carlos III, y se re-
partieron solares entre los mineros, construyéndose bue-
nas casas de piedra. Conjuntamente con estos trabajos,
se mandaron abrir los cimientos de la iglesia, habilitán-
dose, intertanto, un oratorio para las prácticas del culto.
Habiendo pedido el gobernador un ensayador o
inteligente, para las labores mineras, el virrey Arredon-
do aprovechó la llegada de España del minero de profe-
sión, José María Caballero, ex alumno del Colegio de
Méjico, quien fué comisionado para trasladarse a La Ca-
rolina e informar ampliamente sobre cuanto se relacio-
naba con la explotación minera.
Caballero se trasladó a San Luis y llenó cumplida-
mente su encargo, declarando: «Que en el dilatado tiem-
po que viajaba en ambas Américas no había visto un
suelo en que la naturaleza se mostrara tan pródiga para
que los hombres se dedicaran a disfrutar sus riquezas»,
y agregaba que los mineros se contentaban con aprove-
char una pequeña parte del oro que tenían a la vista,
en granos o en arenas gruesas, e indicaba la urgencia
de introducir una maquinaria para moler los minerales
auríferos, así como debían hacerse cumplir las instruccio-
nes en la manera de hacer las excavaciones, lo que era
indispensable a la seguridad de los trabajadores y al
mayor provecho de sus afanes.
HISTORIA DE SAN LUIS
83
<4
HISTORIA DE SAN LUIS
Finalmente, aconsejó el establecimiento de un ban-
co de rescate, para comprar el oro a justo precio y remi-
tirlo a Potosí, donde debía ser amonedado. En esa época,
el oro de La Carolina se llevaba a Chile y se acuñaba en
la Casa de Moneda de Santiago.
Tanto el virrey como el gobernador intendente
prestaron la mayor atención a este asunto. Se mandó
levantar un plano de las minas y población de La Caro-
lina, trabajo que fué encomendado al ministro de la Eeal
Hacienda de San Luis, don José Ximénez Inguanzo,
ex marino y hábil topógrafo.
El primer Trapiche
En cuanto a la maquinaria, se pidió a Potosí el mo-
delo de la máquina de cuatro barricas ideada por el meta-
lúrgico Juan Daniel Weber, para ser utilizada en nuestras
minas. De acuerdo con ese modelo, se construyó, a fines
de 1792, el primer Trapiche en el lugar que hasta hoy
conserva su nombre, a ocho leguas de La Carolina, en
las márgenes de un arroyo de mayor caudal de agua
que el de ésta, y, por consiguiente, con la fuerza hi-
dráulica necesaria para los fines a que era destinada.
El laboreo continuó cada día en aumento dando ex-
HISTORIA DE SAN LUIS 85
celentes rendimientos; pues, según las guías que dio la
aduana ese año para la exportación, ésta alcanzó a más
de 150 libras de oro puro, sin contar el que no salió de
la provincia o el que se expedía subrepticiamente.
En 1797 La Carolina tenía 50 casas bien construi-
das y varios negocios importantes, que mantenían un
comercio activo y de consideración.
Así continuaron los trabajos hasta las invasiones
inglesas, época en que fueron abandonados. Entre los
principales empresarios estuvo el oficial don Luis Lafinur,
padre de nuestro ilustre comprovinciano Dr. Juan Cri-
sóstomo Lafinur, nacido, por acaso, en aquel célebre
lugar, en el año 1797, y llamado a tan brillante figuración
como poeta, filósofo y educador.
Tal es la breve historia del descubrimiento de las
minas de La Carolina.
En 1786 vino a visitar la provincia de Cuyo el Mar-
qués de Sobremonte, interesado en fomentar la explo-
tación de las minas de La Carolina, Famatina, Jachal
y Uspallata; deseoso de reforzar la línea de frontera
sud y de tomar otras medidas tendientes al fomento
de las poblaciones cuy anas.
La línea de frontera fué establecida en una extensión
de 70 leguas, a partir de la Concepción del Río IV hasta
el sud de Mendoza, y, para mayor seguridad, celebró
un tratado de paz con los ranqueles por intermedio del
cacique principal, Treglen. Al amparo de tales garantías,
la población de los campos tomó incremento en la región
sud. También, en la parte sud del Río V, el capitán don
Juan Gregorio Blanco solicitó el establecimiento de una
reducción para someter a los indios y fundar una colonia,
allá en las fronteras de San Lorenzo del Chañar; pero
ignoramos hubiese sido atendido este pedido, limitán-
dose la acción de tan experto oficial a la vigilancia de
dichos campos, donde había comenzado a poblar una
estancia.
86
HISTORIA DE SAN LUIS
La única fundación que Sobremonte autorizó, en
1794, fué la Villa de Meló en el lugar de Piedra Blanca,
falda occidental de la sierra de Córdoba y dentro de la-
jurisdicción puntana. Los principales vecinos habían
donado la tierra para la traza y égido de la nueva pobla-
ción, encargándose de esa tarea al comandante subde-
legado don Luis de Videla y a los vecinos Santiago
Romero y Francisco Gallardo, a quienes se les nombró
jueces de la Villa.
La Villa de Merlo
Esta Villa de Meló, dice el documento que autoriza
su fundación, «es en justa memoria del Excmo. señor,
nuestro actual virrey don Pedro Meló de Portugal»,
la cual hasta hoy existe, con el nombre de Merlo, en uno
de los lugares más pintorescos y saludables de la sierra;
aunque estacionada por la escasez del agua y la falta de
fomento de las autoridades.
Aprovechando la paz con los ranqueles y pehuenches,
a que hemos hecho referencia, el Marqués de Sobremonte,
HISTORIA DE SAN LUIS 87
elevado al cargo de Virrey del Río de la Plata, pidió
informes en 1804 al Cabildo de San Luis sobre la conve-
niencia de dilatar la frontera, a «cuyo efecto oirá primero
a los prácticos y de mejores conocimientos para que se
verifique este proyecto con el acuerdo debido». Solicitada
la opinión del Ministro de la Real Hacienda y perito
agrimensor don José Ximénez Inguanzo, éste aconsejó
que el fuerte San Lorenzo de Chañar, se trasladara a la
Primera Laguna, unas cinco leguas más al sudoeste,
por ser mejor el terreno y punto de reunión de los cami-
nos que van a «tierra adentro». Era, indudablemente, un
sitio más adecuado por tener abundante madera, mejores
pastos y aguadas permanentes, pues, además, estaba a
corta distancia de las lagunas «Las Acollaradas».
En cuanto al fuerte San José del Bebedero, se indi-
caba la conveniencia de que fuese trasladado al lugar
Agua Dulce o Pozo del Caldén, sobre el río Desaguadero
y el Diamante. ínter se resolvía esta cuestión, nuestras
partidas recorrían la región sud y estaban al habla con
las milicias que guarnecían la frontera de Córdoba y las
de Mendoza, que tenían asegurada la línea del Diamante.
4. — Con tan buenas disposiciones, se creía conjurado
definitivamente el peligro cíe los indios, cuando alarmas
de otra índole vinieron a alterar la tranquilidad de aque-
llas poblaciones del interior, a mediados del año 1806:
una poderosa escuadra inglesa se había apoderado de
Buenos Aires, la capital del Virreinato. Luego se supo,
por comunicaciones de Córdoba, que allí se había refu-
giado el virrey Sobremonte en procura de elementos
para ir a reconquistar la capital y a cuyo fin se pedía el
concurso de la milicia puntana.
Inmediatamente se dispuso el envío de un contin-
gente de 100 hombres del Regimiento Voluntarios de
Caballería, que condujo su segundo jefe don José Ximé-
nez Inguanzo, incorporándose en Cruz Alta a las tropas
de Córdoba.
88 HISTORIA DE SAX LUIS
Intertanto,. Buenos Aires, abandonada por las auto-
ridades españolas, se preocupaba de preparar sigilosa-
mente la reacción contra el osado conquistador inglés.
Liniers había pasado a Montevideo para traer las fuerzas
de su guarnición; Pueyrredón, reunió las milicias de cam-
paña, y Alzaga maniobraba hábilmente en la ciudad.
Operada la concentración de las tropas, Liniers fué
designado comandante en jefe. Al frente de 2.000 hombres
llevó el ataque sobre la ciudad, siendo patrióticamente
secundado por el vecindario. Después de una lucha en-
carnizada, que costó muchas vidas a los ingleses, el
general Berresford se entregó a discreción con 1700
nombres. Cuando Sobremonte se acercaba a Buenos
Aires, ya la ciudad estaba reconquistada y entregada
a las legítimas expansiones de su triunfo, proclamando
jefe al vencedor, como el único digno de mandar aquel
pueblo viril.
El virrey se vio obligado a delegar el mando político
en la audiencia y a confirmar a Liniers en el comando
militar.
Allí se eclipsó para siempre su estrella, recibiendo,
poco después de la pérdida de Montevideo, adonde se
había trasladado, el golpe mortal de su destitución
decretada por el juicio unánime de españoles y criollos.
El poder colonial sufrió también en su persona un ver-
dadero quebranto. Los prisioneros ingleses fueron inter-
nados; remitiéndose 53 a la ciudad de San Luis, bajo
la custodia de su guarnición.
Como su mantenimiento era demasiado gravoso para
el erario, se dispuso acordarles una libertad provisional,
a condición de que prestaran juramento de no tomar las
armas contra España, de permanecer en la ciudad bajo
el patronato o garantía de algún vecino respetable y de
estar sometidos a la vigilancia de la autoridad.
El 20 de octubre de 1806, según un documento
subscripto por el comandante Teysevra, fueron congre-
gados los vecinos principales, e impuestos de la resolu-
ción superior y de las condiciones en que los prisioneros
HISTORIA DE SAN LUIS
podían obtener su libertad, casi todos tomaron a su car-
go a los ingleses, contratando el precio de su salario
para los distintos trabajos a que eran destinados. Previo
el juramento de fidelidad, se les despachó, advirtiéndo-
les, finalmente, que «en caso de sublevarse o tomar las
armas contra la ciudad, serían dego-
llados», firmando como testigo don
idflfik Manuel de la Presilla.
mt ¡ Dejamos a Buenos Aires entre-
^P% I gada a los transportes de su alegría
por haber vencido al ejército de
una poderosa nación. Este primero
y feliz ensayo, sirvió para levantar
el espíritu colectivo e inspirar con-
fianza en el porvenir, en momentos
que nuevos peligros le amenazaban.
Rendido Berresford, quedaba la
escuadra inglesa en el Río de la
Plata al mando de Sir Home Pop-
ham, a la espera de poderosos auxi-
lios pedidos a Buena Esperanza.
De Inglaterra debía salir otro im-
portante refuerzo, conducido por el
CLIUV general Auchmuty, y se ordenaba
i a la expedición de Craufurd, des-
H¡P;'' tinada al Pacífico, viniese a Buenos
Aires con una fuerte división naval
al mando del almirante Murray;
POan por último, Whitelocke fué nom-
brado general en jefe de todas estas
tropas, con la orden de reducir a
Buenos Aires al dominio británico.
Los ingleses podían disponer de un ejército de
12.000 hombres, entre las fuerzas de desembarco y las
de la escuadra, en la cual apoyarían sus operaciones
militares.
Pronto se apoderó Auchmuty de Montevideo, re-
duciendo a prisión a sus defensores; en mayo de 1807
Soldado del Regimiento
de Patricios
90 HISTORIA DE SAN LUIS
estaba el ejército inglés en las aguas del Plata y en con-
diciones de llevar un ataque sobre la ciudad.
Buenos Aires había reunido un ejército de 1.600
hombres y había tomado posiciones ventajosas, contan-
do, además, con el apoyo decidido de sus habitantes.
Nativos y españoles habían formado cuerpos por
separado, distinguiéndose entre los primeros los patri-
cios y arribeños, bajo el inmediato comando de D. Cor-
nelio Saavedra, jefe elegido por las mismas tropas. To-
das las provincias mandaron sus contingentes. San Luis
había remitido 200 hombres elegidos y bien equipados
conducidos por el comandante D. Blas de Videla, figu-
rando, como oficiales, Juan Basilio Garro, Matías San-
cho, Florencio Tenada, Eafael Wilckes O'Connor, Luis
y Dolores Videla, Juan y Alejo Daract, Francisco de
Paula Lucero y otros de las principales familias puntanas.
Este contingente fué incorporado al cuerpo de patricios,
y con él hizo toda la gloriosa jornada de la defensa.
El 28 de junio desembarcó el ejército inglés en la
Ensenada; el 3 de julio se rompió el fuego de las avanza-
das, y el 4- y 5 se llevó el asalto a la ciudad. La defensa
fué obstinada y heroica, pues hasta las mujeres y los
niños tomaron parte en la contienda, mereciendo la ad-
miración del mismo invasor; el poderoso ejército inglés
fué nuevamente abatido, y viéndose perdido, solicitó
honrosa capitulación, la cual le fué generosamente acor-
dada, permitiéndose el reembarco de los prisioneros a
condición de que los ingleses evacuaran a Montevideo
y el Río de la Plata.
Así terminó aquella gloriosa campaña, quedando
como trofeos las banderas enemigas, y, latentes, los
viriles alientos de un pueblo que despertaba a una
nueva vida con la conciencia plena de sus futuros
destinos.
La América y la Europa quedaron asombradas con
estos sucesos, y fijaron su mirada en este país que tan
brillantemente hacía su aparición entre los pueblos cul-
tos v fuertes en su derecho.
HISTORIA DE SAN LUIS 91
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d.¿.£Z¿
92 HISTORIA DE SAN LUIS
Los púntanos espigaron, entonces, sus primeros
laureles con el bizarro cuerpo de patricios, que tuvo tan
importante actuación en aquellos dias memorables.
El mismo jefe, coronel don Cornelio Saavedra, se
dirigió al Cabildo y Regimiento de la ciudad de San Luis
informándole de todos los antecedentes de la campaña
en que había figurado el cuerpo y recordando que los
valientes hijos de San Luis podían gloriarse de la coope-
ración prestada.
También, con fecha 11 de junio de 1807, comunica
el virrey Liniers haber acordado a la ciudad de San Luis,
en premio de esa misma cooperación, el tratamiento de
Muy Noble y Muy Leal y el de Excelencia, y a sus capi-
tulares el honroso tratamiento de «Señoría».
Todavía, con fecha 15 de octubre, se carga a San Luis
con la suma de dos mil pesos como contribución patrió-
tica para subvenir a los gastos de la reconquista y defen-
sa de Buenos Aires. El pueblo puntano hizo frente con
desinterés a este nuevo sacrificio, cubriendo inmedia-
tamente dicha contribución, como lo comprueban los
documentos que tengo a la vista, firmados por el sub-
delegado de la Real Hacienda de San Luis, don José
Ximénez Inguanzo.
Si el rechazo de las invasiones inglesas tuvo la virtud
de revelar al pueblo de Buenos Aires energías y recur-
sos no sospechados, bueno es tener presente que los
púntanos, a la par de los porteños y de los hijos de otras
provincias, dieron también en esa oportunidad una
prueba evidente de su valor, de su disciplina y de su
abnegación.
HISTORIA DE SAN LUIS 93
CAPITULO IV
SUMARIO: 1. — resumen de la vida colonial. — El Cabildo. — La
justicia. 2. — Sociabilidad. 3. — La Religión. — El señor de Renca.
— La cofradía del Rosario. 4. — Renta. — Industria y Comercio.
5. — La escuela de primeras letras: interesante conflicto entre la
autoridad civil v el clero.
Contra la creencia general de que los Cabildos han
sido la cuna de las libertades porque en ellos se practi-
caba, aunque en escala muy reducida, el gobierno demo-
crático representativo, se levanta el texto expreso de
una ley de la recopilación de Indias, citada y comentada
por el jurisconsulto y profesor Dr. Aristóbulo del Valle
y sostenida por la autorizada opinión del historiador
López «de que tras el gobierno colonial no había, no po-
día haber libertades de ninguna naturaleza.»
Las ciudades y villas americanas no tenían el pri-
vilegio de elegir sus autoridades ni el pueblo intervenía
para nada en su designación. El derecho de nombrar
los miembros del Cabildo correspondía al rey, o, en su
nombre y representación, a los conquistadores y gober-
nadores, quienes, al fundar las poblaciones, constituían
el primer Cabildo. Aunque éste se renovara cada año,
en parte o totalmente, eran los cabildantes salientes los
que elegían a sus sucesores y siempre dentro del elemento
español.
Por otra parte, los cargos de cabildantes eran ven-
dibles en pública subasta, con la sola excepción de los
puestos de alcaldes de l.°y 2.° voto, en vista de sus fun-
ciones especiales «pues si el juez compraba su puesto,
era natural que después vendiera la justicia», como de-
cían los fundamentos de la ley respectiva.
94 HISTORIA DE SAN LUIS
En las villas como San Luis, el Cabildo se componía
de dos alcaldes corregidores, de los alcaldes de primero
y segundo voto, de un alférez real, encargado de pasear
el estandarte de la conquista en las grandes solemnida-
des, de su procurador o síndico, que representaba los
intereses del vecindario; del alcalde de hermandad, con
funciones policiales, y de un defensor de menores.
Para ser miembro del Cabildo se requería tener en-
comienda o casa poblada, y no ejercer ningún oficio o
negocio al menudeo, ocupaciones calificadas de viles.
Presidía sus deliberaciones el corregidor o gober-
nador o, en su defecto, el alcalde de primer voto. En ca-
sos excepcionales o de suma gravedad, se citaba a un
«Cabildo abierto», especie de junta de notables, a la que
sólo eran invitados unos pocos vecinos, reconocidamente
adictos al sistema colonial.
Las ordenanzas que dictaba para el gobierno de la
ciudad, eran reducidas a límites muy estrechos, y ade-
más, debían ser sometidas a la confirmación del virrey,
gobernador o de las audiencias, a fin de que no pudieran
perjudicar en lo más mínimo los intereses y prerrogativas
reales. Entre las funciones deliberantes, estaba compren-
dido todo lo referente a propios y arbitrios. Lo primero,
se refería a las propiedades y rentas pertenecientes a
la corona, y los arbitrios, a los pobres recursos del de-
recho de abasto, de la romana o pesas, los permisos y el
impuesto de peaje o de tránsito.
Estas rentas eran tan exiguas que el Cabildo gestionó
y obtuvo del gobernador Martín de Poveda en 1691 el
privilegio de tener «dos pulperías» para aumentar sus re-
cursos y un siglo después, el gobernador Sobremonte
le acordó la gracia de tener dos pulperías más. Finalmen-
te, hasta estos miserables recursos le fueron quitados,
yendo a parar a las cajas reales o Junta de Hacienda,
así como los gobernadores le fueron quitando otras
funciones que, en un principio, le eran propias.
Para realizar alguna obra pública, se reclutaban los
vagos y se hacía trabajar a los presos y hasta a los tro-
HISTORIA DE SAN LUIS 95
peros de tránsito por la ciudad, imponiéndose al vecin-
dario contribuciones en dinero y especies para su soste-
nimiento.
He aquí el modelo de la ordenanza más transcendental
que se dictó en 1804:
1.° «Primeramente, que se fijen edictos públicos para
que dentro de quince días de esta fecha se remate la
administración de La Toma, en el vecino que ofrezca
más equidad y mejores condiciones favorables al bien
común, de cuyo contrato se formará escritura por el
término a que se refiere el remate.
2.° Mandamos que los interesados en las chacras que
han sembrado en el Bajo del río de esta ciudad, única-
mente para que no pierdan su trabajo y cosechas, se les
permita las rieguen el día domingo con su noche y para
ello se les da toda el agua sin que puedan usar más de
ella en los demás días de la semana, so pena, en lo con-
trario, de diez pesos de multa, aplicado en la forma or-
dinaria.
3.° Ordenamos que en el término de quince días,
todo vecino ha de limpiar sus hijuelas, dándoles ancho
y hondo competente para recibir y dar agua a sus co-
laterales, y unos y otros, a los vecinos de abajo, de modo
que vayan de vía recta dichas acequias para que se evi-
te la arena que trae el agua, pena de un peso de multa,
en la misma aplicación.
4.° El que rompiere la acequia principal y recibiere
el agua por la calle, pagará por la primera vez cuatro
reales de multa; por la segunda y siguientes, duplicada
la multa, indispensablemente.
5.° Que todas las noches, menguante la luna, se
pongan, al obscurecer, faroles en las tiendas y pulperías,
pena de un peso de multa, y que se cierren de las nueve
para las diez, bajo de la misma pena.
6.° Que todo solar, en el recinto de tres cuadras
de esta plaza, se procure por su dueño tapiar y asear
sus pertenencias dentro de dos meses y, no cumplién-
dolo, se venderá a quien con este cargo lo compre.
96 HISTORIA DE SAN LUIS
7.° Mandamos que no permitan los pulperos juegos
prohibidos, ni consientan esclavos, ni hijos de familia,
so pena de dos pesos, y la misma a los que recibiesen
prendas empeñadas de éstos o de otros sospechosos,
bajo la misma pena.
8.° Que el que no manifestase papel de conchavo
por su patrón, se le declarará por vago y se le dará amo
a quien sirva, para que de este modo se puedan trabajar
las obras públicas y particulares, que traen tan recomen-
dada existencia, so pena de dos pesos.
9.° Que ninguna persona ande por la ciudad al ga-
lope ni corriendo, sólo en caso muy preciso, bajo la pena
de un peso de multa por la primera vez, y por la segun-
da se le quitará el caballo ensillado y se* le cortará la ore-
ja para el real servicio de S. M.
10.° Que ninguna persona pueda cargar armas pro-
hibidas, salvo que sean sujetos de distinción que por su
cargo y estado puedan usar de ellas, y la demás plebe
que incurriera en este delito, siendo español, perderá
el arma y un peso de multa y si es indio o mulato será
preso y penado a las obras públicas.
En cuyo cumplimiento para que llegue a noticia
de todos y no se alegue ignorancia, mandamos se publi-
que en la forma de Bando en los parajes acostumbrados
y se fije, en tanto, en las puertas del Cabildo.»
Esta ordenanza abarcaba, como se habrá leído, to-
das las cuestiones municipales y policiales relacionadas
con el mejor arreglo, higiene y orden público de la re-
ducida villa puntana.
La justicia de menor cuantía la administraban los
alcaldes de 1.° y 2.° voto, mediante procesos sumarios
y rápidos. En cambio, los asuntos que por su importan-
cia o cualquier otra circunstancia, eran sacados de esta
jurisdicción local, se eternizaban en las lentas y minu-
ciosas tramitaciones de un formulismo desesperante.
HISTORIA DE SAN LUIS 97
En la campaña existían los jueces pedáneos y alcal-
des de hermandad que tenían funciones policiales; pues
a ellos les estaba encargada la persecución de vagos
y cuatreros.
Estos se convirtieron, después de los indios, en el
azote de la ganadería. Para remediar este mal, vemos
al Cabildo puntano afanado en construir una cárcel
y sótano para asegurar los vagos y ladrones.
Los infractores eran remitidos a los alcaldes ordina-
rios para ser juzgados, condenándoseles a trabajar, con
cadenas, en las obras públicas. Más tarde, la Audiencia
autorizó el castigo de 25 azotes después de veinte y cua-
tro horas de estar en la cárcel, y cuatro meses con desti-
no a los trabajos públicos, una vez probado el delito.
Finalmente, los reincidentes fueron expatriados y des-
tinados a los navios del Rey.
Justicia del Crimen. - Don Juan Gregorio Blanco
y Pedro Gutiérrez solicitan la prisión de los sugetos José
Ma. Cabrera y Mari Pérez.
Sros. Alcde. 2.° voto Don Juan Gregorio Blanco y
cln. Pedro Gutiérrez vecinos de esta jurisdición ante
Vmd. decimos hallanse en esta Rl. Carsel José María
Cabrera y un tal Mari Pérez sugetos ele los más ladrons
que hai en esta jurísdicon. de haedas. de campo los cua-
les nos están hacdo. todos los días Barios Robos y para
evitar este grabe perjuicio suplicamos á Vmd. se manten-
gan estos en la estrecha pricon., pues nos obligamos a
los costos qe., se causen se su atención y parte de su
costo dia por tanto: A Vmd. pedimos y suplicamos nos
haia por presentados y consedernos nuestra solicitud
etc. Juan Gregorio Blanco, A ruego Dn. Pedro Gutiérrez
Francisco Vicente Lucero.
San Luis y Sre. 11 de 1811.
Presentados: Como lo piden deviendo contrivuir
con dos pesos mensuales para su mantención entre tan-
to lo berifique no podrán salir los Reos de la prición lo
qe. ce les hará saver A los ynteresados. Proveí decreto
lo de su huso dicho vo el Alcalde ordinario de 1er. Vo-
98 HISTORIA DE SAN LUIS
to Don Fernando Lucio Lucero y testigos a falta de es-
cribano de que doi fe.
Pasó ante mí. Fernando Lucio Lucero.
Ttgo. Thomas Gatica, Ttgo. Francisco Vicente Lu-
cero.
En el mismo dia se iso saber la providencia qe. an-
teced a las partes de qe. doi fe. Lucero, (i)
En lo administrativo, el régimen no podía ser más
sencillo y patriarcal. Por lo demás, las grandes preocu-
paciones de los graves miembros del Cabildo, termina-
ban con la honrosa tarea de pasear el estandarte español
el día del santo patrono de la ciudad, presidir las proce-
siones, a cuya cabeza marchaban conduciendo grandes
velas de cera y luciendo ricos escapularios; y finalmente,
el deber de concurrir a las misas y novenarios, donde se
les designaba sitio de honor, en aquellas interminables
fiestas religiosas que eran, cuanto más largas más so-
lemnes.
Y estas distinciones colmaban de satisfacción la
pueril vanidad de estos personajes y de sus familias, que,
por tal circunstancia, formaban casta superior en la
aristocracia embrionaria de la aldea.
2. — Sociabilidad. — La ciudad de San Luis, no obstan-
te su pobreza, albergaba algunas distinguidas fami-
lias, muchas de las cuales descendían directamente de
los conquistadores y pobladores del territorio y de los
que llegaban a desempeñar los distintos cargos en la
administración civil y militar de la colonia. A partir
del año 1700, ese núcleo adquirió una relativa importan-
cia y desde entonces a 1800, figuran las familias de
Pérez Moreno, Díaz Barroso, Muñoz de Aldana, Gómez
Isleño, Báez de Quiroga, Millán de Quiroga, De la Pre-
(1) Consérvase la ortografía original de este curioso documento.
HISTORIA DE SAN LITIS 99
silla, Varas. Fernández, Lucio Lucero, Adaro y Arraco-
la, Herrera, Palma y Olguín, Rey y Ramos, Orozco,
Sarmiento, Pedernera, Peñalosa, Poblet, Vicíela, Bus-
tos, Calderón, Sosa, Salinas, Becerra, Barbosa, Gatica,
Garro, Domínguez, Rodríguez, Rivero, Ortiz, Páez,
Vilches, Laconcha, Jiménez Inguanzo, Panero y Piza-
rro, Funes, Amievas Díaz, las de González de Penna,
Tisceyra, Da Silva Ossorio y Vasconcello, descendien-
tes de portugueses; las de Pringles y Wilckes O'Connor,
de origen inglés, y las de Daract, francés. También,
por esa última época, ya figuraban otras familias aco-
modadas, en los centros como Renca, Morro y San Fran-
cisco, donde comenzaba a nuclearse la población de cam-
paña, y que sería largo enumerar.
Los principales elementos de sociabilidad vinieron por
la vía de la cordillera, muchos de los cuales eran nacidos
en Chile, y durante toda la vida colonial y aun después,
este país ejerció una gran influencia en las costumbres
puntanas. La modesta ciudad de Loyola podía contar,
entonces, con más de 700 habitantes. Sus casas, aunque
construidas de adobe y techo de paja, eran cómodas e
higiénicas, pues todas tenían amplios patios con su res-
pectivo parral, al que seguía la huerta donde se desta-
caba, siempre, la higuera frondosa de exquisitos frutos.
La vida era sencilla y patriarcal. Las familias se re-
concentraban en el santuario de ese austero hogar cas-
tellano, donde la voluntad paterna era cosa sagrada y
donde la mujer, con su suprema dignidad de esposa y
madre, gozaba de las más altas consideraciones y res-
petos.
Es que la mujer no sólo era el imán de todas las ter-
nuras y delicadezas, sino también la segunda provi-
dencia de la familia. Fuera de la crianza de los hijos,
tenía muy serias tareas, allí donde su ingenio debía pre-
veerlo y hacerlo todo. Las puntanas eran muy hábiles
para hilar y tejer la lana, hacer mallas, bordados, y toda
clase de primorosas labores de aguja. Entonces no ha-
bía sastres, y sin embargo, los señores y jóvenes de la
100 HISTORIA DE SAX LUIS
época vestían con corrección y hasta con elegancia,
sus ceñidos jubones ribeteados a mano, las románticas
capas, de corte irreprochable, los chalecos y las camisas
con bordados delicados y los grandes corbatones de
seda desflecada, todo de confección doméstica.
Después, su actividad se ejercitaba en la fabrica-
ción del pan, almidón, queso, jabón, velas y grasa; dul-
ces y confituras variadas, y tantas otras pequeñas in-
dustrias, base del ahorro, de la alegría y del bienestar
de aquellos sencillos y virtuosos hogares.
Practicaba la medicina casera, y hasta desempe-
ñaba las funciones de sacerdotisa en la enseñanza de la
doctrina cristiana a la servidumbre o gente del pueblo.
Poquísimas o muy raras eran las joyas de la orfebre-
ría colonial, siendo las mejores prendas del ajuar feme-
nino los ricos vestidos de seda, los mantones de espumi-
lla y las graciosas mantillas que tan bien sentaban sobre
los altos peinados de bucles, de las bellezas del tiempo.
Tampoco había escuelas para niñas y eran las mismas
señoras las que, a ratos, enseñaban a leer y escribir, re-
cibiendo en su casa niños de corta edad y niñas de buenas
familias.
Difícilmente tuvo la mujer en otra parte una acción
más proficua e inteligente, más activa y meritoria.
Allí está el origen de esas grandes virtudes que caracte-
rizan el hogar puntano.
Las fiestas familiares se limitaban a las solemnes
funciones de la iglesia y a uno que otro baile ceremonio-
so, donde nuestras abuelas lucían su gracia y donaire
en las cuadrillas y zamacueca chilena tan en boga, mien-
tras circulaban entre la concurrencia los grandes y lu-
josos mates de plata, algunos con boquillas y roseto-
nes de oro, y las ricas bandejas con vasos de azucari-
llos o licores de fabricación doméstica.
También era frecuente oír, allá por la media noche
o la madrugada, los ecos de las tiernas serenatas que los
tenorios de la aldea entonaban en la guitarra, a las es-
quivas dulcineas del terruño amado.
HISTORIA DE SAN LUIS 101
Después de la primera clase social, formada por
los conquistadores, terratenientes o validos de la corona
y los «criollos», sus descendientes inmediatos, seguían
la de los mestizos e indígenas reducidos, que consti-
tuían la plebe de la población. Los indios eran consi-
derados como menores de edad; estaban distribuidos
en encomiendas y pagaban el derecho de capitación.
La encomienda no prosperó en San Luis, pues los abo-
rígenes se fundieron en la raza conquistada o huyeron
en su mayor parte a la Pampa, incorporándose a las
tribus salvajes de los ranqueles y pehuenches. Así, pues,
escaseaban los brazos para las rudas faenas del cultivo
de la tierra, principalmente, y fué por esta causa que
se introdujo el negro. Los jesuítas trajeron de Mendoza,
en 1753, los primeros negros para el trabajo de sus es-
tancias. Y eran los únicos que los tuvieron entonces,
pues su precio era subido para los recursos generales
y, además, casi la totalidad de sus habitantes se dedi-
caban a la ganadería.
El mulato es raro en las poblaciones puntanas, por-
que el negro vivió aislado y la tuberculosis hizo fácil
presa de su organismo, debilitado por el rudo trabajo
y minado por el frío intenso de la comarca.
A fuer de curiosidad, insertamos aquí un cuadro
con la tasación y producido de la venta de los negros
esclavos que fueron secuestrados a los jesuítas expulsados.
RESULTADO DEL REMATE DE LOS ESCLAVOS PERTENECIENTES A LOS JESUÍTAS
EXPULSADOS Y QUE TUVO LUGAR EL 11 DE ABRIL DE 1772.
1. — Una negra nombrada Candelaria, de
más de 60 años y enferma $ 40 . —
2. — Un negro llamado Antonio, de 50 años . . » 150 .
3. — Una negra, su mujer, de más de 30 años » 162. -
4. — Una negrita de pecho, hija de la ante-
rior » 77. -
5. — Otro hijo, de 14 años » 170. —
6.— Otra de 9 años » 180.-
102 HISTORIA DE SAN LUIS
7. — Una negra nombrada Gregoria, de 14
años § 290.—
8. — Una negrita nombrada Mercedes, de
3 años » 111.—
9. — Una negra nombrada Cecilia, de 30 años. » 290 . —
10. — Su hija Isabel, mulatilla, de 7 años. ...» 205. —
11. — Su hija Aniceta, mulatilla, de 8 años. . . » 160.—
12. — Su hij a Marcelina, mulatilla, de 5 años . . » 1 60 . —
13. — Un mulatillo nombrado Bernardo, de
12 años » 180.-
14. — Una negra nombrada Manuela Felipa,
de 13 años » 260.-
15. — Una mulatilla blanca nombrada Ja-
viera, de 5 años . » 250 . —
16. — Una negra nombrada Isidra, de 18
años » 280 . —
17. — Una negra nombrada Felipa, de 10
años » 200.—
18. — Una negra nombrada Rosa, de 24 años. » 210. —
19. — Su hija Joaquina, mulata, de 6 años . . » 165.—
20. — Una mulatilla nombrada Toribia, de
8 años » 100. —
21. — Una mulata nombrada Petrona, de más
de 50 años y enferma » 60 . —
22. — Una negra nombrada Juliana, de 16
años » 195 . —
23. — Una negra nombrada Rita, de 25 años,
demente » 50.—
24. — Un negro nombrado Teófilo, de 70
años, tuerto y ladrón » 32 . 4
25. — La mujer, mayor de 70 años y casi in-
servible » 32.4
26. — Una negra nombrada Emerenciana,
de 13 años » 270. —
27. — Una negra nombrada Úrsula, de 13
años » 200 . —
S 4.479.8
HISTORIA DE SAN LUIS 103
En cuanto a los extranjeros, les estaba prohibida la
entrada a las colonias y el comercio con ellas, sin haber
tenido carta de ciudadanía y «para esto era necesario
haber estado avecindado en España o en las Indias veinte
años continuos, diez de ellos en posesión de bienes raí-
ces por valor de 4.000 ducados, a lo menos, y casado con
mujer nacida en dominios de la Corona». Y aun los que
se colocaban en estas condiciones, estaban sometidos
a muchas restricciones y a una severa vigilancia que les
hacía difícil la existencia.
En un oficio remitido, en 1803 por el virrey a las
autoridades puritanas, les hace presente que «ha notado
la desaparición de Buenos Aires, de muchos extranjeros,
procedentes de las embarcaciones que, en virtud de un
especial permiso, han venido a comerciar en esa plaza,
y que de las averiguaciones practicadas, resulta que se
han internado en esa provincia y en otras del virreinato,
contra la expresa disposición de las leyes. En esta aten-
ción, prevengo a Ud. me pase relación de todos los ex-
presados extranjeros que se hayan introducido en el
distrito de su cargo y las licencias con que lo han veri-
ficado, obligándoles, desde luego, a regresar también
a esta capital a fin de hacerlos retirar de estos dominios,
según también se me encarga estrechamente por mi
misma carta acordada por el Supremo Consejo de In-
dias». A la sazón no había en San Luis sino un francés
y dos portugueses con el goce de la ciudadanía, y en toda
su jurisdicción no se pudo dar con ninguno de los com-
prendidos en la terminante orden del virrey.
3. — La Religión. — La religión católica alentó y sos-
tuvo la existencia de la vida colonial, penetrándolo
todo, desde la intimidad del hogar a las funciones pú-
blicas, y se impuso con los caracteres de un deber impe-
rativo, como que era base y sustento de la moral. El cura
y el confesor formaban parte integrante de la familia;
104 HISTORIA DE SAN LUIS
eran sus consejeros natos y guías obligados y de aquí
el extraordinario prestigio que tuvo el clero en el espí-
ritu sencillo de aquellos habitantes, máxime cuando
todo se esperaba de la divina providencia.
Era motivo del más legítimo orgullo tener un hijo
sacerdote o que una hija llegara a profesar de monja,
especie de sacerdotisa encargada de mantener encendi-
do el fuego sagrado de la fe. Entonces se podía descansar
tranquilo, pues ya había un ser querido, carne de nuestra
carne, y alma de nuestra alma, ocupado en rogar cons-
tantemente al cielo por la salvación eterna, grave asunto
de preocupación general que, como una pesadilla, gra-
vitaba sobre los espíritus sencillos y creyentes.
Las fiestas religiosas y las congregaciones, a que
era de buen tono pertenecer, contribuían, sin duda, a
suavizar las costumbres de aquellos rústicos conquis-
tadores y a fomentar la sociabilidad en las apartadas
poblaciones, aunque a menudo degenerase el culto,
entre las gentes ignorantes, en la idolatría y en la su-
perstición, tan contrarias al espíritu de la verdadera
y sana doctrina de Cristo.
A falta de sacerdote, el padre de familia reunía a
sus hijos y servidumbre para rezar el rosario y nove-
narios a los santos de su particular devoción, considera-
dos como los protectores del hogar.
Había sujetos más o menos hábiles para «labrar
santos de bulto» de las mejores maderas del país y, aun-
que su escultura dejara mucho que desear, desde el pun-
to de vista de la estética, ella suplía, a pesar de todo,
la necesidad de tener un santo, pues la fe y el amor
desbastaban las imperfecciones que le hubiere dejado
la torpe mano del artista. Pero, sucedió un día cual-
quiera, que una dama piadosa mandó, también, labrar
un santo para el oratorio de su estancia, el cual fué
bendecido y colocado en magnífico nicho, en medio de
una ceremonia religiosa concurrida y solemne. Sin em-
bargo, la servidumbre de la casa se obstinaba en no re-
zarle, y averiguada la causa resultó que no le rendían
HISTORIA DE SAX LUIS 105
culto porque lo habían conocido naranjo! Grave caso de
conciencia, que hubo de consultarse con las más altas
dignidades del clero local. Desde entonces, la perspi-
cacia sacerdotal tomó sus medidas para que, en lo suce-
sivo, no se «labrasen» Jos santos a la vista de las ingenuas
gentes; no fuera el diablo, — que en todo mete la cola,—
a tentar a otros a declarar que lo habían conocido que-
bracho o algarrobo. A partir de ese suceso comenzaron
a aparecerse los santos a aquellos felices habitantes de
la Punta.
Según la tradición, un indio ciego hachaba un espi-
nillo en el bosque de Renca, curato de Limache, en Chi-
le, cuando sintió su rostro salpicado por la goma o sa-
via del árbol. Arrojó el hacha y se puso a buscar a tien-
tas lo que le había causado aquella sensación rara, tro-
pezando con un pequeño Cristo en el hueco carcomido
del árbol que hería despiadadamente con su hacha. La
noticia de la milagrosa aparición cundió rápidamente en
todo Chile, afluyendo mucha gente para dar fe del prodigio.
Entonces, los más piadosos, resolvieron hacerlo conocer en
Cuyo y en Córdoba, poniéndose en marcha, a través de
la Cordillera, con el Cristo cargado sobre una mansa muía.
En cada población donde llegaba era colocado en la
iglesia y daba origen a grandes ceremonias religiosas,
al final de las cuales el Longino, que había recuperado
la vista, hacía una colecta de dinero para erigirle un
santuario. Al atravesar el río Conlara, camino a Córdoba,
la muía que cargaba la sagrada imagen se echó, al re-
pechar un alto, y de allí no hubo poder humano que la
hiciera levantar. Los creyentes interpretaron que allí
quería quedarse el Cristo y se pusieron a levantarle una
capilla allá por el año 1745.
Ese lugar tomó el nombre de Señor de Renca, que
ha conservado hasta ahora. En una de sus terribles
invasiones, los indios llegaron hasta asaltar esa villa y,
después de saquearla, buscaban con afán ese Señor y,
dando con él, lo sacaron a la plaza, lo lancearon, y por
fin lo degollaron, arrojando sus pedazos. En cuanto se
106
HISTORIA DE SAN LUIS
retiraron los invasores, cuéntase que los piadosos vecinos
recogieron los restos dispersos del amado y milagroso
Cristo, aunque en aquel doloroso trance no pudo sal-
varlos, y perfectamente reconstruido, lo lian conser-
vado hasta el presente, como una reliquia sagrada e
histórica.
El Señor de Renca
Cuando la invasión de 1834, encabezada por Yan-
quetruz, los indios penetraron en Renca, Santa Bárbara
y bajaron a Carolina, atraídos por la fama de sus minas
y de su comercio. Los vecinos pusieron a salvo el Señor
de Renca llevándolo a las Lagunas, partido ele Guzmán.
La pobre virgen del Carmen, de Carolina, no pudo es-'
HISTORIA DE SAN LUIS 107
capar al saqueo y al sacrilegio. La robaron las joyas
y la dieron de hachazos y puñaladas, conservando hasta
el presente las huellas bien marcadas de aquel acto de
barbarie inaudita. Pasado el peligro, el Cristo de Renca
regresó a su capilla. Allí lo hemos visitado últimamente
y examinado con gran atención. En la parte superior
de un trozo de espinillo de 1.50 metros de alto por 0.30
de grosor, aparece la imagen del Cristo de unos 0.30
centímetros, perfectamente conservada y admirable-
mente tallada. Es una verdadera joya de arte.
Su fiesta se celebra todos los años el 3 de mayo,
viniendo peregrinos de Chile, Cuyo y hasta de Córdoba,
adonde nuestro Cristo no quiso llegar para quedarse
con los buenos púntanos.
Otro Señor apareció en el lugar de La Quebrada,
a diez leguas al norte de la capital de San Luis, en uno
de los lugares más agrestes y pintorescos de la sierra.
Allí tiene su capilla, y sus fiestas son muy concurri-
das, yendo gente a pie, de largas distancias, para cum-
plir promesas.
Estos son los lugares de peregrinación de los creyen-
tes púntanos.
También, en esta época, fué célebre el San Antonio
de las Baigorria, que vivían en el Bajo y desde donde
se le llevaba en procesión a la iglesia, paseándosele por
las calles principales. Sus devotas eran, en gran parte,
las muchachas casaderas, y se cuentan por cientos los
milagros que hizo en favor del aumento de la población.
Todo el mundo sabe que el santo patrono de los
púntanos es San Luis, rey de Francia, cuya festividad
se celebra el 25 de agosto; sin embargo, el cura José
Quiroga de Sarmiento, consiguió del ilustre Cabildo,
se nombrara abogado de la ciudad a San Vicente Ferrer.
El espíritu del demonio se había apoderado de los fran-
ceses, encarnándose en los enciclopedistas y en otros
arietes del pasado, y era previsor alejar todo lo que pu-
diera tener origen en esa Francia hereje, quizá desti-
nada a ser maldecida de Dios y a desaparecer de entre
108 HISTORIA DE SAN LUIS
las naciones. Tales fueron las poderosas razones en que
el piadoso cura fundó su gestión, las cuales como se ve.
tuvieron el más completo éxito.
La cofradía del B osario.
Dijimos que era de buen tono, en las costumbres
coloniales, pertenecer a una hermandad religiosa. La
más importante de todas, por la calidad de las personas
y por haber sobrevivido hasta ahora, es la cofradía de
la Virgen del Rosario. Las reuniones tenían lugar en el
convento de Predicadores de Santa Catalina, fundado
por los dominicos. Estos religiosos tuvieron allí una jus-
ta influencia por sus bondades, verdaderamente cris-
tianas, y eran estimados por la población, lo que no su-
cedió con los jesuítas, como ya hemos dicho.
El prior de la comunidad, Fray Tomás Meneses,
supo sacar el mejor partido de aquella favorable cir-
cunstancia y, entre otras iniciativas, tuvo la de con-
gregar en el convento a los principales vecinos para fun-
dar la cofradía del Rosario en 1766. Según las cons-
tancias que se dejaron, asistieron D. Miguel Rafael de
Vilches, Ignacio Lucero, José Jerónimo Pérez Moreno,
Juan Ignacio Sarmiento, Martín Calderón, José Anto-
nio Lucero, Felipe Varas, Nicolás Palma, Juan José
Garro, Manuel de Salinas, José de Sosa, Sebastián Be-
cerra, Juan de Videla, Miguel Pedernera, Esteban Fer-
nández, Juan de la Rosa Varas, José Gregorio Páez, el
subprior Bernardo Zarate, el predicador general Fray
Simón Bustos de Lara y los lectores frailes Esteban de
Villegas, José Lontanilla y Antonio Jame. -
He aquí un documento curioso de la época, que re-
vela el estado de fortuna de los cofrades, pues muchos
de ellos no podían pagar en dinero los tres pesos anuales
ele la lismona que se les exigía:
«En esta ciudad de San Luis, a tres de octubre de
1768 años: Nos el R. P. Prior de este Convento de Pre-
dicadores v los señores veinte v cuatro de esta cofra-
HISTORIA DE SAN LUIS
109
día ele nuestra Madre y Señora del Rosario, estando
juntos en esta santa Iglesia acordamos: Que en atención
a no ser posible a muchos de dichos señores contribuir
con dinero corriente la limosna de los tres pesos que se
aplican al convento, se halla por conveniente que los
dichos señores, por falta de dinero, hayan de pagar en
géneros de campaña a lo corriente u otro cualquiera
efecto, y para que conste, lo firmamos: Fray Tomás
M enes es Prior.»
La diligencia
Como se ve, a falta de dinero podía abonarse la li-
mosna en «géneros de campaña» y entre estos «géneros»
los más preferidos por los R. P., eran los «terneros»,
que se remitían a la estancia de Nogolí, para sostener
el convento y el decoro del culto. También se autori-
zaba a un «hermano» cualquiera para que recogiera esa
limosna, y éste, a su vez, confiaba la misión o «arrenda-
ba el negocio» a algún paisano que, caballero en un asno,
con grandes árganas, recorría la ciudad y la campaña,
llevando una pequeña virgen de plata, sostenida en un
110 HISTORIA DE SAN LUIS
mango de madera y rodeada por nardos, junquillos y
otras flores de los jardines locales. Siempre la colecta
daba buenos resultados, pues se recibía cuanto pudiera
utilizarse para comer o cambiar por moneda sonante y
corriente.
Por fin, cada año, los cofrades, por turno, costeaban
los gastos de la fiesta celebrada en honor de la Virgen.
Estos actos religiosos eran a la vez fiestas de la con-
fraternidad, pues daban motivos para estrechar vínculos
amistosos y para acortar las distancias que separaban
a las clases sociales.
Durante la época colonial, y aun después, han for-
mado parte de la cofradía del Kosario, casi todos los
hombres de alguna figuración en la modesta capital
puntana.
4. — Renta, Industria y Comercio. — Las rentas rea-
les se formaban con la quinta parte del producido de las
minas; con el impuesto de «alcabala», que era un gra-
vamen de 4 a 20 por ciento sobre todo lo que se vendía;
con el tributo de los indios; con la «media anata» equi-
val ent 3 a la mitad del salario anual de todo empleado
público; con la venta de oficios; con el monopolio del
estanco del tabaco, naipes, solimán, azogue y sal; con la
mesada eclesiástica o «dos novenos», pagados por el
clero en cambio de sus privilegios; en otras partes se
cobraban, además, los derechos de aduana con todos
sus apéndices. Estas rentas eran administradas por un
subdelegado o ministro de la real hacienda.
Cuando la creación de las intendencias, se dispuso
que estos recursos, separada la parte del rey, se apli-
caran al fomento local; pero, fueron siempre tan exiguos,
que sólo alcanzaron para abonar el escaso sueldo de las
milicias de frontera.
La industria madre, fué la crianza de ganados y la
utilización de sus productos, principalmente las pieles
y la lana.
HISTORIA DE SAN LUIS
111
La curtiduría tuvo bastante importancia, empleán-
dose, para curtir, la cascara del molle por su riqueza
en tanino. La fábrica de cordobanes y de suelas pudo
competir con las mejores del virreinato.
La industria textil elaboraba el picote o pañete,
ponchos, frazadas, «chuces» o alfombras y gran cantidad
de tejidos de aguja, muy estimables.
La agricultura se limitaba a la siembra de pequeñas
extensiones de maíz y trigo. La cosecha de éste daba
Tropa de carretas
lugar a las pintorescas escenas de la «trilla», donde el
paisanaje de la comarca se reunía para lucir las habi-
lidades de sus buenos jinetes. Para moler los granos
había un molino en la ciudad, y en la campaña se emplea-
ban las conanas o morteros de piedra, de época muy
primitiva.
Con las buenas maderas de la región se construían
algunos muebles toscos, pero útiles, y se fabricaban las
famosas carretas sin emplear ni un clavo de hierro, y
sin embargo, esas carretas hacían largos viajes al litoral,
112 HISTORIA DE SAN LUIS
transportando, por malos caminos, hasta 300 arrobas
de mercaderías.
Finalmente, la industria minera, que vino a desper-
tar la actividad de los pobladores, aunque su explotación
era bastante rudimentaria.
A su amparo se desarrolló, aunque en pequeña es-
cala, la fundición de metales preciosos, y las artes de
la platería encontraron estímulos entre los orfebres
púntanos.
El principal artículo de comercio fué la exportación
de ganadería a Chile.
A fines del siglo xviii se calculaba en 80.000 pesos
fuertes el importe de las ventas de ganados vacunos,
caballar y mular, quedando siempre un excedente de
un 5 % sobre la importación. Esta consistía en merca-
derías generales y harina que se traían de Chile; en vinos,
aguardiente, miel, cera, pasas de uva y tabletas, de Men-
doza y San -Juan. Los medios de transporte eran, como
hemos dicho, las carretas a bueyes o castillos, como allí
se les llamaba, y las tropas de arrias. Estas tropas es-
taban organizadas militarmente, bajo el mando del ca-
pataz, que ejercía una autoridad absoluta; tenían su
táctica especial para defenderse contra los ataques del
indio, que consistía en formar cuadro y en encerrar den-
tro al ganado. Cuando las carretas tenían tiempo de hacer
estas maniobras, la defensa no ofrecía mayores riesgos;
en cuanto a las tropas de muías, era fácil desviarlas
del camino, internándolas en la espesura del monte o en
las fragosidades de la sierra, donde el «bagual» que mon-
taba el indio, adaptado al terreno blando y guadaloso, no
podía penetrar sin inutilizarse. Así, pues, el «tropero» era un
hombre listo, enérgico, valiente, baqueano y siempre
advertido ante el peligro.
Los pasajeros seguían, con frecuencia, de cerca es-
tas tropas, en una época en la cual nadie se preocupaba
tanto de la rapidez del viaje como de la seguridad de la
vida. En todo el trayecto del camino existían postas y
dormidas defendidas con su cerco de palo a pique y bue-
HISTORIA DE SAN LUIS
113
114 HISTORIA DE SAN LUIS
nos corrales, siendo el «maestro ele posta» un cargo hon-
roso y apetecido por los prestigios que daba en la comar-
ca. A menudo, ese puesto era desempeñado por algún
ex oficial de milicias o algún hombre de probado valor
y de responsabilidad.
o. — La escuela de primeras letras. — Hemos dicho que
los dominicos tenían, en su convento, una escuela donde
enseñaban los rudimentos de la lectura y escritura a
unos pocos niños pobres. Recién en 1783 se fundó la
primera escuela pública y fué su primer director el respe-
table vecino D. Miguel Rafael de Vilches, a quien el
Cabildo le asignó la suma de 200 pesos anuales, los cua-
les muy tarde o nunca se pagaban por falta de numerario.
Sin embargo, el maestro no abandonó su puesto, en el
empeñoso afán de enseñar a leer a los hijos del pueblo,
hasta que fué reemplazado en esa noble tarea por don
Juan Laconcha y su hijo Juan Plácido, con el cargo de
«pasante». La escuela marchaba bien y se veía concurri-
da debido al celo paternal del señor Laconcha, cuando,
a fines de 1794, le sorprendió la muerte en el desempeño
de su apostolado. La Junta Municipal sacó, entonces, a
concurso el puesto de maestro, obteniéndole el pasante
D. Juan Plácido, no obstante lo cual, el Cabildo no se
dio por aludido de esa circunstancia, cometiendo la ar-
bitrariedad de mandar fijar nuevos edictos para proveer
el cargo.
De este proceder incorrecto elevó queja ante Sobre-
monte la madre de D. Plácido, señora Ventura Báez de
Quiroga de Laconcha, siendo debidamente atendida por
el gobernador intendente, quien se dirigió al Cabildo
haciéndole presente el agravio que se había inferido
a D. Plácido y el desprecio al mérito de cuatro años y
ocho meses que el referido había contraído sirviendo
de pasante en la escuela dirigida por su padre.
En consecuencia, ordenaba se le respetase en su
puesto e informara sobre los motivos que había tenido
HISTORTA DE SAN LUIS 115
para proceder de ese modo. Parece que la cuestión no
tuvo otra transcendencia; pues el maestro, D. Plácido,
continuó tranquilamente en ese cargo hasta 1799. En
esta fecha se vio obligado a ausentarse a Mendoza, de-
signándose en su reemplazo al sacerdote D. Francisco
Borjas Poblete. A los seis meses regresó D. Plácido y la
Junta Municipal dispuso la continuación en su empleo.
El P. Poblete se opuso tenazmente y se negó a entregar
la escuela, dando como fundamento serio, la real orden
que disponía que para todas las escuelas o clases
de enseñanza, fueran designados clérigos donde los
hubiera, con preferencia a los seglares, y por último
formulaba serios cargos contra la moralidad del maestro.
De su escrito, oponiéndose, se dio vista a D. Plácido quien
se despachó a gusto, aunque con suma mesura, al refutar,
uno por uno, los fundamentos de Poblete y levantó los
cargos, apelando al testimonio de los padres de sus dis-
cípulos y del vecindario en general.
Al fin, el subdelegado D. Juan de Videla falló esta
enojosa querella, que tenía apasionado al vecindario
y a los frailes, en estos términos:
«Visto lo alegado por las partes y el ningún derecho
del citado presbítero, según la carta orden de la muy
ilustre Junta Provincial de la Capital de Buenos Aires,
con fecha 9 de diciembre de 1778 en que se sirve comu-
nicar a esta Junta Municipal que el maestro de esta ca-
tegoría haya de ser, precisamente secular, y no adminis-
trada por regulares; en cuya consecuencia debía de man-
dar y mando que el citado D. Francisco Poblete, sin
súplica ni pretexto alguno, quien ha estado interina-
mente de maestro de dicha cátedra desde el día 6 de fe-
brero de este año, la entregue al citado D. Juan Plácido
en día 1.° de julio venidero, con el apercibimiento que,
de lo contrario, será despojado y, para otros resultados,
mandará a este juzgado el día 30 de este mes, las llaves
del cuarto donde se encuentra la enseñanza.»
No obstante la terminante comunicación, el P. Po-
blete, que era un hombre terco y violento, al ser noti-
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ficado, dijo que no entregaba las llaves ni la escuela.
Intercedió el señor vicario Daval y el notario eclesiás-
tico, don Esteban Serra, para que el reverendo padre
se sometiera y cumpliera la orden del señor subdelegado,
pero el P. Poblete se limitó a pedirles disculpa por no
poder obedecerles. Entonces, el mismo juez Videla fué
en persona y lo expulsó de la escuela, constatando que
sólo tenía ocho niños, pues todos los demás habían sa-
lido por el mal genio del maestro y por las severas y
crueles disciplinas que aplicaba a sus discípulos, aun tra-
tándose ele leves faltas.
La enérgica actitud ele la autoridad civil produjo
un escándalo mayúsculo, haciendo causa común con el
P. Poblete, los frailes de Santo Domingo y las beatas;
pero, la presencia sucesiva de las mismas autoridades
y el buen tino del maestro D. Plácido, hicieron que pron-
to se disipara la borrasca que amenazaba convulsionar
la pacífica población.
El asunto terminó obligando a la Junta Municipal
de Temporalidades a dictar un reglamento para el buen
gobierno de la escuela, previa confirmación del maestro
Laconcha con la «congrua» que se le había asegurado
en 200 pesos anuales, los cuales esta vez se proponían
pagar en sonante numerario. He aquí las principales
disposiciones del reglamento escolar:
1.° Que el maestro preste obediencia y acatamiento
a los miembros del Ilustre Cabildo, cuando visiten la
escuela para darse cuenta del adelanto de los niños y la
manera cómo se cumplen estas reglas.
2.° Que todos los días vaya el maestro con los niños
a misa y que canten el sábado.
3.° Que cuando salgan los niños de la escuela vayan
con juiciosa modestia y cortesía con los mayores.
4.° Que se les haya de documentar no sólo en leer
y escribir sino versándoles en las cuatro reglas de la arit-
mética y el ayudar a misa.
o.° Que, siempre que toquen a sacramento, el maes-
tro salga con sus niños, acompañando en tan piadoso
HISTORIA DE SAN LUIS 1 1 7
ejercicio y que, rezando hasta regresar a la iglesia, va-
yan con toda reverente modestia y devoción.
6.° Que el maestro no pueda emplearse en otro mi-
nisterio que se oponga a la forzosa asistencia que debe
practicar en su escuela, y si tuviese algún legitimo im-
pedimento, que avise al Cabildo para nombrar el subs-
tituto.
7.° Que por ningún modo se intervenga en ser apode-
rado en los litigios particulares, de modo que le pertur-
ben su asistencia o su obligación, y sólo en caso que este
Cabildo o algún individuo lo llame para que escriba por
defecto de otro, alguna providencia, pagándole su tra-
bajo, lo podia hacer.
El Cabildo era tan celoso de las prácticas religiosas
que, en 1807, expulsó de la escuela y de la ciudad al
maestro D. Miguel Lamarca por ser «hombre de pluma»
y no llevar a misa a sus discípulos. Fué reemplazado por
D. Salvador Martinilla, a quien se le fijó cuatro reales
al mes por cada alumno; con la obligación expresa de
hacerles oir y ayudar a decir misa todos los días.
El único libro que circulaba en la escuela era «El
niño instruido por la Divina Palabra», obra del fraile
carmelita Manuel de San José.
Por otra parte, el Tribunal de la Inquisición y los
curas, ejercían una rigurosa vigilancia en las ideas y en
los escasos libros que se introducían, libros exclusiva-
mente de prácticas religiosas, cuya venta en A.mérica
tenía monopolizada el convento del Escorial.
Y por entonces, y aun mucho después, no hubo allí
otra clase de instrucción que la muy rudimentaria de
aquel tipo de escuelita de primeras letras.
Tales fueron los primeros pasos de la escuela pun-
tana. Nacía suscitando conflictos y controversias entre
las dos tendencias que se disputaban el privilegio de di-
rigir la enseñanza pública, aunque siempre sometida
a las ideas absolutas de aquellos obscuros tiempos del
régimen colonial.
HISTORIA DE SAN LUIS 119
CAPITULO V
SUMARIO: 1. — Precursores de la independencia nacional. — Jura
de Fernando VIL — La revolución de Mayo. 2. — Patriótica ac-
titud del Cabildo puntano. — Nombramiento de su primer di-
putado.— Destitución del comandante español Ximénez In-
guanzo. 3. — Primer contingente. — Contribución patriótica. — ■
Rivalidades locales. 4. — El triunvirato. — Jura del Estatuto
Provisional. — Creación del cargo de Teniente Gobernador. — ■
Destierro de Poblet. — La victoria de Tucumán.
1. — Las invasiones inglesas, independientemente de
la oportunidad que brindaron al pueblo de Buenos Aires
para revelarse a sí mismo, tuvieron la bondad de sem-
brar ideas nuevas, en sus declaraciones y propaganda,
sobre el aventajado sistema de la colonización inglesa
a base de la libertad civil y política de que gozaba la
misma metrópoli. El ilustre historiador Mitre, dice:
«Los ingleses, vencidos por las armas, habían operado
por su fuerza moral la conquista de los espíritus, antes
que la conciencia pública se diera cuenta de la transfor-
mación y su consecuencia».
La semilla fecunda de la libertad y de la indepen-
dencia había sido arrojada en tierra fértil para esos gran-
des ideales de los pueblos modernos, y tan luego en el
preciso momento en que los vínculos con España estaban
relajados.
La perspectiva de un nuevo horizonte se diseñaba
en la vida colonial como una vaga esperanza. El primer
paso estaba dado con la destitución del virrey Sobre-
monte y la imposición de Liniers, aclamado como jefe
del pueblo. Lo demás era cuestión de tiempo y de opor-
tunidad. Pasado el peligro común comenzaron a acentuar-
se dos tendencias antagónicas, apoyadas respectivamente
120 HISTORIA DE SAN LUIS
en los cuerpos de Patricios y Arribeños y en los bata-
llones españoles, que habían concurrido a la reconquista
y defensa de Buenos Aires. En tal situación, llegó la no-
ticia de haber abdicado el trono Carlos IV, de que su hijo
Fernando estaba cautivo y que Napoleón había hecho
proclamar a su hermano, José Bonaparte, rey de España.
Estas graves y sensacionales noticias se encargó de di-
vulgarlas en el Río de la Plata, el mismo Emperador de
los franceses, por intermedio de un enviado especial.
Los españoles concibieron, entonces, el plan de suceder
en América al monarca cautivo, mientras los criollos
aspiraban a formar un gobierno propio, independiente-
mente de la madre patria.
La América era un feudo del rey de España y los
americanos habían jurado obediencia al monarca; pero
cautivo éste, debían organizarse para conservarle su
dominio hasta que recuperase su libertad. Por otra parte,
conquistada la España por los franceses, las colonias
americanas no debían en ningún caso seguir su destino.
Estas reflexiones eran un paso más hacia el acariciado
propósito de la independencia.
Finalmente, al agente francés se le contestó, en agos-
to, con la proclamación de Fernando VII, como rey de
España y sus colonias, lo que revelaba el firme propósito
de no reconocer la dinastía napoleónica. En San Luis
se dispuso la proclamación y jura de Fernando para el
día 8 de octubre. A la mañana, muy temprano, el repi-
que de las campanas y las salvas de la guarnición anun-
ciaban al pueblo el advenimiento de su nuevo amo.
Congregadas las autoridades y vecinos en el Cabildo y
en la plaza, se sacó el estandarte real, dirigiéndose en
columna al templo para implorar al cielo que el católi-
co monarca volviera pronto a sentarse en el trono de sus
augustos antecesores. Después de los oficios divinos
continuaron las salvas y las delirantes aclamaciones del
pueblo.
La fórmula habitual para las juras reales era levan-
tar en la plaza un tablado al cual subían las autoridades,
HISTORIA DE SAN LUIS 121
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122 HISTORIA DE SAN LUIS
el alférez real, portador del estandarte de la conquis-
ta, y los cuatro reyes de armas que lo escoltaban. El
decano del Cabildo exclamaba en voz alta por tres veces,
silencio y otras tantas, oid: entonces el alférez real, en
cada ángulo del tablado, decía: Castilla y las Indias,
por don Fernando VII, nuestro Señor que Dios guarde,
Viva! y todos los presentes debían contestar ¡Viva!
Concluida esta ceremonia se tremolaba el estandarte,
continuaban las salvas y las fiestas populares, que con-
sistían en luminarias, algún sarao en el Cabildo y juegos
de cañas.
Mientras tanto, los patriotas de Buenos Aires con-
tinuaban trabajando en secreto, en favor de su causa,
a la vez que los españoles afanábanse por restablecer
su perdido prestigio. Al efecto, se propusieron eliminar
a Liniers y mandaron emisarios a Elío que estaba a)
frente de la plaza de Montevideo, y a España para intri-
garle y pedir su separación.
Elío. de acuerdo con el procedimiento, desconoció
la autoridad de Liniers, como virrey, y sustrajo a su obe-
diencia la plaza fuerte de Montevideo.
Con motivo de la renovación del Cabildo el 1.° de
enero de 1809, los españoles se preparaban a dar un golpe
definitivo en la capital. Una pueblada que recibía las
inspiraciones de Alzaga y de otros jefes del partido es-
pañol, se presentó delante del fuerte dando voces de:
«¡abajo el francés Liniers!» Luego se acercó una dele-
gación, de la que el mismo obispo formaba parte, a
hacerle presente los graves peligros de la situación y la
necesidad de eliminarse para evitar un inútil derrama-
miento de sangre. Liniers, decidido a dar pruebas de
lealtad al sistema español, había resuelto ceder. Al efec-
to se labraba un acta de su dimisión cuando se presentó
el comandante de Patricios, don Cornelio Saavedra, e
impuesto de la actitud de Liniers, manifestó no ser exac-
to que el pueblo exigiera su renuncia, e invitándole a
presentarse en los balcones del fuerte, fué aclamado con
entusiasmo por la multitud, mientras el oficial Chiclana
HTSTORTA DE SAN LUIS 123
arrebataba el acta y ]a hacía pedazos. En seguida los
cuerpos de Patricios, que estaban listos para entrar en
acción, con su sola presencia desbarataron el plan de los
amotinados. Los jefes principales del movimiento fueron
deportados a Patagones, a donde Elío mandó una nave
que los condujo a Montevideo.
Mientras tanto la Junta Central de España había
reemplazado a Liniers con don Baltasar Hidalgo de Cis-
neros, quien venía, según su propia declaración, a con-
ciliar las dos tendencias antagónicas.
Los españoles celebraron el suceso como un triunfo
de su causa, cuando ya la revolución se había operado
en las ideas y sólo se esperaba el momento propicio para
exteriorizarla en los hechos.
A mediados de mayo, se supo en Buenos Aires que
los franceses se habían apoderado de la Península y que
la Junta Central, disuelta y sin autoridad, se había re-
fugiado en la isla de León. La hora solemne había lle-
gado, al fin, y los patriotas repetían sin reserva: ¡España
ha caducado! ¡La autoridad del virrey también ha ca-
ducado!
Cisneros vio venírsele encima la tempestad, y sin
fuerzas ni apoyo en la opinión, expidió una proclama in-
vitando a la concordia e invocando la lealtad del pueblo
para evitar, según decía, los terribles males de la anar-
quía. Entonces, Belgrano y Saavedra se presentaron
al alcalde de l.er voto pidiéndole convocara un Cabildo
Abierto para que el pueblo resolviera la actitud que le
correspondía, en tan difícil situación. Comunicado es-
te propósito a Cisneros, éste se empeñaba en convencer
a todos que la España no estaba perdida y que los pue-
blos de América estaban igualmente seguros bajo el
gobierno de sus virreyes. Inútiles fueron sus razona-
mientos, y antes de resolver su actitud en esta emergen-
cia, quiso conocer la opinión de los jefes militares y pron-
to se convenció de que no podía contar con su apoyo.
Decidido, a la fuerza, a permitir la convocación del Ca-
bildo Abierto aun pretendió sacar partido de las circuns-
124 HISTORIA DE SAN LUIS
tancias. Invitados los vecinos más caracterizados, éstos se
reunieron el 22 de mayo y dejaron claramente estable-
cida la fórmula de la revolución en estos términos:
«La España ha caducado en su poder para con la
América, y con ella, las autoridades que son su emanación.
Al pueblo corresponde reasumir la soberanía del monar-
ca e instituir, en representación suya, un gobierno que
vele por su seguridad.»
Votada esta fórmula, se delegó en el Cabildo la
facultad de elegir la Junta que debía reemplazar al
virrey.
El Cabildo no respondió a la confianza ni a los an-
helos del momento, pues aunque constituyó la Junta,
dejaba como su presidente al mismo Cisneros. Los pa-
triotas que formaban parte de ella se separaron en el
acto y el pueblo asumió, entonces, una actitud decidi-
damente enérgica y radical.
El 25 de mayo amaneció en la plaza una multitud
entusiasta que llevaba como distintivo una cinta celes-
te y blanca, presentándose al Cabildo para que tomara
en cuenta la renuncia de Cisneros. Mientras se delibe-
raba, penetró una delegación en el recinto del Cabildo
diciendo: «El pueblo quiere saber de qué se trata».
Acto continuo se formuló una lista para constituir
la Junta, en la cual figuraban Saavedra, Castelli, Bel-
grano, Passo, Azcuénaga, Matheu, Alberti, Larrea y
Moreno, declarando que el pueblo había reasumido la
soberanía delegada en el Cabildo.
Lma aclamación delirante saludó al nuevo gobierno.
La revolución había triunfado sin violencia y sin sangre,
por la gravitación natural de los acontecimientos.
La Junta se instaló en la Fortaleza a nombre de
Fernando VII, y, previo juramento de sus miembros,
entró a deliberar sobre los graves deberes del momento,
inter se reunía el Congreso de diputados de las otras
provincias del virreinato.
Simultáneamente con la instalación de este gobierno
patrio, se sintieron en Montevideo, Córdoba y en Alto
HISTORIA DE SAN LUIS 125
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126
HISTORIA DE SAN LUIS
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HISTORIA DE SAN LUIS 127
Perú, los síntomas de la reacción netamente española,
sostenedora del régimen depuesto.
Era urgente neutralizar, por una acción rápida y
eficaz, los grandes peligros que amenazaban al nuevo
gobierno. Al efecto, la Junta dirigió una circular a todas
las ciudades del virreinato exponiéndoles los antece-
dentes de la situación creada por los adversos sucesos
de la Metrópoli, y la necesidad en que se había visto el
pueblo de reasumir sus derechos originarios para conser-
var íntegramente estos vastos dominios al rey Fernando
VII; así como manifestaba ocuparse, con el mayor es-
fuerzo, en mantener la unión de los pueblos y en consul-
tar la tranquilidad y seguridad individual, tal cual ha-
bía sucedido en Buenos Aires. Pedía se enviaran a la
brevedad posible los diputados que debían incorporár-
sele, como vocales, y anunciaba que, para mantener el
orden y proteger la libre elección de los legítimos repre-
sentantes del pueblo, se mandaba una expedición al in-
terior.
2. — El Cabildo de San Luis contestó a la Junta el
13 de junio (*) haciendo manifestación de estar en un todo
conforme con las miras del nuevo gobierno y que proce-
dería, a la brevedad posible, a convocar al vecindario
para la elección de su diputado.
Simultáneamente con la circular de la Junta, el Ca-
bildo puntano recibía una nota del gobernador inten-
dente de Córdoba, Gutiérrez de la Concha, concebida
en estos términos: «Anoche llegó el correo ordinario de
Buenos Aires y se confirmaron las noticias privadas que
ya tenía este gobierno de que, contra las ideas de su
mismo Excmo. Cabildo y del vecindario honrado, se
había depuesto al virrey y creado, abusivamente, una
Junta para el superior gobierno del virreinato, sin más
i1) Dentro de la actual República Argentina, después de Concepción
del Uruguay, fué San Luis la primera que reconoció la Junta de Buenos
Aires.
128 HISTORIA DE SAX LUIS
autoridad que la fuerza, y aunque no dudaba el partido
que debía tomar este gobierno para sostener el buen
orden y las legítimas autoridades, llamó en la misma
liora a la casa de mi habitación a las primeras de esta
ciudad, y entre ellas al Excmo. señor don Santiago Li-
niers y al limo, señor Obispo y tuve la complacencia
de que con la mayor energía se decidieran por la legítima
autoridad.»
Manifiesta en seguida la acendrada lealtad del ve-
cindario de Montevideo, del de Córdoba y Salta y reco-
mienda al Cabildo tenga el mayor cuidado en sostener
el orden y en obedecer, exclusivamente, la legítima auto-
ridad, dando inmediato aviso de cuanto ocurriese para
tomar las medidas tendientes al mejor servicio.
El más grave conflicto suscitó esta nota en el ánimo
de los cabildantes, y después de muchas cavilaciones,
los más animosos aconsejaron se diera cuenta al gober-
nador de las comunicaciones recibidas ele la Junta y
del Cabildo de Buenos Aires y se procediese a contestarle
con cierta cautela, evitando no comprometer opinio-
nes categóricas al respecto.
Al efecto, se sacaron copias para ser remitidas a
Córdoba y en la adjunta nota se dejaba entrever que es-
taban lejos de oponerse a las tendencias de la Junta por-
teña. Sin embargo, se expresaba a la vez el sentimiento
que le causaba los sucesos adversos de la Península, las
discordias de nuestras provincias, y concluía por rei-
terar, hábilmente, su adhesión al monarca y a las autori-
dades depositarías de sus augustos derechos.
ínter se esperaba la respuesta de Córdoba, los patrio-
tas seguían agitando la opinión y preparaban el am-
biente para elegir oportunamente un diputado, legítimo
representante de las nuevas tendencias.
El gobernador intendente contestó remitiendo co-
pia de las actas labradas por el Cabildo de Córdoba,
con fecha 6 y 8 de junio, para responder a las comunica-
ciones de Buenos Aires, declarándose partidario de que
las cosas quedasen como estaban, mientras se consulta-
HISTORIA DE SAN LUIS 129
sen y uniformasen las ideas de todos los pueblos del vi-
rreinato y del Perú, y esto en el caso de que en la Península
no hubiese legítimos representantes de la autoridad su-
prema, y en consecuencia, manifestábase contrario a la
expedición anunciada, por creerla innecesaria al público
sosiego. Fundado en estas razones, el gobernador orde-
naba al Cabildo de San Luis arreglase su conducta y
contestaciones a las del Cabildo de Córdoba, en obsequio
a la inalterable fidelidad de esa provincia.
Pero, ya el Cabildo puntano se había decidido por
la Junta de Buenos Aires y empeñado solemnemente su
palabra de elegir su diputado. Era imposible retroceder,
sin menoscabo de su entereza moral, y apresuró la con-
vocación del vecindario, el cual procedió a la elección
de su representante el 30 ele junio, en la persona del
alcalde de l.er voto, don Marcelino Poblet.
Tales actos equivalían a un definitivo rompimiento
con la autoridad del gobernador intendente de Córdoba,
para seguir el destino de la junta de Buenos Aires, como
lo evidencia también el siguiente documento que se pasó
al comandante de armas, don José Ximénez Inguanzo:
«Ha llegado a noticia de este Ayuntamiento que el se-
ñor gobernador intendente, reincidiendo en las ideas
de oponerse a las disposiciones de la Excma. Junta Gu-
bernativa de la Capital de Buenos Aires, a quien niega
el obedecimiento, solicitando reunirse para ello con
este pueblo, y que igualmente le ordena a Ud. marche
para Córdoba a la mayor brevedad con toda la gente de
armas de esta ciudad y su jurisdicción. En cuya virtud,
y siendo estas ideas en todo opuestas y delincuentes a
las de la otra capital que debemos obedecer ciegamente,
esperamos que Ud. no contribuya con el más mínimo
auxilio para estos casos, sin anuencia nuestra y con la
armonía que corresponde a un buen patriota, en obse-
quio de la tranquilidad pública, advertido que, de lo
contrario, tomará este Ayuntamiento con su vecindario,
las más severas providencias.»
130 HTSTORTA DE SAX LUIS
«Dios guarde a Ud. m.s a.s San Luis, julio 1.° de 1810.
Marcelino Poblet. — Agustín Palma. — Alejandro de
Quiroga. — Gerónimo L. Quiroga. — José Romualdo Or-
tiz. — Licenciado, Santiago Funes.»
Esta enérgica actitud del Cabildo era apoyada por
los capitanes del regimiento de voluntarios Juan Basi-
lio Garro, Matías Sancho, Blas de Yidela, Francisco de
Paula y Francisco Vicente Lucio Lucero, y por otros
oficiales subalternos, nativos de la provincia. Así fué
cómo la autoridad del comandante de armas quedó neu-
tralizada y, además, no era el hombre indicado para do-
minar una situación como aquélla.
El comandante Ximénez Inguanzo, imposibilitado
de poder hacer otra cosa, se limitó a dar cuenta de la
resolución del Cabildo y a enviar copia de su nota conmi-
natoria.
El gobernador Gutiérrez de la Concha, igualmente
impotente para hacer cumplir sus órdenes, pasó otra nota
responsabilizando con sus personas y bienes a los cabil-
dantes por los daños y perjuicios que pudieran ocasionar
con su extraña y delincuente oposición, y advirtiéndoles
haber reiterado la orden al comandante para que cumpla
las instrucciones recibidas, usando de la fuerza en caso
necesario.
A fin de impresionar sus ánimos, termina haciéndo-
les presente que le remiten auxilios de la imperial villa
de Potosí así como que los espera de Salta, en apoyo de
su causa, imitando la lealtad de Córdoba.
Esta nueva comunicación fué contestada con la
orden a los oficiales adictos, de no permitir al comandan-
te la entrada al cuartel de voluntarios, y de observar
estrictamente sus manejos. Ximénez Inguanzo, sin medios
para hacer efectiva su autoridad y temeroso de una agre-
sión a su persona, desapareció de San Luis.
Al mismo tiempo que el Cabildo tomaba tan ex-
trema resolución, despachó un enviado al Cabildo de
Mendoza imponiéndole de estos antecedentes y pidién-
dole auxilios para el caso de que se mandaran tropas de
HISTORIA DE SAN LUIS 131
Córdoba a someterlos. El Cabildo mendocino contestó
en el acto calificando de arbitraria la conducta del go-
bernador de Córdoba, y agregando textualmente: Esta-
mos decididos y no habrá cosa que nos haga variar de ideas:
en este concepto debe contar U. S. con todos los socorros que
pendan de este Cabildo.
El pueblo de Mendoza después de aplastar la tenta-
tiva de la reacción realista, que hubo de poner en peli-
gro su libertad, estrechó relaciones con San Juan y, ahora
se le brindaba la ocasión de concurrir en auxilio de San
Luis. Cuyo, siempre a la vanguardia de las ideas libera-
les y de los anhelos patrióticos, iba a interponerse, tam-
bién, entre Chile y los españoles de Córdoba, para evitar
toda comunicación que pudiera perjudicar la estabili-
dad de la Junta de Buenos Aires.
El patriota, teniente coronel de Arribeños, D. Juan
Bautista Morón, había traído importantes instruccio-
nes de la Junta, y, entre otras, la de evitar toda comu-
nicación entre Córdoba y Mendoza. En su cumplimiento,
detuvo en la posta del Morro, al enviado del gobernador
de Córdoba, D. Roque Molina, y le substrajo la corres-
pondencia que conducía. Gutiérrez de la Concha reclamó
al Cabildo puntano la inmediata devolución de esa co-
rrespondencia, amenazándole, si se negaba a su pedido,
con los importantes refuerzos que le traía del Alto Pe-
rú D. Francisco de Paula Saénz.
El Cabildo le pasó un ultimátum previniéndole «que
no se detenía por el momento a refutar la falta de razón
y justicia de sus amenazas y que había recibido instruccio-
nes de la Junta de Buenos Aires para tratarlo como un
enemigo declarado del Estado, actitud que estaba de-
cidido a mantener con toda energía». En seguida, mandó
publicar en la campaña la nota de la Junta acerca de las
circulares del gobernador de Córdoba a quien llama
«imprudente», «abrigando la esperanza de que nadie
se prestará a su criminal seducción, indiferente a los
riesgos interiores y exteriores que nos amenazan». Esta
nota, v la contestación del Cabildo, la hicieron conocer
132 HISTORIA DE SAN LUIS
en Renca y Piedra Blanca, D. José Domingo Arias, y
en Punta de Agua, D. Martín Plácido del Río, dos adic-
tos y vigilantes patriotas, mandados de avanzada sobre
la frontera cordobesa. Finalmente, el Cabildo pidió a la
Junta el reemplazo del comandante de armas Ximénez
Inguanzo, el cual fue acordado en atención a sus «acha-
ques y dilatados servicios», designándose, para substi-
tuirle, al capitán D. Francisco Vicente L. Lucero, quien
se excusó por carecer de las condiciones militares del
cargo. Encontrándose aceptables los fundamentos de
su renuncia, fué reemplazado por el capitán más anti-
guo del regimiento de voluntarios, D. Juan Basilio Ga-
rro y como segundo D. Matías Sancho. Bajo el comando
del capitán (Tarro, se reorganizaron las milicias locales
y se destacaron algunas fuerzas de observación sobre la
frontera de Córdoba por donde se esperaba el ataque de
los realistas.
La marcha rápida de Ortiz de Ocampo sobre Cór-
doba, impidió a los españoles destacar fuerzas para ir
a sofocar los rebeldes y hacer efectivas las amenazas
contra los patriotas púntanos. La tarea no hubiera sido
tan fácil, pues, sus milicias y su vecindario estaban pre-
parados para recibirlos y, además, podían contar con
los auxilios prometidos de Mendoza y San Juan.
Es lástima que no se les presentara a aquellos valien-
tes púntanos, tan recomendados en la defensa de Bue-
nos Aires, la oportunidad de agregar, entonces, un lau-
rel más a los conquistados contra los ingleses, para de-
positarlos ahora en el altar de esa nueva diosa de su
culto cívico: La Patria.
3. — Los elementos bélicos reunidos en San Luis
fueron a incorporarse a la columna de Ortiz de Ocampo y
después de la fácil campaña sobre Córdoba, entre los pri-
sioneros conducidos a Buenos Aires, encontrábase el
ex comandante Ximénez Inguanzo, último representante
del gobierno español en San Luis.
HISTORIA DE SAN LUIS 133
Hombre ya anciano y vinculado por los lazos de la
familia a la sociabilidad puntana, no hay ningún cargo
que hacerle, pues no se atrevió a echar mano de la vio-
lencia, cuando pudo ejercitar su autoridad, obligado
por la subordinación militar y por el contrario, había
asistido a la elección del diputado ante la Junta, lo cual
importaba reconocer su autoridad.
Así, pues, muy pronto desapareció el fantasma de
Concha, Paula Sáenz y de otros jefes de la reacción rea-
lista, cuyos ideales, con sus cadáveres, quedaron sepul-
tados después de la terrible tragedia de Cabeza del Ti-
gTe'
Los patriotas, libres de estas preocupaciones, pudie-
ron entregarse por completo a la tarea de arbitrar recur-
sos, para enviarlos donde fueran necesarios, en favor
de la nueva causa que habían abrazado con tanta deci-
sión.
La primera contribución patriótica en dinero, caba-
llos y alimentos para la tropa, la costearon el cura vi-
cario Dr. José Justo Albarracín, el diputado electo Mar-
celino Poblet; el alcalde Agustín Palma; el administra-
dor de correos, Rafael de la Peña, y los vecinos Ramón
Esteban Ramos, José Gregorio Giménez, Francisco Vi-
cente L. Lucero, Manuel Teyseyra, Francisco Enrise,
Martín Videla, Mateo Gómez, Manuel Herrera, Juan
Escalante, Manuel Moreno Bustos, Ángel Montero,
José Maure, Lucas Fernández, Alejandro Quiroga, Ma-
nuel Acosta, Juan Palma, Tomás Luis Ossorio, José Sa-
linas y Doña Micaela Pardo.
El ministro de la Real Hacienda, D. José de Mayor-
ga, entregó todos los fondos de las cajas reales y ofreció
sus propios bienes.
El capitán de voluntarios retirados, D. Tomás Varas,
fuera de su contribución en dinero, costeó el racionamien-
to, y cabalgadura para dos soldados hasta Córdoba; uno
por sí y otro a nombre de su hijo Domingo de los Angeles.
Además, prestó la suma de quinientos pesos para pago
de sueldos a la tropa.
134 HISTORIA DE SAN LUIS
Con estos recursos se mandó a Salta un contingente
de cincuenta hombres bien equipados, los cuales asis-
tieron al primer triunfo que obtuvieron las armas de la
patria en la memorable acción de Suipacha.
Antes de finalizar el año X, ya se había reunido otro
contingente, compuesto de doscientos veinticinco hom-
bres, el cual fué conducido a Buenos Aires por el co-
mandante D. Blas de Videla.
Estos hechos evidencian la parte activa que tomó
San Luis, desde el primer momento, en la causa de la
revolución. El 14 de noviembre falleció el comandante
de armas y subdelegado de la Real Hacienda D. Juan
Basilio Garro. El gobernador intendente de Córdoba, don
Juan Martín de Pueyrredón, pidió al Cabildo de San Luis
le propusiera en su reemplazo dos oficiales de la mayor
graduación, crédito, pundonor y patriotismo, en quie-
nes debían recaer tan delicados empleos.
El Cabildo dio cuenta de haber encargado la coman-
dancia al capitán de voluntarios D. Francisco de Paula
L. Lucero, con el carácter de interino, hasta la resolu-
ción de la superioridad. Pero, la Junta designó como
propietario al capitán D. Matías Sancho, resolución que
ocasionó un gran disgusto entre los miembros del ayun-
tamiento. Informada la Junta de la discordia local,
dispuso el inmediato reconocimiento del nuevo coman-
dante y que saliera desterrado a Punta del Agua el licen-
ciado D. Santiago Funes, por díscolo y como principal
promotor del descontento contra Sancho. Sin embargo,
los odios quedaron latentes, a la espera de la ocasión fa-
vorable para reaparecer con más intensidad.
Con fecha 10 de febrero de 1811 la Junta había dis-
puesto la formación de Juntas de Gobierno en la Capi-
tal de Provincias, y Juntas subalternas en las ciudades
o villas que tuviesen diputados acreditados en la capital.
Estas Juntas debían componerlas el comandante de
armas y dos vocales, elegidos por el vecindario entre los
ciudadanos de reconocido patriotismo. Tenían la misión
de recaudar las rentas fiscales, organizar las milicias.
HISTORIA DE SAN LUIS 135
procurarse recursos en dinero, ganado y especies para
su sostenimiento, mantener el entusiasmo en favor de la
nueva causa y acudir en auxilio del orden interno y de
la defensa general del nuevo régimen.
A fines de febrero recibió el Cabildo de San Luis la
orden de constituir la Junta local. Practicada la elec-
ción, resultaron electos el alcalde de primer voto, don
llamón Esteban Ramos y D. Tomás Barroso. Esta elec-
ción fué protestada por una parte del vecindario, a cuya
cabeza figuraban D. José Gregorio Giménez y el P. Al-
barracín, que seguían las inspiraciones del comandante
Sancho y las del diputado Poblet.
Ramos estaba empeñado en quebrar, a todo trance,
la influencia de Poblet, y mientras maquinaba la manera
de realizar su propósito, consiguió que el Cabildo se di-
rigiera a la Junta Provincial de Córdoba consultándole
sobre si podía proceder a la remoción del diputado
Poblet y a nombrar otro en su reemplazo. La Junta elevó
la consulta a las autoridades de la Capital y éstas contes-
taron que se podía, siempre que mediaran circunstancias
graves, previa su plena justificación. Con esta base tomó
la iniciativa de congregar al vecindario, pretextando
la necesidad de arbitrar recursos para el funcionamiento
de la escuela dirigida por D. José Blas García, en deplo-
rable estado, debido, según él, al criminal abandono de
uno de sus principales deberes por el diputado Poblet,
que hasta entonces no había beneficiado en lo más mí-
nimo a su pueblo, no obstante sus expresas instruccio-
nes al respecto. En consecuencia, parte de los presentes
se manifestaron en contra de la subsistencia del aludido
diputado y en la necesidad de su remoción; mientras
otros, como el síndico procurador, creyeron más pruden-
te limitarse a recriminar a Poblet por un olvido tan per-
judicial.
Por fin, Ramos, propuso se elevara un oficio a la Junta
firmado por todos los presentes, debiendo hacerlo en
pliego separado los que estuviesen por la cesación del
diputado y los que se limitaban a seguir el consejo del
136 HIST0KIA DE SAX LUIS
síndico procurador. Dado este primer paso, se ocupó,
el mismo riamos, con el Cabildo, de instruir un sumario
contra Poblet, a pesar de la amistosa intervención del
comandante D. Buenaventura Martínez, quien les acon-
sejó más prudencia y el sobreseimiento de este asunto,
como medio de conservar la tranquilidad pública. Xo
obstante tan sanos consejos, el tenaz Ramos, que am-
bicionaba suceder a Poblet, no se detuvo en sus propó-
sitos, y, poco después, se puso en viaje a Buenos Aires,
llevando las piezas del proceso en las cuales debía fun-
darse el pedido de destitución del comandante Sandio y
del diputado Poblet.
Intertanto las autoridades locales y el mismo Sancho,
desplegaban gran celo y actividad para formar nuevos
contingentes, los cuales fueron reunidos en el Morro,
contándose, a fines de noviembre, con 400 hombres,
listos para ir a reforzar los ejércitos de la patria.
Es lamentable que en medio de tan graves preocu-
paciones, y en tan difícil situación como la que atrave-
saba el país, algunos espíritus inquietos e imprudentes
estuvieran encendiendo la tea de la discordia local. De
la acusación entablada por Ramos se corrió traslado a
Poblet, quien refutó con acierto los cargos, poniendo de
manifiesto los móviles de conducta tan injustificada y
negando que fuese su pueblo el que hubiera dado poder
para acusarlo. A esta actitud, dijo que oponía «el reclamo
de juiciosos vecinos que se habían dirigido a V. E. y los
honrosos créditos con que mi pueblo y su Cabildo anterior
ha testificado, como aparece en el cuaderno N.°l, el lle-
no de mis deberes en las primeras y más críticas épocas
de aquella ciudad que, conducida por mí sólo, como su
primer Juez y único director de sus procedimientos,
supo afianzar el mérito con que la distinguió Y. E.»
Por último, hace presente que no tiene ningún interés
en subsistir en clase de diputado y que, por el contrario,
espera, pronto, el tiempo de poder separarse del cargo
a virtud de una renuncia que deje a salvo su crédito y
su honor.
HISTORIA DE SAN LUIS 137
Cuestiones muy graves reclamaban la atención ele la
Junta para distraerse en resolver estas miserables in-
trigas de aldea, fruto maldito de la anarquía que comen-
zaba a minar el partido patriota, hasta en la misma capi-
tal. Los lamentables sucesos del ñ y 6 de abril que habían
quebrado la influencia de Moreno, el alma de la revolu-
ción, para afianzar la tendencia conservadora de Saa-
vedra, también habían debilitado y desprestigiado a la
Junta en momentos en que asomaban nuevos peligros
con el desastre de Huaqui y las amenazas de Eli o, nom-
brado virrey por las autoridades de España.
4. — Se impuso entonces una nueva organización del
gobierno revolucionario, creándose el triunvirato para
las funciones ejecutivas y una Junta Conservadora, con
atribuciones legislativas y con el carácter de un poder
político regulador.
Como secretario del triunvirato fué nombrado don
Bernardino Rivadavia, destinado a ejercer en ese cuerpo,
por su austeridad y firmeza, la influencia decisiva que
Moreno había ejercido en la primera Junta.
Muy pronto estuvieron en pugna estos dos poderes,
mal avenidos por las atribuciones que cada cual se
arrogaba, en menoscabo del otro, hasta que los triunvi-
ros tomaron la resolución radical de disolver la Junta
Conservadora, por decreto de 7 de noviembre de 1811.
Los diputados fueron desposeídos de toda otra represen-
tación pública que las de miembros del Congreso a re-
unirse en breve.
El triunvirato entró de lleno a ocuparse empeñosa-
mente de cuanto pudiera ser útil a una buena adminis-
tración en tan críticos momentos, y dictó un estatuto pro-
visional, que debía regir el Estado hasta la reunión del
Congreso Nacional Constituyente.
Un grave suceso vino a aumentar, si es posible,
las inquietudes y atenciones del momento: el 7 de di-
138 HISTORIA DE SAN LUIS
ciembre se sublevó el batallón de Patricios, cuerpo que,
como se sabe, fué de la predilección y confianza de Saa-
vedra. Solamente la energía de Belgrano y de Rivadavia
pudo dominar aquella difícil situación. La opinión de
los hombres de gobierno señalaba como instigadores
de ese movimiento a los saavedristas y al Dean Funes.
El triunvirato tomó sus precauciones, con suma pruden-
cia, y, entre otras resoluciones, dispuso salieran inmedia-
tamente los diputados para sus respectivas provincias,
por no poder celebrarse el Congreso hasta que las
Provincias Unidas estuviesen en condiciones de convo-
carlos.
Intertanto, el gobierno mandaba jurar el estatuto
provisional en todas las provincias. San Luis lo hizo
solemnemente el 26 de diciembre en la sala capitular,
a cuyo acto concurrió el Cabildo, el comandante de ar-
mas, y las corporaciones. Leído que fué el estatuto y
demás comunicaciones sobre la libertad de imprenta y
seguridad individual, el pueblo lo aclamó con entusiasmo
y las tropas saludaron con salvas ese acto transcen-
dental.
San Luis, la primera en el sacrificio y que revelaba
tener hombres capaces, resueltos y abnegados, en favor
de nuestra causa, llamó la atención del gobierno central,
creándose, como un premio, para su jurisdicción el cargo
de teniente gobernador, que pasó a ocupar D. José Lucas
Ortiz, ciudadano probo y excelente patriota.
El Cabildo consideró como un triunfo de su causa
esta designación, pues su presidente, licenciado Santiago
Funes, estaba mal dispuesto contra el comandante
Sancho, a quien se indicaba como candidato para ese
cargo. Estos antecedentes explican los conceptos de la
nota inserta a continuación y que demuestra, también,
el exaltado patriotismo de los hombres dirigentes de
aquel pueblo:
«Excmo. Sí.: Ha visto este Cabildo el de V. E. de 7
del corriente lleno de satisfacción por haber, con el nom-
bramiento del nuevo jefe, puesto fin a los resentimientos
,
HISTORIA DE SAN LUIS 139
en que se hallaba envuelto este pueblo, y arrancado de
raíz los males que tanto le agobiaban. Por sí y a nombre
de este vecindario, se dan a V. E. las más expresivas
gracias.
Puede V. E., con segura confianza, descansar en la
satisfacción que esta* Provincia toda (a excepción de 18
o 20 rivales de nuestro sistema) así como fué la primera
después de la Capital, en declararse, con alegría, a favor de
la felicidad de la América; la primera en reclamar su parte
y sagrado derecho, usurpado despóticamente por un dipu-
tado ingrato a su Patria, también será la primera en pres-
tarse con liberalidad, no sólo a las sabias determinacio-
nes de V. E. sino, igualmente, a la defensa (en caso preci-
so) en esta Capital hasta rendir la vida.
Nuestro Señor guarde la muy importante vida de
V. E. muchos años. — San Luis y febrero 26 de 1812.
Licenciado Santiago Funes.»
Por ese tiempo se presentó al Cabildo el ex diputado
Poblet, para poner en su conocimiento la resolución del
triunvirato y reclamando de la arbitrariedad de la me-
dida que le obligó a salir precipitadamente de Buenos
Aires.
Considerado el asunto y obedeciendo las inspiracio-
nes de la nueva situación creada en la Capital, el Cabildo
desestimó el reclamo y dispuso que D. Marcelino Poblet
saliera de la ciudad en el término perentorio de 24 horas,
a su hacienda El Tala, hasta segunda orden. Entonces
Poblet recurrió al pueblo para vindicarse; pero éste
se mostró poco interesado en el asunto, dejando a su
ex diputado en el retiro obligado a donde lo arrojaban
los acontecimientos.
El estatuto provisional disponía la creación de una
Asamblea General, con la misión de elegir los miem-
bros del gobierno los cuales se renovarían cada seis
meses.
Este cuerpo debía componerse del Ayuntamiento
de Buenos Aires y de los representantes nombrados por
los pueblos. La elección llegó a verificarse en los prime-
140
HISTORIA DE SAN LUIS
ros días de Abril, representando a San Luis el Dr. Anto-
nio Sáenz, y como suplente D. Agustín Donado. Habien-
do asumido este cuerpo el carácter de Asamblea Soberana,
fué desconocido y disuelto por el triunvirato, quien, ele
hecho, asumió la dictadura hasta la reunión del Congre-
so Constituyente.
Por ese tiempo se reconcentró la atención pública en los
sucesos de la Banda Oriental, invadida por un ejército por-
tugués, hasta que se consiguió celebrar un armisticio,
Estancia «El Tala
Donde estuvo confinado el diputado Poblet
en virtud del cual, las tropas invasoras debían situarse
en las fronteras del Brasil. También consiguió el gobierno
desbaratar la conspiración de los españoles, encabezada
por Alzaga, y dominar las tendencias absorbentes de la
Logia Lautaro.
En medio de tan ingrata labor, vino a retemplar los
espíritus la espléndida victoria de Tucumán, obtenida
por el general Belgrano, el 24 de septiembre y que hizo
desaparecer por el momento el peligro de la invasión es-
pañola por el norte. En tan memorable acción estuvo
representada nuestra Provincia por un contingente de
HISTORIA DE SAX LUIS 141
80 hombres, de los que había conducido a Buenos Aires
el comandante Martínez, los cuales fueron destinados
al ejército del norte. Este fausto suceso dio motivos para
que el triunfo se celebrase, en San Luis, con grandes ma-
nifestaciones de patriótico regocijo, aclamándose el nom-
bre del vencedor, el virtuoso general Belgrano, y a los
bizarros púntanos que, a sus órdenes recogieron el laurel
del Campo de las Carreras.
HISTORIA DE SAN LUIS 143
CAPITULO VI
SUMARIO: 1. — Tendencias liberales de la revolución. — Ostracismo
de Pueyrredón en San Luis. — D. Nicolás Rodríguez Peña dipu-
tado por San Luis en la Asamblea General Constituyente. —
Combate de San Lorenzo: los primeros mártires púntanos —
El heroico sargento Baigorria. 2. — Visita del Gobernador don
Santiago Carreras. — Creación de la Intendencia de Cuyo. — El
capitán Vicente Dupuy es nombrado Teniente Gobernador de
de San Luis. 3. — San Martín gobernador intendente de Cuyo. — ■
Renuncia de Posadas. — Directorio de Alvear: su caída. — Cuyo
ratifica el nombramiento de San Martín. 4. — Jura del Estatu-
to provisional. — Pueyrredón diputado por San Luis. 5. — Coope-
ración de San Luis en la formación de los ejércitos de la
Patria. — La obra del teniente gobernador Dupuy. — Organiza-
ción del Regimiento Caballería de Milicias.
1. — La tendencia liberal de la revolución recibió un
vigoroso impulso con la llegada de San Martín, Alvear,
y otros distinguidos compatriotas que habían cruzado
sus armas con el poderoso ejército francés, durante la
invasión napoleónica. En cuanto pisaron el suelo de la
patria, se propusieron fundar la Logia Lautaro con el
loable propósito «de trabajar por la independencia de
América y en su felicidad, obrando con honor y justi-
cia». El momento era propicio para imprimir otros rum-
bos a la política absorbente y dictatorial del Triunvi-
rato, que le suscitaba tantas resistencias.
En la mañana del 8 de octubre, San Martín y Alvear
se presentaron, al frente de las tropas, apoyando, deci-
didamente, una petición popular en la cual se solicitaba
el cese de la Asamblea y del gobierno; que el Cabildo asu-
miera la autoridad conferida por el pueblo de Mayo,
inter se creaba im P. E. compuesto de las personas más
dignas del sufragio popular, y, finalmente, solicitaban
144 HISTORIA DE SAN LUIS
se convocara una nueva Asamblea. El Cabildo accedió
totalmente a esta petición, y en consecuencia, fueron de-
signados triunviros: Passo, Rodríguez Peña y Alvarez
Jonte.
El partido saavedrista, que se había reconcentrado
en torno de Rivadavia y Pueyrredón. recibió su último
golpe, quedando ahora, como director de la situación,
D. Carlos María de Alvear, mediante su influjo en la
Logia que había preparado el movimiento.
Poco después se decretó el destierro de los miembros
depuestos del gobierno, señalándose a Pueyrredón, por
residencia, la ciudad de San Luis.
He aquí la constancia del hecho: «Excmo. Señor: Por
el oficio reservado de V. E. de fecha 16 del próximo pa-
sado noviembre, quedo impuesto habérsele destinado
a esta ciudad al coronel D. Juan Martín Pueyrredón, a
quien luego de personarse a este gobierno cumpliré con
la superior orden de V. E. en vigilar en sus operaciones.
Ntro. Sr. Guarde a V. E. m.s a.s. — San Luis y diciem-
bre 11 de 1812 (firmado) José Lucas Ortiz.
En los primeros días de enero llegó el ilustre pros-
crito a la capital puntana, y, previa presentación a sus
autoridades, eligió su residencia al pie de la sierra, lugar
que desde entonces se llamó «La Aguadita de Pueyrre-
dón». Acompañábanle algunos miembros de su familia
y, entre ellos, su hermano José Cipriano, que más tarde
tuvo allí una importante figuración.
El 24 de octubre se dictó un decreto convocando a la
Asamblea para enero de 1813. En las comunicaciones
pasadas a las ciudades se decía: «los representantes de-
ben traer amplios poderes para incorporarse a una Asam-
blea que aspira a conducir los pueblos a la existencia y
libertad, que no han tenido, y a la organización general
del Estado.»
La elección para represeDtar a San Luis recayó en
D. Nicolás Rodríguez Peña, a quien se le remitieron ins-
trucciones tendientes a obtener de la Asamblea el dere-
cho propio de nombrar su teniente gobernador; se le
HISTORIA DE SAN LUIS 145
fijara la jurisdicción con Córdoba y la creación de una
escuela, donde un maestro capaz, pudiera enseñar también
principios de latinidad e instruir en los derechos de cada
uno y en la causa que se defendía.
El 31 de enero de 1813 se instaló la Asamblea, desig-
nando como presidente a D. Carlos María de Alvear.
La primera declaración fué la de que en ella residía la re-
presentación y ejercicio de la soberanía de las Provincias
Unidas del Río de la Plata.
La Asamblea fué jurada en todas las Provincias. He
aquí en qué términos comunica el Cabildo de San Luis
el cumplimiento de ese deber:
«Si en los anales de nuestra historia es memorable
el 25 de mayo de 1810, por haberse dado principio a
nuestra gloriosa revolución, no debe serlo menos el 31
de enero de 1813 por haberse constituido y reconocido en
esa capital, la soberana representación de las Provincias
Lmidas, que tantas veces se ha disuelto, antes de entrar
en el ejercicio de sus respetables funciones.
Desde el momento que este Cabildo miró las primeras
deliberaciones, ya fijó sus esperanzas y creyó firmemen-
te afianzada la felicidad general. Al oir anuncio tan fe-
liz, se reunió presuroso a las puertas de esta sala consis-
torial, dando aclamaciones de ¡viva la patria! y la majes-
tad de los pueblos libres que han erigido un Cuerpo So-
berano, firme columna de nuestra libertad.
Llenos todos de contento tan singular, reconocieron
y juraron, no sólo ese cuerpo soberano, sino también
sus sabias resoluciones, las que se obedecen y respetan,
con el acatamiento debido a tan alta corporación, y cre-
yendo este Cabildo que le será satisfactorio, lo comunica,
y da repetidos plácemes por tan feliz inauguración.
Nuestro Señor conserve feliz ese Cuerpo Soberano
hasta su última deliberación.
Sala Capitular de San Luis, marzo 12 de 1813.
Ramón Esteban Ramos. — Manuel Herrera. — Luis de
Videla. — Agustín Palma. — José Manuel Riveros. — Mateo
Gómez.»
TOMO I 10
146 HISTORIA DE SAN LUIS
Pueyrredón se quejó de que las av+or'dades locales
no lo hubieran invitado a jurar la Asamblea. Este Cuerpo
Soberano escuchó la queja y advirtió al rígido teniente
gobernador su falta por ese olvido o descortesía para con
uno de los hombres más eminentes de la revolución.
Esta Asamblea fué la que hizo la Patria con sus de-
liberaciones tendientes a liquidar el pasado y a preparar
la independencia del país.
En efecto, desde luego, sancionó la humanitaria ley
sobre la libertad de vientres, pues decía que los niños
nacidos en todo el territorio de las Provincias Unidas del
Río de la Plata, no deben permanecer en la esclavitud des-
de el día consagrado a la libertad, es decir, desde la ins-
talación de la Asamblea. Disponía la protección de los
niños libertos y su conveniente educación. Derogó las
encomiendas y todo sistema forzado de servidumbre
y declaró a los indios libres y en igualdad de derechos
a todos los ciudadanos; abolió el tribunal de la Inquisi-
ción, los títulos de nobleza y privilegios personales,
declarando que todos los ciudadanos eran iguales ante
la ley; declaró fiesta cívica el 25 de mayo y adoptó el
canto de D. Vicente López como himno nacional; mandó
acuñar moneda con su sello propio; ordenó que se bajara
el escudo del rey y en su reemplazo se pusieran las armas
de la Asamblea; premió las virtudes cívicas de Belgrano,
y las de Moreno en su ilustre viuda; decidió que la igle-
sia argentina no dependía del nuncio residente en Es-
paña; declaró la libertad del comercio; organizó la ad-
ministración de justicia y consagró los principios de un
pueblo joven y viril que se levantaba a la altura de sus
grandes destinos, como nación libre e independiente.
Razón tenían los cabildantes púntanos cuando de-
cían que después del 25 de mayo, quedaría como página
gloriosa de nuestra historia, la obra regeneradora de la
ilustre Asamblea de 1813.
En medio de tan gratas perspectivas vino a exaltar,
aun más, el espíritu patriótico, el triunfo obtenido el 3
de febrero en San Lorenzo, por el general San Martín. La
HISTORIA DE SAN LUIR
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148 HISTORIA DE SAN LUIS
escuadrilla española, que desolaba las poblaciones ribe-
reñas para abastecer a Montevideo, recibió un rudo
golpe con esa victoria de nuestras armas, glorioso bau-
tismo de fuego de los después célebres granaderos a ca-
ballo.
Los púntanos conquistaron también allí un justo
renombre como bravos y abnegados. San Martín había
recibido en el combate una descarga de fusilería que, al
derribar su caballo, le lanzó con él al suelo. Los enemigos
corrieron a ultimarle y en el preciso momento en que uno de
ellos, el atlético sargento español Almada, iba a atrave-
sarlo de un bayonetazo, el sargento puntano Juan Bau-
tista Baigorria, que estaba a la cabeza de un pelotón de
granaderos, clavó las espuelas a su caballo y arremetió
como un rayo, lanza en mano, al primero que se acercó
a ultimar a su jefe; mientras tanto, pudo, el corren-
tino Cabral, librar a San Martín de aquella mortal situa-
ción. La justicia postuma ha inmortalizado en el bronce
al valiente y abnegado Cabral, y, para ser ecuánime, debió
perpetuar, en el mismo bronce, la gallarda figura de Bai-
gorria que dio el ejemplo, con su impulso inicial, oportu-
no y certero, sin lo cual San Martín no hubiera salvado
su preciosa vida.
En esta temeraria acción, en la cual los patriotas no
usaron otras armas que la lanza y el sable, contra la for-
midable infantería y artillería española, también se dis-
tinguieron los púntanos Pedido Gatica, hombre de toda
confianza de San Martín, y los soldados Díaz y Fernán-
dez; quedando en el campo del honor, con la aureola del
martirio y de la gloria, los cadáveres de Jenuario Luna,
del Morro, Basilio Bustos y José Gregorio Fredes, de
Renca. Ninguna otra provincia argentina, no obstante
que en ese lance memorable estuvieron representadas
todas, rindió como la de San Luis, mayor sacrificio a la
patria en el esfuerzo y en la vida preciosa de sus esbeltos
granaderos. Y, allí, en el huerto del histórico convento,
la piedad de los frailes dio cristiana sepultura a aquellos
primeros mártires púntanos de la sagrada cruzada !i-
HISTORIA DE SAN LUIS
149
bertadora, cuya acción inmortal espera aún la merecida
glorificación, para ejemplo y honra eterna de nuestro
pueblo. En esta hora solemne de los grandes recuerdos
nacionales, en nombre de mi Provincia natal, yo evoco
sus nombres y los entrego a la admiración y a la grati-
tud eterna de la posteridad!
A los heroicos púntanos en San Lorenzo
Homenaje de la Sociedad Pro-Patria de señoritas de San Luis
2. — A mediados de febrero vino a San Luis el capi-
tán Santiago de las Casas, para reclutar 200 hombres
más y conducirlos a Buenos Aires. Sus mejores hijos,
ganado y cuanto pudo reunirse de útil a la patriótica
empresa, se puso a disposición de dicho comisionado.
Empeñado estaba el Cabildo en esta tarea cuando lle-
gó allí el gobernador de Córdoba, coronel Santiago Ca-
150 HISTORIA DE SAN LUIS
rreras, que, como se sabe, tenía jurisdicción sobre Cuyo
y era jefe nato de sus milicias.
Este eminente ciudadano pudo evidenciar, y admirar
de cerca, la patriótica exaltación del pueblo puntano y,
al alejarse, dejó constancia de sus favorables impresio-
nes en los términos altamente honrosos que van a
leerse:
«Me ha sido de la mayor satisfacción el haber tra-
tado, aunque de paso, con los habitantes de San Luis.
«Sus generosos y nobles sentimientos, su carácter
virtuoso, su enérgico patriotismo explicado por el órgano
de su Ayuntamiento, como su inmediato representante,
exigen de un corazón americano toda gratitud y aprecio.
El mío, revestido, a más, con el carácter de jefe de esta
Provincia, que tanto me honra, quiere dar a V. E. y su
representado, este público testimonio, admitiendo su
obsequio en nombre de la Patria, no obstante que mi
marcha a Mendoza iba a ejecutarse hoy día en cumpli-
miento de mi comisión, remediados ya los inconvenien-
tes que en ésta la habían retardado. Verá V. E. cierto
que en todo tiempo y circunstancia seré un pregonero
de las virtudes de este pueblo, con el objeto de propender
en lo sucesivo a sus adelantamientos y corresponder así
a tan distinguido mérito contraído con la Nación.
Dios guarde a V. E. m.s as.
San Luis y mayo 26 de 1813.
Sa i i t i a yo Carreras
Al Cab.d0 Justicia y Regimiento de la Ciudad de San
Luis.»
Independientemente de los grandes sacrificios que
hizo San Luis para equipar y costear el contingente de la
referencia, todavía tocóle contribuir con la suma de mil
pesos plata, suma que se le había adjudicado en el em-
préstito decretado por el Superior Gobierno. En pocos
días fué cubierta esta cantidad y conducida a Córdoba,
por el Alcalde D. Juan Esteban Sosa, según recibo
de 20 de noviembre de 1813, firmado por D. Javier
de Yiana.
HISTORIA DE SAN LUIS 151
Eran, pues, bien justificados los entusiasmos del go-
bernador Carreras y muy fundadas las esperanzas que
se tenían en el patriotismo puntano.
Y después de estas grandes erogaciones, si se tiene
en cuenta la reducida población y la general pobreza,
habían de volver a imponerse otras, siempre que así
lo exigiese la causa de la libertad.
En noviembre 29 de 1813 se creó la Intendencia de
Cuyo, formada por las provincias de San Luis, Mendoza
y San Juan, respondiendo a la necesidad de dar impulso
y vigor a estas poblaciones, amenazadas por una inva-
sión del lado de Chile. Las sabias previsiones del gobierno
central fueron el origen de aquellos grandes esfuerzos
y sacrificios que hizo Cuyo por la libertad de la Patria
y de América. La creación de esta Intendencia había
sido sugerida por San Martín, como base en que se apo-
yarían sus futuros planes de defender los pasos de la Cor-
dillera y de franquearlos, si fuera necesario, para sorpren-
der al enemigo allende los Andes.
Para la tenencia de San Luis fué nombrado, en 1814,
el capitán D. Vicente Dupuy, hijo de Buenos Aires y que
ya se había distinguido como militar valiente y pundo-
noroso en la campaña de la Banda Oriental. En las ins-
trucciones que recibió se le decía que, como uno de los
generales objetos debe ser la seguridad del Estado, de-
bía tener especial cuidado en fomentar el espíritu mili-
tar, distinguiendo a los sujetos que desde 1810 se hubie-
sen consagrado, constantemente, atan honrosa profesión y
revelado buenas condiciones para el servicio de las armas.
Después, se le ordenaba organizar cuerpos de mili-
cias, teniendo en cuenta la población para lo cual debía
practicar un censo. Por último, se le hacía presente que
todos los obstáculos se vencen, en los proyectos más di-
fíciles, cuando domina el espíritu de libertad y se sabe im-
poner con destreza, obediencia a las leyes, amor y res-
peto a los magistrados.
Tales eran los fines más fundamentales que por en-
tonces lo llevaban al gobierno de aquella Provincia, don-
152
HISTORIA DE SAN LUIS
de iba a encontrar ambiente propicio para ejercitar su
celo y su actividad, como ha quedado evidentemente de-
mostrado.
Coronel Vicente Dupuy
El 27 de marzo se hizo cargo de su puesto y al comu-
nicarlo al Director del Estado, le decía haber recibido
las más expresivas demostraciones del ilustre Ayunta-
miento, de su antecesor v de todos los habitantes, lo
HISTORIA DE SAN LUIS 153
cual le animaba más a llenar cumplidamente los delica-
dos deberes de su cargo.
El primer asunto, al cual dedicó todos sus afanes, fué
la organización de las milicias, para lo cual dio instruc-
ciones a los alcaldes de hermandad, sobre el empadro-
namiento.
Después, hizo publicar por bando el 4 de mayo, una
serie de disposiciones tendientes a asegurar el orden y el
consiguiente respeto al sistema imperante, pues todo ha-
bitante que, en acciones o palabras, ofendiese la dignidad
y decoro de nuestros derechos, sería declarado traidor
a la patria y castigado, en consecuencia, con rigor inexora-
ble. Esta medida la impuso por haber sentido ciertas ma-
quinaciones contra el orden establecido «obra de la fe-
deración artiguista que cuatro díscolos trataban de intro-
ducir en el pobre pueblo de San Luis» según sus pro-
pias afirmaciones. Instruido un sumario, se llegó a cons-
tatar que los vecinos José de la Peña, José Jerónimo Or-
tiz, Pablo Funes, Gabino Páez, J. Vidal Guiñazú y Anas-
tasio Cruceño habían pretendido convocar un Cabildo
Abierto para pedir nuevo teniente gobernador.
Sentidos a tiempo, se les frustró el plan, y aunque ellos
negaron el hecho, es el caso que aquellos politiqueros de
aldea estaban habituándose a tener en continuas agi-
taciones al vecindario, por los motivos más fútiles, y segu-
ramente no les fué grato sentir la mano enérgica de Du-
puy que, desde su llegada, impuso orden en todos los
detalles de la administración local y estaba decidido a
mantenerlo, por los medios muy eficaces que tenía a su
disposición.
Desde entonces cesaron las agitaciones, no permi-
tiendo a los vecinos sino que se ocuparan de la suerte
de la patria y de las tareas reparadoras del trabajo. Me-
rece especial mención el considerando relacionado con
el fomento de la agricultura local, que dice: «Ningún pue-
blo puede llegar a perfecto grado de riqueza si entre las
producciones de su tierra no cuenta con la principal, la
del sustento necesario a sus habitantes. Esta consideración
1 5 \- HISTORIA DE SAX LUIS
me ha hecho fijar mis cuidados y anhelos en el fomento
de la agricultura, del que hoy tengo la honra de mandar,
y he visto, con sentimiento, que la mayor parte de sus te-
rrenos feraces y productivos, están destinados al alimen-
to del bruto, por una preferencia de cálculos equivocados.
Vastos, inmensos alfalfares son, únicamente, el cultivo
exclusivo de todo el recinto de esta ciudad, cuando ape-
nas se deja ver una mezquina y mal cuidada huerta y
cuando, hasta el mismo pan que comemos, debe venir de
distancias enormes con mengua de la aptitud y bella
disposición de estos habitantes». A sus efectos ofrecía
toda su protección, el agua necesaria de preferencia,
y hasta brazos para el cultivo de árboles frutales, viñas,
trigo y otros productos, igualmente indispensables para
el consumo, dando él mismo el ejemplo con la orden de
sembrar los potreros del Bajo, de propiedad del Estado.
Estos productos debieron constituir, poco después, fuente
de recursos para el sostenimiento del ejército de los Andes,
a la vez que se fomentaba la prosperidad local.
En medio de estas tareas llegó la grata noticia de la
toma de Montevideo, comunicada por el Director Su-
premo en los siguientes términos: «La Patria triunfó y
la Plaza de Montevideo está sujeta al Gobierno de las
Provincias Unidas del Río de la Plata. Tan interesante
noticia dispondrá V. E. se celebre en la Ciudad de su
residencia y pueblos de su jurisdicción, con las demos-
traciones más dignas de esta plausible victoria. Dios
guarde a Y. E. m.s a.s Buenos Aires junio 24 de 1814.
Gervasio Antonio de Posadas.
Al T.te Gobernador de San Luis.
Tan fausto acontecimiento fué muy festejado por las
autoridades y el pueblo, aclamándose al general vence-
dor, D. Carlos María de Alvear, y al ejército. Más tarde,
una de las banderas tomadas en Montevideo, fué remiti-
da a San Luis, como homenaje del general reconocimien-
to de las Provincias Unidas, por sus sacrificios en favor
de la Patria.
i
HISTORIA DE SAN LUIS 155
3.- — En agosto fué nombrado Gobernador Intendente
de Cuyo el general San Martín, quien llevaba en su mente
el vasto plan del paso de los Andes y la liberación de Chi-
le, ya bosquejado durante su estadía en Tucumán; pues
el camino por el Norte para llegar al Perú, centro de los
recursos realistas, era muy dificultoso. Para la defensa
de esta parte de nuestras fronteras, bastaba Güemes,
destinado a tanta popularidad y merecido prestigio por
su hábil táctica de guerrillero, al frente de sus célebres
gauchos sáltenos.
San Martín, a su paso por San Luis, tuvo una entre-
vista con Pueyrredón, y es fácil suponer que allí no sólo
se reconciliaron estos dos eminentes ciudadanos, ya cal-
madas las cuestiones que motivaron la revolución del
8 de octubre de 1812, sino también que se pusieron de
acuerdo para > los vastos planes en que ambos debían
cooperar con tanto acierto como previsión patriótica.
En diciembre de 1814 se trasladó Pueyrredón a Men-
doza y en carta que le escribe a Dupuy, cuyo original ten-
go a la vista, se confirma ampliamente la sincera recon-
ciliación con San Martín, pues no sólo le indica que su
correspondencia, sobre todos los asuntos, se le dirija «ba-
jo cubierta de San Martín que está finísimo conmigo»,
sino que le refiere en estos términos, la manera como fué
recibido: «Se había hablado generalmente de los motivos
de enemistad que debía haber entre San Martín y yo;
y ha servido de sorpresa el recibimiento que me hizo
en público, abrazándome y besándome con ternura fra-
ternal.»
Graves sucesos, motivados por las complicaciones de
la política interna; las no menos graves acusaciones con-
tra el Gobierno por el envío de Belgrano y Rivadavia
a España, así como la actitud subversiva del ejército
del norte, desconociendo al general Alvear como su jefe,
y la indisciplina anárquica de Artigas, obligaron a Po-
sadas a presentar su renuncia en enero de 1815, siendo
designado el general Alvear para substituirle en el Direc-
torio.
156 HISTORIA DE SAN LUIS
A raíz de este suceso, la Asamblea dictó un decreto
aprobando la conducta de Posadas durante el tiempo que
había estado al frente del Gobierno, resolución que Du-
puy hizo conocer en toda la Provincia, por intermedio
de su secretario Manuel Riveros, así como se mandó
reconocer a Alvear como Director Supremo del Estado.
Las primeras disposiciones del nuevo director de-
jaban a. San Martín en una posición subalterna y lo lla-
maban a la capital.
Cambiando impresiones Dupuy con Pueyrredón, que
todavía estaba en Mendoza, sobre estos sucesos, y como
se hablaba de la posible renuncia de San Martín y de que
sería substituido por Pueyrredón, éste le escribe negando
el hecho y diciénclole: «Yo no sé de dónde han sacado
la noticia de la provisión de esta Intendencia en mí;
yo no sé por qué se resiste tanto mi corazón a volver a
entrar en el peligro de los negocios públicos. Mi desti-
no secreto me ha conducido hasta aquí por fuerza en
todos los lances de mi vida; lo dejaré seguir sus caprichos
mientras no me separen de los principios de honor y
virtud que forman mi carácter».
En cuanto a la renuncia de San Martín, el hecho era
exacto, pues poco después era elevada al Director y se
nombraba en su reemplazo al coronel Gregorio Perdriel.
Este cambio produjo una gran alarma en el vecindario
de Mendoza, al extremo de enviar comunicaciones a San
Luis, en momentos que llegaba Perdriel, para informarle
de la adversa opinión a su nombramiento e insinuarle
no siguiera adelante. Dupuy estuvo a punto de detener,
allí mismo, a Perdriel; pero la prudencia le aconsejó domi-
nar su impulso por el momento, inter acordaba, con los
Cabildos de Mendoza v San Juan, el plan a que debían
ajustarse para quebrar la autoridad del nuevo Intenden-
te y obligarlo a retirarse.
El coronel Perdriel, como estaba previsto, fué mal
recibido en Mendoza, llegando el pueblo hasta amenazar
su persona. Viéndose aislado y en un medio hostil, adop-
tó el partido de regresar inmediatamente a Buenos Ai-
HISTORIA DE SAN LUIS 157
res. El Cabildo asumió la representación soberana de la
Provincia, de completo acuerdo con el de San Luis.
Intertanto, Pueyrredón había sido llamado a la Ca-
pital por el Director Alvear, adonde llegó el 15 de fe-
brero. Ocho días después escribía a Dupuy y lo informaba
de la situación interna, a la cual calificaba de «espanto-
sa», diciéndole que se buscaba un medio eficaz de poner
término a las calamidades del país y prometiéndole tener-
lo al corriente de cuanto sucediese.
Lo previsto por Pueyrredón sucedió poco después.
El coronel Alvarez y Thomas se sublevó en Fontezuela,
el 3 de abril, en circunstancias que había sido mandado
a batir las avanzadas de Artigas sobre Santa Fe. Los
amotinados exigieron la renuncia del Director Alvear y
que el Cabildo asumiera la autoridad en la Capital.
Convocado el pueblo a cabildo abierto, eligió una junta
para que ésta procediese a designar el director supremo de
estado, resolviéndose que el Cabildo quedase como Junta
de observación y contralor del P. E., con el encargo
de formular un Estatuto Provisional, hasta la elección del
Congreso General que debía reunirse en Tucumán.
El general Rondeau, jefe del ejército del Norte, fué
elegido Director Supremo y, en su ausencia, el coronel
Alvarez y Thomas. El Cabildo mandó quemar los decre-
tos y proclamas que, merecidamente, se habían dictado
contra Artigas y, según López, tributó al caudillo su gra-
titud por haber contribuido a libertar a Buenos Aires de la
tiranía ominosa y bárbara de la Asamblea Constituyente
y de Alvear. Todas las provincias se felicitaron por la
caída del Director Alvear. Mendoza, en acta del 21 de
abril, desconocía también su autoridad, haciendo causa
común con las demás provincias, y declaró que en virtud
de haber asumido la autoridad conferida por el pueblo,
nombraba a San Martín gobernador intendente de la
Provincia.
Posteriormente, el 1.° de mayo, se celebró otra reu-
nión para reconocer las autoridades establecidas en Bue-
nos Aires y la del nuevo director general Rondeau y su
158 HISTORIA DE SAN LUIS
segundo Alvarez y Thomas, determinando las condi-
ciones en que debía subscribirse el pacto de alianza ten-
diente a la convocación de la nueva Asamblea. Estas de-
claraciones las comunicó a San Luis en la nota siguiente:
«Este Cabildo tiene la mayor complacencia al ver la vir-
tuosa intención con que ese ilustre cuerpo se dirige a
reunir sus ideas con las de ese pueblo, formando, por este
medio, la prosperidad de la Provincia.
«Si tan nobles pensamientos fueran la pauta de los
demás, ya no existirían enemigos ni tendría lugar el des-
potismo.
«La facción y el partido se convertirían en entusiasmo
patriótico y trabajando de común acuerdo en la felici-
dad general, ceñiríamos los laureles a que nos han
hecho acreedores tantos desvelos, tantas fatigas y con-
trastes».
«Incluye esta Municipalidad a V. E. testimonio de las
actas que con fecha ha firmado esta Capital.
«Será de su más alta satisfacción, el que las ideas
liberales que en ellas despliega este vecindario, sean de
la aceptación del de esa ciudad, nuestra hermana, para
que realizando la uniformidad de nuestros pensamien-
tos, podamos darla con más razón este epíteto!
• Al muy Ilustre Cabildo de San Luis».
Los graves sucesos acaecidos en Buenos Aires, con
motivo de la caída de Alvear, tuvieron honda repercu-
sión en el interior. En Córdoba, su gobernador Ortiz
de Ocampo, manifestaba que había recibido intimación
del general Artigas para retirarse de la Provincia hacia
la Capital, con las tropas de su guarnición, a fin de que el
pueblo quedase en el pleno goce de sus derechos. Ortiz
de Ocampo se limitó a convocar un cabildo abierto e hizo
renuncia de su cargo, siendo substituido por D. José Ja-
vier Díaz, después de lo cual, se retiró a la ciudad de San
Luis, para evitar toda dificultad a las nuevas tendencias
políticas.
Este mismo temperamento adoptó el Teniente (Go-
bernador Dupuy, insinuando al Cabildo la conveniencia
HISTORIA DE SAN LUIS 159
de que reuniese al pueblo, para que recobrase la plenitud
de sus derechos y «manifiesten libre y espontáneamente
su voluntad, en cuanto a la forma de gobierno que haya
de seguir en lo sucesivo, que los ponga a cubierto de los
grandes riesgos que los amenazan y que, mientras esto
no se verifique, no reconozcan más gobierno que el que se
adapte a su índole». Al mismo tiempo, le enviaba su re-
nuncia, para que el pueblo nombrase a quien lo gobierne
libremente, con el bien entendido de que en ningún caso
debe suponérsele agraviado con su relevo. Por último,
termina manifestando que, Ínter el pueblo se pronuncia
de acuerdo con estos anhelos, no se alterará en lo más
mínimo el orden ni la tranquilidad pública.
Con fecha 5 de mayo, se reunió el Cabildo abierto
presidido por el Ayuntamiento, e informado ampliamente
de la situación creada por los recientes sucesos y de la
noble actitud del Teniente Gobernador, resolvió: «Reco-
nocer como director provisorio al benemérito General
Kondeau y como suplente al Coronel Alvarez y Thomas.
Reconocer la ciudad de Mendoza como capital de Cuyo y
a su digno jefe Coronel Mayor José de San Martín, como
Gobernador Intendente de la misma.
«Que el Teniente Gobernador, Sargento Mayor Vi-
cente Dupuy, continúe en el mando de la jurisdicción
puntana».
El reconocimiento de las autoridades establecidas en
Buenos Aires, lo hacía bajo la condición de procederse
a elegir un diputado, como lo prevenía el bando del
Cabildo de Buenos Aires de fecha 18 de abril.
El mismo día fueron comunicadas a Dupuy estas reso-
luciones, el cual al acusar recibo de ellas, elogia la sen-
satez, prudencia y patriotismo del pueblo puntano y,
en cuanto a la forma con que ha sido aclamado para
continuar en el puesto de Teniente Gobernador, les ex-
presa haber estimulado sus esfuerzos, excitando su grati-
tud más allá de lo que puede imaginarse.
El orden público no sufrió el menor contraste y la
situación general se normalizaba, con la esperanza de
160 HISTORIA DE SAN LUIS
poner término a los males sufridos, que habían llevado
a las Provincias Unidas al límite de su disolución, ha-
ciendo peligrar hasta la justa causa revolucionaria.
4. — El 3 de mayo, en virtud de la convocatoria del
Cabildo al pueblo, se juró solemnemente el Estatuto
Provisional. Ese mismo día y de acuerdo con el juramento
prestado, se procedió a nombrar una junta de electo-
res encargada de recibir los sufragios del pueblo para
designar los representantes que, en Mendoza, proce-
derían a elegir el diputado por San Luis. Fueron
nombrados, para componer dicha junta, los vecinos:
Agustín Palma, Esteban Fernández y Francisco de Pau-
la Lucero. El 3 de junio se recibiéronlos votos del pueblo,
obteniendo mayoría el capitán José Cipriano Pueyrredón,
el capitán Tomás Luis Ossorio y el P. Benito Lucio Lu-
cero, quienes debían proceder inmediatamente a la elec-
ción del diputado para la Asamblea General.
Sin embargo, no faltaron algunos espíritus díscolos
que pretendieron hacer anular la elección, so pretexto
de que el Estatuto Provisional no había sido jurado por
la Capital de la Provincia, ni se habían recibido órdenes
superiores para verificarlo, circunstancias que, según ellos,
invalidaban todo lo hecho. Al frente de esa tendencia
estaban el síndico procurador D. Dionisio Peñalosa, don
Juan Escalante, D. Tomás Varas y D. Rafael de la Peña,
quienes elevaron al Cabildo una nota solicitando se sus-
pendiese la determinación de que los tres electores nom-
brados, según dicho estatuto, procediesen a elegir el
diputado, debiendo hacerlo directamente eJ pueblo.
Los disidentes consiguieron interesar en sus propósitos
al mismo Fray Benito Lucio Lucero, en el cual encon-
traron un sostenedor de su causa. El Cabildo refutó, con
muy buenos argumentos, las pretensiones de los dís-
colos; pero no pudiendo reducirlos a la razón y a la con-
cordia, elevó todos los antecedentes de esta causa, al
HISTORIA DE SAN LUIS 161
Gobernador Intendente. Este solicitó el dictamen del ase-
sor letrado, quien fué de opinión que la junta de electores
no adolecía de ningún vicio legal y, en consecuencia, de
bía proceder a llenar, inmediatamente, su cometido, con
lo cual se dio por terminado este odioso incidente. La
Junta eligió diputado al benemérito patriota Coronel
Mayor D. Juan Martín de Pueyrredón, que, como hemos
dicho, residía en la ciudad de San Luis. Esta designación
no pudo ser más acertada, dados los honrosos antece-
dentes de Pueyrredón, su talento y virtudes ciudadanas
bien acreditadas.
A pesar de todo, los tenaces enemigos del orden, si-
guieron su guerra de zapa, rebajándose al extremo de
enviar un memorial anónimo a las autoridades de la ca-
pital, contra Dupuy y los supuestos vicios de la elección
de Pueyrredón. En carta de éste, que tenemos a la vista,
y dirigida a Dupuy, se confirma, plenamente, la intriga
que tejían en la sombra los adictos del artiguismo. «Tam-
bién han venido dos representaciones anónimas al Di-
rector y a la Junta de Observación, pidiendo que se anule
la elección de diputado hecha en mí, por no haber su-
fragado sino una parte del vecindario y por haber sido
uno de los electores hermano mío. ¡Qué te parece! Aun-
que aquí me ]as han ocultado, yo he logrado, por un con-
ducto reservado, ver la una y he reconocido la letra de
mi amigo N. Por tí y por ese Cabildo, admití un cargo
penoso, peligroso y que iba a costarme algunas talegas;
pero ni tú, ni ese Cabildo, podrán resentirse de que, herida
mi delicadeza, les devuelva la cucaña para que se la en-
capillen a otro. No puedes calcular los perjuicios que iba
yo a sufrir con este viaje que hacía con mi mujer y fa-
milia, abandonando todos mis intereses a una ruina
conocida, por una complacencia. Pero de todo me ha
librado mi amigo N.: a excepción del gasto de mil pesos
que yo había hecho, en comprarme un coche de camino
para este viaje. ¿Dios le pague la buena obra que me ha
hecho en presentarme un caminito honesto para salir de
este atolladero y le premie la buena intención!»
TOMO I 11
162 HISTORIA DE SAN LUIS
Y tras esta carta envió su renuncia, la cual produjo
una reacción enérgica contra el grupo de díscolos y la
parte más sana del vecindario se empeñó, más que nun-
ca, en favor del diputado Pueyrredón, elevando al Cabil-
do una extensa nota para que no le fuera aceptada la re-
nuncia. Conjuntamente con la renuncia del diputado,
presentó la suya el elector D. José Cipriano Pueyrredón.
La opinión se había pronunciado en contra de estas re-
nuncias y hasta el mismo P. Lucero aprovechó hábil-
mente la oportunidad para vindicarse de la actitud equí-
voca que había asumido en esa emergencia. En efecto,
pidió la palabra para manifestar que conocía la justicia
con que se quejaba nuestro diputado, al verse ofendido
por un ente desconocido; pero conocía también que sería
ofender la dignidad del pueblo y del mismo diputado,
el admitir su renuncia. El pueblo que los había auto-
rizado para su nombramiento, se llenó de satisfacción al
ver que se confiaba tan delicado puesto a un eminente
ciudadano, y, concluyó diciendo, sería no mirar sus inte-
reses y los de la patria en general, privándola de tan digno
representante. El Cabildo, por unanimidad de votos, ad-
hirió a esas ideas y resolvió no aceptar la renuncia
mandando copia del acta al señor diputado, como una sa-
tisfacción y como una nueva prueba de confianza del
pueblo puntano.
Pueyrredón, después de la noble actitud del Cabildo, se
decidió a aceptar el cargo, así como por los empeños del
Director Interino, que anhelaba ver incorporado al Con-
greso un ciudadano de su experiencia, y ^respetabilidad.
Otro asunto que agitó la opinión local, fué el relacio-
nado con la jura del Estatuto Provisional. Los elementos
más representantivos del pueblo, elevaron al Cabildo una
nota, en la cual se hacía presente que dicho Estatuto no
había sido sancionado ni jurado en Mendoza, la capital,
ni en San Juan, sin duda por razones muy poderosas, que
a haberse meditado, se hubieran tenido en cuenta para
proceder conforme a la unidad de miras de los otros pue-
blos hermanos.
HISTORIA DE SAN LUIS 163
Eeconocían su precipitación pues sólo tuvieron en
cuenta el orden y la libertad y otros intereses puramente
locales, agregando que, según los canonistas, quedaba sin
efecto el juramento cuando alguno lo hiciera equivoca-
damente y así salvada esta dificultad, era prudente
volver las cosas a su punto inicial para considerar, amplia-
mente, en un cabildo extraordinario, tan grave asunto.
El Cabildo no hizo lugar, fundado en que sabía pri-
vadamente que los perturbadores del orden, intentaban
prevalerse de este acto para destruir la tranquilidad y
afligir más al pueblo, consiguiendo el objeto de sus pa-
siones. Con esto se dio por terminada la cuestión y aun-
que el Cabildo elevó el caso al Gobernador Intendente,
éste se abstuvo de emitir opiniones sobre un asunto que,
según él, era de la exclusiva incumbencia del pueblo.
Fué indudablemente precipitada e impolítica la ac-
titud del Cabildo y del Teniente Gobernador de San Luis
al lanzarse a jurar el Estatuto dictado por la Junta de
Observación, que era una autoridad ocasional y pura-
mente local. Las Provincias no habían tenido ninguna
participación en esos sucesos, y además, estaba en víspe-
ras de reunirse el Congreso Nacional, en Tucumán, con el
encargo de dictar la constitución del país. La prudencia
aconsejaba quedarse a la espectativa e, intertanto, preo-
cuparse de reunir elementos para la defensa común. Á
este fin tendió toda la actividad de San Martín, debida-
mente secundado por Dupuy, en la jurisdicción de San
Luis.
Todavía el díscolo procurador de la ciudad, Peñalosa,
y el inquieto licenciado Funes, pretendieron reunir un
cabildo abierto para deponer al Teniente Gobernador
Dupuy.
Sorprendidos en sus siniestros planes, fueron some-
tidos a un proceso, encargándose el sumario al mayor
Enrique Martínez, accidentalmente en San Luis. Dete-
nido el licenciado Funes, declaró que había recibido
cartas de D. José Lucas Ortiz, del ministro de Hacienda
Juan Escalante y del procurador de la ciudad, Dionisio
164 HISTORIA DE SAN LUIS
Peñalosa, para que citara el pueblo a cabildo abierto
a fin de elegir un diputado, a cuyo efecto acababan de
elevar una representación, firmada por el dicho procu
radoi y varios vecinos, la cual había sido dirigida al go-
bierno de Mendoza. Agregó que no conservaba esas car-
tas y que había venido a la ciudad por asuntos particu-
lares; pero que en la campaña y aquí, escuchó manifes-
taciones en disconformidad con la elección del Teniente
Gobernador, habiéndose subscripto una nota al Goberna-
dor Intendente para comunicarle este desacuerdo.
Al proceso se agregaron dos cartas de Funes, diri-
gidas a D. Eligió Cabral, juez de hermandad del Ojo del
Río, citándole con urgencia para comunicarle secretos y
graves asuntos de parte del Procurador Peñalosa. Ca-
bral, por toda contestación , había entregado estas cartas
al Juez Comisionado en la campaña D. José Domingo
Arias, encargado de esclarecer la verdad sobre este asun-
to. En cambio, D. Pedro Ignacio llovere se ocupaba de
hacer firmar la petición y sorprendido en esas maqui-
naciones, declaró que esa solicitud la había enviado
Peñalosa y la encabezaban, los Funes para elevarla en
queja contra el Teniente Gobernador. Careado llovere y
el licenciado Funes, quedó de manifiesto la participación
de este último, como agente de Peñalosa, para indisponer
la opinión contra Dupuy. La declaración de Peñalosa
confirma el propósito de hacer susbcribir una petición
para convocar un cabildo abierto, tendiente a hacer ce-
sar el diputado electo, por no haberse reconocido el Es-
tatuto Provisional en la capital de Cuyo, a cuyo efecto
proponíanse promover una reunión de los vecinos más
distinguidos de la campaña. Finalmente, agregó, que si
bien es cierto había oído quejarse del Teniente Gobernador,
en cuanto a él, no tenía motivos de quejas ni parecerle mal
jefe. El agente, en Mendoza, de estas intrigas para indis-
poner a Dupuy, era D. Tomás Varas, quien recibía comu-
nicaciones de Escalante y de otros interesados en librarse
del Teniente Gobernador, obstáculo permanente a sus
ambiciones. Xo habiéndose concretado cargos contra
HISTORIA DE SAN LUIS 165
Dupuy, fuera de las detenciones sufridas por algunos
díscolos, con eso concluyó el asunto, siendo los culpables
puestos en libertad, aunque quedaban latentes los
odios, a la espera de una ocasión favorable para mani-
festarse. Estos hombres no podían resignarse a quedar
supeditados en sus aspiraciones políticas por un jefe, tan
austero y disciplinado, como el Teniente Gobernador
Dupuy, dispuesto a mantener el orden público con la
firmeza de que dio tantas pruebas.
5. — En el mes de julio se hizo la lista de la contri-
bución patriótica, obteniéndose la donación de 1287 ca-
ballos, 818 muías y 213 aparejos. Se designó a los veci-
nos Pedro Lucero, Juan Pedro Palma, Fausto Giménez,
José Pena y Miguel Orozco,para recoger este ganado y
conducirlo a Mendoza.
A fin de año se recogieron 400 novillos y 200 caballos
más. En charqui, bayeta y pieles de carnero, se reco-
lectó por valor de 4500 pesos; para pago de oficiales y re-
muneración de tropas 1200 y en dinero efectivo 2601,
todo lo cual fué proporcionado por el abnegado vecin-
dario puntano. ¡Hermosa contribución!
Obtenidos estos recursos, se procedió a elevar la
propuesta para oficiales en los siguientes términos:
«D. Vicente Dupuy, Teniente Gobernador de San Luis
y Sargento Mayor graduado, propone al Excmo. Supmo.
Director Suplente del Estado, para los despachos de ofi-
ciales de milicias, por premio de sus recomendables ser-
vicios en la clase que se demuestran, a los individuos
siguientes:
Para Sargentos Mayores: D Justo Gatica.— D. Fran-
cisco Paula Lucero.
Fueron capitanes en las milicias antiguas y el pri-
mero es, actualmente, Alcalde ordinario de l.er voto y
ambos dignos de toda consideración por sus servicios.
166 HISTORIA T3E SA.N LUIS
Para Capitanes: D. José Santos Ortiz. — D. Nicanor
Becerra. — D. Agustín Palma. — D. Juan Palma —Don
Manuel Herrera. — D. Marcelino Poblet. — D. Jerónimo
Quiroga. — D. Francisco Vicente Lucero. — D. Juan José
Vilches. — D. Fernando Lucero.
(Estos individuos están continuamente contribu-
yendo con sus bienes, a las circunstancias de esta Pro-
vincia).
Para Tenientes: D. Francisco Gatica. — D. Jerónimo
Fernández. — D. Gregorio Blanco. — D. Manuel Herrera.
--D. Tomás Gatica. — D. Miguel Adaro. — D. Maximino
Gatica. — D. Manuel Panelo.
(Tienen las mismas consideraciones que los anterio-
res).
Vicente Dupuy.
San Luis, septiembre 8 de 1815.»
Por esos días Dupuy recibió la circular pasada por
el Supremo Director del Estado, adjuntando el decreto
de Fernando VII referente a los medios que se habían
propuesto para subyugar de nuevo a la América, en cuya
virtud, recomendaba la pronta remisión de reclutas, des-
tinados a reemplazar las fuerzas de reservas. En su con-
testación le manifestó, que, no obstante ser asunto de
gran interés, le sería casi imposible enviarle nuevos
contingentes, pues, desde principios de la revolución y
según documentos que existían, se habían remitido más
de tres mil hombres de San Luis y de cuyas resultas, la
mayor parte de los que habían quedado, eran propie-
tarios y obligados a sostener crecidas familias. Además,
existía el peligro de que, de un momento a otro, podría in-
vadir el enemigo por el lado de Chile, lo que había he-
cho apurar los recursos del momento con la remisión de
200 hombres para el ejército de los Andes y otros que se
estaban reuniendo. Esto no obstante, hacía presente
sentirse resuelto, el pueblo puntano, a nuevos sacrificios,
si así lo exigiese la salvación de la patria. Hay que te-
ner en cuenta que la Provincia de San Luis, sólo tenía
HISTORIA DE SAN LUIS 167
16.000 habitantes y descartando mujeres, niños y an-
cianos, todo hombre hábil para manejar un fusil o un
sable, había concurrido a las campañas libertadoras o se
aprestaba a ocupar un sitio en el ejército de los Andes,
en vísperas de iniciar la magna empresa de la reconquis-
ta de Chile.
Poco después avisa Dupuy que tiene listas para mar-
char a la Capital, las tropas de muías, con los aparejos
correspondientes, que existían en la jurisdicción de San
Luis, a fin de internar los útiles de guerra sobrantes, en
el caso que se verificase la expedición anunciada sobre
Buenos Aires.
En seguida, dio una proclama ad virtiendo al pueblo
los peligros que le amenazaban y disponiendo que los
habitantes debían entregar las armas que tuviesen en
su poder, dentro del perentorio plazo de dos días. Se
encargó de esta misión al Sargento Mayor Enrique Mar-
tínez y en la campaña a los alcaldes de hermandad. El
secretario Kiveros hizo conocer en toda la Provincia es-
ta resolución, obteniéndose el mejor resultado, pues, to-
do el mundo entregó las armas al gobierno. Por otro
bando se dispuso que todos los españoles europeos y
americanos, confinados por enemigos de la causa, que se
hallaren en San Luis, se presentaran en el término de 24
horas al Ayudante Mayor D. Cornelio L. Lucero, a reci-
bir las órdenes que, privativamente, se le ha comunicado,
bajo las más serias responsabilidades.
Se les prohibía dirigir comunicaciones o cartas por
la estafeta pública, ni por conducto privado, que no fue-
se por intermedio del expresado Ayudante. Los que
infringieran estas órdenes o quebrantasen las que fuesen
comunicadas por el expresado comisionado, serían fu-
silados en el término de 24 horas. Iguales responsabili-
dades comprendían a los conductores de correspondencia
que no fuese visada.
Entre las instrucciones reservadas que se dieron al
Ayudante C. Lucero, estaban las de formar una lista de
los españoles y americanos enemigos de nuestra causa,
168 HISTORIA DE SAX LUIS
con todos los detalles de su estado, profesión, motivo de
confinamiento y lugar de donde procedían. Debía infor-
marse, también, de las personas ó familias que frecuenta-
sen y si hacían o no propaganda contra la causa de los
patriotas.
Es así como quedó establecida la más severa vigi-
lancia, pues, ya las autoridades locales estaban preveni-
das contra la actitud de los confinados. Poco antes, los
sacerdotes enemigos de la revolución, el cura de San Juan,
D. José María Castro y los religiosos fray Lorenzo Mu-
ñoz, fray Roque José Mallea, de la orden de predicadores,
fray Pedro Nolasco de los Ríos, de la orden mercedaria,
y fray Gabriel Suárez, de la orden franciscana, que es-
taban confinados, habiéndoseles dado pasaportes para
Córdoba y Buenos Aires, se fugaron a La Rioja con el
fin de trasladarse a Chile. De San Luis se mandó a cap-
turarlos al capitán D. Juan José Pico; pero ignoramos
el resultado de su comisión. Estos frailes, validos de su
carácter sacerdotal, eran agentes activísimos del elemento
realista y, por consiguiente, peligrosos para tenerlos en
San Luis, donde habían muchos otros confinados por
la misma causa. Las rigurosas medidas de Dupuy estaban
plenamente justificadas en aquel momento, tan difícil
y solemne, en el cual nos encontrábamos rodeados por
el enemigo y amenazados por todas partes, cuando se
iba a jugar definitivamente la suerte de la Patria y de la
América. :-
Como complemento a estas medidas, se levantó una
prolija investigación sobre los ganados, armas y recur-
sos de toda índole con que podía contar la provincia
para un caso extremo, como el que se preveía, de sacri-
ficarlo todo por el ideal revolucionario. Jamás, en parte
alguna una causa contó con más decididos sostenedores.
Los hombres corrían a ocupar sus puestos en las fi-
las del ejército; los hacendados donaban y conducían
personalmente sus ganados; todos contribuían con ví-
veres; las mujeres tejían el picote para vestir a los sol-
dados y el que más no podía, contribuía con su trabajo
HISTORIA DE SAN LUIS
169
personal a preparar el charqui, las monturas, aparejos
y correajes, y a prestar servicios en los transportes hacia
los puntos de reconcentración. Y en las horas de reposo
o de la oración, se elevaban las plegarias de las almas,
enardecidas por el sagrado fuego de la noble causa, pa-
ra rogar al Dios de sus creencias protegiera las armas de
la patria!
Dupuy era el espíritu y la acción misma de su ilustre
jefe San Martín. No descansaba un instante; intervenía
personalmente en todos los detalles de la organización
e instrucción de las milicias y en su provisionamiento,
con un inagotable ingenio para arbitrar recursos de toda
índole y para exaltar, con sus frecuentes proclamas, el
espíritu del soldado y del pueblo, hasta que la causa de la
libertad se convirtió en una pasión pública, dominante
y avasalladora. En estas condiciones se explica que San
Luis causara la admiración del mismo San Martín y
arrancara el aplauso más justiciero, de todos los hombres
que estaban al frente de la revolución.
A fines de 1815 quedaban perfectamente organiza-
das las milicias puritanas y en condiciones de entrar en
campaña.
Regimiento de Caballería de Milicias de San Luis
Estado que demuestra la fuerza efectiva con que se
halla, con especificación de clases, compañías y escua-
drones, hoy día de la fecha.
Compañía
Compañía
Compañía
l.er Escuadrón —
l.er Escuadrón —
2.° Escuadrón —
2.° Escuadrón — ■
2.° Escuadrón—
2.° Escuadrón —
1.a,
2.a;
3.a,
4.a;
5.a;
6.a,
9;
Capitán. . José Narciso Domínguez
Capitán. . Mateo Gómez
Capitán.. Jacinto San Martín
Capitán. . Luis Oyóla
Capitán . . Tomás Luis Ossorio
Capitán. . Juan Esteban Quiroga
Capitán. . Isidro Suaste
Capitán . . Andrés Alfonso
Capitán . . José Domingo Arias
170
HISTORIA DE SAN LUIS
3.er Escuadrón-
3.er Escuadrón-
3.er Escuadrón-
3.er Escuadrón-
4.° Escuadrón-
4.° Escuadrón-
-10.a, Capitán. .
-11.a, Capitán . .
-12.a, Capitán. .
-13.a, Capitán. .
-14.a, Capitán. .
-15.a, Capitán. .
Pedro Lucero
Luis Yidela
Manuel Eiveros
Juan Sosa
Juan Adaro
[Manuel Antonio Salazar
PLANA MAYOR
1 .er Escuadrón Cornelio Lucero
l.er Escuadrón Domingo Yaras
2.° Escuadrón Carlos Arias
Ayudantes
TENIENTES PRIMEROS
(En el orden de 1.° a 15)
José Gregorio Giménez. — Sebastián Lucero. — Floro
Yasconcellos. — Marcos Guiñazú. — Juan Alberto Frías. —
Yictorio Sosa. — Agustín Sosa. — Agustín Palma y 01-
guín. — José Leguisamo. — Juan Polonio Pérez. — Luis Fer-
nández.— Pedro Yidal Sarmiento. — Javier Sarmiento. —
José Pena. — José Antonio Lucero.
TENIENTES SEGUNDOS
Felipe -Ortiz. — Esteban Adaro. — Felipe Sosa. — Es-
teban Sosa. — Juan Antonio Quiroga. — Luis Becerra. —
Juan Pablo Palma. — Domingo Indalecio Menéndez. —
Manuel Herrera. — Pedro Nolasco Pedernera. — Felipe Lu-
cero.— Luis Hernández. — José Gregorio Calderón. — Juan
Gregorio Lucero. — Ursulo Funes.
ALFÉRECES
Eligió Cabral. — Camilo Domínguez. — Andrés Mi-
randa.— Rufino Poblet. — José Pedernera. — Fausto Gi-
ménez.— Pedro Lucero v Sosa. — Atanasio Carballo. — ■
HISTORIA DE SAN LUIS 171
José María Videla. — Juan Pascual Pr ingles. — Nepomu-
ceno Poblet. — Juan Antonio Ortiz. — Hipólito Giménez. —
Ventura Jurado. — Lino Garro.
Cada compañía de 120 hombres y con un total de
1800 plazas.
PLANA MAYOR
3.er Escuadrón José Antonio Becerra \
4.° Escuadrón Cecilio Lucero r . ,
4.° Escuadrón Basilio Quiroga (
4.° Escuadrón Lorenzo Eivero )
San Luis, noviembre 2 de 1815.
Vicente Dupuy.»
El objetivo era Chile; pero los peligros amena-
zaban por todos lados. San Martín debía estar en con-
diciones de acudir rápidamente, donde fuera necesario,
a la defensa de nuestra causa. Artigas, alzado en el litoral,
ejerciendo su influencia demoledora hasta Córdoba;
el general español Pezuela amagaba invadir por el nor-
te; se anunciaba la expedición española al Río de la Pla-
ta comandada por el general Morillo; Chile, reconquistada
por los realistas, podía también cooperar a la invasión
general para concluir con el partido patriota.
En medio de tantos peligros, consolaba el espíritu
la actitud de la abnegada Cuyo y de la pobre San Luis,
agigantadas por el sacrificio y el sentimiento de la li-
bertad.
Todo cuanto poseía fué entregado o puesto a dispo-
sición de Dupuy, aquel hombre extraordinario que no
se daba un momento de reposo y que tenía el poder de
subyugar todas las voluntades para hacerlas servir a
la gran causa.
¡Gratitud eterna a su memoria!!
HISTORIA DE SAN LUIS 173
CAPITULO VII
SUMARIO: 1. — Misión del licenciado Molina. — Donativos del pue-
blo de San Luis. — Honrosa nota del general San Martín. —
Plan de nuevos impuestos, ideado por el Cabildo: su desapro-
bación.— El Superior Gobierno honra a San Luis enviándole
la bandera de la escuadra española, rendida en el Río de La
Plata. 2. — El Congreso de Tucumán: carta de Pueyrredón a
Dupuy. — El diputado por San Luis es electo Director Supre-
mo del Estado. 3. — Declaración y Jura de la Independencia.
— Discordia casera. 4. — El ejército de los Andes. — -Vigilancia
y castigo de traidores. 5. — San Luis compromete la gratitud
nacional. — Honrosos documentos. — Nuevas tareas de Dupuy.
— El Cabildo agradece a Dupuy sus servicios a la patria y a
la localidad.
1. — Hacía un año que las provincias de Cuyo abas-
tecían el ejército con sus propios recursos; pero aun dis-
taba mucho, por su número y organización, para iniciar
la campaña libertadora de Chile. Como era consiguiente,
cada día aumentaban sus exigencias, y los medios de
cubrirlas eran, también, cada vez más escasos, al extre-
mo de haberse tocado ya, casi por completo, los resortes
para arbitrarlos. En presencia de esta difícil situación,
el Cabildo de Mendoza se dirigió, en noviembre, al de
San Luis haciéndole presente que había advertido la
debilidad de estas fuerzas para comenzar la empresa a
que estaban destinadas, y que si la capital no cooperaba
con auxilios antes de un año, se habrían agotado infali-
blemente todos los recursos. En estas circunstancias,
habían meditado encargar al licenciado Dn. Manuel Ig-
nacio Molina para que se trasladase a Buenos Aires y
representase, ante el Superior Gobierno, la urgentísima
necesidad de proteger este ejército con cuanto fuera ne-
cesario, hasta completarlo y atender su abastecimiento.
174 HISTORIA DE SAN LUIS
Molina llevaba, también, la misión de convencer a los
hombres de gobierno de la bondad del plan de campaña
formulado por San Martín como medio único de salvar
la causa patriótica. El Cabildo puritano acogió con entu-
siasmo al comisionado, le confirió sus poderes para re-
presentarlo, comprometiéndose a contribuir al pago de
los gastos de viaje y estadía en Buenos Aires. Y, mientras
tanto, decretaba una contribución voluntaria, entre los
vecinos más pudientes, para reembolsar la suma de 4.000
pesos que el gobierno central había anticipado a su dipu-
tado Pueyrredón, al emprender viaje a Tucumán.
Al mismo tiempo, pedía otra en ganado para soste-
nimiento del ejército, reuniéndose en pocos días 400 no-
villos, 210 caballos y 440 arrobas de charqui. Es de ad-
vertir, a la vez, que las entradas del año, por concepto de
impuestos y derechos de aduana, que pasaban de 6.000
pesos, fueron enviadas íntegras a Mendoza, todo lo cual
se destinaba al ejército, como lo certifica el general
Espejo.
Estos sacrificios, debidamente apreciados por San Mar-
tín, dieron motivo a la nota autógrafa reproducida aquí,
como un honroso testimonio para el pueblo de San Luis.
Comunicaciones como éstas, colmaban de satisfacción
al Cabildo y al pueblo, al cual se las hacía conocer, solem-
nemente, para estimular su patriotismo.
Con esta nota llegaba una comunicación del dele-
gado Molina, dando cuenta del buen resultado de sus
gestiones, debido a las cuales, había conseguido la suma
de 6.000 pesos de pronto y 5.000 en cada mes siguiente,
hasta completar la organización del ejército, así como
importantes elementos de guerra.
Auxilio tan oportuno y decisivo produjo un extraor-
dinario entusiasmo en la población puntana y dio nue-
vos alientos a todos, para continuar la magna obra de
la reconquista de Chile. San Martín estaba en plena
labor y no descansaría hasta no verse compensado por
la victoria. En esas circunstancias llamó con urgencia
a Dupuy, recomendándole que depositara en el Cabildo
HISTORIA DE SAN LUIS
175
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*» a Clo^ a^Ocíi ~o.¿¿i , ¿^^ ^
ar-
176 HISTORIA DE SAN LUIS
el mando político, y en el oficial más antiguo, el mando
militar, el cual correspondió al capitán José Cipriano
Pueyrredón. Este patriota se contrajo, con un celo re-
comendable, en unión al Cabildo, a atender las múltiples
necesidades locales y los deberes de reunir y discipli-
nar las milicias. Las continuas contribuciones y las úl-
timas remesas de dinero a Mendoza, habían agotado los
recursos y no se sabía de qué echar mano para sostener
la escuela pública, el mantenimiento de los presos y
practicar las urgentes reparaciones de la cárcel y de la
casa municipal. Entonces se ideó sacar recursos del
ramo de propios y arbitrios, aplicados a la extracción
de ganado, madera y otros productos naturales, así co-
mo se fijó un impuesto a todos los artículos del comercio
que se introducían de las vecinas provincias de Mendoza
y San Juan, ordenanzas que fueron remitidas al gober-
nador para su aprobación. Estas medidas dieron lugar a
muchas reclamaciones por cuanto venían a gravar de
tal manera el comercio, que lo exponían a grandes que-
brantos. San Martín desaprobó el establecimiento de los
nuevos impuestos. El Cabildo de San Luis se justificó
dirigiéndole una extensa nota con los fundamentos de
esas ordenanzas, y, requerida la opinión del asesor doc-
tor Vera, éste se produjo en contra de las pretensiones
del Cabildo, diciendo: «Si después de abrumados los ciu-
dadanos con el redoble peso de extraordinarias contribu-
ciones, hubieran de oprimirse todavía las ramas del co-
mercio con nuevos derechos, vendrían a reducirse sus
agentes a un estado de impotencia y nulidad que traería
la ruina y total decadencia del Estado.
«Que si a los habitantes de San Luis, que hoy segura-
mente sufren ingentes exacciones, se les apura con el
derecho de «propios y arbitrios», reducidos a la desespe-
ración, abandonarían el giro de sus negociaciones. Así,
pues, opina más acertadamente, que se omitan, por ahora,
las obras que dieron mérito al acuerdo del Cabildo, o
que se arbitren los medios, por erogación voluntaria, de
los vecinos de aquella ciudad.»
HISTORIA DE SAN LUIS 177
San Martín se produjo de conformidad con el dicta-
men del asesor, y agregó que si el Cabildo pudiera adop-
tar otros medios que no proporcionasen estos inconvenien-
tes, no distaría de aprobarlos por el interés que le merecía
esa benemérita ciudad.
El Cabildo insistió en justificar el acuerdo y en pe-
dir su aprobación, refutando, a la vez, los argumentos
en que se había fundado el asesor para negarle su asen-
timiento.
Este vuelve a hacerse cargo del asunto y se
expide, por segunda vez, con gran mesura, manifestan-
do que siendo la causa de esos impuestos la necesidad
de atender la escuela y las obras públicas, cree debe ele-
varse la solicitud del Cabildo al Superior Gobierno, a
quien corresponde, de acuerdo con los principios de
igualdad, fomentar la educación e imponer derechos en
las provincias sobre el ramo de comercio, y se recomienda,
a sus efectos «la benemerencia, patriotismo e incomparables
sacrificios que ha hecho el distinguido pueblo de San Luis».
Negada la facultad para arbitrar nuevos recursos
con el aumento de impuestos, el Cabildo quedó en una
situación muy apurada; pues, tampoco el gobierno cen-
tral concurrió con el auxilio solicitado.
Pero no debía ser la última prueba a la cual se some-
tería la abnegación de los púntanos; el vecindario contri-
buyó con una subscripción voluntaria al sostenimiento
de la escuela.
Si el Superior Gobierno no podía concurrir a remediar
las necesidades de la cultura local, estaba bien penetra-
do de los sentimientos y de los sacrificios de nuestro
pueblo, al cual quiso honrar en la primera oportunidad
que se le presentó, enviánclole la bandera de la escuadra
española, vencida en las aguas del Plata por el intrépido
almirante Brown. He aquí la constancia de ese hecho
que tanto honra al pueblo puntano:
«Sr. Tte. Gobernador de la ciudad de San Luis.
«Ha recibido este Gobierno el apreciable oficio de
Vd., con fecha 11 del corriente, y con él la bandera de
TOMO T 12
178 HISTORIA DE SAN LUIS
la Escuadra Española con que el enemigo surcaba el
Eío de la Plata, cuando a esfuerzos de la nuestra, se rin-
dió, haciendo entrega de su divisa.
«A este Ayuntamiento le es muy grato el presente que,
por disposición del Superior Gobierno, le hace Yd., se-
gún se lo comunica, y se llena de complacencia al recor-
darle que los hijos de su país han sabido desempeñarse,
en defensa de la causa común y decoro de la conservación
del buen renombre de ellos. Xo cesaría de elevar sus
súplicas al cielo para que, sin separarse un momento de
las sabias disposiciones que nos rigen, sigan hasta el
fin de los grandes designios a que aspiran. Se complace
en la oferta de Vd., en orden a lo dispuesto de las inscrip-
ciones de la asta de otra bandera, conociendo los buenos
deseos que le acompañan, dándole por ello las debidas
gracias.
«Ha dispuesto sentar, por acuerdo, que el paseo de
ella sea la víspera del 25, día de nuestra regeneración.
«Como igualmente hacen su depósito en la Santa Igle-
sia Matriz y, con los deseos más ardientes, ruega al Dios
de la Patria, nos dé una verdadera unión y perfecta
alianza.
«Nuestro Sr. Guarde a Vd. muchos años.
«San Luis 12 de Mayo de 1816.
Marcelino Poblet.»
2. — El 16 de enero de 1816, escribía Pueyrredón a
Dupuy: «En el Perú se ¡3erdió todo, como te impondrás
por mi comunicación al Cabildo; el país está todo divi-
dido; el ejército casi disuelto y en extremo prostituido;
la ambición se entroniza con descaro en todos los pun-
tos; cada pueblo encierra una facción, que lo domina;
la ambición ciega, la codicia, la sensualidad, todas las
pasiones bajas se han desencadenado; sólo una absolu-
ta regeneración puede restituir el país a la vida; pero
¿en dónde están los instrumentos para formar una masa
de forma diferente? Las virtudes han huido de entre
HISTORIA DE SAN LUIS 179
nosotros o están tan escondidas que no las halla la más
vigilante diligencia. ¿Y cuál el brazo bastante robusto
y diestro para depurar y arrojar la parte corrompida?
¿Será el Congreso? ¡Ah, hermano mío! ¡Qué distante es-
toy de creerlo y esperarlo! Aun faltan muchos diputados,
y, entre los que hay reunidos, no descubro aquel deseo
ingenuo de conciliación y avenimiento, sino un espí-
ritu de provincialismo, de rivalidad y de encono que de-
be producir funestos resultados. Si el Congreso se abre,
vamos a vernos sumergidos en más división y en mayo-
res males. ¡Ojalá no se realicen mis temores!»
Tal era. en verdad, la situación del momento. El
litoral continuaba bajo la influencia antinacionalista
del caudillo Artigas; el ejército del norte, minado por la
indisciplina y deshecho por la derrota de Sipe-Sipe; los
españoles, reconcentrando sus elementos sobre la fron-
tera para someter estas provincias a la absoluta auto-
ridad de Fernando VII; las rivalidades y celos entre
Buenos Aires y las provincias, que representaban dos
tendencias antagónicas; el centralismo del partido por-
teño y el federalismo inorgánico de los caudillos. A estas
graves circunstancias debían agregarse las terribles acu-
saciones contra ciertos hombres dirigentes, a quienes se
culpaba de pretender entregar el país a una nación ex-
tranjera; de querer coronar un príncipe de cualquiera
de las casas reinantes de Europa. La única esperanza
era San Martín que preparaba en Cuyo su célebre ejér-
cito de los Andes, y Güemes que, aunque en franca re-
belión contra Rohdeau por sus grandes desaciertos,
era, en las provincias del norte, el único jefe capaz y
con prestigios para levantar en armas a las poblaciones
y detener al invasor realista, como más tarde lo eviden-
ció con su pericia y sucesivos éxitos. En tan difícil situa-
ción se reunía el Congreso en Tucumán.
Los diputados que participaban de las profundas
divisiones de los pueblos, eran un conglomerado de opi-
niones distintas, sin espíritu de cuerpo, los cuales fueron
agrupándose en torno de las tendencias de Córdoba,
180 HISTORIA DE SAX LUIS
Alto Perú y Buenos Aires. Los diputados por Cuyo,
representados por Pueyrredón, Godoy Cruz, Maza. Fray
Justo de Santa María de Oro y Laprida. obedecían las
sugestiones del general San Martín, quien acordó, con
ellos, dar impulso a las tareas del Congreso y apurar la
solemne declaración de la independencia.
El 9 de abril se hizo conocer en San Luis la instalación
del Congreso de las Provincias Unidas del Eío de la Pla-
ta, reunido en la ciudad de Tucumán, suceso que llenó
de alegría y esperanzas a todos, mandando celebrarlo
las autoridades con luminarias y otras fiestas públicas.
Diez días después, fué jurado y reconocido como la so-
berana representación del país.
Otra noticia que colmó de satisfacción a los pún-
tanos, fué el nombramiento de su diputado, Juan Martín
de Pueyrredón, para ocupar el elevado cargo de Director
Supremo del Estado. Esta designación significaba el
triunfo del buen sentido y del patriotismo. Pueyrredón
era un hombre circunspecto, avezado a los negocios
públicos, enérgico y con las más recomendables virtu-
des para imponerse en tan difícil 'situación. El nuevo
Director, con San Martín y Belgrano, fueron los tres
hombres del momento, unidos por los ideales comunes
de la independencia, aunque no estuviesen de acuerdo
sobre la forma de gobierno a adoptarse, asunto de grave
meditación que se resolvería con mucha calma y habi-
lidad diplomática.
San Martín era republicano; pero se abstenía de emi-
tir juicio sobre la forma de gobierno, por cuanto podía
aumentar las dificultades y chocar con Belgrano, decla-
rado abiertamente por la monarquía incásica. En cuanto
a Pueyrredón, podemos también afirmar que era repu-
blicano, pues en carta aDupuy le dice: «que si prevaleciera
la idea de la soberanía, estaba decidido a retirarse del
Congreso.»
Al fin, en sesión del 9 de julio, el presidente Francisco
Xarciso Laprida, presentó la idea de la declaratoria de
nuestra independencia en estos términos: «¿Quiere el
HISTORIA DE SAIJ LUIS 181
Congreso que las Provincias Unidas del Río de la Plata
formen una sola nación, libre e independiente de los re-
yes de España?» Una salva de aplausos y entusiastas
aclamaciones respondieron por la afirmativa. Puestos
todos de pie. se hizo el solemne juramento en medio de los
transportes del más alto patriotismo. El Director Supre-
mo y todas las autoridades prestaron también el suyo.
Después, se hizo la salvedad de que la independencia
era, no sólo de los reyes de España, sino de todo otro
poder extranjero, declaración necesaria por cuanto se
repetía que el Congreso quería entregar el país a Portu-
gal o Inglaterra, o coronar un príncipe de las casas rei-
nantes de Europa.
Después de este acto, tan decisivo como transcenden-
tal para los futuros destinos de estos países, el director
Pueyrredón resolvió trasladarse a Buenos Aires, a fia de
asumir, en la capital, la suprema dirección del gobier-
no de las Provincias Unidas. A su paso por Córdoba, se
entrevistó, el 15 de julio, con San Martín, que había ido
a informarle sobre el plan de operaciones del Ejército
de su mando y demás asuntos relacionados con la ur-
gencia de dar impulso a la causa revolucionaria. Había
que consolidar, con el triunfo de nuestras armas, la so-
lemne declaración de la independencia.
Pueyrredón, que con los diputados del Alto Perú,
estaba inclinado a llevar la expedición por el norte, fué
convencido por San Martín de las ventajas del paso de
los Andes.
El nuevo Director instituyó el Ejército de los Andes y
aumentó el subsidio mensual a 8.000 pesos, proveyéndole
de otros elementos. Por su parte, el Congreso acordó a
San Martín el título de Capitán General.
3. — He aquí la comunicación autógrafa que se pasó
a las autoridades puntanas dándoles cuenta del fausto
suceso de la declaración de la independencia:
182 HISTORIA DE SAX LUIS
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HISTORIA DE SAN LUIS 183
Este transcendentalísimo documento fué leído en
acto solemne y saludado por las grandes aclamaciones
de un pueblo, noblemente apasionado de la libertad,
contestándose y sellándose, para siempre, el solemne ju-
ramento de sostener nuestra independencia, con el Acta
memorable que se transcribe a continuación:
«En la ciudad de San Luis, a veinticuatro días
del mes de agosto de mil ochocientos diez y seis años:
Presente el ilustre Cabildo, en consorcio de su Presiden-
te el señor Teniente Gobernador a cuya casa morada,
por estar destruida la sala capitular, fueron convocados
por un Bando publicado el día anterior todos los cuer-
pos Militares, Prelados, funcionarios públicos, la mayor
parte de los Jueces de la campaña y todos los vecinos
de este virtuoso pueblo, ante quienes habiendo prece-
dido el conocimiento de un oficio del Muy Ilustre Ca-
bildo, y Gobernador Político de esta Provincia de Cuyo,
de siete del corriente, dirigido al expresado Teniente
Gobernador, en el que ordena proceda á la publicación
de la Acta y Juramento prescripto por el Soberano Con-
greso sobre la independencia de las Provincias Unidas,
cuyos documentos y forma del Juramento que igual-
mente comprendía en testimonio, después de leídos
públicamente, se presentó el Teniente Gobernador e, hin-
cado de rodillas ante el Ilustre Cabildo, prestó el Ju-
ramento de promover y defender la libertad de las Pro-
vincias Unidas y de la Independencia del Rey de Espa-
ña Fernando Séptimo, sus sucesores y Metrópoli, y de
toda otra dominación extranjera, e igualmente el de soste-
ner estos derechos con la vida, haberes y fama, guardan-
do la misma forma prescripta por el Soberano Congreso
Nacional, quien, seguidamente, lo tomó el Ilustre Ca-
bildo, oficiales Militares y demás corporaciones, cuyo
acto celebrado entre vivas y aclamaciones las más ex-
presivas por la libertad, e independencia de la América
del Sud, lo firmaron para su constancia en el mismo
día, mes y año, ante el Señor Teniente Gobernador y
Muy Ilustre Cabildo. (Siguen los nombres de los asisten-
184 HISTORIA DE SAN LUIS
tes al acto). Firmado: — Marcelino Poblet. — Pedro Pa-
blo Fernández. — Mateo Gómez».
La independencia nacional fué jurada poco después
por todas las autoridades de campaña y vecinos más
caracterizados.
El pueblo de San Luis estuvo, por algún tiempo, en-
vuelto en la discordia casera, que era como una prolon-
gación de la anarquía general, apenas contenida en mo-
mentos que el Congreso de Tucumán asumía la sobera-
nía del país. Y se manifestó con motivo de considerarse
la renuncia del diputado D. Juan Martín de Pueyrredón
y de elegirse el que debía reemplazarlo. Convocada la
Junta Electoral, ésta se reunió, hasta tres días consecu-
tivos, sin llenar su cometido, y, averiguada la causa, se
supo que allí se deliberaba sobre la disminución de la
renta, el establecimiento de escuelas y otros temas com-
pletamente ajenos al asunto de la convocatoria, pre-
textos para encontrar el medio de deponer al teniente
gobernador Dupuy. Los directores de este propósito
eran fray Isidro González y el capitán José Cipriano
Pueyrredón. Esta actitud, tan contraria al mandato del
pueblo, produjo los consiguientes recelos en el ánimo de
Dupuy, el cual tomó, entonces, sus precauciones. Los
promotores del conflicto, viéndose descubiertos, recurrie-
ron al ardid de pedir garantías y seguridad individual
para llenar su cometido, cuando nadie había pretendido
presionarlos. Al efecto, exigieron que el teniente gober-
nador se retirara a la quinta de Pueyrredón y deposi-
tara el mando en el cuerpo electoral, que de hecho que-
daría así investido con la suma de los poderes locales.
Y aunque el coronel Dupuy, en un rasgo de desprendi-
miento y de caballerosidad, se despojó del poder ante
el Alcalde de l.er voto, pidiendo al Cabildo que se le for-
mularan los cargos por supuesta intervención en las de-
liberaciones de la Junta Electoral, no se le concretó
ninguno, poniéndose en descubierto la falsedad de las acu-
HISTORIA DE SAN LUIS 185
saciones, con las cuales se pretendía demorar la designa-
ción del diputado y someter el caso al Congreso Sobe-
rano. Puestos en conocimiento del Gobernador Intenden-
te de la Provincia estos hechos irregulares, los pasó
a estudio del asesor letrado, Dr. Vera, quien se ex-
pidió aconsejando que los autores del conflicto, José
Cipriano Pueyrredón y fray Isidro González, bajasen a
la capital a fin de ser oídos, e, intertanto, debía ordenar-
se Ja elección de dos ciudadanos en su reemplazo, a fin
de no demorar el nombramiento de diputado.
San Martín resolvió el asunto de acuerdo con lo dic-
taminado por su consejero. En consecuencia, se reunió,
el 16 de mayo, el Cabildo y Junta de electores presi-
didos por el teniente gobernador y entrando a conside-
rar el motivo de su convocatoria, el P. Manuel Barros,
prior del convento de predicadores, hizo moción para que
se acordara al coronel mayor Dn. J. M. de Pueyrredón, la
facultad de substituir sus poderes, respecto a que el pue-
blo tenía suma confianza en su patriotismo y en el acier-
to con que había de proceder a designar un substituto
entre los miembros del Congreso, suplicándole que si
entre los representantes de la Provincia de Cuyo había
quien llenase esos requisitos a su satisfacción, lo pre-
firiese para el cargo. El administrador de correos, don
Rafael de la Peña, adhirió a esta idea, añadiendo que
era el único medio de tener un representante en el Con-
greso, por la notoria indigencia de esta jurisdicción para
costear viaje y dieta de un diputado, en momentos en
que San Luis debía hacer frente a una nueva contribu-
ción patriótica de 2.000 pesos, y atender además, la segu-
ridad de la Provincia, amenazada por el enemigo limí-
trofe. Así se resolvió por la unanimidad de los electores.
Al serle comunicado a Pueyrredón lo resuelto por la
Junta de Electores, agradeció debidamente el acto de
confianza; pero se excusó de ejercer una facultad que
consideraba no tener, desde que había aceptado el cargo
de Supremo Director. Y en carta particular a Dupuy
le decía: «La quietud, el orden y la armonía son el primer
186 HISTORIA DE SAN LUIS
deber de un magistrado; y siempre padece su concepto,
en la opinión común, cuando se altera la paz por cual-
quier motivo que sea. El gobierno de un pueblo pide de-
licadeza, flexibilidad y destreza; yo sé que tú eres capaz
de todo, y nada te encargo sobre este particular. Todo
lo que Uds. han hecho, no vale nada: desde el momento
en que me recibí del mando supremo de las Provincias,
dejé de ser diputado, me separé del Congreso y cesaron,
enteramente, mis poderes ¿cómo podré, pues, ahora, subs-
tituir una facultad que no tengo? En tal caso, sería
viciosa y nula. Si Uds. me hubieran mandado la facul-
tad de substituir, cuando la pedí, no nos viéramos ahora
en este apuro. Estoy, hijo, ahogadísimo de atenciones;
dentro de seis días salgo para Córdoba; escríbeme allí.
Consérvate bueno y manda a tu siempre affmo. amigo —
Juan Martín.» Con tal paternal consejo y franca amistad
trataba a Dupuy aquel eminente ciudadano, a la sazón
el Supremo Director del Estado y el hombre que iba a
ser la providencia de la causa revolucionaria. Mucho
debió valer el teniente gobernador de San Luis, cuando
iguales manifestaciones de cariño recibía del general
San Martín. Dupuy dio pruebas de prudencia; pero las
ambiciones locales continuaron por algún tiempo su obra
demoledora.
Como no se practicaba la elección del diputado,
el presidente del Congreso ofició al Cabildo manifestán-
dole que, cuanto antes, debían hacerlo, y que la dieta del
diputado se pagaría con recursos del tesoro nacional,
a razón de 1.2.00 pesos anuales. No pudiéndose poner de
acuerdo, designaron representante de San Luis a don
Tomás Godoy Cruz, diputado por Mendoza. Esta medida
frustró las esperanzas de varios políticos locales y entre
ellos, principalmente, las del alcalde de l.er voto, D. Mar-
celino Poblet, hombre dominante y ambicioso, que no
podía resignarse a un papel secundario. Fracasada su
candidatura, recurrió a la intriga, sorprendiendo la buena
fe del Cabildo, a quien hizo firmar una especie de pro-
testa por supuesta intervención del teniente goberna-
i
HISTORIA DE SAN LUIS 187
dor en ese acto, y al cual acusaba de haber hecho presión
en el ánimo de los electores. Esta actitud ocasionó el
rechazo del diputado Godoy Cruz. Averiguada la causa
de tan grave resolución del Congreso, el mismo Cabil-
do puso en descubierto el reprochable proceder de Po-
blet, siendo anatematizado, como díscolo y descalifi-
cado, como patriota, en un documento que tenemos a la
vista.
Por esta causa se quedó San Luis sin representante
en el Soberano Cuerpo, hasta ser trasladado a Buenos
Aires.
4. — El Ejército de los Andes comenzó a formarse en
1814, tomando como base los auxiliares de Chile manda-
dos por Las Heras. Vinieron, después, de Buenos Aires dos
compañías, mientras en San Luis, Mendoza y San Juan,
se organizaban las milicias que debían incorporársele.
Finalmente, en 1815, llegaron los restos de granaderos
a caballo, que fueron conducidos por el coronel Zapiola.
A medida que se producía la reconcentración^ crecían
las necesidades para el sostenimiento de las fuerzas.
Fué entonces cuando San Martín puso en práctica el
recurso de las contribuciones patrióticas de toda índole:
donaciones de dinero y ganado, empréstitos voluntarios
y forzosos a los indiferentes y enemigos de la revolu-
ción, y, por último los servicios personales.
Estableció su campamento en el Plumerillo, a una
legua de Mendoza, y, luego, organizó el parque y la maes-
tranza bajo la dirección del P. Luis Beltrán, quien te-
nía el don extraordinario de todas las habilidades ma-
nuales, al cual se unía un ingenio inagotable que todo
lo suplía y arbitraba.
Dice el ilustre Mitre: «Al soplo del P. Beltrán se en-
cendieron, como cera, los metales que modeló en artefac-
tos de guerra. Como un Vulcano, vestido de hábitos
talares, él forjó las armas de la revolución.»
188 HISTORTA DE SAX LUIS
A estas creaciones, siguieron la fábrica de pólvora,
de paños, hechos con las bayetas tejidas en San Luis;
la organización de la proveeduría, sanidad y justicia mi-
litar, medios de transportes y cuanto detalle pudo pro-
veer el genio organizador del general en jefe, para mon-
tar aquella admirable máquina de guerra, cuyo engra-
naje y funcionamiento estaba destinado a asegurar la
victoria.
El teniente gobernador Dupuv pasó, en junio, una
circular a los alcaldes de hermandad de la campaña,
diciéndoles que sabía, por informes reservados y cier-
tos, los preparativos del enemigo de Chile para apoderar-
se de esta Provincia, en la primavera próxima, y que
siendo un deber, el más sagrado de todo americano, el
tomar las armas para defender sus bienes, sus esposas,
sus hijos y su propia vida, se imponía la necesidad de
aumentar la fuerza de nuestro ejército y para este pro-
posite, se le encargaba cierto número de reclutas que de-
bía reunir con la mayor actividad posible. De todos los
partidos comenzaron a venir los contingentes de robus-
tos mocetones y ágiles jinetes, los cuales, en cuanto lle-
gaban, se distribuían en las compañías a fin de iniciar
su instrucción militar. Estos contingentes estaban des-
tinados a formar el o.° escuadrón de granaderos a ca-
ballo, por resolución de San Martín, que pedía gente
hermosa para su regimiento predilecto, «en la inteligen-
cia que no dará ninguno a otro, porque los púntanos son
más aptos para la caballería que para la infantería». Y
alentando a su leal teniente gobernador Dupuy, le dice:
«¿Ese corazón está ya más tranquilo? Trabajemos, mi
amigo, por nuestro suelo y dejemos que nuestros enemi-
gos nos persigan; yo no espero otra recompensa de mis
afanes sino la de poder decir: Por mi nutria hice cuanto
pude.» En agosto pasó nota a los Cabildos de Cuyo hacién-
doles presente la necesidad urgente de arbitrar nuevos
recursos, en dinero y hombres, hasta completar el nú-
mero de 4.000 soldados que juzgábase necesario para
aventurar la expedición a Chile.
HISTORIA DE SAN LUIS 189
En Mendoza se reunieron con el Cabildo los diputa-
dos de San Juan, y después de deliberar sobre el particu-
lar, resolvieron, en vista de las circunstancias premio-
sas, y contando de antemano con la aquiescencia del
Cabildo de San Luis, auxiliarlo con todos los esclavos
útiles para el servicio de las armas, sin perder de vista
el deber de no descuidar los cultivos de la tierra. En
consecuencia, destinaron al ejército los dos tercios de
esclavos, previa indemnización a sus amos. Las personas
que tuvieran menos de tres esclavos, debían juntarse
con otra para formar ternas y ser sometidos al sor-
teo. Entraban en el sorteo los esclavos de 14 a 50
años. Dupuy publicó un bando para que se presenta-
ran éstos y el Cabildo nombró en comisión a Mar-
celino Poblet, Mateo Gómez, Francisco Vicente L. Lu-
cero y José Gregorio Jiménez, para verificar el sorteo de
la referencia, tasar los esclavos y velar por que, en toda
la jurisdicción de San Luis, se cumpliera fielmente esta
determinación. En el mes de octubre se tenían ya listos
42 hombres sanos, fuertes y aptos para el servicio militar,
los cuales fueron entregados al teniente gobernador.
En el acta que se labró con ese motivo, consta que la
comisión continuaría su tarea en el resto de la Provin-
cia, de donde se obtuvieron otros más, con los cuales se
formó el contingente de esclavos libertos que marcharon
a Mendoza. El Cabildo había solicitado que se formase
con ellos un cuerpo; San Martín contestó que pondría
en conocimiento del Director Supremo ese pedido. Y
San Martín siguió pidiendo a Dupuy: vengan los otros
negros libertos, vengan las muías y caballos y cien co-
sas más, todas en carácter de urgentes. Y allá fueron
una partida de 400 caballos, 300 reses y 400 arrobas de
charqui. Poco después, el tropero Francisco Martínez
llevó 381 ponchos de lana y 1.553 varas de picote, mien-
tras los telares criollos continuaban día y noche la no-
ble tarea de vestir a las tropas.
En septiembre se remitieron 1.000 cartucheras de
infantería, con correajes, 25 quintales de pólvora de
190 HISTORIA DE SAN LUIS
fusil, 15 de cañón, 1.200 piedras chispas de fusil y 200
de pistola; 300 fusiles, 9 cargas de tejidos, 400 y tantas
arrobas de charqui y una buena partida de caballos y
muías.
En octubre, el teniente gobernador, apremiado por
estas exigencias, dirigió al vecindario una proclama,
cuya parte final dice así:
«Púntanos: El jefe que tiene la honra de mandar-
nos, está bien penetrado de que vuestros esfuerzos
siempre han sido superiores a los de otros pueblos con
grandes proporciones y facultades, así es que vuestras
virtudes han brillado de ese modo ejemplar y sólo falta
para llevarlas al último grado de perfección que ha-
gáis este último sacrificio. El resultado del objeto a que
él es dirigido, sin duda alguna, va a ser el más feliz y va
a compensaros vuestras heroicas erogaciones y fatigas
y a poner un término a vuestros trabajos. Creedlo así,
mis amados púntanos: yo os lo aseguro, que estoy bien
informado del estado del enemigo y conozco muy bien
la disciplina, subordinación y bravura de los soldados
que componen el ejército de esta Provincia, al mando
de un jefe cuya aptitud y pericia militar funda la segu-
ridad y buen resultado de sus operaciones en el otro
lado de los Andes. Todo lo que, para que llegue a no-
ticia de todos y nadie alegue ignorancia, mando se pu-
blique por bando, a cuyo objeto comisiono al capitán de
estas milicias, D. Manuel Bivero.»
En noviembre, pide San Martín, como anticipo de la
contribución patriótica, otras dos mil arrobas de charqui,
encargándose al capitán Pedro L. Lucero para que lo
reciba, acondicione y remita al ejército. Unos días
después, pide, además, mil muías de silla, las cuales de-
bían ser remitidas con la mayor brevedad, y, finalmente,
ocho mil o más pieles de carnero, sin pérdida de momentos,
pues, dice: «Ya apuran los instantes para realizar la gran-
de empresa en que se halla comprometida la Provincia.
Estos son los últimos recursos que van a coronar la
obra que ha preparado el laborioso afán de los hijos de
HISTORIA DE SAN LUIS 191
la patria en esta Provincia». Y con estos urgentes pedi-
dos marchó el último contingente.
Dupuy y el Cabildo puntano pudieron muy bien ex-
clamar, como Pueyrredón, después de despacharle cuan-
to pedía: «Van oficios de reconocimiento para las pro-
vincias de Cuyo; van despachos de oficiales; van ves-
tuarios y recados; van sables; va charqui; van tiendas
de campaña... Va el mundo, va el demonio, va la carne!
Y no sé yo cómo me irá con las trampas en que quedo
para pagarlo todo. Y después de tantos sacrificios, es pre-
ciso que Dios sea godo para que no ayude nuestra em-
presa.»
Y la tarea iba a continuar aún, para estar prevenidos
en un caso de desastre o de un fracaso, a fin de ocurrir
inmediatamente con las reservas de hombres y de ele-
mentos. Para eso, se quedaba aún. en San Luis el infati-
gable Dupuy. Había que preocuparse constantemente
de levantar el espíritu de los buenos patriotas. Los espa-
ñoles propalaban la idea de que los revolucionarios eran
enemigos de la religión católica, para desprestigiar su
causa en el seno mismo de las familias y ante el pueblo,
fiel a sus creencias. Para contrarrestar esa prédica fu-
nesta, Dupuy firmó un decreto en el cual decía: «que los
que alardeaban de cumplir con los preceptos de la Igle-
sia, eran los primeros en quebrantarlos, en cuya conse-
cuencia ordenaba que todos los españoles o americanos
confinados, concurriesen a la misa mayor, presididos
por un oficial ayudante, a fin de constatar quiénes
daban, o no, cumplimiento a una orden inspirada en el
anhelo de hacer observar los preceptos sagrados de nues-
tra religión católica, sin cuya circunstancia no seríamos
acreedores al auxilio divino para conseguir el buen
éxito de nuestra grande obra de la libertad.»
Como complemento de esta medida, se privó de su-
ministrar los sacramentos de la confesión a los 13 sacer-
dotes confinados y enemigos de la revolución. A sus efec-
tos, se encomendó la mayor vigilancia y celo al prior del
convento de predicadores, fray Manuel Barros, a fin
192 HISTORIA DE SAX LUIS
de evitar la influencia de esos malos ministros del altar
y enemigos de los americanos y de su libertad. El P.
Barros, que era un patriota decidido, como casi todos los
dominicos, dio el más estricto cumplimiento de su en-
cargo. Y, por fin, estimuló el celo patriótico de los mi-
nistros del altar con notas como esta:
Al Sr. Licenciado y Cura de Piedra Blanca, D. Jeró-
nimo Rosario de Zarza.
Tengo el mayor placer en contestar a su más atto.
y recomendable oficio del 14 de Abril, en el cual no só-
lo me comunica que el Sr. Provisor y Gobr. de este
Obispado le había conferido (tan dignamente) el bene-
ficio de la Piedra Blanca, sino que me avisa igualmen-
te del modo más edificante y expresivo á trabajar en
protección de nuestra Libertad — Yo protesto á Ud. que
al leer su indicada nota, derramé lágrimas de ternura
y vivifiqué mi ánimo agobiado con más de seis años de
fatigas por el bien de mi Patria, y sin ser dueño de
mi razón en aquellos momentos, levanté mis ojos al
cielo y dije: Ojalá que todos ¡os americanos Ministros
del Santuario abrigasen en su corazón sentimientos tan
justos y tan dignos de la naturaleza que debieron al Ser
Supremo. Entonces es que podríamos asegurar nuestra
constitución y que estábamos jiuestos á la par de las na-
ciones más grandes.
El crédito público que se ha merecido por su ilus-
tración y patriotismo, no sólo me hace incapaz de su-
gerirle medios de fomentar ]a opinión pública e inflamar
el espíritu de sus sencillos y recomendables feligreses,
sino que me hace reposar en la confianza de que tengo en
esa parte de mi jurisdicción, un compañero en la lucha
de nuestra grande obra que hará sin duda más progre-
sos en su favor con su influjo, que yo al frente del
enemigo con la espada que me confió la Patria.
Con harto pesar mío y por mi amontonamiento de
atenciones las más ejecutivas, he retardado hasta ahora
la contestación á su expresado oficio; pero tengo en
HISTORIA DE SAN LUIS 193
estos momentos que me han dado lugar mis tareas, de
verificarlo con la satisfacción de ofrecerle no sólo mis
servicios en favor del bien general sino igualmente los
particulares en que Ud. me considere útil.
Dios que á Ud. m.s a.s
Vicente Dujmy.»
Por estos medios se hacían converger todos los re-
cursos y todas las opiniones al sostenimiento de la gran
causa emancipadora. Y, como terrible admonición a
los traidores y espías, se dio gran publicidad a una sen-
tencia contra un espía de Osorio, sorprendido y confi-
nado a San Luis, en cuyos fundamentos se decía: «que
no obstante haberse hecho acreedor a la última pena,
los principios de humanidad hacen que sólo se condene
a Mateo Alegría a cuatro años de obras públicas, y pues-
to a la espectación pública con un rótulo en la frente que
diga: Infiel a la Patria e indecente amigo del tirano Oso-
rio». A la sazón acababan de llegar a San Luis muchos
españoles, confinados por el gobierno patrio de Chile,
a Mendoza, y después del desastre de Rancagua, tras-
ladados a la capital puntana. Algunos de éstos esta-
ban sospechados de mantener correspondencia secreta
con los agentes de los españoles de Cuyo, de modo que la
aludida resolución tendía a intimidarles por si intentaban
insistir en sus funestos propósitos, al mismo tiempo que
era una tremenda advertencia a los paisanos, a quie-
nes podían sobornar, para ponerse al servicio de los
enemigos de la Patria.
La vigilancia era tan severa, que los confinados,
ni dormidos se hubieran atrevido a violarla, pues, todo
buen ciudadano se consideraba obligado a vigilar sus me-
nores acciones.
Con estos deberes patrióticos alternaba Dupuy la
tarea del fomento local.
La ciudad sufría una crisis espantosa; los cultivos
estaban abandonados por falta de agua; la toma de
ésta era insuficiente para las necesidades más premiosas
tomo: 13
194 HISTORIA DE SAN LUIS
de la vida, y, como consecuencia, la miseria asomaba
como un espectro en la imaginación del celoso teniente
gobernador, cuando con su inagotable ingenio, se deci-
dió a remediar aquella triste situación. Publicó un bando
diciendo que hasta ese momento las exigencias del ejér-
cito de los Andes y la libertad de Chile, habían agotado
todas las energías y ocupado toda su actividad; pero,
que habiéndolas servido con cuanto recurso pudo sacar
de este heroico pueblo, era llegada la oportunidad de
preocuparse de los propios intereses. Citados a una re-
unión los principales vecinos, les expuso la urgencia de
remediar estos males, en lo posible, a cuyo efecto se les
pedía una contribución voluntaria y equitativa para
iniciar los primeros trabajos, la cual debía ser entregada
al comisionado D. Rafael de la Peña. No todos acudieron
a entregar su cuota con la premura que el caso requería,
y entonces Dupuy, dictó un decreto dando 24 horas
para hacer dicha entrega, debiendo ser el doble si pasa-
ban dos días y sin perjuicio de las providencias que pu-
diese tomar el gobierno. También se encargaba, a los alcal-
des de barrio, formar una lista de todos los esclavos, útiles
para el trabajo, que existieran en sus respectivos cuar-
teles y de todo individuo que no tuviese contribuciones,
pero apto para el trabajo, la cual sería remitida al admi-
nistrador de hacienda, D. Juan Escalante.
Los alcaldes debían mandar, mensualmente, cuatro
hombres de cada cuartel al trabajo de la toma y acequias.
Los jueves debían concurrir los esclavos con las he-
rramientas de sus amos y los jornaleros con las de sus
patrones.
Los amos y patrones que no cumpliesen con el deber
de enviar a sus esclavos o peones a esos trabajos, pagarían
una multa a beneficio de dichas obras, sin perjuicio de-
ser compelidos por las autoridades a dar fiel cumpli-
miento a esa disposición. A los alcaldes se les imponía
la obligación de concurrir, ese día, a velar por el orden y
a fiscalizar el trabajo. Debido a estas enérgicas medidas,
pronto se aumentó considerablemente el agua, se dis-
HISTORIA DE SAN LUIS 195
tribuyó equitativamente para los diversos cultivos y
se ensanchó el radio de irrigación; oportunas disposi-
ciones que vinieron a despertar los estímulos para cul-
tivar la tierra. Es conveniente advertir que sólo se daba
agua a las tierras cultivadas y que se impuso, también,
]a obligación de trabajar todas las que estuviesen en el
radio de irrigación. Después, hizo abrir caminos, vigiló
la frontera para el caso que los indios, aprovechando la
ausencia de las tropas regulares, pudiesen invadir los
campos. Dupuy no descuidó ninguna necesidad local,
facilitando hasta los vagos y detenidos para los trabajos
de los particulares. Por su parte, hizo cultivar los potre-
ros del Estado que estaban en el Bajo, donde tenía es-
pléndidos alfalfares para el engorde del ganado de re-
serva.
En medio de tantas ocupaciones, y anticipándose a
la gloria que debía coronar los esfuerzos y el genio del
general San Martín, se ocupaba de poner en conocimien-
to del Cabildo el homenaje que a nombre de Cuyo, de-
cretaba Mendoza al ilustre general del Ejército de los
Andes, mandando fundar una villa en su honor, en el
lugar de los Barriales, y decretándole un monumento que
perpetuara el recuerdo de su obra y de sus virtudes en
la Provincia de Cuyo.
5. — Como una suprema recompensa a los afanes, al
celo y a la abnegación ejemplar del pueblo puntano,
reproducimos autógrafa la honrosa nota de reconoci-
miento que le dirigió el Supremo Gobierno y que debe
recordarse como uno de los más grandes títulos que puede
ostentar la Provincia de San Luis a la gratitud nacional.
A este honroso documento se contestó en la siguiente
forma:
«Por nota de la Secretaría, del 2 del corriente, ha te-
nido este Ilustre Cabildo el gran placer de ver recomen-
dado, al Excmo. Superior Director del Estado, los sacri-
196 HISTORIA DE SAN LUIS
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HISTORIA DE SAN LUIS 19?
Gari¿c¿> c¿c/¿co G^Jy-aa^
Ch^Lco S*sC6¿tt£3^ C,C¿^
198 HISTORIA DE SAN LUIS
ficios de este grande Pueblo, por sus virtudes, por nota
del benemérito Capitán General de esta Provincia de 21
del pasado en la cual patentiza los esfuerzos de nuestro
representado. Igualmente observa, con la mayor satis-
facción, que el Supremo Director del Estado no sólo ha
resuelto se publique en ]a Gaceta, sino que promete pro-
gresos ventajosos a este buen pueblo, en premio justo
de sus desvelos y sacrificios en contribuir al sostén de un
Ejército que las virtudes recomendables de este pueblo
y la influencia de aquel jefe benemérito, a la par de sus
dignos subalternos, han sido capaces de ponerlo en un
estado respetable de hacer fundar la esperanza pública
de los pueblos unidos con sus operaciones. Este Ayunta-
miento espera que la Secretaría se sirva poner en el
conocimiento de S. E. la gratitud que corresponde a
indicaciones con que tanto honra a su representado y que
igualmente protesta a su nombre sostener, como hasta
aquí, el orden y dar un nuevo impulso a sus esfuerzos
para conservar la opinión que tan justamente se ha me-
recido esta Provincia de Cuyo.
Dios guarde a V. S. muchos años.
San Luis, 19 de noviembre de 1816.
Mateo Gómez. — Pablo Fernández. — Pedro Nolasco
Pedernera. — Agustín Sosa.
Al Sr. Secretario de Gobierno Dr. Vicente López.»
ínter el ejército de los Andes abría la campaña de
Chile, Cuyo continuó los preparativos de reunir nuevos
elementos de guerra, para el caso de un contratiempo,
a fin de acudir sin demora en su auxilio. Las milicias
puntanas permanecían sobre las armas, recibiendo dia-
rias instrucciones. Dupuy se ocupaba de tener una re-
serva de muías y caballos y provisiones para un caso
de apuro, tarea que multiplicaba sus atenciones y su ex-
traordinaria actividad. He aquí cómo se supo recompen-
sar dignamente sus afanes:
«En la ciudad de San Luis, a siete días del mes de fe-
brero de mil ochocientos diez y siete años, el Cabildo,
HISTORIA DE SAN LUIS 199
justicia y Regimiento de ella, dijo: Mañana, ocho del co-
rriente, va este Ilustre Cabildo a poner en posesión de
sus empleos consejiles, al que ha de relevarlo en el pre-
sente año, por elección uniforme de todos sus miembros
y especial confirmación del señor Gobernador Intendente
de la Provincia de Cuyo. Lo que avisa a V. E. este Ayun-
tamiento para su debida inteligencia.
«Con este motivo, el Cabildo, que ha representado a
este pueblo benemérito en el año próximo pasado, no
puede menos que, a su nombre por la voz pública, de la
cual está bien persuadido, dar a V. S. las gracias por
sus nobles tareas y sacrificios, no sólo en la conservación
del orden, sino, igualmente, en los adelantamientos de
este pueblo, aniquilado por su indigencia, y por los au-
xilios que ha proporcionado al Ejército de los Andes,
de un modo extraordinario, y debido (casi puede decir-
se) únicamente a sus desvelos.
«Esta indicación del Cabildo, pudiera hacer muy bien
vacilar su credulidad, por las desavenencias pasadas en
que sólo tuvo parte el alcalde de primer voto D. Marce-
lino Poblet, y dos o tres miserables perturbadores del
orden, sobre cuyo particular ya este Cabildo ha hecho
las representaciones que ha considerado necesarias para
salvar su crédito, informado sobre el verdadero mérito
de aquellos lastimosos sucesos.
«El Cabildo tiene motivos para creer que a V. S. no
debe ocultarse esta verdad, y de estar persuadido que
no dudará de sus sinceros agradecimientos y especial
declaratoria, que tiene el honor de expresarle para su
satisfacción y en justo premio de sus notorios y grandes
fatigas por amor a la patria y por su delicadeza en el
cumplimiento de sus deberes.
Dios guarde a la V. S. muchos años.
San Luis, 7 febrero de 1817.
Gómez. — Fernández. — Pedernera. — Sosa. — Carreño.
Sr. Teniente Coronel de Ejército y Teniente Goberna-
dor de esta ciudad de San Luis »
200 HISTORIA DE SAN LUIS
Dupuy contestó agradecido, manifestando que no
conservaba el más leve resentimiento individual y que
se afanaría por conseguir la confraternidad, reconcilia-
ción y amor al sosiego público y, a la vez, que redoblaría
sus esfuerzos en bien del benemérito pueblo de San Luis.
Acto de reparación que se imponía y recuerdo de
merecida justicia, con los cuales se despide el Cabildo
que había compartido con Dupuy la tarea gloriosa
de preparar el ejército de los Andes, constatando de
cerca sus afanes, su actividad y el noble empeño con
que secundó, allí, la obra del general San Martín. Mer-
ced a esto San Luis podía reclamar los más legítimos
títulos a la consideración de los americanos, por el es-
fuerzo de sus hijos, que tan eficazmente contribuyeron
a libertar a Chile y a fundar la independencia del Perú.
La gloria de tales generosos y grandes sacrificios
del pueblo puntano, alcanza también a su ilustre go-
bernante el teniente coronel Vicente Dupuy.
HISTORIA DE SAN LUIS 201
CAPITULO VIII
os
SUMARIO: 1.— Despedida del general San Mártir.— Paso de 1
Andes. — Victoria de Chacabuco. 2. — Dupuy anuncia su renun-
cia para ir a incorporarse al ejército. — La Dupuyana. — El es-
tandarte de Dragones de Chile se envía como trofeo a San
Luis. — Regreso de San Martin. 3. — Los prisioneros españoles
confinados en San Luis. — Llegada del Dr. Monteagudo. — La
conspiración realista: sus verdaderas causas. — Represión enér-
gica del movimiento subversivo. 4. — Premio a los defensores
del orden. — Consideraciones finales.
1. — A principios de 1817 el ejército de los Andes
estaba listo para entrar en campaña. Se componía de-
4.000 hombres, de los cuales 3.000 infantes, 700 grana-
deros a caballo y una brigada de artillería de 250 solda-
dos. Los jefes más prestigiosos y destinados a la gloria^
conducían aquella legión de libertadores que, también,
iba a inmortalizarse. Allí estaban Las Heras, Solar,
el ilustre O'Higgins, Alvarado, Zapiola, Necochea, Mar-
tínez Enrique, los Olazábal, los Escalada, Lavalle y
muchos otros bizarros cruzados de la libertad ameri-
cana.
Los milicianos de Cuyo iban como tropas auxiliares
y al cuidado de las caballerías, proveeduría y equipos.
Los elementos de transporte eran 10.000 muías, y 1.600
caballos de guerra. Operarios de la maestranza, herra-
mientas y las célebres máquinas, inventadas por el P. Bel-
trán, para transportar los cañones por sobre las cum-
bres, y salvar los abismos.
El ejército quedó dividido en tres cuerpos: por Us-
pallata marcharía una división al mando de Las Heras;
por el paso de los Patos, la vanguardia comandada por
Soler y la reserva, a las órdenes de O'Higgins.
•202 HISTORIA DE SAN LUTS
Los valles de Aconcagua y Putaendo eran los pun-
tos por donde debían desembocar ambas columnas, al
otro lado de la cordillera. Allí se operaría la concentración
para jugar, en un golpe audaz y certero, la libertad de
Chile y la gloria argentina.
Fuerzas auxiliares, destacadas por el norte y sud,
se encargarían de distraer al enemigo y para evitar, a la
vez, la reunión de sus tropas en un solo punto. Todo es-
taba admirablemente calculado y previsto en sus meno-
res detalles.
El 18 de enero emprendió su marcha la división de
Las Heras y al día siguiente partió la otra división del
ejército. Al romperse las marchas, las aclamaciones de
la multitud se mezclaban a las notas vibrantes del clarín;
las voces de mando, a los adioses de un pueblo, ebrio
de entusiasmo y de gloria.
El 24 dirigió San Martín su adiós a los pueblos de la
inmortal Cuyo, en estos términos: «Compatriotas: Sería
insensible al atractivo eficaz de la virtud, si al separar-
me del honrado y benemérito Pueblo de Cuyo, no probara
mi espíritu toda la agudeza de mi sentimiento, tan vivo
como justo. Cerca de tres años he tenido el honor de pre-
sidirle y la prosperidad común de la Nación puede nu-
merarse por los minutos de la duración de mi gobierno.
A ellos, y a las particulares distinciones con que me ha
honrado, protesto mi gratitud eterna y conservar inde-
leble en mi memoria sus ilustres virtudes. Será de los
habitantes de esta capital, en todas circunstancias y
tiempo, el más fiel y verdadero amigo. — José de San
Martín.»
El 25, terminado de despachar el parque y la maes-
tranza, vino a gran galope a despedirse de su esposa y
de su tierna hija. En el acto se puso en viaje, siendo acom-
pañado, hasta los suburbios de Mendoza, por las autori-
dades locales y muchos vecinos caracterizados en cuya
hora, dice Espejo, tocaban plegarias todas las campanas
de las iglesias. El momento de la despedida fué solemne
v profundamente emocionante.
HISTORIA DE SAN LUIS 203-
Y en las últimas horas del día y con las últimas lu-
ces, se esfumaba, entre las escabrosidades del camino,
el héroe predestinado a romper las cadenas de la opre-
sión, al otro lado de la inmensa cordillera. Le acompa-
ñaban los votos y generosos anhelos de todo un pueblo,
por el éxito de la noble y transcendental empresa.
Los primeros y favorables encuentros, en Guar-
dia Vieja y Achupallas, retemplaron el espíritu de
las tropas libertadoras, mientras los vencidos fugitivos
iban a llevar la desconcertante alarma a las fuerzas
realistas.
Chacabuco está a la vista y espera a los paladines.
La marcha rápida, precisa y bien combinada, asegura de
antemano el triunfo; los laureles estaban al alcance de
la mano. El 12 de octubre coronó la victoria el heroico
esfuerzo en aquella jornada memorable. El éxito fué
decisivo y completo; Chile estaba libertada por Cuyo.
según la promesa del general San Martín.
El general vencedor dio cuenta de su invicta ha-
zaña en estos términos: «Al ejército de los Andes queda
la gloria de decir: En veinte y cuatro días hemos hecho
la campaña, pasamos la cordillera más elevada del globo,
concluímos con los tiranos y dimos la libertad a Chile».
El 14 hizo su entrada triunfal en Santiago, y, como dice
Mitre: «Al apearse del caballo, cubierto aún con el polvo
del combate, su primer pensamiento fué para los pueblos
cuy anos que le habían proporcionado los medios de rea-
lizar su empresa y escribió al Cabildo de Mendoza:
Gloríese la admirable Cuyo de ver conseguido el objeto
de sus sacrificios. Todo Chile es ya nuestro.»
La noticia de la victoria produjo, en las autoridades
y en el pueblo de Cuyo, un entusiasmo delirante. Las
gentes se lanzaron a la calle, se felicitaban, se abrazaban,
y se confundían todos en un mismo sentimiento, enca-
minándose al templo para dar gracias al Dios de la patria,
mientras las campanas se echaban a vuelo y la ciudad
se engalanaba, entregándose, durante tres días, a los
transportes de una contagiosa alegría.
204 HTSTORTA DE SAN LUIS
La comunicación que San Martín pasó al Cabildo de
San Luis, con fecha 24 de febrero, decía: «Las armas
victoriosas del Ejército de la Patria ocupan ya el reino
de Chile, rompiendo la fatal barrera que antes los sepa-
raba de sus hermanos y vecinos los habitantes de Cuyo.
Me apresuro a felicitar a V. E. y a ese benemérito pue-
blo, manifestándole la expresión más tierna de mi gra-
titud a su patriotismo y constantes esfuerzos, que sin
duda fué el móvil más poderoso que contribuyó a la
formación del Ejército de los Andes.»
El Cabildo decretó, el 26 de ese mes, para perpetuar
la memoria de este hecho glorioso y el nombre del general
vencedor, que todos los años se celebre el día 12 de febrero
una misa de gracia, solemne, y se festeje ese aniversario
con fiestas y regocijos públicos, porque ese triunfo fué tam-
bién conquistado por el esfuerzo y el heroísmo puntano.
Intertanto, Chile, reconocido, aclamaba a San Martín,
su jefe, otorgándole las más amplias facultades; pero el
ilustre vencedor rehusó el honor, y, a su indicación, fué
nombrado el caballeresco (VHiggins. Este eminente
chileno proclamó ante su país y el mundo entero la gloria
del Héroe de los Andes y la gratitud a nuestra patria, cuyo
ejército acababa de libertar la suya, entregando su des-
tino en manos de sus propios hijos.
El Congreso Argentino y Chile decretaron singula-
res honores y un escudo con la inscripción: «La Patria
en Chacabuco, al vencedor de los Andes y libertador de
Chile» y al ejército se acordó una medalla «por sus vir-
tudes militares que habían aumentado las glorias de la
patria».
Del valeroso pecho de los púntanos pendió, también,
la gloriosa condecoración.
En momentos de acordárseles este insigne honor,
precio de tantos afanes y sacrificios, colocóse el virtuoso
jefe al frente de las milicias y, en presencia del pueblo
congregado, leyó esta proclama:
«El Teniente Gobernador de San Luis, a los bene-
méritos y valientes milicianos que pasaron los Andes:
HISTORIA DE SAN LUIS 205
Oficiales y soldados: El Jefe que tiene la satisfacción de
haberos organizado bajo la bandera de la Patria, va a
distribuiros las medallas y escudos con que el Supremo
Gobierno ha premiado a los bravos que treparon los An-
des y que, en Chacabuco, rompieron las cadenas del ti-
rano que oprimían el precioso Estado de Chile, bajo las
órdenes del benemérito general San Martín.
«Mis amados oficiales y soldados: Este va a ser el tér-
mino eterno de vuestros servicios y el más honroso dis-
tintivo que, recompensando vuestras virtudes, os debe
excitar a la adquisición de otras más recomendables
que perfeccionen vuestra gloria y la buena reputación
de los defensores del país.
«El Jefe que os manda recomienda eficazmente la
gratitud y el honor: Vuestro representante, el respetable
ayuntamiento, los magistrados y honrados ciudadanos
espectadores de este acto, con su muda y tierna expre-
sión, os ruegan la observancia de las virtudes en protec-
ción de nuestra amada patria, la obediencia y subordina-
ción a las autoridades y la conducta que caracteriza al buen
ciudadano y al amante de la independencia del país.»
La primera etapa de la campaña continental estaba
realizada, por más que las guerrillas del sud de Chile
seguirían preocupando a los patriotas, por algún tiempo,
aunque sin dárseles mayor importancia.
2. — Dupuy, que no había conquistado en el campo de
batalla los laureles de Chacabuco, aunque tan eficaz-
mente había contribuido al éxito de la empresa, quería
ir a ocupar su puesto de combatiente en las filas del
ejército. Con ese motivo comunicó el propósito de re-
nunciar la tenencia de San Luis, para continuar, según
decía, la carrera militar de su dedicación, con utilidad
de la Patria, del ejército y de sí mismo.
Sorprendidos los señores capitulares con esta noti-
cia, se reunieron, precipitadamente, para deliberar sobre
206 HISTORIA DE SAN LUIS
tan grave asunto, pues, consideraban la separación de
Dupuy como un amago contra el orden y la tranquili-
dad pública. En consecuencia, se levantó un acta en la
cual se dejó constancia de los importantes servicios pres-
tados por el teniente gobernador, resolviendo se diri-
giera petición al Soberano Congreso y al Director del
Estado para que no admitiesen su renuncia, caso de
ser presentada, por ser ella incompatible con las altas
miras del país. La nota que se elevó con tal motivo, es
un documento honrosísimo para el benemérito ciuda-
dano y digno gobernante que supo salir airoso en épocas
tan difíciles, como en las que le tocó actuar, encargado
no solamente del gobierno civil de San Luis, sino también
de cooperar de una manera tan decisiva, en la formación
del ejército de los Andes. Durante esa época había hecho
verdaderos prodigios para organizar las milicias, abas-
tecer el ejército y fomentar las fuentes de la prosperidad
local con medidas acertadas, tendientes a establecer
postas, arreglos de caminos, seguridad de la frontera y
de todo el territorio, como ya se ha dicho y como es jus-
to repetirlo. Reparó los edificios públicos, sostuvo la
instrucción primaria con recursos propios, y entre sus
grandes preocupaciones, debe recordarse la provisión de
agua a la capital, en la suficiente cantidad para esti-
mular los cultivos de sus fértiles tierras. Hizo construir
la toma y una red de canales que llegaron a medir 39
cuadras. Satisfechas las necesidades locales, aun pensó
en extender ese beneficio a la «travesía», sobre el camino
de Mendoza, que en una extensión de 20 leguas carecía
completamente de agua. Todos sus esfuerzos tendieron
a remediar este mal para el tránsito de pasajeros y para
el comercio interprovincial, ya de cierta importancia.
Se propuso llevar el agua y establecer una posta en
el lugar que hoy se llama el Balde, estación del ferro-
carril a Mendoza.
Practicados los estudios preliminares, la obra se calcu-
ló en 10.512 pesos, suma considerable si se tiene en cuen-
ta los escasos recursos que podía producir el erario lo-
HISTORIA DE SAN LUIS
207
cal, al cual supliría con los recursos extraordinarios,
que sólo él sabía arbitrar en casos urgentes.
Con las dificultades de la falta de dinero, debía vencer
la de artesanos y de instrumentos necesarios para una
obra que, atendidas las circunstancias del terreno,
exigía el conocimiento de la hidráulica y el uso de algu-
nas máquinas de imposible adquisición. Pero la obra
era necesaria y enérgica la resolución de realizarla.
Dupuy, para hacer frente a estos trabajos, hizo,
como siempre, un llamado al vecindario, pidiendo los
recursos que pudiera aportar.
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Plano de la Dupuyana
Unos contribuyeron con dinero, otros con herramien-
tas, reses y animales de trabajo o mandaban sus esclavos
y peones, a los cuales, el teniente gobernador agregó los
presos y soldados, y la acequia se abrió en una extensión
de 6 leguas. En el punto terminal estableció una posta;
hizo construir una casa cómoda, con corrales y dos gran-
des represas protegidas por cercos de palo a pique. Ter
208 HISTORIA DE SAN LUIS
minados los trabajos, elevó al superior gobierno el pla-
no de todas las obras y pidió se diera nombre a la posta.
El Directorio aplaudió tan importante obra realizada
y dióle el nombre de Dupuy aria, en homenaje a su inicia-
dor y ejecutor, designando maestro de posta al respeta-
ble vecino D. Blas de Videra.
La posta y la acequia han subsistido hasta hace poco,
menos el nombre; habiéndose formado allí un núcleo de
población, con elementos, en la actualidad, para desen-
volverse ampliamente.
Las generaciones actuales deben restablecer este
nombre, que se vincula tan estrechamente a la acción
proficua del esclarecido teniente gobernador Dupuy
y a la honrosa tradición del pueblo puntano.
El 22 de marzo de 1817 llegó a San Luis el general
San Martín de paso para Buenos Aires, causando la sor-
presa de todos, pues no se le esperaba. Se hospedó en
casa de Dupuy y allí fueron a cumplimentarle las auto-
ridades y los principales vecinos. Por la noche se hicieron
luminarias, recorriendo las calles una serenata patrió-
tica; pero San Martín se retiró temprano a sus habita-
ciones privadas, pues al día siguiente, a la madrugada,
debía seguir viaje a Buenos Aires, como lo verificó.
En mayo se recibió una nota del gobernador inten-
dente coronel Luzuriaga, comunicando haber resuelto
el Supremo Director del Estado se destine a San Luis
el estandarte de los dragones de Chile, tomado en Cha-
cabuco, como un testimonio a las virtudes patrias con
que se han distinguido sus hijos y como una prueba de
la gratitud con que la considera el gobierno.
Esta honrosa distinción fué anunciada al vecindario
por una entusiasta proclama, y celebrada en la forma
que indica el documento siguiente:
«El Teniente (Gobernador de San Luis a sus habitan-
tes:
HISTORIA DTC SAN LUIS 209
Mis amados paisanos y amigos: Vosotros habéis te-
nido una gran parte en la heroica reconquista de Chile,
contribuyendo, generosamente, con cuantos auxilios
os ha sido posible a la formación y pronta movilidad del
heroico Exto. de esta Provincia, e igualmente, un Escua-
drón de estas Milicias pasó los Andes, y partió en el cam-
po del honor, con nuestros bravos soldados, los laureles
que recogieron en la memorable batalla de Chacabuco:
El Supremo Director del Estado se ha servido, en justa
recompensa de los remarcables sacrificios de esta Pro-
vincia, dedicar a sus principales ciudades los despojos
del ejército enemigo, para testimonio eterno de sus gran-
des esfuerzos, destinando, particularmente a ésta, el
Estandarte de Dragones ele aquel Keino, el cual, para
vuestra satisfacción, será puesto mañana a la expecta-
ción pública y luego depositado en la Iglesia de Santo
Domingo, por especial acuerdo de este Ilustre Ayunta-
miento: Yo tengo el mayor placer en felicitaros con toda
la expresión de mi alma por una retribución tan digna
de vuestros sacrificios, esperando que en lo sucesivo re-
dobléis vuestros esfuerzos hasta conseguir la Libertad
de nuestra amada Patria.
San Luis, mayo 24 de 1817. — Vicente Dupuy.»
En los primeros días de mayo regresó San Martín
de Buenos Aires. Ya el Cabildo estaba prevenido para
recibirle, pues había acordado: «Que se le hospede de un
modo digno, dándosele un baile y una cena, siendo esto
con arreglo a los escasos fondos de propios de donde de-
berá sacarse lo necesario a ese objeto.»
Las crónicas de la época sólo refieren que el general
se mostró muy amable con las autoridades y vecinos,
aunque reservado respecto de sus futuros planes, sobre
la terminación de la guerra en el sud de Chile y su cam-
paña al Perú.
Al despedirse, se limitó a decirles que la patria y la
América aun necesitaban del esfuerzo de sus buenos
hijos para ver terminada la obra de su libertad. Era una
TOMO 1 11
210
HISTORIA DE SAN LUIS
solemne advertencia, en previsión de los nuevos sacri-
ficios que debían imponerse a ese pueblo tan decidido
y abnegado.
La despedida fué afectuosa, y partió dirigiéndose a
Mendoza: repasó los Andes y fué a ponerse, nuevamente.
Histórico Nacional)
al frente del ejército patriota, amenazado por un ejér-
cito realista reforzado y poderoso. Por fin, después de
una larga campaña y de aquella noche triste del 19 de
marzo de 1818, donde los patriotas fueron sorprendidos
y envueltos en la dispersión de Cancha Rayada, el ejér-
HISTORIA DE SAN LUIS 211
cito cliileno-argentino pudo rehacerse y presentar ba-
talla en los llanos de Maipú, el 5 de abril. La victoria
coronó el esfuerzo en aquella jornada memorable; Chile
quedó libre de enemigos y expedito el camino al Perú.
3. — Los prisioneros españoles de Chacabuco y Mai-
pú fueron confinados a San Luis, contándose entre ellos
al ex presidente de Chile, mariscal D. Francisco Casi-
miro Marcó del Pont y su teniente general D. Ramón
González de Bernedo; al heroico brigadier José Ordó-
ñez, los coroneles Joaquín Primo de Rivera, Lorenzo
Moría, comandante del célebre regimiento «Burgos»,
Antonio Morgado, jefe de la caballería realista y otros
oficiales subalternos de distinción.
El teniente gobernador Dupuy había recibido ins-
trucciones de tratarlos con las consideraciones debidas
al rango de los prisioneros y a nuestra generosidad.
Personalmente ocupóse de buscarles el mejor alojamiento
posible en la pobre, pero hospitalaria aldea de entonces.
Los principales jefes tuvieron casa independiente, de-
jándoseles sus propios asistentes; Moría fué hospedado
en la misma casa de Dupuy y los oficiales subalternos
ocuparon la de D. Marcelino Poblet, que el pueblo dis-
tinguía con el nombre de «la casa de los oficiales». Los
demás prisioneros de tropa fueron alojados en el cuartel;
pero, tenían puerta franca todo el día y aun podían pasar
la noche afuera, con el permiso del comandante militar,
D. José Antonio Becerra, encargado de su custodia.
Independientemente de los personales merecimientos
de los proscriptos, algunos de ellos tenían vínculos de
parentesco con familias argentinas y otros habían mi-
litado en las mismas filas, en España, con varios jefes
patriotas, circunstancias que tenía muy en cuenta, el ca-
balleresco Dupuy, para dispensarles la franca y amplia
acogida con que fueron recibidos. A los pocos días de
llegar, dio una fiesta en honor de sus distinguidos e in-
212 HISTORIA DE SAN LUIS
fortunados huéspedes, confraternizando, americanos y
españoles, pues, al acercarse, se reconocían como miem-
bros de una misma y gran familia, a quienes distintas
convicciones y deberes habían separado momentánea-
mente. La casa de Dupuy fué, desde entonces, centro
de animadas tertulias, en la cual, casi a diario, se reunían
los jefes españoles, cuando no salían a pasear con el mis-
mo teniente gobernador, quien se complacía en presen-
tarlos a las principales familias, donde se les brinda-
ba una afectuosa hospitalidad. Los mismos prisioneros
estaban admirados de aquel Ja benévola acogida y así
lo manifestaban, sin reserva, y con agradecimiento. En
carta del brigadier Ordóñez al general San Martín,
fechada en septiembre de 1817, le dice: «Debo inmen-
sas atenciones a mi finísimo jefe el Sr. D. Vicente Dupuy
y no dudo que en la superficie de mi pequeño círculo, no
puede caber mayor agrado. Mis compañeros de armas,
con igual motivo, así lo preconizan y todo refluye en mi
satisfacción.»
Otra del coronel Moría dice: «Hoy he sido llamado por
el teniente gobernador D. Vicente Dupuy, el que ha te-
nido la bondad de hospedarme en su casa y socorrerme
con más fuertes cadenas que las que me acompañan en
mi prisión». Debo advertir que este coronel Moría fué
prisionero el año 1814, en Montevideo, y que el director
Posadas le había permitido trasladarse a Río de Janeiro,
bajo la condición de no volver a tomar las armas contra
los americanos. Moría había pasado, sin embargo, a Chile,
y, por segunda vez, caía prisionero en Maipú. El gobierno
central al informarse de esta circunstancia, dirigió comu-
nicaciones al general San Martín reclamándolo para ser
juzgado en la Capital y cuando fué remitido a San Luis,
se le reiteró la orden a Dupuy; pero éste demoró su cum-
plimiento, manifestando que Moría se encontraba en-
fermo e imposibilitado de emprender tan largo viaje,
aunque la causa verdadera era substraerlo a los rigores
de la justicia militar, a la cual se había hecho acreedor
por su grave falta.
HISTORIA DE SAN LUIS 213
Tal fué la conducta de Dupuy para con los confina-
dos. Pero, hay otro detalle más que evidencia hasta dón-
de llegaba la consideración que se les hacía guardar.
Una noche se daba un baile en casa del señor Pringles.
al cual concurrieron los oficiales españoles. Muchos de
éstos, por su cultura y distinción, se granjearon las simpa-
tías de las puntanas, suscitando los celos consiguientes
en el elemento nativo, quienes, so pretexto de amenizar
la fiesta, entonaron en la guitarra un canto patriótico,
Bernardo Honteagudo
cuya letra fué mortificante para los españoles. Cuando
este hecho llegó a conocimiento de Dupuy, hizo compa-
recer a los autores y, después de reconvenirles, les obli-
gó a que dieran otro baile, en desagravio de los oficiales
confinados, noble proceder que dejó a todos satisfechos
y reconciliados.
Desde entonces, nada turbó las buenas relaciones
entre españoles y criollos, que el teniente goberna-
dor tenía buen cuidado de fomentar con sus atenciones
214 HISTORIA DE SAN LUIS
de toda índole. Su casa, su mesa, su dinero y los recur-
sos del Estado, fueron puestos al servicio de los distin-
guidos prisioneros. La vida de éstos se deslizó tranquila,
aparentemente resignados a esperar la terminación de
la guerra, acariciando la esperanza de poder recuperar
pronto la libertad.
El 3 de noviembre de 1818 llegó a San Luis el doctor
Bernardo de Monteagudo, desterrado de Chile por la
Logia Lautaro. Este patriota había figurado, desde muy
joven, en el partido revolucionario. Siendo estudiante
de la Universidad de Charcas, allí tomó parte en el mo-
vimiento del patriota Murillo y al lado del austero Are-
nales. Perseguido, encarcelado y hasta condenado a
muerte, su salvación fué realmente maravillosa.
Cuando la expedición al Alto Perú, figuró como se-
cretario de Castelli y como auditor del ejército.
Poco después vino a Buenos Aires, y a fines de 1811.
se hizo cargo de la «Gaceta», fundada por Mariano More-
no, dando brillo y nervio a la propaganda revoluciona-
ria. Contribuyó a reorganizar la Sociedad Patriótica,
cuyos fines eran difundir las luces, las ideas democrá-
ticas y exaltar el patriotismo de los americanos. Fundó
«El Mártir o Libre», uno de los periódicos más avanzados
de la revolución; fué fiscal en la célebre causa de la cons-
piración de Alzaga; miembro de la Asamblea General
Constituyente de 1813 y se hizo cargo de «El Redactor
de la Asamblea».
Con la caída de Alvear, había sido procesado y expa-
triado. Viajó por Europa y fué a Chile, donde redactó
el acta de su independencia y ocupó el cargo de secre-
tario del general San Martín. Cuando la sorpresa de Can-
cha Rayada, pasó a Mendoza y allí decidió la suerte de
los hermanos Carrera, procesados y ejecutados por el
delito de conspiración. Después, regresó a Chile y cayó en
desgracia de sus antiguos amigos de causa, siendo des-
terrado a San Luis. Tal era el personaje y tal la impor-
tantísima actuación que había tenido en el drama revo-
lucionario, por su inteligencia descollante, por su vehe-
HISTORIA DE SAN LUIS 215
mente patriotismo y sus pasiones avasalladoras. Su
llegada despertó general interés y curiosidad, entre los
jefes españoles, por conocerle de cerca y por tratarle.
Ordóñez y Primo de Rivera fueron los primeros en visi-
tarle; pero Monteagudo les recibió con reserva y hasta
con terquedad.
Más tarde debían encontrarse en la tertulia de Du-
puy y en casa de D. Gabriel Pringles, cuya amistad fre-
cuentaban patriotas y españoles por su buen trato y
su exquisita prudencia.
Historiadores mal informados han dicho que allí
comenzó la rivalidad entre Monteagudo y el brigadier
Ordóñez, motivada por la preferencia con que distinguía
a una de las señoritas de Pringles, el valiente jefe espa-
ñol. El hecho real es que, con la llegada del tribuno,
comenzaron las limitaciones en la amplia libertad que
hasta entonces gozaban los prisioneros.
Monteagudo, que tenía un carácter exaltado e ideas
radicales, consideraba que la liberalidad con que eran
tratados los jefes españoles, constituía un error grave
por la influencia que iban adquiriendo en el seno de
aquella sencilla sociedad, mientras los prisioneros ame-
ricanos estuvieron abandonados en la isla de Juan Fer-
nández, o gemían en las cárceles del Callao, arrastrando
el infame grillete del criminal. Además, existía el temor
de una alteración del orden, pues, ya comenzaba a asomar
en el litoral el amago de la anarquía, estimulada por
Alvear y el caudillo chileno Carrera, que conspiraban
contra el gobierno de Pueyrredón y la influencia pre-
ponderante de San Martín.
La montonera comenzaba sus correrías; se minaba
la disciplina del ejército y se susurraba, no sin funda-
mentos, que los españoles confinados en San Luis se co-
municaban con los jefes rebeldes. El rumor iba en au-
mento; los peligros amenazaban por todos lados, en
circunstancias que llegaba otro contingente de prisio-
neros, el comandante Ares y veinte más, entre ofi-
ciales y soldados, haciéndose muy difícil su vigilancia,
216 HISTORIA DE SAX LUIS
pues la guarnición que comandaba D. José Antonio Be-
cerra era muy reducida y bisoña y debía custodiar,
también, cincuenta montoneros que acababan de ser
aprehendidos con su jefe, Juan Facundo Quiroga.
Dupuy, cediendo quizá a las sugestiones de Monte-
agudo, o dándose exacta cuenta de la situación, aprove-
chó esta oportunidad para publicar un bando, eí 1.° de
febrero de 1819, en el cual anunciaba al pueblo que es-
taba amenazado de un grave peligro y que estuviese
listo para rechazar cualquier ataque del enemigo. En
él se hacía referencia a los prisioneros españoles, so
pretexto de que extraviaban la opinión de los habitan-
tes; se les prohibía salir de noche y frecuentar las casas
de familias, amenazándoles con enviarlos al presidio
de las Bruscas, al sud de Buenos Aires, si infringían esas
prohibiciones.
Esta inesperada y severa medida, que los prisioneros
consideraron, con razón, injusta y humillante, les causó
el más grande disgusto y les arrancó la más enérgica pro-
testa. Un día, comentándolo Ordóñez con Marcó del
Pont, le dijo: «¡Qué lindas cosas hay en el bando y cómo
nos ponen!» Y concluyó por expresarse en términos vio-
lentos contra Dupuy. Primo de Rivera y otros, más pru-
dentes, trataban de apaciguar los ánimos, recomendando
calma hasta mejores circunstancias. Sin embargo, no pu-
diendo vencer, en sus compañeros, la indignación que
estas medidas les habían producido, se dejaron avasallar
por la idea de tentar un golpe audaz que pusiera término
a aquellas humillaciones, máxime cuando podían soli-
citar el auxilio de los montoneros y desertores detenidos,
a quienes suponían, lógicamente, mal dispuestos contra
las autoridades.
Desde luego, quedó resuelta la conspiración.
Aparentemente apaciguados, comenzaron a tener
sus entrevistas para formular el plan y darse coraje,
alentados, también, por comunicaciones que se debían
recibir de los agentes de Alvear y de Carrera. Según las
declaraciones que constan en el famoso sumario a los cons-
HISTORIA DE SAN LUIS 217
piradores, en la noche del domingo 7 de febrero resol-
vieron dar el golpe a la mañana siguiente. El punto de
reunión era «la casa de los oficiales», a la cual habían sido
todos invitados por los capitanes Carretero y Salvador, pa-
ra matar bichos en la huerta. Una vez reunidos y habién-
dose tomado precauciones para que nadie pudiera salir
hasta el momento conveniente, Carretero tomó la pala-
bra, e, irguiéndose con altivez y suprema resolución, dijo:
«Pues, señores, los bichos que vamos a matar, es que den-
tro de dos horas seremos libres. Ya tengo asegurados
todos los puntos precisos y al que no vaya, o no me si-
ga, lo mato. . . !» Dichas estas palabras, distribuyó cuchi-
llos entre todos y dispuso que el ataque se llevaría a
tres puntos, simultáneamente: El capitán Lamadrid, con
diez hombres, debía asaltar el cuartel; Carretero, con los
jefes superiores, se apoderarían del teniente gobernador
Dupuy, mientras el oficial Cova tomaría preso a Monte-
agudo.
Poco antes de las siete de la mañana salieron a la
calle para llevar a cabo su temeraria empresa.
En casa del teniente gobernador, conversaba éste,
en su despacho, con su secretario José Manuel Riveros
y el médico español, Dr. José María Gómez, cuando el
soldado Domingo Ledesma, que guardaba la puerta, se
presentó anunciando la visita de Carretero, Morgado y
Moría. Dupuy hizo que pasasen inmediatamente. Según
declara Ledesma, al regresar con la respuesta, vio que a
los tres nombrados se habían reunido Ordóñez, Primo
de Rivera y Burguillo. ínter los primeros penetraban al
despacho de Dupuy, los últimos atacaron a Ledesma,
lo desarmaron y lo mantuvieron inmóvil contra la pared,
cerrando la puerta de la calle. Mientras esta escena te-
nía lugar en el patio, tomaban asiento al lado de Dupuy,
Carretero y Morgado, quedándose de pie, cerca de la
puerta, el coronel Moría. Conversaban sobre asuntos
indiferentes, cuando, de súbito, se levanta Carretero
diciendo a Dupuy: «So picaro, estos son los momentos
en que debe expirar Ud.; toda ¡a América está perdida y
218
HISTORIA DE SAN LUIS
HISTORIA DE SAN LUIS
219
de ésta no se escapa Ud., y uniendo a la palabra la acción,
desnudó un puñal y se le fué encima. Dupuy se puso
en el acto de pie y, dándole un golpe certero en el brazo,
le hizo saltar el puñal: luego, de un salto hacia atrás,
consiguió subir a un estrado y desde allí se defendió a
puñetazos. En ese instante su secretario Rivero y el
médico Gómez salieron al patio a pedir auxilios, y al
franquear la puerta, el primero fué herido de una puña-
lada en la espalda por Burguillo, que, con Ordóñez y
Primo de Rivera, llegaban a secundar a sus compañeros.
Reloj de Dupuy, que marca la hora, de la conspiración- realista
La lucha era desesperada. Dupuy se batía como un león
furioso hasta que, dominado por el número, fué derri-
bado, recibiendo contusiones en la cara y en el cuerpo,
no obstante lo cual, pudo aún ponerse de pie en el pre-
ciso momento en que se dejaba oir el tiroteo y los gritos
de venganza del pueblo. Era el oficial Pringles que lle-
gaba al frente de un grupo de paisanos y, al encontrar
la puerta cerrada, escalaba las paredes y penetraba en
el interior, sable en mano, en auxilio de Dupuy. Entonces,
los conspiradores sobrecogidos de terror, pidieron a Du-
220 HISTORIA DE SAN LUIS
puy les salvase la vida, y le dejaron en libertad para que
fuese a calmar el pueblo; pero, al abrir la puerta de ca-
lle, penetró la turba enfurecida, y, con la gente de Prin-
gles, se arrojaron sobre los jefes españoles y los ultima-
ron en el acto. El mismo teniente gobernador mató
a Morgado y le cortó la cabeza arrojándola a un rincón
de su despacho. Primo de Rivera, que se había apodera-
do de una carabina, se hizo volar los sesos de un tiro
en una de las habitaciones próximas, antes de ser despe-
dazado por el populacho.
Aquella tragedia duró pocos instantes y la casa que
le sirvió de escenario ofrecía un aspecto horroroso: por
todas partes regueros de sangre, muebles en desorden y
destrozados, entre los seis cuerpos despedazados de los
desventurados conspiradores, allí sacrificados sin piedad.
El pueblo se había excedido con aquellos hombres, domi-
nados e imposibilitados para defenderse.
El ataque al cuartel había sido igualmente desgra-
ciado. En el primer momento consiguieron los asaltan-
tes sorprender la tropa, desarmaron al centinela y pe-
netraron en el interior para apoderarse de las armas;
pero, muy pronto se produjo la reacción, estimulada
y sostenida por la valiente ayuda de Juan Facundo Qiii-
roga, quien se había erguido, con un chifle en la mano,
y les salió al encuentro descargando terribles golpes sobre
los que se ponían a su alcance, cuando ya se sentía la
voz de alarma del comandante Becerra que llegaba con
varios oficiales de milicias, y vecinos. Dominado el cuar-
tel, el mismo Becerra corrió a proteger la cárcel, distante
tres cuadras; donde ya había concurrido el pueblo y
fulminado a los asaltantes.
Restablecido el orden, Dupuy envió un chasque a
Mendoza, comunicando el suceso, y nombró al Dr. Monte-
agudo para que, sin pérdida de momentos, instruyese el
sumario correspondiente y al teniente José Gregorio
Giménez como escribano secretario de la causa. Acto
continuo se inició el proceso para determinar los móvi-
HISTORIA DE SAN LUIS
221
les de la conspiración, los jefes ejecutores y cómplices del
movimiento.
A los pocos días, Monteagudo anunciaba al teniente
gobernador que había concluido el sumario y a la vez
manifestaba haber consultado, en cuanto había sido posi-
ble, las formas de la ley, con la premura del tiempo y la
Pistola que regaló el coronel Dupuy al valeroso Pringles
(Museo Histórico Nacional)
naturaleza de la causa. Además, agregaba: «Los reos que
caen bajo la espada de la justicia son siempre atendibles,
aun cuando su crimen sea el más execrable, y no he per-
dido de vista que pasados los momentos en que, un pue-
blo ofendido y provocado, tiene derecho a ejercitar una
venganza indefinida que comprende muchas veces al
222 HISTORIA DE SAN LUIS
inocente y al culpable, es necesario combinar el escarmien-
to con la imparcialidad.»
Después, pasa a determinar el grado de culpabili-
dad de cada uno de los amotinados y el plan que se
habían propuesto: Apoderarse de la persona del go-
bernador y de la suya; poner en libertad a los presos y
armarlos para dirigirse con ellos a la montonera.
Finalmente, se establecía que la orden dada por los
jefes revolucionarios, era dar muerte a todo aquel que
hiciera resistencia, suerte que a todos hubiera alcanzado,
a no haber sido ellos rechazados y muertos por la mano
implacable del pueblo.
Dupuy devolvió el proceso al mismo juez, ordenán-
dole expresara su dictamen definitivo, «arreglándose a
las leyes de la materia y a los peligros a que han expues-
to, los criminales, la salud de la patria». Pronunciado el
dictamen, el teniente gobernador decretó conformarse
con él en todas sus partes, y, en consecuencia, fueron
fusilados seis reos convictos y confesos, y absueltos, el
mariscal Marcó del Pont, el coronel González de Berne-
do, el médico Gómez y tres soldados más, por no resul-
tar culpables. Dupuy perdió la oportunidad de perdo-
nar a aquellos infortunados, neutralizando con su magna-
nimidad la sentencia draconiana de Monteagudo.
A los pocos días ejecutó esta sentencia el comandante
Becerra, siendo perdonado el joven oficial Ruiz Ordó-
ñez, en mérito a su súplica y a los empeños del señor
Pringles, con una de cuyas hijas se vinculó, después, por
los lazos matrimoniales.
El gobierno central aprobó todo lo hecho y elogió
la heroica participación del pueblo puntano, en defensa
del orden y de la vida de sus mandatarios.
Al tiempo de estallar la conspiración, el general San
Martín se encontraba en Curimón, donde a los pocos
días tuvo noticias de tan grave acontecimiento. En se-
guida escribió a O'Higgins, señalándole el peligro de una
vasta conflagración que debía tener ramificaciones en
Chile, y se puso en viaje para San Luis a fin de informarse,
HISTORIA DE SAN LUIS 223
minuciosamente, en el teatro mismo del suceso y tomar
los hilos del siniestro p!an que sospechaba.
San Martín no se había equivocado, pues, la conspi-
ración de San Luis era parte de un vasto complot.
Los aventureros franceses Robert, Lagresse y Young
acababan de ser sorprendidos en viaje a Chile, donde
debían esperar la sublevación de San Luis, para asesinar
a San Martín y a O'Higgins, que eran los dos hombres
a quienes odiaba Carrera, culpándoles sus infortunios
y los de su familia.
He aquí en qué términos da cuenta de este suceso
«La Gaceta», del 24 de febrero, y cómo confirma lo que
acabamos de decir respecto al vasto complot a que obe-
decía el estallido de San Luis.
«Dos horas después de recibidas las comunicaciones
del gobernador de la Provincia de Cuyo, llegó el oficio
del teniente gobernador de San Luis al Supremo Direc-
tor. No habíamos leído este oficio, cuando dijimos que
hacíamos ver la conexión que tenían los conjurados de
Montevideo y sus cómplices en ésta, con los prisioneros
de San Luis. Como el teniente gobernador carece de
los datos que tenemos aquí, muy bien archivados para
el caso oportuno, no da todo el valor que pudiera a las
indicaciones que resultan sobre N. y Carrera.»
«Entretanto, convirtamos nuestra atención al he-
roico pueblo de San Luis y a su bravo y vigilante jefe.
¿Quién no admira el valor y celo de tan ilustres ciuda-
danos? Ellos no necesitarían para satisfacerse, de otra
recompensa, que la de su propia virtud, pero a la Na-
ción y al Gobierno toca eternizar una acción tan ilustre,
con demostraciones dignas de su grandeza. Bravo Dupuy,
ilustres púntanos, os felicitan todos los patriotas y los
buenos os respetan y aplauden.»
En cuanto a la participación de Alvear, debemos
exponer, también, los antecedentes que obran en nuestro
poder. Este general, desde el año 1814, ganó muchos ofi-
ciales españoles a la causa americana diciéndoles que
los hombres de la revolución buscaban una España
224 HISTORIA DE SAN LUIS
regenerada y que. lo único que reclamaban, eran liberta-
des políticas, contra la tiranía de Fernando VIL Cuando
Alvear se vio forzado a renunciar el Directorio, algunos
españoles permanecieron fieles a su causa, ligados por
vínculos de amistad, como sucedió con el teniente co-
ronel Murguiondo, de quien dice el historiador López:
«que tomó a su cargo entablar negociaciones con los nu-
merosos prisioneros recogidos a San Luis, a fin de adoptar,
como él, la nueva patria y el partido del general Alvear;
ya que por su larga residencia, por sus ideas liberales, por
sus conexiones, era lo más ventajoso para ellos acomo-
darse en América. Los unos por este motivo, los otros
con el propósito de recuperar la libertad para retirarse
a Europa o volver a sus banderas, se comprometían a
levantarse, desde que fueran apoyados por las monto-
neras de Santa Fe y Entre Ríos, dirigidos por el general
Alvear y D. José Miguel Carrera.»
Los escritores españoles, mal informados de todos
los detalles de estos sucesos y dejándose llevar de sus
sentimientos nacionales, nos acusaron de haber estimu-
lado un bárbaro asesinato, perpetrado contra los inde-
fensos prisioneros; pero la opinión fué modificándose
cuando el tiempo depuró la verdad.
Los conspiradores murieron con las armas en la mano
al atacar inesperadamente un pueblo indefenso, quien
sólo por un acto de verdadero heroísmo, pudo dominar
a hombres tan resueltos y expertos en la guerra. Si so-
lamente se hubiera tratado de una evasión, no habría
podido justificarse un castigo tan tremendo; pero los
crímenes que iban a cometer para conseguir su libertad,
y el apasionamiento de la lucha a muerte, de hombre a
hombre, produjeron la popular irritación que no se sa-
tisfizo sino con aquel lamentable y excesivo derramamien-
to de sangre. Tan extrema resolución se atenúa ante el
supremo deber de defender la vida, la honra y la tran-
quilidad de un pueblo, tan seriamente amenazado por
los conspiradores y por los que estimulaban plan tan
desacertado, sin contar con las funestas consecuencias
HISTORIA DE SAN LUIS
225
que pudo tener para el país en general, si los prisio-
neros hubieran acertado el golpe y se hubiesen conver-
tido en arbitros de la situación de aquellas provincias
indefensas, y aun amenazadas por el gauchaje alzado.
Tan fué comprendido así, que todos los pueblos se
apresuraron a felicitar al de San Luis por haber conju-
rado esos graves peligros, y hasta el mismo Belgrano,
cuyos sentimientos generosos y humanitarios han pro-
clamado los mismos españoles, se dirigió a Dupuy en
estos términos: «Nos dio Ud. un buen día con su noble
esfuerzo y el de ese heroico pueblo; el ejército lo ha ce-
lebrado como correspondía y no menos los pueblos de
la comprensión de mi mando, con iluminaciones y gracias
al Altísimo.»
V| í (■<?( ' crderú
Medalla acordada, a los que defendieron el orden
4. — El Congreso Nacional, con fecha 17 de mayo,
reconoció el relevante mérito con que se había distin-
guido, en esta emergencia, el ilustre pueblo de San Luis,
y resolvía se condecorase a su Cabildo con alguna distin-
ción que sirviera de monumento a su gloria y digno es-
timulo al resto de la Unión.
15
226 HISTORIA DE SAN LUIS
De acuerdo con esta resolución del Directorio, man-
dóse acuñar una medalla, de oro para el teniente gober-
nador y de plata para los miembros del cabildo y oficia-
les de la milicia puntaría que se hubieran distinguido,
el 8 de febrero, en defensa del orden.
He aquí la lista de los condecorados:
José Justo Gatica: Alcalde de l.er voto. — José Do-
mingo Arias: Alcalde de 2.° voto. — Esteban Adaro: Al-
guacil Mayor. — Marcos Guiñazú: Alférez nacional. —
José Cecilio Lucio Lucero: Regidor llano. — Agustín So-
sa: Regidor defensor de menores. — Anselmo Vascon-
cellos: Regidor defensor de pobres. — José Gregorio Gi-
ménez: Procurador de la ciudad.
CAPITANES COMANDANTES DE ESCUADRÓN
Tomás Luis Ossorio. — Pedro L. Lucero. — Jacinto San
Martín. — Manuel Riveros. — Mateo Gómez. — Juan Pa-
blo Palma. — Juan Facundo Quiroga. — Tomás Varas.—
Ramón Esteban Ramos.
AYUDANTES
José Antonio Becerra. — Cornelio L. Lucero. — Ba-
silio Quiroga. — Lorenzo Riveros. —
TENIENTES
José Antonio Lucero. — Luis Becerra. — Juan Anto-
nio Quiroga. — Sebastián Lucero. — José Gregorio Calde-
rón.— Domingo Menéndez.
ALFÉRECES
Juan Antonio Ortiz. — Juan Pascual Pringles. — José
María Vicíela. — Pedro Lucero y Sosa.
ADMINISTRADOR DE CORREOS V AHXISTRO DE HACIENDA
Rafael de la Peña.
HISTORIA DE SAN LUIS 227
Y al oficial Pedro José Cornejo que, aunque prisio-
nero en Maypú, fué indultado de la clase de prisionero
por el gobierno de Chile, siendo uno de los primeros que
se arrojó al peligro contra los conspiradores.
En el mes de octubre fueron entregadas las medallas,
en acto solemne, presidido por las autoridades locales.
Cincuenta años después de este luctuoso suceso, el
último sobreviviente de la catástrofe, D. Juan Ruiz Or-
dóñez, en carta que dirigió, desde Barcelona, al yerno de
San Martín, D. Mariano Balea rce, a la sazón en París,
le declara: «Que en verdad habían conspirado y que,
en cuanto a lo sucedido, fué bastante la culpa de ellos
y poca la previsión de su tío el general Ordóñez y demás
jefes que atentaron y ejecutaron una revolución para
fugarse y reunirse al ejército real que entonces estaba en
Salta». Esta declaración confirma el propósito de Pezue-
la, al afanarse por que el ejército del Alto Perú avanzara
sobre Córdoba, para desprender una partida sobre Cuyo,
con la misión de libertar los prisioneros de San Luis.
La declaración de un hombre como Ruiz Ordóñez,
es valiosísima en este caso, por venir de uno de los mismos
actores, tanto tiempo alejado del país y en momentos
de terminar su existencia, a cuyo final se impone siempre
la verdad.
Hemos insistido, un poco, sobre este asunto para
desvanecer las leyendas forjadas por la pasión partidista
o por la fantasía de ciertos escritores, en torno de las
causas que motivaron la conspiración de los confinados
españoles en San Luis.
HISTORIA DE SAX LUIS 229
CAPITULO IX
SUMARIO: 1. — La constitución de 1819. — Negociaciones de paz con
los caudillos del litoral. — Enfermedad de San Martín: noble
actitud del Cabildo puntano. 2. — Alistamiento general en San
Luis. — Honrosos documentos del general San Martín y del
Supremo Gobierno del Estado. — Otros honrosos testimonios
del patriotismo puntano. — -El ilustre Cabildo de 1819. 3. — El
año XX. — San Luis declara su autonomía y organiza su gobier-
no.— denuncia de Dupuy. — Elección del alcalde Dn. Tomás
Varas. 4. — El Cabildo gobernador. — Actitud de la campaña, en-
cabezada por el licenciado Dn. Santiago Funes.
1. — El Congreso reunido en Buenos Aires, dictó,
por fin, la constitución del Estado el 22 de abril de 1819,
estableciendo el régimen unitario que correspondía a la
tradición política y al carácter de la revolución de 1810.
Creado el sistema bi-camarista que se iba a estable-
cer por primera vez en el país, la cámara de represen-
tantes se componía de diputados elegidos en la propor-
ción de uno por cada 25.000 habitantes o una fracción
de 16.000, y el senado estaría compuesto así: un senador
por cada provincia, tres senadores militares cuya gra-
duación no bajase de coronel mayor, un obispo y tres
eclesiásticos, un delegado de las universidades, y el ex
director del Estado, concluido el tiempo de su gobierno.
El poder ejecutivo sería desempeñado por un Direc-
tor Supremo, elegido por ambas cámaras reunidas en
Asamblea. Entre las facultades que se acordaban al Di-
rector del Estado, estaba la de designar los gobernado-
res, de la lista de personas elegibles de dentro y fuera
de las provincias, que le remitieran sus respectivos Cabil-
dos. Así, pues, al espíritu centralista de la constitución,
se agregaba una tendencia eminentemente conservadora.
230 HISTORIA DE SAN LUIS
Era la más adaptable a las circunstancias del momento,
para sofocar la insurrección permanente en que vivía
el país, y para enfrenar la anarquía que nos llevaba a la
ruina y a la disolución nacional.
Los buenos patriotas púntanos, creían, de buena fe
que la constitución iba a poner término a los males que
sacudían al país, y con los mayores transportes de re-
gocijos, fué jurada el 25 de mayo de ese mismo año,
pasando, sus autoridades y vecinos más espectables,
a dar gracias al Supremo Regulador del Universo, según
los testimonios del acta de ese memorable día, por haber
llegado el momento suspirado de recibir, los pueblos
que forman el Estado de las Provincias Unidas de Sud
América, la carta constitucional que las restituía al
goce pleno de sus derechos.
Tales eran las nobles esperanzas que se cifraban en
la constitución. Mientras tanto, en la capital se agita-
ban los espíritus con la renuncia del eminente estadista
y patriota Juan Martín de Pueyrredón, que fué substi-
tuido por el general Rondeau, y la urgencia de organizar
el nuevo congreso con arreglo a la constitución jurada.
San Luis se ocupaba, más que todo, de arbitrar nue-
vos recursos y de completar la organización de sus mi-
licias para la campaña libertadora del Perú, que el
general San Martín preparaba con tanto empeño, con-
fiado en la leal cooperación prestada cuando libertó
a Chile. El ilustre y glorioso vencedor de Chacabu-
co y Maipú no se había equivocado, pues el Cabildo
puritano, con fecha 26 de junio; al acusar recibo de
la nota del gobernador intendente en la cual éste
agradece las donaciones hechas para el sostén del es-
cuadrón de granaderos a caballo, le dice, textualmente:
«Con este motivo, tenemos el honor de ofrecer nueva-
mente nuestros servicios y cuanto valgamos para sos-
tener, a todo trance, la libertad e independencia de
nuestra amada Patria.»
La guerra del litoral preocupaba tanto, a San Martín,
como la expedición al Perú. Era necesario y urgente,
HISTORIA DE SAN LUIS 231
hacer cesar a todo trance la primera, como medio de ase-
gurar los elementos y auxilios, que debía sacar del país,
para realizar la segunda. Mediante los resortes secretos
de la Logia Lautaro, consiguió que el gobierno de Chile
mandara una diputación pacificadora para buscar un
avenimiento entre el director Pueyrredón y Artigas,
el jefe principal de las fuerzas sublevadas contra la au-
toridad nacional. Fueron designados para esta misión,
el regidor D. Salvador de la Cavareda y el coronel Luis
de la Cruz, quienes, a principios de 1819, se pusieron en
viaje desde Santiago; llegando a Mendoza, se entrevis-
taron con San Martín y pasaron hasta San Luis. Aquí
se detuvieron a esperar el resultado de sus comunicacio-
nes a Pueyrredón y a los caudillos, antes de avanzar
sobre el litoral. La del Director Supremo del Estado no
tardó en llegar, manifestándoles, textualmente: «Que
estimaba mucho los sentimientos del gobierno de Chile;
pero que sólo un concepto equivocado o la idea de males
que no han existido ni se temen, ha podido inducirlo a
esta medida que no tiene objeto; es degradante a este go-
bierno, y da al caudillo de los orientales una importancia
que él mismo debe desconocer». En consecuencia, re-
solvía no aceptar la mediación y opinaba que no debían
llevar adelante las negociaciones, invitando a los comi-
sionados a dirigirse a donde les fuera más grato o bien
a pasar a la capital, como simples particulares, para dar-
se el placer de tratar a personas que habían merecido la
alta confianza del gobierno de Chile.
Esta categórica respuesta obligó a los comisionados
a pedir a Dupuy un oficial de confianza para retirar
las comunicaciones dirigidas a Artigas, y a Santa Fe. ín-
ter se llenaba esta diligencia, pusieron en conocimiento
de San Martín el resultado de sus gestiones, para proceder
de acuerdo con sus vistas. Simultáneamente con esta
consulta, llególe nota de Pueyrredón, rechazando, con
los mismos términos, la mediación de un gobierno ex-
tranjero para intervenir en las querellas de los partidos
internos y expresándole el propósito de poner término a
232 HISTORIA DE SAN LUIS
un estado ele cosas tan irregular, que nos despresti-
giaba ante propios y extraños.
En consecuencia, es fácil suponer cuál sería la res-
puesta de San Martín a los comisionados chilenos,
cuando, a los pocos días, escribía a Dupuy, diciéndole:
«Incluyo la adjunta para nuestro Cruz, el que está muy
reconocido a las distinciones que lia recibido de Ud.
Estos sujetos deben regresar, pues nuestro gobierno no
quiere recibir la mediación de Chile». Y, efectivamente,
al fin se despidieron de las autoridades puntanas y re-
gresaron a su país, con el pesar de no haber podido con-
seguir nada a favor de la concordia.
De acuerdo con lo manifestado por el Director del
Estado, Belgrano estaba decidido a bajar con su ejér-
cito para caer sobre los anarquistas del litoral, en com-
binación con las fuerzas de Buenos Aires y el auxilio
que podía prestarle el ejército de los Andes, aunque
San Martín prefería pasar a Salta, a defender la frontera,
antes que mezclarse en nuestras contiendas civiles. En esa
circunstancia, San Martín ordenó el repaso de los Andes
a una división del ejército, quedando otra en la falda
occidental, para concurrir en cualquier momento donde
fuera necesario, pues no era prudente abandonar total-
mente el territorio chileno, máxime cuando sus miras
estaban puestas en Lima.
San Luis había organizado y disciplinado un esco-
gido cuerpo de granaderos a caballo, que debía incor-
porarse a Bustos, en Córdoba, para la campaña contra
Santa Fe, y, en caso de invadir los realistas por el norte,
dirigirse rápidamente a Salta.
Después de una tregua, favorecida por el armisti-
cio de San Lorenzo, la lucha volvió a enardecerse y a
cobrar estímulo ante la desacertada política del Direc-
torio. En tal situación, el gobierno autorizó a San Martín
para que abriera negociaciones a fin de estipular y con-
cluir pactos, conforme al interés general y particular
de los pueblos. San Martín se dirigió a las autoridades
de San Luis, comunicándoles este suceso y manifes-
HISTORIA DE SAN LUIS 233
tándoles que creía conveniente nombrasen un diputado
para que, en las negociaciones a iniciarse, representa-
se a San Luis. En carta a Dupuy, le dice que Godoy
Cruz saldrá nombrado por Mendoza y Laprida por San
Juan. Los diputados debían reunirse en San Luis para
emprender viaje al Litoral y uniformar las opiniones
acerca de la delicada misión que se les encomendaba.
El Cabildo de San Luis aplaudió la resolución adop-
tada, y en contestación a ella, comunicó que su represen-
tante, elegido, para esa misión, era D. José Santos Ortiz.
En tales circunstancias, llegó la noticia de haberse
roto las hostilidades entre Santa Fe y Buenos Aires,
entrando en liga contra el gobierno central todos los
caudillos anárquicos.
El gobierno ordenó, nuevamente, al general San Mar-
tín viniera en su auxilio, con una división del ejército
de los Andes, ya fuese para defender a Buenos Aires
en caso de que se realizase la expedición de Cádiz, o
para reforzar sus tropas.
Aunque estaba convencido de la urgencia de llevar
a cabo la expedición al Perú, parece que el general re-
signóse por el momento a cumplir la orden.
En efecto, desde San Luis comunicó que se pondría
en marcha con seis escuadrones de caballería y artille-
ría, sumando un total de 2.000 hombres.
San Luis se había levantado en masa para reforzar
el ejército de los Andes y acudir adonde fuera necesario
en defensa de la libertad americana, o para restablecer
el orden interno.
Los granaderos a caballo, al mando del comandante
Mariano Necochea, estaban completando su instrucción
en las cercanías de la ciudad.
El campamento general fué establecido en el hermoso
valle de Las Chacras, a dos leguas de la capital puntana,
sobre una magnífica explanada, debidamente dispues-
ta para campo de maniobras y donde también se es-
tablecieron los depósitos y el hospital. D. José Narci-
so Domínguez tuvo a su cargo la proveeduría, y el
234
HISTORIA DE SAN LUIS
médico, ex prisionero español, Dr. José María Gómez,
se puso al frente de la sanidad militar. Algunos arte-
sanos criollos, fraguaban las herraduras y los sables y
repasaban las tercerolas; otros fabricaban monturas,
aparejos y correajes, dando al campamento una acti-
vidad extraordinaria. Allí se completó y disciplinó el
célebre regimiento granaderos a caballo, después de sus
quebrantos en las campañas de Chile, para llenar la mi-
sión que el destino le tenía deparada en las luchas por
la libertad.
El campamento de Las Chacras
La salud de San Martín era muy delicada, y a fines
de agosto, se supo en San Luis que su estado se había
reagravado. La noticia produjo una gran alarma, obli-
gando al Cabildo a reunirse en acuerdo extraordinario,
en cuyo acto el alcalde de l.er voto, D. Justo José Gatica,
manifestó: «Que teniendo certidumbre de la próxima ve-
nida de la expedición de España al Río de la Plata, según
las noticias oficiales que se habían comunicado a todos
los pueblos por el ministerio de la guerra, en circunstan-
.
HISTORIA DE SAN LUIS 235
cias que el Excmo. capitán general D. José de San Mar-
tín se hallaba gravemente enfermo en Mendoza y en es-
tado de no poder emprender su marcha a la capital de
Buenos Aires, donde le llamaban los peligros de la Patria;
en este concepto creía del mayor interés y necesidad que,
penetrado el ayuntamiento de los graves conflictos que
nos amenazaban, no sólo en caso de venir la expedición
de España, sino en el de dilatarse o agravarse la enfer-
medad del que tantas veces había salvado la patria,
se acordare, por el ayuntamiento que, sin pérdida de mi-
nutos, el teniente gobernador se ponga en viaje a Men-
doza, acompañado del facultativo Dr. José María Gómez,
y, con su auxilio, pueda cooperar al deseado restableci-
miento de S. E. Era igualmente necesario el viaje de
Dupuy para que acordase con el general las medidas a
tomarse en esta jurisdicción en cualquier emergencia,
sin embargo de reconocérsele su celo y previsión, y por
fin, agregaba, es probable que pueda importar mucho
una conferencia entre San Martín y Dupuy, así para
mantener el sistema de uniformidad que, felizmente,
ha subsistido hasta hoy en la provincia de Cuyo, como
para que dicho señor teniente gobernador asegure a
S. E. hasta qué grado se interesa la municipalidad de
San Luis, y todo este distrito, en el restablecimiento de
su salud y conservación de su vida.»
Enterados que fueron los capitulares del objeto y
propósitos por las palabras del alcalde Gatica, aclamaron,
unánimemente, la necesidad y la urgencia de tomar estas
medidas y, en consecuencia, se pasó copia de este acuer-
do al teniente gobernador Dupuy para su fiel cumpli-
miento. Noble y previsora actitud que revela el celo
patriótico y la conciencia plena con que desempeñaban
sus funciones aquellos austeros ciudadanos, frente a los
graves problemas que se presentaban al país y cuya so-
lución estaba librada a la pericia militar de un jefe como
San Martín, viniendo, así, a vincular su existencia a la
existencia de la misma patria. Y ahora se explicarán las
generaciones actuales por qué el ilustre general tenía
236 HISTORIA DE SAN LUIS
en tanta estima a los púntanos, los cuales, en todas las
situaciones, se mostraron tan firmes en sus conviccio-
nes y tan leales en su adhesión hacia su persona. Feliz-
mente San Martín pronto se restableció y pudo poner-
se en condiciones de volver a la acción.
Entonces se supo la sublevación de una parte del
ejército, en Tucumán, y la prisión del benemérito gene-
ral Belgrano.
San Martín demoró la partida de sus tropas, temeroso
de que el movimiento de Tucumán tuviese conexiones
con Córdoba y con las fuerzas de Cuyo. Ese temor se
lo comunicó reservadamente a Dupuy, recomendándole
vigilancia, a lo cual éste, siempre leal y decidido por su
causa, le manifestó, el 27 de noviembre, que podía des-
cansar en que redoblaría tocias las medidas necesarias
para conservar inalterable el orden de su jurisdicción.
En diciembre, el general San Martín comunicó al
Director Supremo la imposibilidad de moverse, por la
flacura de las cabalgaduras, y la necesidad de ir a repa-
rar su salud quebrantada a los baños de Cauquenes en
Chile, aunque en verdad, para tomar la suprema reso-
lución de irse sobre el Perú, si O'Higgins respondía con
los elementos prometidos, con los cuales debía realizar
la expedición libertadora.
A raíz de la conspiración de los españoles en San
Luis, el general San Martín escribía a O'Higgins di-
ciéndole que el orden interno nos era más interesante
que cincuenta expediciones al Perú, mientras que ahora
creía, según dice Mitre: «que el ejército se gastaría esté-
rilmente si es que concurría al desorden». Comprendía que
si el ejército de los Andes llegaba a contaminarse con la
anarquía, todo estaba perdido. Entonces, prefirió sacri-
ficar el orden interno al ideal de terminar la campaña de
la independencia americana, que aseguraría, también,
la independencia nacional.
2. — Alistamiento general. — Al anuncio de que en Cá-
diz se preparaba una expedición española de 20.000
HISTORIA DE SAN LUIS 237
hombres, con destino al Río de la Plata, y que en el
Perú se organizaban fuerzas para auxiliar a los realis-
tas de Chile y traer la invasión por el norte, la provincia
de San Luis se puso de pie, como un solo hombre, deci-
dida al último sacrificio, según, solemnemente, lo habían
manifestado sus autoridades.
En la ciudad, como en la campaña, se presentaban
la mayor parte voluntarios, eligiendo cuerpo unos, y
ofreciéndose, otros, para el destino que se les indicara.
Todo los hombres útiles para el servicio de las armas,
casados, solteros, viejos y jóvenes se apresuraron a ocu-
par su puesto en las filas de las milicias, destinadas, co-
mo ya hemos dicho, a completar el célebre Regimiento
de Granaderos a Caballo y facilitar la reorganización del
glorioso ejército de los Andes.
Así se explicaba que en una Provincia de 16.500 al-
mas, no obstante los contingentes que se habían sacado
desde los primeros momentos de la revolución, y los
mil hombres que sólo Dupuy había enviado desde 1815
a engrosar los ejércitos de la patria, se tuvieran aún 2185
ciudadanos decididos, como arrojaba el siguiente cuadro
de alistamiento general:
¿Jtníio m (l/ist/im.i£nfo (kfíet a/que fe lia /lediaen/aJdrisdiam deJ .¿ue/s desde Id /dad 'de -J&aiw ■ ¿ásala*
'So. Con expresión defj! terneza
do Ouegxff paxa tmat /as i
Ciiezpos cjiee re /es. destine^,
de So. Con expresión dffjliemeio de Casados, Soheiosj Viudos conjamifia, Como újua/metaz de losjue han e/o.
qido Ctsez/urjaza tomáz /as cdfmeu , trde Us ¿jue Voinn/ariamottte, Mah dtsjtuesfar afomaz/aj e/u£tñr-
vfífftaTmentff
de/a Campana^
CeUados qufÁan rfytdo Ct/arpo d Crranaderas a Capai/o... - > ^M
ddem ' Jjíw • • wGnztáesea Sdtm - - -- **wL .íe>0
dldem* 3dem.. . d </ rfr/fao? . ^ .--••- • - */-"?•]■
xSohaetr que lian rkqtá, Cuesjo ¿Granada* d CaJado *M
tfdm J . . . Hde,n . a Cavada Sdem~. l\ ^
Vuedas '." ....-:. ..:..Um á Orana***.. ..&m '^'\ ""
'Casado Vofimtai/os para /* Cimpa J}*r * ¡es destine ,$[ i
So/na, . W™ W™ ■ r •■&"" -■ - - - - £73d.0í2
Aviadas . %/sm .áSfc» ■ • *&*■. 'Zd±$
% de/a CueoaJ SC asados iv/ovfai/a? paia ¡a Caer/,.? que so /oj destinen ...... ., 89.) 0 ,
¡fo/treos . ...Í(/M. Mm lJi/e^. .-■ ,:]JS.\-0¿'
dJuezTa d(7fa¿^7
esumerul fW > Casados cj^í_^^_^_z££_
■Je Clases y {den, de Jhdrros ., / S.12.W ' ,vs¿%2M£
LUdem de— .Viudos ; 0a f _
238 HISTORIA DE SAN LUIS
En la comunicación de Dupuy al gobernador Luzu-
riaga, le decía: «a juzgar por las listas que han enviado
los jueces pedáneos, vendrá V. E. en conocimiento de
que no hay un solo puntano que no esté dispuesto a tomar
las armas en defensa del país». Refiere el entusiasmo
y la convicción de todos los habitantes, de que, sin
estos supremos sacrificios, no se conseguirá la libertad
de la patria, y luego agrega: «los jueces han sido los pri-
meros que se han alistado y se me han presentado a en-
tregar las listas, con todos los individuos subscriptos en
ella, y el lenguaje con que se nos han explicado ha sido
decirnos a una voz: Aquí estamos prontos, nuestro teniente
gobernador, para marchar a donde se nos destine y derra-
mar la última gota de sangre por la patria.»
«Protesto a V. E. que he tenido que hacer un esfuerzo
para no derramar las lágrimas al oirles explicarse en aquel
lenguaje sencillo, inspirado por la virtud y por el fuego
del patriotismo». El gobernador Luzuriaga puso estos
hechos en conocimiento del general San Martín y éste,
al elevarlos al Supremo Gobierno, lo hizo en la nota au-
tógrafa que va a continuación, junto con la honrosa
respuesta del gobierno. Ambos documentos debían
grabarse en el bronce inmortal, para ejemplo de las ge-
neraciones venideras.
Pero aun hay otros testimonios que confirman,
ante la posteridad, el juicio que merecieron los púntanos
en aquellos clásicos días de la patria. En carta fechada
20 de octubre en Santiago de Chile, y atribuida a O'Hig-
gins, se dice: «He recibido su apreciable carta 7 del co-
rriente, en la que me hace mil elogios del patriotismo
excesivo de los señores púntanos, de que es prueba
evidente el alistamiento de 500 hombres solteros en que
hay muchos hacendados. No me canso de mostrar su
carta a todos, para que vean qué héroes tiene ese gran
pueblo de la Punta, que son mis apasionados por su en-
tusiasmo y su valor, y de quienes se tiene por acá
grande opinión.»
HISTORIA DE SAN LUIS
239
9-
r*~r*4</ JiÁ^/ /?Ml&!K>
* d¡?/í&r ¿f**'' -*^<-»- **£s<£-
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(J/frc <=7&S i/WojszJ:^.
240 HISTORIA DE SAN LUIS
He aquí en qué términos se expresa el benemérito
general Manuel de Oiazábal: «En septiembre marchamos
los granaderos a caballo a la ciudad de San Luis, el ba-
tallón de cazadores a San Juan y los cazadores a caballo
quedaron en Mendoza. Estas tres ciudades con sus te-
rritorios, formaban, en aquella época, la antigua, heroica
y denodada provincia de Cuyo, mandada por el general
D. Toribio de Luzuriaga.
«En San Luis fuimos alojados en el cuartel de la
ciudad.
«Tengo el mayor placer en consignar, que esa Pro-
vincia excedió en mucho las esperanzas del general San
Martín, en cuanto a su decidida cooperación en favor
de la gran causa de América. Sus valientes hijos, el ali-
mento del regimiento, caballadas y muladas, todo fué
cedido sin limitación. ¡Gloria imperecedera para los
púntanos!
«En menos de dos meses, el regimiento tuvo como
400 voluntarios que, por sí solos, llegaban de los depar-
tamentos a presentarse al general.
«Fué entonces, también, que entraron al regimiento
los después beneméritos guerreros de la independencia,
oficiales de milicias, teniente D. Juan Pascual Pringles,
en mi compañía, y en otras, D. Cornelio L. Lucero, D.
José Cecilio Lucero, que murieron ambos ya coroneles
y D. Pedro Herrera.
«No temo ser desmentido al asegurar que para el
general San Martín y el ejército de los Andes, los mejores
soldados de caballería de la República, en aquella época,
eran los púntanos, que tanto se distinguieron por su va-
lor, disciplina y constancia, no obstante que de las otras
provincias salieron tantos héroes.»
Tan es exacta la cita del general Oiazábal sobre
la opinión que tenía el general San Martín de los solda-
dos púntanos, que, con fecha 12 de agosto, escribía a
Dupuy diciéndole que sólo esperaba la conclusión de los
vestuarios para los granaderos, a fin de que éstos fueran
a completarse a San Luis. «Este cuerpo, le dice, tiene
HISTORIA DE SAN LUIS 241
algunas vacantes y aunque en ésta se han presentado
algunos jóvenes para entrar en él, no he querido admitir
a nadie, hasta ver si hay algunos bravos púntanos que
quieran entrar en él». En consecuencia, fueron admiti-
dos los cuatro oficiales que se nombran, en mérito a sus
honrosos antecedentes como patriotas y oficiales de mi-
licias: Pringles, José Cecilio y Cornelio L. Lucero y Pedro
Herrera.
Más tarde recomendaba la reunión de caballadas,
ínulas y ganado para el sostenimiento de la tropa, y ponía
en conocimiento del Cabildo las notas del Director Supre-
mo, avisando la venida de la expedición española a nues-
tras costas. El Cabildo contesta en nombre del pueblo
de San Luis y de los habitantes todos de su jurisdicción,
expresando el firme propósito de sostener, a todo trance,
la libertad e independencia, que habían jurado, con sus
intereses y con su sangre y que iban a arbitrar los recursos
para contribuir al sostenimiento del ejército de esta Pro-
vincia por dos o tres meses. En efecto, pocos días después,
el 29 de octubre, comunicaba el teniente gobernador
Dupuy que: «se ha distribuido el apresto de 2.000 caba-
llos, 1.500 muías y 600 cabezas de ganado vacuno, para
que estén prontos a marchar con el Ejército.»
Recuerda que el regimiento de milicias estaba en
disolución, por haber proveído, desde 1815, de mil y
tantos hombres al ejército, y que tuvo que proceder a
organizarlo, creando un regimiento de cuatro escuadro-
nes con dos compañías, y cada una de ellas con 105 pla-
zas. A esto se agregaba el haber mandado que para prin-
cipios de diciembre, los rematadores de los diezmos del
año pasado, entregasen en la caja del Estado sus valores,
a fin de arbitrar recursos en dinero, destinado al soste-
nimiento de las tropas. Ya no quedaba nada más por
ofrecer ante el altar sagrado de la patria y de sus altos
ideales. Tan eficaces eran los resortes que sabían tocar Du-
puy y el Cabildo, para obrar estos asombrosos resulta-
dos en el alma sana, noble y viril de aquel pueblo ab-
negado.
TOMO I 16
242 HISTORIA DE SAN LUIS
Los miembros del ilustre Cabildo de 1819 eran:
Justo José Ciática. — José Domingo Arias. — Agustín
Sosa. — José Cecilio L. Lucero. — José Marcos Guiña -
zú, quienes por su eficaz cooperación para reorganizar
el ejército de los Andes y preparar la Expedición Liber-
tadora del Perú, lian comprometido la eterna gratitud
de la Patria.
3. — El año 20 ha adquirido una triste celebridad, en
los fastos de la historia nacional, por el espíritu de re-
belión que, como una epidemia moral, se había apodera-
do del país, arrastrándolo a un verdadero caos.
Por todas partes aparecía la anarquía; ni los peli-
gros de la invasión española por el norte; ni la amenaza de
la formidable expedición que se organizaba en Cádiz;
ni la alta conveniencia de llevar las armas de la revolu-
ción al Perú, para terminar la obra grandiosa de la li-
bertad americana, nada pudo detener a los caudillos,
nada pudo vencer su terquedad y sus ambiciones, pu-
ramente personales y bastardas.
El federalismo gaucho surgía frente al centralismo,
representado por el Director Supremo y el Congreso.
Las provincias del litoral, coligadas para marchar
contra Buenos Aires; las del interior, profundamente
convulsionadas desde el criminal atentado de Tucumán
contra el virtuoso Belgrano; el ejército del norte, minado
por la indisciplina; sólo quedaba incólume el ejército de
los Andes y ya sabemos que el general San Martín ha-
bía manifestado su repugnancia a mezclarse en la con-
tienda de la guerra civil.
En tal situación, el Director Rondeau llamó al ejér-
cito auxiliar del norte y al de los Andes, para reconcentrar
sobre Buenos Aires una fuerza poderosa y concluir, de
una vez, con los caudillos, alzados contra la autoridad
nacional; pero el ejército del norte se sublevó en la pos-
ta de Arequito, el 7 de enero, al mando de Bustos. Unos
pocos fieles soldados, insuficientes para imponerse, con-
HISTORIA DE SAN LUIS 243
tinuaron su viaje, hostilizados por los sublevados, y
el resto regresó a Córdoba, de cuya situación se apoderó
Bustos, llegando a cimentar su autoridad hasta ser una
influencia decisiva en la política del interior. Córdoba,
independizada de hecho, se colocaba frente a frente de
los caudillos del litoral y de Buenos Aires.
Al mismo tiempo, el capitán Mendizábal sublevaba
en San Juan el 1 .° de Cazadores de los Andes, compuesto
de mil hombres. El teniente gobernador fué depuesto
y enviado a prisión con los oficiales no adictos al mo-
vimiento. Al llegar este suceso a conocimiento del go-
bernador Luzuriaga, éste acordó con el general Alvarado,
jefe de las fuerzas destacadas en Mendoza, marchar sobre
San Juan y sofocar la revolución. Alvarado se puso en
marcha y al llegar a la ciudad de San Juan, se dirigió
al batallón sublevado recordándoles sus deberes y pro-
metiéndoles indulto y atender sus reclamos, si se some-
tían.
La respuesta hizo comprender al general Alvarado
que no era posible ningún avenimiento y, entonces, se
decidió a atacarlos; pero fué detenido en las cercanías
de la capital por una diputación del Cabildo, quien ve-
nía a rogarle que suspendiese el ataque, pues, corría pe-
ligro la vida del teniente gobernador De la Rosa, ofi-
ciales y muchos ciudadanos, apresados por los revol-
tosos.
Para evitar un derramamiento de sangre, Alvarado
consintió en regresar, dejando librada a San Juan a sus
propios destinos.
En Mendoza se encontró con una gran efervescencia
popular, motivada por la renuncia que el gobernador
Luzuriaga había depositado en manos de la Municipali-
dad.
Entretanto, el general Alvarado se apresuró a llamar
el regimiento de Granaderos a Caballo, que estaba en
San Luis, y con las otras tropas fieles, pasó los Andes
y fué a entregarlas al general San Martín en el Cam-
pamento de Rancagua; unos días más en tomar esta re-
244 HISTORIA DE SAN LUIS
solución y las tropas hubieran, tal vez, seguido el ejemplo
del 1.° de Cazadores, pues varios oficiales habían sido
vistos para encabezar el movimiento. Las provincias
de Cuyo quedaron sin fuerzas regulares para sostener
la autoridad y contener el avance de la anarquía.
Mendizábal hizo labrar un acta, en la cual constaba
que la provincia de San Juan se hallaba independiente
de hecho, de Mendoza, pues se uniría a las demás pro-
vincias federadas; declaraba asumir su propia soberanía
y que el teniente gobernador se elevaba al rango de
gobernador, con todas las prerrogativas y facultades
anexas a su cargo.
En consecuencia, se comisionó a D. José María Ra-
miro para que negociara, con el gobernador de Mendoza,
la independencia de San Juan y evitara un derrama-
miento de sangre entre pueblos hermanos.
Como complemento a las negociaciones, debían re-
unirse en Mendoza tres comisionados, uno por cada una de
las divisiones de Cuyo, con la misión de resolver sobre
los asuntos de común interés, y cuyas deliberaciones se
comprometían a acatar.
Mendoza, designó el P. Lorenzo Grriraldes; San Juan,
a Javier Godoy, y San Luis, a José Gregorio Giménez.
El gobernador Campos aceptó todas las proposicio-
nes y mandó celebrar la paz con salvas y repiques y
saludar el feliz advenimiento de San Juan como provincia
autónoma. Cuando regresó el comisionado Ramiro,
Mendizábal había sido depuesto, quedando sin efecto
el cuerpo legislativo que se proyectaba; pero, de hecho
estaba reconocida la división de la antigua provincia
de Cuyo, en tres provincias autónomas: Mendoza, San
Juan y. finalmente, San Luis.
Mendizábal huyó a La Rio ja, donde fué preso por el
gobernador Ocampo y remitido a Güemes; éste lo man-
dó, bajo segura custodia, al general San Martín que es-
taba en el Perú. Juzgado por un consejo de guerra,
fué condenado a muerte v fusilado en Lima, en
1822.
HISTORIA DE SAN LUIS 245
Así purgó el crimen de la indisciplina, que introdujo
en el ejército, y la anarquía a que entregó las provin-
cias de Cuyo.
Estos movimientos tuvieron, también, su repercusión
en San Luis. El Cabildo se había renovado con el nuevo
año y los elementos que lo constituían respondían,
plenamente, a la causa del orden y eran personalmente
adictos a Dupuy. Sin embargo, el teniente gobernador,
dándose cuenta del carácter general del movimiento,
se anticipó a facilitar el camino, enviando su renuncia
al Cabildo.
Alarmado este cuerpo, se reunió el 24 de enero y
pidió, encarecidamente, a Dupuy, en nombre del pueblo,
continuara en el gobierno, pues, le era adicto y no omi-
tiría sacrificio para apoyar su autoridad. Al mismo
tiempo se comisionó al síndico procurador de la ciudad,
D. Lorenzo Leanes, al cura, Ángel Sánchez, y a D. José
Gregorio Giménez, para que, a nombre de todo el pueblo,
le hiciesen presente que si la suerte de San Luis le mere-
cía algún interés, esta era la vez en que todos espera-
ban la mayor prueba de aprecio del jefe que habían
tenido seis años a la cabeza.
El Cabildo aguardaba que el señor teniente goberna-
dor diese una contestación favorable, con la cual sólo po-
dían tranquilizarse los ánimos de estos habitantes. Dupuy
prometió que estaría en su puesto para conjurar todo
peligro contra el orden público, inter el pueblo, en plena
libertad de acción, resolviese sobre sus destinos. Sin em-
bargo, continuaban sus maquinaciones los mismos dís-
colos que, en 1816, pretendieron hacer anular la elección
del diputado Pueyrredón y que, desde entonces, estaban
excluidos de las funciones públicas.
Encabezábanlos D. Tomás Varas y D. Ramón Es-
teban Ramos y últimamente se les había incorporado
D. José Santos Ortiz.
Intertanto, los caudillos Ramírez y López, hábil-
mente trabajados por Alvear y el chileno Carrera, mar-
chaban sobre Buenos Aires, convencidos de que el Di-
2-1-6 HISTORIA DE SAN LUIS
rector Supremo y el Congreso habían resuelto fundar
una monarquía para el gobierno de las Provincias Uni-
das del Río de la Plata.
Rondeau les salió al encuentro y fué derrotado en
la Cañada de Cepeda el 1.° de febrero de 1820, arrastran-
do en su caída al Congreso.
Nombrado gobernador de Buenos Aires, Sarratea,
se subscribió con éste el Tratado del Pilar, el 23 de febrero,
debiendo iniciarse un proceso, por alta traición, a todos
los que habían estado en el gobierno.
Pueyrredón había sido desterrado a Montevideo.
Estos hechos repercutieron hondamente en el inte-
rior, y estimularon a los federales a adueñarse de las si-
tuaciones provinciales. Muchos de los oficiales retirados
de la milicia puntana, dirigidos por Varas, pidieron,
con otros vecinos, la reunión de un Cabildo abierto, el
cual tuvo lugar el 15 de febrero. En él se trató de reem-
plazar a las autoridades locales, a ejemplo, según el ac-
ta, de las otras capitales y pueblos subalternos. De he-
cho quedó cesante el Cabildo y el teniente gobernador,
nombrándose en su reemplazo, interinamente, Alcalde
de 1 .er voto al sargento mayor de milicias Tomás Varas;
para el de 2.°, a Manuel Herrera; defensor de menores,
a Leandro Cortez; reeligiéndose a los demás capitulares
y nombrándose comandante de armas al capitán de mi-
licias Domingo Jordán.
Fueron eliminados Francisco de Paula L. Lucero,
Tomás Luis Ossorio, Manuel Rivero (ex secretario de Du-
puy), pero quedaron: José Antonio Salazar, Manuel
Palma y Olguin, Esteban Adaro y Lorenzo Leanes.
Poco después del 19, los oficiales de milicias encabe-
zaron una petición, delegando a José Gregorio Giménez,
Luis de Videla y José Felipe Ortiz, para pedir el inmediato
extrañamiento de la Provincia, del teniente gobernador
Dupuy, por creer incompatible su permanencia con la
tranquilidad pública. El Cabildo, con el cual se procedía
de acuerdo, proveyó conforme a lo pedido, agregando,
por fórmula, que dicha petición fuera subscripta, además,
HISTORIA DE SAN LUIS 247
por los ciudadanos, y hecho que fuese, proveer como lo
solicitaba la voluntad del pueblo. Parece que el plan era
prender a Dupuy y desterrarlo a Catamarca.
Sin embargo, Dupuy se alejó, libremente, en conse-
cuencia, después de haber gobernado seis años la pro-
vincia, en cuya época, mal que pese a las pasiones de
aquellos días aciagos, fomentó la prosperidad de San
Luis, organizó sus milicias y manejó los intereses públi-
cos con honradez y acierto.
Libre de esta tarea que le había impedido espigar
el laurel de Chacabuco y de Maypú, se trasladó a Chile
para incorporarse al Ejército Libertador del Perú, en
cuyas campañas se distinguió por su valor y talento
militar.
Oficial de la Legión de mérito de Chile, benemérito
de la Orden del Sol del Perú, cargado de honores y ser-
vicios, regresó a la Patria, pasando los últimos años en
Buenos Aires, de donde era oriundo, entregado, en el
seno de la familia, a vivir de los recuerdos de su larga ac-
tuación, pobre, pero satisfecho de haber llenado sus de-
beres con elevación y patriotismo.
Murió el 18 de enero de 1843 y su memoria recién
fué honrada en San Luis en 1895, por el director del Mu-
seo Histórico Nacional, con una placa que colocó en la
casa de gobierno y, posteriormente, se creó, en la región
sud, el «Partido y pueblo Vicente Dupuy».
4. — El Cabildo, constituido en la forma referida,
quedó al frente de la situación y por mera formalidad
citó, el 26 de febrero, al vecindario de la capital para
darle legalidad. Convenientemente preparados los áni-
mos, la asamblea popular resolvió: 1.° Nombrar, para,
presidir el acto y recibir los sufragios, al mismo Cabildo
con el título de gobernador interino; 2.° Que el gobier-
no sea compuesto del Ayuntamiento, y de consiguiente,
que en él sólo se refundan o reasuman las facultades de
entender en los cuatro casos o causas, a saber: político,
248 HISTORIA DE SAN LUIS
militar, hacienda y guerra, por cuya razón su título se-
ría el de Cabildo Gobernador. 3.° Que en dicho Ayunta-
miento reside la facultad de convocar el cuerpo de
oficiales y, con ellos, elegir y nombrar un comandante
de armas, en un sujeto revestido de las circunstancias
relativas al tal ministerio y de su aprobación; 4.° Que
respecto a que la experiencia ha enseñado que residien-
do el poder gubernativo en una sola persona, está ex-
puesto el Ayuntamiento a que sus funciones sean entor-
pecidas por él, desde ahora queda extinguido este empleo,
hasta que se establezca por la nación el método más con-
veniente; 5.° Que el Cabildo entrante, como en él se re-
funde el peso del Gobierno, tiene opción y poder para
disponer conforme ocurran sus respectivas urgencias,
de la nota anexa a dicho empleo, con concepto a los con-
tingentes, entrega de la caja, como igualmente a
asignar la renta que se le ha de dar al comandante de
armas; 6.° Que sea de la obligación del Ayuntamiento
oficiar a los pueblos circunvecinos, avisándoles los sen-
timientos de confraternidad que animan a los habitan-
tes de San Luis, en cuya conformidad procedieran a
la elección del Cabildo Gobernador.
La federación quedaba, de hecho, consumada, con la
separación de las provincias, sin una autoridad nacional
que pudiese imponerse, ni mantener los vínculos de la
antigua unión.
El Cabildo Gobernador, así confirmado, eligió su
presidente a D. José Santos Ortiz, y comunicó, el 1.° de
marzo, el advenimiento de la nueva autoridad, expre-
sando al gobernador de Buenos Aires: «los anhelos del
pueblo puntano por aquel gran día en que toda la Nación,
por medio de sus representantes, sea ligada por los lazos
indisolubles.»
El 1.° de marzo de 1820 debe señalarse como día en
que la provincia de San Luis organizó un gobierno de-
finitivo e independiente. Sin embargo, el procedimiento
del Cabildo no mereció aprobación en la campaña, donde
el licenciado D. Santiago Funes encabezó una solicitud,
HISTORIA DE SAN LUIS 249
con los vecinos de Punta del Agua, Santa Rosa y Pie-
dra Blanca, en la cual se quejaban del desaire he-
cho a los habitantes de la campaña, la parte más consi-
derable de la jurisdicción, por no habérseles dado
oportunidad de intervenir en el cambio del anterior go-
bierno, constituido por el voto de todos.
Sostenía la nulidad del acto realizado, por haberse
prescindido de la opinión de la campaña, y calificaba de
abusiva la actitud asumida por el vecindario de la Ca-
pital, pues, ese cambio se debía a algunos atrevidos que,
apoderados de la fuerza, condujeron al Cabildo y arras-
traron a corto número de vecinos para dar apariencia
legal a un acto con vicios insanables de nulidad.
El Cabildo consideró el caso como una manifestación
subversiva contra el orden establecido y calificó de cons-
piradores a D. Santiago Funes, a los alcaldes de her-
mandad D. Ursulo Funes, Eligió Cabral y Miguel Za-
rate.
Para hacer efectiva su responsabilidad, se nombró co-
misionado sumariante a D. Ramón Esteban Ramos,
quien se trasladó a Santa Rosa, Punta del Agua y Pie-
dra Blanca e instruyó el sumario correspondiente. Un
poco antes, había llegado el comandante José Antonio
Becerra, para prender a los supuestos conspiradores;
pero éstos habían fugado a Córdoba.
Ramos constató el hecho, bien probado, de haber
sido el autor de la representación D. Santiago Funes,
fundado, en que contra la voluntad de la campaña, se
había eliminado del gobierno a D. Tomás Varas. Este
había preparado el movimiento, como se comprobó
poco después con cartas, que le fueron secuestradas, y di-
rigidas al gobernador de La Rio ja, D. Francisco Antonio
Ocampo, en las cuales se quejaba de Ortiz y lo despres-
tigiaba por su excesiva ambición de mando. El asunto
terminó con el destierro de Varas al Retamo y el afian-
zamiento de la nueva situación.
Tales fueron los primeros pasos del gobierno autó-
nomo de San Luis.
HISTORIA DE SAN LUIS 251
CAPITULO X
SUMARIO: 1. — Gobierno de Dn. José Santos Ortiz. — Invasión
del caudillo chileno José Miguel Carrera. — El combate de Las
Pulgas. — Carrera se apodera de San Luis y hace elegir gober-
nador interino a Dn. José Gregorio Giménez. — Derrota y muer-
te de Carrera. 2. — Preparativos para reunir un Congreso en
Córdoba. — Conspiración de Giménez y otros púntanos expa-
triados en Mendoza. 3. — Ortiz nombra una Junta para arbi-
trar recursos tendientes a salvar la situación precaria en que
se encontraba la Provincia. — Pacto de Unión. — Nuevos pedidos
de contingentes del genera] San Martín. — Amenaza de los in-
dios.— Convención preliminar de la paz con España: fracaso de
las gestiones.
1. — D. José Santos Ortiz se hizo cargo del gobierno
animado de las mejores intenciones en favor del orden,
de la regularidad administrativa y del deseo de fomen-
tar, a su amparo, el bienestar de la provincia. Hombre
culto, joven todavia, con las nociones frescas que habia
recibido en la docta universidad de Córdoba, llegaba
al poder bajo los mejores auspicios para realizar una obra
seria y transcendental. En efecto, desde luego dictó una
serie de medidas tendientes a regularizar la percepción
de las escasas rentas, organizó la policía de campaña y
constituyó el poder judicial, Ínter el Cabildo funcionaba
como Legislatura. Así, pues, quedaban constituidos los
tres poderes, dictándose reglas de conducta hasta des-
lindar y fijar sus respectivas atribuciones. Estos hechos,
que daban prestigio a la administración local, fueron
puestos en conocimiento del gobierno de Buenos Aires,
presidido por el eminente ciudadano D. Martín Rodrí-
guez e inspirado por los no menos ilustres patriotas
Bernardino Rivadavia y doctor Manuel José García,
en cuya labor progresista y prácticas democráticas, te-
252
HISTORIA DE SAN LUIS
nía puestas sus miradas el gobernador Ortiz. Y la razón
de apresurarse a comunicar estos hechos al gobierno de
Buenos Aires, estaba en que éste había pasado circula-
res a las provincias para que los gobiernos consagraran
todos sus esfuerzos al arreglo interior de las de su mando;
José Santos ( irtiz
a formar y reforzar las rentas públicas; a sostener una
autoridad representativa que uniese los espíritus y
estableciera la armonía, a base de legalidad y justicia.
En forma indirecta, y con tan altas miras, el civi-
lizado gobierno de Buenos Aires ejercía un cierto salu-
HISTORIA DE SAN LUIS 253
dable tutelaje sobre los demás pueblos del país, entre-
gados, muchos de ellos, a mandones ignorantes, ungidos
por la anarquía general.
Otra gran idea, que por entonces preocupaba al go-
bernador Ortiz, era la reorganización de la provincia
de Cuyo mediante una estrecha liga entre las tres provin-
cias hermanas, especie de confederación, representada por
una dieta de diputados que debían reunirse en Mendoza.
El gobierno de San Juan prestó su conformidad al pen-
samiento y, en consecuencia, nombró diputado al emi-
nente ciudadano D. Narciso Laprida.
En medio de estas tareas y preocupaciones, Ortiz
fué sorprendido con la noticia enviada desde Río IV,
de que el caudillo chileno José Miguel Carrera se dispo-
nía a invadir la provincia, al frente de unos pocos parti-
darios y con una horda de indios aliados.
Con éstos, había asolado la campaña de Buenos Ai-
res, Santa Fe y aún de Córdoba y se proponía pasar a
Cuyo, aprovechando la oportunidad de encontrarse
ésta sin fuerzas regulares, y abrirse camino a Chile,
donde esperaba levantar el pendón de la anarquía con-
tra la influencia preponderante de San Martín y de O'Hig-
gins.
Ortiz se preparó, activamente, a la defensa e intertan-
to, mandó comunicaciones pidiendo auxilios a Bustos,
gobernador de Córdoba; al comandante de los Llanos,
Juan Facundo Quiroga y a Mendoza, recibiendo de ésta
algunas armas y municiones. Bustos había delegado el
mando, y, personalmente, iba a dirigir la campaña contra
el invasor, de acuerdo con las fuerzas puntanas que, en
número de 500 hombres, fueron puestas bajo el inmedia-
to comando de D. Luis de Videla. El gobernador Ortiz
emprendió la marcha, con las tropas, el 1.° de marzo,
y fué a situarse en la orilla del Río V, lugar que se deno-
minaba la «Ensenadita de las Pulgas», muy cerca de la
actual Villa Mercedes.
Allí supo que Carrera se había apoderado del Morro;
pero que, al día siguiente, se ponía otra vez en marcha
254 HISTORIA DE SAN LUIS
con rumbo al sud, quizá buscando la incorporación de
los indios ranqueles.
Por su parte, la Junta de Gobierno de San Luis, que
había substituido a Ortiz durante su ausencia, comuni-
caba al gobierno de Buenos Aires la invasión de Carrera
y su aproximación, expresándole la confianza en el
éxito de la campaña en estos términos: «Créame Y. E.
que el coraje y resolución en que están nuestras mili-
cias, es capaz de poner el último término a las aventuras
en que, favorecido Carrera de la fortuna, que no siempre
protege la justicia de las causas, ha inferido a tocia la
Nación, males incalculables. Quizá su suerte quede de-
cidida dentro de pocas horas y la fortuna, causa de sus
abusos, ponga en nuestras manos esa horda de bandidos
que él capitanea, y su propia persona». Pero esta vez los
cálculos optimistas pronto se disiparon ante la realidad
de los hechos. La rapidez y audacia con que procedió
Carrera, antes que pudieran reunirse las fuerzas que iban
a combatirlo, le dieron el triunfo.
El día 6 de marzo se había apoderado del Morro, y al
siguiente, sorprendió la guarnición de Chajan, desbara-
tando las tropas cordobesas antes de haberse puesto
al habla con las fuerzas del gobernador Ortiz. Sin pérdida
de tiempo, voló a atacar las bisoñas milicias puntanas y,
el 11, tenía lugar el encarnizado combate en Las Pulgas.
La caballería puntana fué rechazada y dispersa;
la infantería formó cuadro y peleó, desesperadamente,
hasta consumir el último cartucho. Allí rindieron heroi-
camente sus vidas los oficiales Dolores Videla y Juan
Daract, que sostuvieron el ataque hasta sucumbir con
el último soldado. En el campo quedaron 180 muertos,
lo cual demuestra la espantosa carnicería en proporción
al número de combatientes. Después de este descalabro,
Ortiz se retiró al norte, con parte de los dispersos, para
ver de encontrarse con Quiroga, cuyo auxilio había so-
licitado y obtenido la promesa de hacerlo efectivo.
Mientras tanto Carrera se dirigió a San Luis y ocupó
la ciudad el 13 de marzo, encontrándola desierta, pues
HISTOEIA DE SAN LUIS 255
sus habitantes más caracterizados habían huido y pues-
to a salvo sus familias e intereses. Sin embargo, debemos
hacer constar que no se cometió ninguna tropelía contra
la vida, el honor o los bienes de los habitantes, debido,
quizá, a las precauciones de dejar en las afueras de la
ciudad, las tropas que, por otra parte, estaban hartas de
botín y de sangre.
Hábilmente trató Carrera de inspirar confianza y de
ganarse la buena voluntad de algunos vecinos, mostrándose
expansivo y desprendido. Veinte días más tarde, después
de dar descanso y reorganizar su hueste, retrocedió a la-
provincia de Córdoba al anuncio de que se aproximaba
la división de Mendoza, al mando del general Bruno
Morón. La retirada de Carrera obedecía al propósito de
ponerse en contacto con el caudillo Ramírez que, a la
sazón, hacía sus correrías por Córdoba. Alcanzada su
retaguardia, en Río IV, fué obligado a ganar el sud.
San Luis envió 200 hombres de caballería, mientras
Ortiz organizaba en Renca otros elementos y esperaba
la incorporación de Quiroga.
Carrera consiguió unirse a Ramírez y, juntos, llevaron
un ataque a Bustos el 13 de junio, en Cruz Alta, donde
el gobernador de Córdoba esperaba reunirse con López
de Santa Fe y con La Madrid. Rechazados en Cruz Alta,
se retiraron a Fraile Muerto, en cuyo sitio se separaron
para siempre. Ramírez fué batido y muerto, poco des-
pués, y Carrera emprendió nuevamente el camino hacia
Cuyo. En los inmediatos campos de Río IV le salió al
encuentro el general Bruno Morón, con las fuerzas alia-
das de las tres provincias cuyanas, y deseoso de concluir
de un solo golpe con el caudillo chileno y su hueste, se
precipitó, imprudentemente, al frente de sus tropas. Su
caballo rodó, arrastrándolo en la caída y allí fué muerto.
Sin embargo, el combate se mantuvo con bríos, hasta que
las montoneras se pusieron en fuga. Perseguidos de cer-
ca, fueron tomados muchos prisioneros. Al regresar los
escuadrones vencedores, un oficial creyó que eran re-
fuerzos de Carrera que les llevaban un nuevo ataque y,
256 HISTORIA DE SAN LUIS
dando la voz de alarma, se apoderó el pánico de las fuer-
zas aliadas, introduciéndose en sus filas una lamentable
confusión. Entonces, el comandante del contingente san-
juanino, D. Ventura Quiroga, tomó el .mando en jefe y se
retiró. Noticiado Carrera de este suceso, favorable para
su causa, volvió al campo e inició una conferencia con
Quiroga. Dice Hudson que le ofreció la facilidad de
retirarse, tranquilamente, a su provincia con sus tropas
y armamento, en cambio de que el gobierno de San
Juan lo auxiliara con 2000 cabalgaduras herradas, para
pasar a Chile, donde las pagaría. Después de esta entrevis-
ta, Carrera se dirigió a San Luis, cuya capital ocupó por
segunda vez el 17 de julio, asumiendo el mando como
dictador. ínter se reponía de sus fatigas y reunía otros
elementos para seguir adelante, las provincias de Cuyo
movilizaban sus fuerzas y se disponían a salirle al en-
cuentro.
Bustos también entraba en campaña y Facundo se
preparaba a cooperar con sus célebres llaneros.
Entrevistado Carrera por algunos vecinos de San
Luis, parece que éstos le prometieron su cooperación si
hacía respetar la vida y propiedades de los habitantes
y aun los bienes de los que se habían fugado. Carrera se
adelantó a ofrecerles las mayores seguridades, y no sólo
mandó custodiar las fincas de los huidos, sino tam-
bién, tuvo la caballerosidad de remitir la esposa y
familia al gobernador Ortiz que estaba en Renca, hacién-
dola acompañar con un oficial de toda confianza.
Por fin, congregó a varios vecinos, a quienes les ex-
puso sus miras pacíficas, si es que no era atacado, y el
propósito de no dejar enemigos a- su1 retaguardia, pues,
él sólo esperaba que le diera paso la cordillera para
trasladarse a Chile, máxime cuando en San Juan se le
tenían cabalgaduras, que le permitirían realizar su pro-
pósito. Después de esta arenga, hizo citar a una asam-
blea para el 24 de julio; de sus resultados se labró un
acta, en la cual se decía «que la provincia estaba en com-
pleta acefalía, por la fuga de su gobernador y autorida-
HISTORIA DE SAN LUIS 257
des subalternas, y tomando en cuenta los extraordinarios
acontecimientos que habían destruido la quietud y
tranquilidad pública, como resultado de la guerra in-
justa y atroz que D. José Santos Ortiz se había atre-
vido a declarar al señor brigadier general de los Estados
de Chile, jefe del Ejército Restaurador, D. José Miguel
Carrera, resolvieron declarar depuesto al gobernador y
a todos los miembros de la administración provincial.
Declararon que quedaban unidos por estrecha amistad
con el Ejército Restaurador y que fundarían una situa-
ción tendiente a asegurar la paz y la felicidad común».
El ex gobernador Ortiz y sus cómplices, debían com-
parecer ante un tribunal, a responder de su conducta.
Finalmente se nombró gobernador interino a D. José
Gregorio Giménez, debiendo comunicar a todas las pro-
vincias que había concluido la guerra entre la provin-
cia de San Luis y el Ejército Restaurador, comandado
por el general Carrera.
He aquí las primeras disposiciones que tomó el
flamante gobernador puntano, puesto al servicio del
caudillo chileno: «El Gobernador Interino de la Pro-
vincia de San Luis. — Los sacrificios y desvelos que ha
costado al pueblo benemérito de San Luis el restable-
cimiento del orden, paz y tranquilidad pública, serían
ilusorios e inútiles, si no pusiese un dique a las seduccio-
nes e instigaciones de los díscolos. A fin de evitar las ma-
niobras de los perversos, ha dispuesto lo siguiente:
«1 .° Que ningún individuo de la Provincia pueda tran-
sitar fuera de ella, sin expreso permiso y pasaporte mío.
«2.° Toda persona que siendo del país, o de otro te-
rritorio, transitare sin la circunstancia anterior, será
inmediatamente arrestada y remitida a mi juzgado,
y si se le justifica algún plan reservado, o comisión se-
creta, perjudicial a la felicidad de la Provincia, será cas-
tigada con arreglo a las Leyes Militares.
«3.° Aquel que, decididamente, se comprometiese
a servir los intereses de los enemigos de la causa pública,
será castigado con pena de muerte.
to¡v:o 17
258 HISTORIA DE SAX LUIS
«4.° Todos los alcaldes de mi jurisdicción y demás
juzgados subalternos, son responsables de la seguridad
del distrito de su mando, por lo mismo aprehenderán y
remitirán a esta ciudad toda clase de hombres vagos,
desconocidos o comprendidos en los anteriores. Y para
que lleguen a noticia de todos, publíquese por Bando y
fíjense los ejemplares en los parajes de estilo, y circú-
lense otros a los Alcaldes de la campaña para su puntual
cumplimiento. San Luis y julio veinte y nueve de mil
ochocientos veinte y uno. — Es copia. — Giménez.»
El mismo agente de Carrera, en la circular pasada al
gobierno de Mendoza, le recuerda los males producidos
por la guerra exterminadora entre hermanos, y le expre-
sa el anhelo de que se dé término a los odios, a la matanza
y al desorden.
Refiriéndose a San Luis, dice: «Esta Provincia fué,
desgraciadamente, envuelta en una guerra de capricho,
y del todo individual, a la persona del señor general
D. José Miguel Carrera; guerra promovida y agenciada
por el tirano de Chile y sostenida con los recursos de aquel
oprimido Estado». Agrega: «que el gobernador D. José
Santos Ortiz, sin agravio que lo provocase, sedujo al
pueblo y lo llevó al sacrificio en el campo de Las Pulgas».
Hace la historia de los sucesos posteriores, recordando
la liga de Ortiz con otros gobernadores, para ahogar la
libertad de los pueblos, y termina ofreciendo su amistad,
a condición de no renovar los males de una guerra desas-
trosa. El inspirador del acta y el redactor de la circular
fué el mismo Carrera y con estos documentos pretendía
detener la tempestad que en torno suyo se condensaba,
para concluir con él y las turbas bajo su mando. Mendoza
y San Juan, organizaban sus milicias; por la frontera de
Córdoba, Bustos y Lamadrid, y por la de La Rioja, Or-
tiz y Quiroga se disponían a encerrar en un círculo de
hierro al temerario caudillo. Esta actitud no dejó de alar-
marle, y confiando en su buena estrella, se propuso po-
ner en práctica la táctica de batir por partes al enemigo,
antes que éste pudiera reconcentrar sus fuerzas. Acti-
HISTORIA DE SAN LUIS 259
vó, pues, los preparativos y se puso en campaña el 21
de agosto, al frente de 500 hombres. Lo acompañaba el
gobernador interino Giménez con 80 milicianos púnta-
nos. Tomó el camino de la travesía y se dirigió a Guana-
cache, para penetrar en San Juan, donde esperaba encon-
trar los auxilios convenidos con el comandante Quiroga,
después del desastre de Río IV.
Intertanto, veamos cuáles habían sido los preparati-
vos y cuál era el plan combinado para atacarlo y concluir
con él.
Con fecha 26 de febrero, Ortiz había comunicado,
como hemos dicho, a los gobernadores de Mendoza y de
San Juan, la próxima invasión de Carrera. El de Mendoza
mandó inmediatamente armas y municiones y el de San
Juan, avisó, con fecha 3 de marzo, que remitía la suma de
2.000 pesos y que organizaba una división de 200 hombres
bien armados, para marchar en su auxilio al primer lla-
mado. Manifestábale que nada le sería tan grato como
cercenar los últimos restos de la fortuna pública, para
atender a ]os apuros de los verdaderos hermanos y ami-
gos.
En consecuencia, se envió al capitán D. Vicente Cano
con el encargo de entregar dicha suma al gobierno de
San Luis.
Después de la jornada del 11 de marzo, Ortiz co-
municó su desastre en Las Pulgas y, a la vez, el propósito
de redoblar su esfuerzo para aniquilar a Carrera, mediante
la unión de las provincias de Cuyo y los auxilios que es-
peraba de Córdoba. El gobernador Sánchez de San Juan,
le manifiesta, al acusarle recibo de su nota, toda su con-
fianza en el éxito de la campaña, diciéndole que la di-
visión de esa provincia había salido el 17 a unirse a la de
Mendoza, bajo las órdenes del comandante José León
Domínguez y que había reiterado sus comunicaciones
para que activaran su marcha sobre San Luis. Le hace
presente, también, que a su invitación de concurrir a
la ruina de Carrera, ha respondido el comandante de los
llanos D. Juan Facundo Quiroga, prometiendo su auxi-
260 HISTORIA DE SAN LUIS
lio. Calcula que éste puede disponer de 200 hombres
bien armados y disciplinados, listos para entrar inmedia-
tamente en campaña.
Acompaña copia de la nota de Quiroga, en ]a cual le
avisa, con fecha 19 de marzo, que al dia siguiente marcha-
ría con la fuerza bajo sus órdenes a estacionarse en los con-
fines de la jurisdicción de La Rio ja con San Luis, con el
objeto de poner a cubierto el territorio de su mando y,
si fuere necesario, pasar hasta el lugar donde se hallara
Carrera, a fin ele escarmentarlo y frustrar sus inicuos
proyectos. En consecuencia, pedía órdenes para combinar
el plan de campaña, Ínter se dirigía a ocupar su puesto
con sus llaneros. Poco después, el plan de operaciones que-
daba determinado así: caer simultáneamente sobre Carrera
donde se encontrara, atacándole por el frente las fuer-
zas de Mendoza y San Juan compuestas de 1500 hombres;
por la retaguardia, Bustos y Lamadrid, con 800 hombres;
mientras el gobernador Ortiz, con Quiroga y 450 hombres,
lo atacaran por los flancos.
D. José Narciso Domínguez ayudó a Ortiz, decidi-
damente, con valiosos elementos de movilidad y reses
para el racionamiento de las tropas.
A fines de junio, Ortiz envió a San Juan a D. Ma-
nuel Amite Sarobe, para solicitar nuevos recursos, con-
siguiendo del gobernador Sánchez mil pesos más, de los
cuales se destinaron 500 para auxiliar la división san-
juanina al mando del coronel Ventura Quiroga. Al mis-
mo comisionado se le autorizó para adquirir 500 caballos,
lo propio que pedía Mendoza para activar la marcha
del ejército combinado. Estas fuerzas de Mendoza habían
sido colocadas bajo el comando del coronel de milicias
D. José Albino Gutiérrez.
Como dijimos, Carrera se movió de San Luis el 21 de
agosto en dirección a San Juan.
En cuanto abandonó la ciudad, fué ocupada por
Ortiz al frente de la división puntana, quien desprendió
partidas, al mando del comandante Becerra, para hos-
tilizar su retaguardia y observar sus movimientos.
HISTORIA DE SAN LUIS 261
En el trayecto de la travesía, se desertaron casi to-
das las milicias puntanas que había llevado D. José
Gregorio Giménez, viniendo a engrosar la vanguardia
de Ortiz.
Carrera fué alcanzado, el 31 de agosto, en la Punta
del Médano y derrotado completamente por las fuerzas
aliadas mendocina y sanjuanina y la cooperación de los
púntanos, bajo las órdenes del coronel Gutiérrez.
El gobernador interino Giménez, desde el principio
de la acción, abandonó el campo de Carrera y se pasó,
con el resto de sus milicias, ardid al cual debió su sal-
vación. Hecho prisionero Carrera, fué condenado a muer-
te y fusilado en Mendoza el 4 de septiembre. Así terminó
la anarquía y la vida del temerario caudillo chileno.
El veterano comandante D. José Antonio Becerra,
concurrió a la acción de la Punta del Médano, con su es-
cuadrón de tiradores púntanos, flaqueando la derecha
y causando grandes pérdidas a los montoneros. Mientras
tanto, Ortiz organizaba la reserva, para acudir en caso
necesario; pero producida la derrota de Carrera, licenció
las tropas. También la división de Bustos se detuvo en
Río IV al saber el triunfo de Gutiérrez.
Giménez fué tomado prisionero con los oficiales
púntanos, Lucas Adaro, Pedro Lucero, Rufino Poblet,
Lorenzo Rivero, Domingo Menéndez y Camilo Domín-
guez, que Carrera había arrastrado a su causa.
D. José Gregorio Giménez, con los oficiales prisio-
neros, en cuanto llegaron a Mendoza, fueron puestos en
libertad, aunque bajo la vigilancia de las autoridades
policiales mendocinas.
2. — Restablecido el orden, el gobernador Ortiz co-
municó al de Buenos Aires los males de la invasión de
Carrera y el empeño de ponerse al servicio de la patrió-
tica idea de reunir un Congreso para constituir defini-
tivamente el país. A ese fin obedecía su viaje a Córdoba,
donde debía entrevistarse con Bustos, para combinar
262 HISTORIA DE SAN LUIS
el plan ele dar a las Provincias Unidas una constitución,
de acuerdo con el sistema representativo federal. Bustos
se manifestó conforme con estas bases, resolviéndose,
también, que el Congreso se reuniese en Córdoba. Al re-
greso de Ortiz fué nombrado D. Marcelino Poblet para
representarnos en ese Congreso.
Este patriótico anhelo fracasó por las intrigas de los
caudillos mandones, empeñados en suscitar recelos con-
tra las supuestas tendencias absorbentes de Buenos Aires;
aunque, en verdad, porque se aspiraba a concluir con
el desorden político, en cuyo medio ellos ejercían un po-
der discrecional y arbitrario. Rivadavia, que manejaba
los hilos de esta política general, pensó que el momento
no era favorable a ese gran pensamiento y, en consecuen-
cia, hizo retirar los diputados porteños. Era necesario
preparar el terreno, y desde entonces procuró atraer a
las provincias, mediante el ofrecimiento de que Buenos
Aires pagaría las deudas ocasionadas por la guerra de la
Independencia; fomentaría la industria minera y la cul-
tura general, creando becas para estudiantes de cada
provincia. Debido a este noble desprendimiento, fueron
a educarse a Buenos Aires los jóvenes Saturnino de la
Presilla, Eufrasio Videla, Benigno Domínguez, Clímaco
y Justo Daract y Rafael Corvalán, hijo del comandante
D. Pedro José Corvalán, conducidos por el comandante
D. Juan Bautista Morón.
Con respecto al mineral de la Carolina se elevó un
informe detallado, llamando la atención sobre la riqueza
aurífera.
Giménez y los proscriptos después de la acción de Punta
del Médano, formaron en Mendoza una logia, para cons-
pirar contra Ortiz, y comenzaron a reunir algunos ele-
mentos, de la peor especie, disponiéndose invadir a San
Luis. Sentidos a tiempo, fueron denunciados al gober-
nador de Mendoza, D. Pedro Molina, quien ordenó el
regreso de los grupos y su captura, remitiendo presos al
fuerte San Carlos, a Giménez, Adaro, Lucero, Rivero,
Poblet y Menéndez, bajo la severa vigilancia del coman-
HISTORIA DE SAN LUIS 263
dante Pedro José Aguirre. €on fecha 3 de abril comu-
nicó Molina este suceso, felicitando al gobernador de San
Luis por haberse librado de un atentado que tendía a
apoderarse de su persona y de la situación puntana.
El inquieto espíritu de Giménez, había arrastrado a sus
compañeros a una nueva empresa temeraria, no obstante
carecer de elementos para realizar la invasión, mientras
Ortiz, aleccionado con los recientes sucesos, tenía las
milicias en buen pie de disciplina. A raíz de esta tenta-
tiva para alterar la tranquilidad pública, el gobernador
Molina envió a San Luis, como diputado, al sargento ma-
yor D. Ignacio Videla encargándole se entrevistara con
Ortiz y echaran las bases de la unión que debía vincular
a ambas provincias, empeñadas en mantener el orden.
Ortiz sabía, por sus agentes en Mendoza, las maqui-
naciones de los proscriptos, los cuales habían establecido
su cuartel en la Lagunilla y reunido unos 50 hombres.
A los nombrados se unieron, el díscolo D. Tomás Varas,
su hijo Domingo, el capitán Jacinto San Martín y Tomás
Sosa. Estos se reunían en casa de D. José Mayorga, tam-
bién interesado en la aventura.
Según Ortiz, los conspiradores hacían correr la voz
de que el general Gutiérrez, y el mismo Molina, protegían
su empresa. En comunicaciones dirigidas al gobernador
Molina, estimaba como una prueba evidente de la alian-
za y armonía que siempre habían mantenido los pueblos
de Cuyo, el que, el de Mendoza, pusiese a su disposición
los conspiradores a quienes calificaba de hombres des-
naturalizados, porque se habían unido con los enemi-
gos de San Luis. En consecuencia, pedía que los princi-
pales cabecillas le fuesen entregados en el Desaguadero,
desde donde los haría conducir por su cuenta, pues de su
aseguramiento dependía la tranquilidad de ambos pue-
blos.
En respuesta a este pedido, Molina protestó de ha-
ber tenido alguna participación en las criminales maqui-
naciones de los púntanos, en prueba de lo cual, había
tomado las medidas precaucionales del caso, remitiendo
264 HISTORIA DE SAN LUIS
presos, al Fuerte San Carlos, a los susodichos revolu-
cionarios. Finalmente, le pide «no insista en que le entre-
gue sus presos, para evitar represalias, dadas la posición,
vinculaciones y participación que éstos hablan tomado
en los recientes sucesos. Ellos son delincuentes, en ver-
dad, y merecen castigo; pero, teniendo allí ]argas relacio-
nes de parentesco y amistad, es indudable que al reci-
birlos, cause en ellos la emoción consiguiente y se hagan
más penetrantes los resentimientos, venganzas y perso-
nalismos. Se aventura, además, la tranquilidad, que
afortunadamente se ha logrado recobrar, porque la in-
mediación de las personas enemistadas inflaman y avi-
van las pasiones y sería de temerse que en tal estado,
se tomasen medidas de seguridad que reprueba la expe-
riencia en tales casos, y que ha sido el único origen de las
desgracias y desastres que han experimentado los pue-
blos de Salta, Tucumán y Santiago del Estero». Tan
prudentes reflexiones terminaron diciendo que, además,
ya los culpables habían sido castigados con su confi-
namiento a San Carlos y que estaban imposibilitados
de hacer ningún daño, debiendo evitarse los escándalos
de un juicio. Ortiz contestó, muy de acuerdo con esos
principios, y haciendo presente que siempre había dado
pruebas de indulgencia perdonando a sus enemigos;
pero que, por la tranquilidad de la provincia, se impo-
nía el castigo de los grandes culpables, como esa horda
de asesinos que se preparaban a consumar sus abomina-
bles crímenes. Insistió en sus propósitos de escarmen-
tarlos; pero el gobierno y la Junta de Mendoza se opu-
sieron, con buenas razones, alegando sentimientos de
filantropía y deberes de hospitalidad.
Después de esta negativa, propuso Ortiz que se com-
prometieran, ambos gobiernos, a que los púntanos confi-
nados en Mendoza y prisioneros de guerra en la invasión
de Carrera, fueran puestos a disposición del Supremo
Director de Chile y que el gobierno de Mendoza se
obligase a responder de cualquier otra invasión que in-
tentasen los anarquistas.
HISTORIA DE SAN LUIS 265
Estas proposiciones se formularon en el siguiente
convenio: «El gobierno de San Luis, y el diputado del
de Mendoza, sargento mayor D. Ignacio Videla, en tran-
sacción de las diferencias ocurridas por la conspiración
contra el primero, de algunos púntanos residentes en
Mendoza, y a virtud de la mediación interpuesta por sus
autoridades para no remitirse a San Luis, han convenido
en los artículos siguientes:
«1.° Siendo notorio el hecho de que algunos púntanos
confinados, y prisioneros de guerra en la invasión de
Carrera, que existían en Mendoza, se dirigían hacia San
Luis, sin saberse hasta ahora el verdadero designio que
traían; pero siendo, probablemente, el de trastornar la
administración de gobierno, se remitirán a principios
de mayo próximo entrante por el de Mendoza al de la
República de Chile, a D. Lucas Adaro, D. José Gregorio
Giménez, D. Pedro Lucero, D. Lorenzo Rivero, D. Rufi-
no Poblet y D. Domingo Menéndez, con encargo especial
de que los tenga en tal seguridad, que no puedan insistir
en la prosecución de sus intentos, y por el juzgamiento
que haga el de San Luis, les declare la pena infamante
que estime justa.
«2.° El gobierno de Mendoza, por principios de po-
lítica y filantropía, estima conveniente no se remitan
dichos sujetos a San Luis, y se compromete a remitir-
los a Chile, en el plazo referido, a disposición del exce-
lentísimo Director, con expresión del hecho ocurrido, en
los términos que indica el anterior artículo.
«3.° El gobierno y demás autoridades de Mendoza,
se comprometen, de un modo el más sagrado, a responder
de cualquiera otra invasión, que se pueda intentar en
dicho pueblo, contra el de San Luis.
«4.° El gobierno de Mendoza estrechará a los com-
plotados para que exhiban dos mil pesos en que se es-
tima el gasto que han causado al gobierno de San Luis
en sus aprestos de defensa, los que serán mandados
entregar en el término de diez días de esta fecha.
266 HISTORIA DE SAN LUIS
«5.° El presente tratado será firmado por las partes
contratantes y remitido al gobierno de Mendoza, para su
ratificación y devolución, dentro de ocho días, etc.
Fecho en esta ciudad de San Luis a 20 de abril de 1822.
José Santos Ortiz. — Ignacio Videla. — Manuel de la
Presilla, Secretario.
Mendoza y abril 25 de 1822.
Ratificado: Pedro Molinas. — Pedro Nolasco Videla,
Secretario.
San Luis y abril 27 de 1822.
Ratificado: Ortiz. — Manuel de la Presilla, Secretario.»
ínter Ortiz hacía las gestiones para que le fueran en-
tregados los conspiradores, mandó instruir un proceso,
nombrando como juez fiscal de la causa al teniente co-
ronel Miguel Villanueva. La nota del gobernador de Men-
doza, Molina, y otras piezas, hicieron cabeza del proceso.
Llegóse a comprobar que Tomás Sosa había sido envia-
do por los conspiradores, a fines de marzo, con la comi-
sión de ponerse al habla con varios vecinos de la frontera
sud y del Río V, para que reunieran gente y salieran
a su encuentro, con caballos, a esperar en el Paso del De-
saguadero a Lucas Adaro y demás invasores.
El plan era apoderarse del gobernador Ortiz, del co-
mandante Luis de Videla, del ministro de hacienda don
Rafael de la Peña, del secretario de gobierno D. Manuel
de la Presilla y de otros importantes ciudadanos de la
situación, debiendo, una partida, ir a tomar al coronel
José Narciso Domínguez, que residía en la Punilla.
Se aseguró que D. Tomás Varas había contribuido
con la suma de 600 pesos y D. José Mayorga con la mu-
lada. En la casa de éste, lugar de La Lagunilla (Mendoza)
se había establecido el cuartel general.
Una vez depuestas las autoridades, pondrían en el
gobierno a D. José de Mayorga, nombrarían jefe de la
plaza a D. José Gregorio Giménez, comandante de cam-
paña a Lucas Adaro y ministro de hacienda a Lorenzo
Rivero. D. Tomás Varas y su hijo Domingo, negaron su
HISTORIA DE SAN LUIS 267
participación en este movimiento, haciendo el primero,
ya anciano, y desde la cárcel, una brillante defensa.
No se había equivocado el gobernador Molina cuando
temía que Ortiz extremara el castigo para escarmentar
a los conspiradores.
Terminado el proceso, en el cual quedaba bien cons-
tatada la culpabilidad de los acusados, se falló, conde-
nando a la pena de muerte a Giménez, Lucero, Bivero,
Adaro, Poblet, Varas, Sosa, San Martín y a Juan Alva-
rez. Pero, como los más de ellos debían ser confinados
a Chile, de acuerdo con el convenio celebrado, y teniendo
en cuenta el clamor de las familias, se conmutó la pena
capital a Varas, Sosa y Alvarez, por las de multa y des-
tierro de la provincia.
Esta sentencia tendía, más que todo, a producir
efecto en el ánimo popular y en los que pudieran estar
de acuerdo con los conspiradores, pues, se estaba en la
imposibilidad de cumplirla, lejos, como se hallaban del
territorio de la provincia, los sindicados como principa-
les cabecillas, y como lo evidencia el perdón que se otor-
gó a D. Tomás Varas y a los otros, detenidos en la cár-
cel de San Luis.
Con estas medidas se creyó consolidada la tranqui-
lidad pública.
3. — Restablecido el orden, ocupóse Ortiz de hacer
frente a las necesidades del erario, en momentos tan crí-
ticos como los que acababa de pasar la provincia, pues
no sólo había agotado sus recursos, sino contraído
deudas para sostener las tropas en la reciente campaña.
Al efecto, creó una junta de personas de conocida pro-
bidad y patriotismo, para que aconsejasen los medios
menos gravosos al vecindario, a fin de hacer frente a la
angustiosa situación financiera.
Esta junta quedó constituida por el alcalde de primer
voto Prudencio Vidal Guiñazú, el ministro de hacienda
Rafael de la Peña, Manuel Herrera, Manuel José Amite
268 HISTOEIA DE SAN LUIS
Sarobe y Francisco Vicente Lucero. Se nombró secreta-
rio de la misma, al de gobierno D. Manuel de la Presilla.
El primer acto de la Junta fué rendir un estado de-
mostrativo de las entradas ordinarias y extraordinarias,
así de los propios y arbitrios de ciudad, como de los demás
ramos, y su inversión.
Aumentaron los impuestos al comercio de tránsito,
a la extracción de ganado, a sus productos y a las paten-
tes, consultando en lo posible la equidad.
El ministro de hacienda calculó las exigencias del
momento en 5.500 pesos y los recursos arbitrados tam-
bién fueron calculados en 6.000 pesos, con lo cual queda-
rían satisfechas las necesidades más premiosas, y se con-
taría con un sobrante para casos imprevistos.
Según el estado que se presentó, desde 1817 al 21,
el costo anual medio de la administración ascendía a
casi 7.000 $, y en los últimos, pasó de 10.000 $, ocasio-
nados por la movilización de fuerzas y demás gastos
de la defensa.
Para atender a estos gastos extraordinarios, se re-
cordará que se solicitaron recursos a los gobiernos de Men-
doza y San Juan, habiendo recibido mil pesos del prime-
ro y dos mil del segundo.
Así, pues, con los fondos prudentemente arbitrados,
quedaba cubierto el déficit y normalizada la situación
económica y financiera de la administración, merced
a lo cual, el gobierno pudo hacer frente a todos sus com-
promisos dentro y fuera de la provincia.
Persistía, además, en el ánimo del gobernador Ortiz,
la idea de acercar y vincular a los pueblos para los fi-
nes comunes del progreso y del orden, y al efecto, invitó
a los gobernadores de Mendoza y San Juan a una entre-
vista en San Miguel de las Lagunas, el 22 de agosto de
1822. El resultado de esta entrevista fué el Pacto de
Unión, firmado y ratificado en agosto por las respectivas
legislaturas. En él se decía que, «considerando de suma
necesidad al bien de los pueblos, su concentración en un
Congreso General que ha de regirlos, se dirigirán circu-
HISTORIA DE SAN LUIS 269
lares invitando a las otras provincias a enviar sus dipu-
tados, los cuales deberán reunirse en la ciudad de San
Luis, antes del 1 .° de diciembre». En el caso que no pudiera
llevarse a cabo este Congreso, quedaban obligados, los
contratantes a celebrar, con la brevedad posible, una
Convención que estableciese las bases, por las cuales
había de regirse, en adelante, la provincia de Cuyo. Este
acuerdo trajo grandes beneficios a las tres provincias y
preparó los tratados con los cuales se vincularon estre-
chamente, en medio del general desorden a que estaba
entregado el país.
En septiembre, del mismo año 22, se recibieron co-
municaciones del Protector del Perú, general San Martín,
invitando a la Provincia a cooperar a la terminación de
la guerra, mediante nuevos contingentes, y previendo
la falta de medios para equiparlos y remitirlos, hace
presente haberse dirigido al gobierno de Buenos Aires
a fin de que proveyese estos recursos, por cuenta del Esta-
do Peruano. El gobernador Ortiz puso esta nota en cono-
cimiento de Buenos Aires, manifestándole que el pueblo
de San Luis, constante siempre en hacer sacrificios por
la patria, no puede en este momento llenar sus deseos
en el estado de aniquilamiento a que lo ha reducido la
guerra contra los anarquistas, sostenida con sus recur-
sos propios. Que si se allanaban las dificultades en este
sentido, estaría pronto a hacer nuevos esfuerzos en la parte
que le correspondiese. Como se ve, ni en las situaciones más
extremas, los púntanos, han escatimado su sacrificio.
El 4 de junio de 1823, Ortiz comunicó al gobernador
de Buenos Aires que su gobierno miraba con horror el
indebido comercio que algunas provincias limítrofes
entretenían con los bárbaros del sud, lo que, evidente-
mente, estimulaba en éstos las frecuentes agresiones
que cometían sobre los territorios de Santa Fe y Buenos
Aires, seguros del destino que podían dar al fruto de sus
depredaciones y no obstante que la provincia de San
Luis era la que menos sufría en esas invasiones, se había
prestado gustosa a formar parte de la expedición contra
270 HISTORIA DE SAN LUIS
los indios a que la había invitado el gobierno de Mendoza,
exigiéndole sólo algunos recursos de que carecía absolu-
tamente. También San Juan había sido invitada a co-
laborar en la empresa por los perjuicios que sufría su
comercio en el tránsito de sus productos al litoral. Pero,
como ni Mendoza ni San Juan habían podido facilitar
los elementos pedidos, menos pudo reunirlos San Luis,
de un vecindario pobre y de escasa población.
No obstante estos grandes inconvenientes, no de-
sistía de tales proyectos, convencido de la necesidad de
la empresa y a virtud de haberse hecho cargo el gobierno
de Buenos Aires de las deudas contraídas por el Estado,
antes de la división de las provincias, tenía a bien, el
gobierno de San Luis, proponerle que efectuara la expe-
dición al sud, con tal que le satisfagan las que corres-
pondan a su provincia, parte en numerario y parte en
armas y otros efectos. En consecuencia, le adjuntaba un
cuadro, debidamente justificado, de las sumas con que
había contribuido la provincia a la formación de los ejér-
citos de la patria, y otras erogaciones en favor de su liber-
tad e independencia. La indiada se reconcentraba so-
bre las fronteras de Mendoza, San Luis y Córdoba, y
en cualquier momento podía recibir auxilios del famoso
bandido chileno Pincheira, que con sus huestes, azotaba
los vastos campos fronterizos y aún las poblaciones más
avanzadas sobre la frontera sud.
El gobierno de Buenos Aires contestó que la deuda,
cuyo pago efectuaba a la sazón, era la de los particulares y
algo que resultaba de lo facilitado para la guerra de la
Independencia, y no obstante provenir principalmente de
este origen las sumas gastadas por San Luis, excusaba su
reembolso aunque aceptaba la importancia y conveniencia
de la expedición que ya había iniciado el gobernador
D. Martín Rodríguez. Sin embargo, hizo entrever la es-
peranza de mandar algunos auxilios además de la que po-
día informarle a estos respectos el comisionado Dr. Diego
Estanislao Zavaleta, que se había puesto en viaje para
estas provincias de Cuyo.
HISTORIA DE SAN LUIS 271
A pesar de todo, Ortiz no descuidó la frontera y con
los propios recursos estableció cantones para recorrerla,
confiando la defensa al comandante José Antonio Be
cerra, en el Fuerte San Lorenzo; al mayor Joaquín Mou-
tiño y al capitán Blas de Videla, en el Salado, Ínter lle-
gaba la oportunidad de realizar una expedición en forma
que escarmentara a los salvajes.
Con fecha 8 de agosto de 1823, la Honorable Repre-
sentación Provincial se pronunció sobre la circular del
Estado de Buenos Aires, adjuntando la convención
preliminar entre esa provincia y los enviados de España,
tendiente a celebrar un tratado de paz y comercio con las
Provincias Unidas.
En consecuencia, creaba de su seno una comisión
compuesta por los ciudadanos Rafael de la Peña, Marce-
lino Poblet, Tomás Luis Ossorio, José Domingo Arias,
Esteban Ramos, Manuel Herrera y Mateo Gómez, para
que aconsejaran la conveniencia o no, de ratificar dicha
Convención, después de haber explorado la voluntad de
los demás pueblos de Cuyo y oído las explicaciones que
sobre la materia hiciese el enviado de Buenos Aires,
Dr. Zavaleta.
La comisión se expidió aprobando la iniciativa de
Buenos Aires y autorizando a su gobernador para terminar
la negociación. Sin embargo, la legislatura de Buenos
Aires, por inspiración de Rivadavia, había resuelto que no
se celebraría tratado de neutralidad, paz, ni comercio
con España, sin previa cesación de la guerra en todos los
nuevos estados del continente americano y el previo
reconocimiento de su independencia.
Los comisionados españoles, señores Pereira y de la
Robla, estaban resueltos a reconocer nuestra indepen-
dencia; pero, escollaron en aquella resolución, obra previ-
sora de un político de largas vistas.
El cañón de Ayacucho dio la razón al eminente Ri-
vadavia y afianzó ese gran principio, que era una especie
de doctrina de Monroe, aplicada entre nosotros con
grandes y patrióticas proyecciones.
272 HISTORIA DE SAN LUIS
Inglaterra y los Estados Unidos se apresuraron, en-
tonces, a enviar sus representantes a las Provincias Uni-
das del Río de la Plata.
El Estado de Buenos Aires quedó al frente de las re-
laciones exteriores, como que tenía el gobierno más
ilustrado, y el cual se había impuesto por su acción de-
mocrática y civilizadora.
,
HISTORIA DE SAN LUIS 273
CAPITULO XI
SUMARIO: 1.— Reunión de un Congreso Nacional.— Misión a Cuyo
del Dr. Zavaleta. — La reconstrucción de la antigua provincia
de Cuyo e instalación de la Junta de Representantes. — Con-
testación a la circular del Congreso sobre la forma de gobier-
no. 2. — Guerra con el Brasil. — Presidencia de Rivadavia. — Re-
chazo de la Constitución. — -Tratado de Huanacache. 3. — Go-
bierno de Dorrego.— Se le inviste con el carácter de Supremo
Poder Ejecutivo Nacional. — La convención de Santa Fe. — Or-
den interno. 4. — Recursos para la guerra con el Brasil. — Dig-
na actitud de la Sala de Representantes puntana. — Instruccio-
nes al diputado por San Luis. — Simplificación de la Sala de
Representantes. — -Revolución unitaria: caída de Dorrego y
terminación del gobierno de Ortiz.
1. — En Buenos Aires se agitaba la idea de reunir
un Congreso Nacional para que fuese vinculo de unión
entre las provincias y acometiera la tarea de dictar
la constitución. El ministro Rivadavia declaraba a la
legislatura bonaerense que había llegado ese momento
y que los gobiernos existentes, a los cuales protestaba
sus respetos, eran los llamados a facilitar la realización
de tan patrióticos anhelos. La Legislatura porteña
autorizó el envío de comisionados de gran autoridad
para conseguir de las provincias su consentimiento y que
delegasen sus diputados. A Cuyo, fué el Dr. Diego Estanis-
lao Zavaleta. En San Luis, fué muy bien recibido y aga-
sajado por el gobernador Ortiz, quien, por otra parte, le
ofreció todo su concurso para el éxito de su misión,
como lo evidencia la nota que transcribimos:
«San Luis, octubre 7 de 1823.— El señor doctor don
Diego Estanislao Zavaleta puso en manos del gobierno
de San Luis la honorable comunicación de 30 de mayo,
del Excmo. señor gobernador de Buenos Aires, como cre-
TOMO I 18
274 HISTORIA DE SAtfí LUIS
dencial de la importante misión a que es destinado
dicho señor, cerca de los pueblos de la antigua Unión.
El gobierno de San Luis ha expresado sus verdaderos
sentimientos al señor diputado, y él ha afianzado de
un modo inequívoco el alto concepto que justamente
le ha merecido la marcha ilustrada del gobierno de Bue-
nos Aires. En consecuencia, tiene el honor de avisar
a dicho gobierno la conformidad de sus deseos por la
unión de las provincias, bajo el sistema representativo,
y de su deferencia a las proposiciones que ha tenido a
bien hacerle el señor diputado, todas relativas a estable-
cer las bases sobre que debe afirmarse la seguridad y
respetabilidad del gobierno nacional.
Con este motivo, el gobierno de San Luis tiene el pla-
cer de reiterar al señor gobernador de Buenos Aires
sus afectuosos respetos. — José Santos Ortiz. — Manuel
de la Presilla, Secretario.
Excmo. Sr. Gobernador y Capitán General de la Pro-
vincia de Buenos Aires.
El gobernador de San Luis aprovechó también la
buena voluntad del Dr. Zavaleta, para encargarle la mi-
sión de conferenciar con los gobernadores de Mendoza y
San Juan, sobre el proyecto de reintegración de la pro-
vincia de Cuyo. El 22 de noviembre comunicó, el comi-
sionado, la favorable acogida que la idea había tenido
en la legislatura mendocina, donde se estimaron debida -
mente los sentimientos amistosos y los patrióticos an-
helos del gobierno puntano.
Era la constante preocupación de Ortiz, como el me-
dio más eficaz para ir uniendo a todas las provincias
y uniformar con ellas opiniones encaminadas hacia la
gran obra de la organización nacional, como lo había co-
municado al gobierno de Buenos Aires.
Gobernaba San Juan el eminente ciudadano don
Salvador María del Carril, quien, como Ortiz, mantenía
estrechas y frecuentes relaciones con el gobierno de Bue-
nos Aires. Así, pues, el comisionado Zavaleta encontró
HISTORIA DE SAN LUIS
275
las mejores disposiciones, y en cuanto a la misión, que le
había confiado Ortiz, mereció igualmente la mejor acogida;
pero, debiendo posponer este asunto por el momento al
de mayor transcendencia, que era la reunión del Congre-
so, sin perjuicio de abrir comunicaciones con el gobierno
de San Luis sobre el particular. En consecuencia, San Luis
designó la ciudad de Tucumán para la reunión del Con-
greso General, pues los patrióticos recuerdos de 1816
El Deán Zavaleta
habían de inspirar esta otra patriótica obra que era el
corolario obligado de la independencia. Sin embargo,
habiendo predominado la idea de que el Congreso debía
reunirse en Buenos Aires, la aceptó y nombró diputado
al Dr. Dalmacio Velez Sarsfield. En seguida se dirigió
al gobierno de Buenos Aires, prometiendo cooperar con
400 hombres a la formación del ejército nacional, y en
consecuencia, pidió elementos para organizar las milicias
locales.
276 HISTORIA DE SAN LUIS
El ministro de la guerra aplaudió esta actitud, pi-
diendo al Gobierno porteño diese las gracias al de San
Luis y le manifestase su satisfacción por el interés que
se tomaba para formar una fuerza en sostén de la Nación
Al fin, el Congreso de las Provincias Unidas del Eío
de la Plata abrió sus sesiones en diciembre de 1824; se
revistió de la soberanía nacional; se atribuyó facultades
legislativas y constitucionales y confirió, provisional-
mente, las funciones del ejecutivo nacional al gobernador
de Buenos Aires.
No bien llegó a San Luis la noticia de la instalación
del Congreso, el gobernador Ortiz se apresuró a felicitarle
y a ofrecerle todo en acatamiento, agregando, que tan
fausto suceso había colmado de júbilo a los púntanos
y que en cuanto a él, «su consuelo era proporcionado a la
experiencia de sus infortunios y se congratulaban todos
con la esperanza que justamente tienen en el patriotis-
mo y virtudes de los señores representantes.»
La Junta de Representantes de la provincia, se ins-
taló en diciembre de 1825 y eligió presidente a D. Pru-
dencio Vidal Guiñazú y secretario a José Gregorio Calde-
rón. Constituían la representación: Cornelio L. Lucero,
Rafael de la Peña, Manuel Herrera, Andrés Alfonso,
Tomás Barroso, Francisco Vicente Lucero, Carlos Arias,
Inocencio Gatica, José Ursulo Funes, Juan de la Rosa
Sosa, Vicente Carreño, Juan Gregorio Lucero, Pedro
Justo Moreno, Tomás Muñoz, Félix Rodríguez y Romero,
José de las Nieves Moyano, Juan Nepomuceno Funes,
Norberto Adaro, Felipe Rodríguez Sosa, Norberto Lu-
cero, Leoncio Suárez, Luis Benítez, Miguel Escudero,
Andrés Quevedo, Martín Garro, Hermenegildo Gallar-
do, José Marcos Alcaraz, Mateo Gómez, Manuel de la
Presilla, Juan de Dios Nieva y Bernardino Barbosa.
De acuerdo con la ley del Soberano Congreso que
fijaba la representación de las provincias, esta junta
eligió dos diputados más, en las personas del coronel
D. Luis de Videla y licenciado D. Santiago Funes, con-
firiéndoles poder y amplias facultades para fijar, en unión
HISTORIA DE SAN LUIS 277
con los otros representantes, la forma de gobierno con que
debía regirse el país; para intervenir en los importantes
asuntos de la independencia y libertad americana y en
todo lo relativo al alto encargo que se les confía.
El coronel Videla elevó una honrosa renuncia de
ese cargo, fundándola en que no tenía las luces necesa-
rias para representar dignamente a su provincia, en un
Congreso que iba a decidir la suerte de la patria. Por es-
tas razones rogaba se le exonerara de esta misión y se
utilizaran sus servicios donde ellos pudieran ser más
eficaces al país.
Ese eminente comprovinciano se presenta ante la
posteridad, con esa actitud, como un ciudadano austero
y prudente; en su reemplazo se eligió a D. Calixto Gon-
zález.
En virtud de las facultades que se habían reservado
las provincias, el Congreso les pasó circulares consultán-
dolas sobre la forma de gobierno más conveniente al
país. Para evacuar esa consulta, la Junta de Represen-
tantes, nombró en comisión al presidente Prudencio
Vidal Guiñazú, al secretario José Gregorio Calderón
y cinco miembros más, quienes se expidieron con suma
mesura, aceptándose por unanimidad su dictamen.
Ante todo, la junta expresaba el sentimiento de ma-
nifestar al Congreso General, que, después de un examen
detenido del asunto y no obstante haber empeñado todo
su patriotismo y la más profunda meditación, no podía
pronunciarse sobre cuál sería la forma de gobierno más
conveniente a la Nación. Si ella hubiese debido ceñirse
solamente, a manifestar su opinión sobre la forma de go-
bierno que era más conveniente a la provincia de San
Luis, podrían, tal vez, haber dado una respuesta bien fun-
dada; pero, tratándose de la Nación, no la tenían formada,
y por consiguiente, no podían expresarla en esta circuns-
tancia.
Luego, el dictamen pasa a hacer consideraciones
sobre las formas de gobierno que, teóricamente, son muy
buenas, aunque en la práctica pueden ser funestas a los
278 HISTORIA DE SAN LUIS
pueblos, dada sus peculiaridades propias de topogra-
fía, población y recursos.
Tampoco conocían la opinión de los demás pueblos
al respecto, a causa del aislamiento en que habían vivido
por espacio de cinco años.
Recuerda que desde los primeros años de la revo-
lución, algunos pueblos y jefes militares, por querer lle-
var adelante la forma de gobierno proclamada por ellos,
casi aniquilaron a los otros pueblos, y hasta la Nación
misma, no había dejado de ser envuelta en la sangrienta
guerra civil. Por este motivo, se veían cohibidos para pro-
nunciarse; pero, si la Representación de San Luis no
puede librarse de emitir una opinión sobre la forma
de gobierno, ella cree que la mejor y más útil a los pue-
blos sería la que designara el Congreso Nacional, siempre
que sea bajo el sistema representativo republicano.
«El Congreso General desprendido de toda idea de pro-
vincia y pesando los intereses de cada pueblo en la ba-
lanza de la prosperidad nacional, señalará, sin duda, por
base de la Constitución del Estado, aquella que más
convenga a la Nación. La Representación de San Luis
debe esperarlo así de las luces de los honorables diputados
que componen la Representación Nacional, y del celo
que los anima por la causa pública.»
Tal fué la respuesta dada al Congreso, inspirada en
el alto anhelo de dejarle la mayor libertad de acción
compatible con los grandes intereses del país.
2. — Estaban empeñados en solucionar tan graves
asuntos cuando vino a ocupar la atención general del
país, la guerra con el Brasil. La Banda Oriental había
sido ocupada por las fuerzas brasileñas, porque el Im-
perio aspiraba a incorporársela con el nombre de pro-
vincia Cisplatina. En esta situación, el patriota general
Lavalleja, con 33 compañeros, partió de la costa argenti-
na y fué a insurreccionar la Banda Oriental contra los
ocupantes extranjeros.
HISTORIA DE SAN LUIS 279
El gobierno argentino se limitó a reforzar la linea del
Uruguay, temeroso de que la guerra se trajera sobre
Entre Ríos.
Lavalleja, después de obtener algunos triunfos con-
tra los imperiales, y sintiendo la necesidad del auxilio
argentino, dio el paso decisivo de reunir un Congreso
en La Florida, en agosto de 1825, el cual declaró que era
el voto decidido y constante de la Provincia Oriental,
incorporarse a las provincias argentinas, a las cuales
siempre había pertenecido. A raíz de este suceso, la opi-
nión argentina se pronunció en entusiastas manifesta-
ciones en favor de la guerra al Brasil, y los bravos sol-
dados de la independencia, aun con los frescos laureles
de Ayacucho, volvieron a vestir sus viejos y gloriosos uni-
formes y se apresuraron a ofrecer sus servicios a la patria.
El Congreso de las Provincias Unidas, bajo la presión
de estas explosiones de patriotismo, reconoció de hecho
incorporada la Provincia Oriental, a nuestro territorio,
ya que por derecho propio había querido pertenecer
a él. El gobierno nacional comunicó al Brasil la reso-
lución del Congreso, manifestándole que estaba compro-
metido a proveer a la defensa y seguridad de la Banda
Oriental para conservar la integridad del territorio de
las Provincias Unidas y a garantir, solemnemente, para
el futuro, la inviolabilidad de sus límites. El emperador
del Brasil contestó, el 10 de diciembre, con la declara-
ción de guerra.
El gobierno de Buenos Aires reconcentró sus tropas
sobre la costa del Uruguay, a las órdenes del general
Martín Rodríguez, y confió el mando de una flotilla al
almirante Brown, la cual debía aumentarse mediante
una subscripción nacional a la empresa naval. A las pro-
vincias se pidieron, también, contingentes para formar
el ejército nacional. San Luis envió 350 hombres al man-
do de D. Manuel Herrera e inició una subscripción para
los gastos de la marina.
El gobernador Las Heras renunció el cargo para ir
a comandar el ejército, recomendando al Congreso que
280 HISTORIA DE SAN LUIS
estableciese el P. E. permanente. El Congreso creó este
poder, por ley del 6 de febrero de 1826, y casi por unani-
midad de votos, se nombró a D. Bernardino Rivadavia,
presidente de las Provincias Unidas. Al día siguiente de
recibirse del gobierno, envió un proyecto al Congreso,
declarando a Buenos Aires capital de las Provincias Uni-
das. Este proyecto fué el origen de la tenaz oposición
que tuvo más tarde, de parte de los que defendían las au-
tonomías de las provincias y el sistema federal, contra
las tendencias centralistas y unitarias de Rivadavia.
Dorrego se puso al frente de la oposición, iniciando por
la prensa una ardiente propaganda contra esa medida,
y levantó la bandera federal, a cuya sombra vinieron
a agruparse los caudillos provincianos.
Al iniciarse la campaña contra el Brasil, el ejército
argentino de 5.500 hombres se llamó Republicano, y su
jefe fué el general Alvear. A fin de diciembre de 1826,
inició la invasión al territorio brasileño, consiguiendo
varios triunfos, culminados con la victoria de Ituzain-
gó, el 20 de febrero de 1827. Alvear pensó ocupar la pro-
vincia de Río Grande y sacar mayores ventajas del
triunfo; pero Rivadavia, no pudo auxiliar el ejército, pues
las provincias se negaban a mandar nuevos contingen-
tes y rechazaban la Constitución, faltando al sagrado
deber que les imponía la grave situación del momento.
Debido a esa causa, hubieron de malograrse los frutos de
aquella campaña gloriosa, que tantos sacrificios había
costado al país.
Bustos, gobernador de Córdoba fué el primero en re-
belarse contra el presidente Rivadavia y el Congreso.
Desgraciadamente, la imprudencia del general Lamadrid,
que había ido a Tucumán para remontar y remitir nue-
vos contingentes, contribuyó a suscitar estos conflictos,
al mezclarse en la política local, que terminó con el de-
rrocamiento del gobernador y dio pretexto, a otros caudi-
llos, para levantarse en armas contra el gobierno nacional.
Los federales, de todas partes, estrecharon sus filas
y se aprestaron a la lucha. Quiroga pasó a ser arbitro
HISTORIA DE SAN LUIS 281
de Cuyo, mientras Dorrego se ponía al habla con los demás
caudillos y los estimulaba a la rebelión. La situación de la
presidencia era insostenible, y entonces pensó en celebrar
la paz con el Brasil, enviando a Eío de Janeiro al doctor
Manuel José García, con la instrucción de negociar una
convención preliminar de paz, que asegurase, por lo me-
nos, la independencia de la Banda Oriental. García fir-
mó dicha convención; pero dejando al Brasil la pose-
sión de la codiciada Provincia Oriental, con lo cual ve-
nía a malograr las ventajas de la brillante y rápida cam-
paña del ejército Republicano. De hecho, se reconocía
la injusticia con que habíamos sostenido la guerra y se
desautorizaba a los que la iniciaron. La paz así conse-
guida era una vergüenza nacional.
Cuando se supo tan ingrata noticia, prodújose en
Buenos Aires, y en todo el país, una verdadera manifes-
tación de desagrado y de protesta, viéndose obligado
Rivadavia, para calmar los ánimos, a desautorizar al
comisionado Dr. García por haberse extralimitado en
sus instrucciones, y después, presentó su renuncia del
cargo de presidente. El país perdía así a un magistrado
probo, progresista, cuya alta previsión hace que se des-
taque su personalidad entre los más eminentes patriotas
y estadistas argentinos.
En tan difíciles momentos, el gobernador Ortiz
tomó la iniciativa de dirigirse a los gobiernos de Mendo-
za y San Juan, manifestándoles estar profundamente
penetrado de que si eran grandes los peligros que amena-
zaban al país, comprometido en guerra con el Brasil,
ellos eran más inminentes en el estado de anarquía rei-
nante entre las provincias, huérfanas de una autoridad
central capaz de imponerse a todos y de imponer respeto
al enemigo, mediante el mantenimiento de la paz interna,
que le permitiera disponer de todos los recursos del país,
tal como lo exigía la defensa nacional.
En tales circunstancias, el patriotismo le aconseja-
ba enviar a las otras hermanas de Cuyo, al mayor D. José
Gregorio Giménez, con la misión de estrechar relacio-
282
HISTORIA DE SAN LUIS
HISTORIA DE SAN LUIS 283
nes, uniformando los medios para desenvolver el plan
de una política de solidaridad, reclamada por recíprocas
conveniencias y por los altos intereses generales de la Repú-
blica. Ortiz no perdía ocasión para manifestarse deci-
dido partidario del orden, a cuyo servicio puso siempre
los recursos de su exquisito tacto político y los anhelos
de un ciudadano bien inspirado, calidades que le reco-
nocía el mismo Rivadavia y otros hombres dirigentes
del interior.
En medio de tan graves preocupaciones, el joven
Domingo F. Sarmiento, destinado a tan importante fi-
guración en el país, fundaba y dirigía una escuela en
San Francisco del Monte de Oro, adonde acababa de
llegar proscripto con su tío el patriota P. José de Oro.
Ese modestísimo plantel de cultura estaba destinado a
ejercer una gran influencia en la civilización argentina.
Las provincias seguían amenazando con manifestar-
se contrarias al plan de organización política, ya diseña-
do, que privaría al gobierno central de importantes re-
cursos en hombres y en dinero para hacer frente a la gue-
rra. Sin embargo, el Congreso se propuso llevar adelante
la tarea de dictar la constitución. Llegó, pues, el momento
de discutir el dictamen de la comisión encargada de acon-
sejar el régimen de gobierno que debía adoptarse como
base de la carta fundamental. Leído el informe y hecho
el cómputo, se tuvo 6 provincias por el sistema federal,
4 por el unitario y 6 (Misiones y Tari ja figuraban también
como provincias) declararon que su voto lo compro-
metían por el régimen de gobierno que sancionase el
Congreso. Sobre esta base, el cuerpo nacional, en su se-
sión del 19 de julio de 1826, sancionó por la casi tres cuar-
tas partes de sus miembros, la forma republicana conso-
lidada en unidad de régimen. En este Congreso figura-
ban los hombres más eminentes del país por su saber y
antecedentes políticos, desde los primeros días del mo-
vimiento emancipador.
Este resultado fué inmediatamente comunicado a
las provincias.
284 HISTORIA DE SAN LUIS
El gobernador Ortiz elevó a la H. R. la comunica-
ción del presidente del Congreso General Constituyente
en que se contenía el código fundamental, agregando «que
esta carta la han esperado las provincias como el tér-
mino de sus desgracias y el principio de su felicidad.
Ella es, H. R., la obra de los hombres en quienes depo-
sitaron los pueblos toda su confianza y a cuyo patrio-
tismo y luces libraron sus más caros intereses.
«Sería hacer una injuria notoria al augusto cuerpo,
dudar de las intenciones con que emprendió y finalizó
este trabajo, cuando él mismo dictó la ley de someterlo
a vuestro examen y consideración; con esta prevención
favorable es que la Honorable Junta debe entrar a me-
ditarlo. El manifiesto que contiene y los términos en que
están concebidos los artículos de la constitución, prestan
una luz superabundante para determinar vuestros juicios.»
Por este mismo conducto se elevaban, también, a su
consideración todas las leyes del Congreso y los decre-
tos del P. E., declarando que el gobierno los había reci-
bido respetuosamente, siendo bien conocidas las causas
que obstaculizaron su ejecución, por la falta de uni-
formidad de los pueblos que componen la República.
El de San Luis no se había pronunciado en ningún sen-
tido, limitándose a seguir el curso de los acontecimientos,
siempre con el buen deseo de llegar a un acuerdo feliz
•que pusiera término a la desconfianza y al desorden
general, de los que estaba libre esta provincia por la
prudencia y buen sentido de sus gobernantes. Termina
la extensa nota recordando las palabras de un honora-
ble y juicioso diputado del Congreso: que los gobernadores
dejen el bastón de mando para que los pueblos se pronun-
cien. «El de San Luis, señores Representantes, abraza
este consejo, y desde hoy lo pone en vuestras manos.
Ha dado, también, orden al comandante general de las
armas para que se ponga a las vuestras y tiene el placer
de jurar por el Dios de la Patria, que vuestras resolucio-
nes serán respetadas y obedecidas hasta con el sacrificio
de su vida.»
HISTORIA DE SAN LUIS 2 85
Noble actitud, digna del afanoso empeño con que
el gobernador Ortiz había cooperado a la realización del
Congreso a fin de que éste acometiera la magna tarea de
organizar la República. Sin embargo, la H. Representación
no permitió se alejara del poder, ratificándole la confianza
que tenía en su patriotismo y aptitudes para el gobierno.
En último caso, la forma de gobierno era cuestión
secundaria para los buenos y prudentes ciudadanos;
lo esencial era restablecer el orden, dando estabilidad
a las instituciones democráticas y encauzando al país por
las vías reparadoras del trabajo y del bienestar común.
He aquí los términos en que se resolvía el arduo problema:
«La Honorable Representación de San Luis, reunida con
el alto e interesante objeto de revisar la constitución
dada por el Congreso General Constituyente para el
régimen de la Nación Argentina, ha meditado profunda
y detenidamente sus artículos; ha comparado el con-
tenido de ellos con la voluntad de la provincia y ha
venido a convencerse que, arrebatados sus habitantes del
torrente de la opinión de los pueblos por el sistema fe-
deral, si los representantes de San Luis se conformasen
con la Constitución, no solamente traicionarían los votos
de sus comitentes sino que, también, sumirían la pro-
vincia entera en un cúmulo de desgracias de que se ha-
rían responsables, poniendo los pueblos cada vez más
distantes de constituirse alguna vez, y penetrados de que
la provincia de San Luis debe uniformarse a los demás
con quienes se halla estrechada por fuertes vínculos de
intereses recíprocos, ha venido a sancionar los artículos
siguientes:
1.° La provincia de San Luis no admite la Consti-
tución dada por el Congreso General Constituyente, en
24 de diciembre del año pasado de 1826, por no estar
montada sobre la base de federación por que se ha pro-
nunciado la pluralidad de las provincias.
2.° Conservará con ellas las relaciones de unión y
confraternidad, para el sostén mutuo de la libertad y
de los derechos.
286 HISTORIA DE SAN LITIS
3.° Está pronta a sacrificar sus recursos para la de-
fensa contra los enemigos de los Pueblos Argentinos.
4.° El presidente de la Sala comunicará esta reso-
lución al presidente del Congreso General Constituyente
y demás a quienes corresponda.
Sala de Sesiones en San Luis a 26 de marzo de 1827.
Luis de Videla, Presidente. — Cornelio Lucero, Secre-
tario.— José Gregorio Calderón. — Tomás Barroso. — Doc-
tor Joaquín Pérez. — Fr. Baltazar de León. — Félix Rodrí-
guez y Romero. — Francisco Vicente Lucero. — Tomás
Varas. — Manuel Rogato Herrera. — Luis Maldonado —
Luciano Anzorena. — Vicente Servando Várela. — Juan
José Becerra. — José Gabriel Puebla. — Manuel Antonio
Salazar. — José Manuel Quiroga. — Juan Alejandro Sosa. —
Calixto Ortiz. — Juan Heredia. — Esteban Fernández. —
Vicente Carreño. — José Manuel Montiveros. — Bernardino
Barbosa.»
Como consecuencia de esta actitud, la Represen-
tación resuelve que en vista de no haber sido admitida
la Constitución, quedan sin efecto las leyes promul-
gadas por el Congreso^ y de consiguiente, la provincia,
en plena libertad para disponer, como dispone, de sus
derechos como mejor le convenga, incluso de sus ren-
tas propias.
Poco después se aceptaba la renuncia que hizo el
Diputado al Congreso, licenciado Santiago Funes.
Rechazada la constitución, el gobernador Ortiz se
propuso activar la unión de las provincias de Cuyo
adonde había remitido, como hemos dicho, al mayor
José Gregorio Giménez, con la misión de celebrar un
tratado, el cual fué subscripto en Mendoza, el 27 de
marzo y ratificado por el de San Juan en Guanacache
el l.o de abril de 1827.
En virtud de este tratado, las provincias de Cuyo,
se comprometían, del modo más solemne, a conservar
la paz y amigables relaciones entre ellas; a mantener el
orden interior, garantizándose contra los enemigos del
sosiego público.
HISTORIA DE SAN LUIS 287
Conservarían sus actuales instituciones, derechos
y libertades hasta que se adoptase la constitución que
debía regir el Estado Argentino.
Empeñarían su influencia para hacer cesar la guerra
civil entre las provincias y llamarlas a la prudencia y
a la razón.
Se obligaban a concurrir, con todos los auxilios po-
sibles, a la guerra contra el emperador del Brasil y a in-
terponer igualmente sus relaciones con los demás go-
biernos de las Provincias Unidas para que obrasen en
igual sentido y con la actividad que reclamaba la liber-
tad e independencia nacional.
Asimismo convenían en dirigirse al gobierno de Cór-
doba para solicitar que las demás provincias se pronun-
ciaran sobre la Constitución y demás leyes orgánicas
sancionadas por el Congreso, a fin de que éste tomara
en cuenta la opinión general y deliberara en conformi-
dad a la mayoría que se manifestase.
Se buscaba el apoyo de Córdoba porque Bustos se
había puesto, en el interior, al frente de la resistencia
al gobierno de Buenos Aires, y, además, porque en enero
del mismo año, había acordado con el gobernador de San
Juan, reunir en la ciudad de San Luis una convención
por medio de diputados de todas las provincias, para
tratar sobre la forma de gobierno más adecuada a la
República y sobre algunos puntos preliminares que sir-
viesen de base para organizar la Nación. Pero, tan pa-
trióticos anhelos fracasaron, porque los sucesos se preci-
pitaban imprudentemente por una y otra parte, entre-
gando a la lucha fratricida la solución de sus diferencias
y antagonismos.
3. — En medio de estas rivalidades, había que atender
las exigencias de la guerra con el Brasil. Después de la
renuncia de Rivadavia, el coronel Dorrego que le había
sucedido en el gobierno, pudo contar con la cooperación de
las provincias de Cuyo que se mantenían unidas y en paz.
288 HISTORIA DE SAN LUIS
Dorrego aprovechó la ocasión de desbaratar toda la
obra de Rivadavia y del Congreso; preocupándose de
hacer el proceso de la presidencia y del gobierno unita-
rio para descalificarlo ante el país. Dorrego y Bustos
eran los arbitros de la situación, y ambos aspiraban a
presidir los destinos de la República. La idea de citar
a una nueva convención fué generalmente aceptada, e
intertanto, a Dorrego se le confería la representación de
las relaciones exteriores.
El 12 de octubre de 1827 se expide favorablemente
la comisión encargada de presentar, ala Salapuntana, un
proyecto de las atribuciones con que, por parte de esta
provincia, debía investir al Excmo. Gobernador y Capi-
tán General de la Provincia de Buenos Aires. Deposita-
ba en él, el Supremo Poder Ejecutivo Nacional, provi-
soriamente, y hasta la reunión del próximo Congreso,
para sólo los casos de guerra, paz y relaciones exterio-
res. Fundaba su dictamen en la necesidad que había
de autorizar a dicho gobernador con el carácter y atri-
buciones que, ampliamente, debe revestir el primer je-
fe de una nación. Le concedía la distinción, que como
a tal, le correspondía, en vista del estado de acefalía en
que se encontraba la Nación y de ]os inminentes riesgos
en que se veía por la justa guerra sostenida contra el em-
perador del Brasil. Advierte que nada hay más delicado
y arriesgado que desprenderse del poder; pero, a la vez,
reconoce la necesidad suprema de reconcentrar las fuer-
zas para dar un impulso vigoroso a los negocios genera-
les del país, poniéndolo en un estado de respetabilidad
y poder que asegurase su existencia. A la vez, cumple
con el deber de señalar las dificultades para el mayor
acierto con que debe hacerse esta delegación y deslindar la
suma de poder conferida de modo que ni falte al delegado
autorización y medios tendientes al cumplimiento de sus
obligaciones ni sea, tampoco, una plenitud omnímoda de
facultades indefinidas que pueda refluir alguna vez
contra la libertad del sistema adoptado por las provin-
cias o contra sus intereses de otra especie. Como se
HISTORIA DE SAN LUIS 289
ve, eran en extremo previsores y perspicaces los miem-
bros de la comisión, aleccionados por una experiencia
cercana y dolorosa, cuyas consecuencias se estaban pal-
pando, así como se imponía la urgencia de remediarlas,
con elevación de miras y verdadero patriotismo.
Aconsejaron pues, una fórmula, conciliando todos
los intereses del momento. 1.° Que el ejecutivo proviso-
rio nacional, indique con qué elementos debe contri-
buir la provincia para la guerra y se franquee sobre los
demás asuntos de cuya dirección se le encarga; pero, con
i:al tino y prudencia, que la provincia no quede en un
estado de nulidad por exigirle sacrificios que estén fuera
de la esfera de su poder.
2.° Que para evitar estos males que por una equivo-
cación de cálculo, por falta de noticias, o porque no es
posible precaverlo todo, el Ejecutivo Nacional se pondrá
en inmediata y directa relación con el Ejecutivo Pro-
vincial, y ambos, de acuerdo, y previos los informes del
segundo, podrá el primero arreglar sus determinaciones
y pedir a San Luis los contingentes que le quepan, con
arreglo a su poder y facultades.
3.° Que el Poder Ejecutivo Provincial sólo podrá
resolver en los asuntos que estén en la esfera de sus atri-
buciones y sean de su resorte, para los objetos de esta
clase; pero, que siempre deberá ponerlos en consideración
de la Sala de Eepresentantes, principalmente los que
tengan tendencias a contingentes de cualquier clase que
sean y esperar su resolución.
4.° Que se asegure al Ejecutivo Nacional la buena
disposición y deseos de esta provincia de contribuir a
la guerra con cuanto le sea posible, en los términos ya
indicados, y que bajo de este principio, puede dirigirse
al Ejecutivo Provincial con relación a estos asuntos.
5.° Que del mismo modo se le protesta la mejor de-
cisión y cooperación de esta provincia a cuanto su Exce-
lencia proponga, con orden a los demás asuntos que se
confieren de interés general, autorizándole para que pue-
da tratar la amistad y alianza, defensiva y ofensiva, con
TOMO T 19
290 HISTORIA DE SAN LUIS
las Repúblicas de todo el continente americano en espe-
cial y con las demás potencias ultramarinas; pero, con la
prevención de poner siempre en consideración de las Sa-
las de las Provincias, asuntos de tamaño interés.
6.° Del mismo modo y en iguales términos, podrá
autorizar la Honorable Sala al mismo Excmo. Gobernador
de Buenos Aires, para tratar de la paz en términos que
haga honor y ventajas a la Nación, transmitiendo cual-
quier ocurrencia de esta clase al conocimiento de esta
Sala por el conducto ya indicado, siempre que las circuns-
tancias se lo permitan, preliminarmente y antes de em-
prender negociaciones de esta especie.
Finalmente, estableció que la autorización conferi-
da sería hasta la reunión del próximo Cuerpo Nacional
y por sólo el tiempo de tres meses, sin perjuicio de ampliar
este período, siempre que causas legales y de necesidad
lo exigieran.
Es un documento notable por la previsión y los mó-
viles patrióticos que lo inspiran. La Sala de Represen-
tantes puntana se eleva, con ese instrumento político,
a la altura de un verdadero cuerpo nacional; pues, traza
reglas precisas y sabias al Poder Ejecutivo Provisorio
de la Nación, en cuanto a las relaciones interiores y ex-
teriores que le ha delegado, y a las facultades que se re-
serva, de intervenir en todos los actos de verdadera
transcendencia para la República.
Debo dejar constancia, para honra perdurable de
los autores de este documento, que la comisión encarga-
da de redactarlo y de expedirse en tales circunstancias,
aconsejando las resoluciones de la Sala de Representantes,
componíanla el docto sacerdote Joaquín Pérez, el hábil po-
lítico José Gregorio Giménez y el grave y experto admi-
nistrador de las finanzas puntanas, D. Rafael de la Peña.
La Honorable Representación aprobó este brillante
dictamen por unanimidad de votos, y entre las aclamacio-
nes de un pueblo enardecido por el sentimiento de la
Patria. Volvía a renacer en San Luis el espíritu de 1814
V de 1819.
HISTORIA DE SAN LUIS 291
Y con respecto al Congreso, produjo este otro docu-
mento:
«15 de octubre de 1827. — La Representación de la
Honorable Sala, resuelve:
i 1.° La provincia de San Luis se decide por la insta-
lación de un Cuerpo Nacional denominado Congreso
General Constituyente.
2.° Las atribuciones serán: dar la Constitución a la
República a la mayor brevedad, y en el intertanto, deli-
berar de los negocios nacionales de paz, guerra y relacio-
nes exteriores.
3.° La Constitución que dé a los pueblos de la Repú-
blica, será bajo la forma federal por que se han pronun-
ciado.
4.° La provincia de San Luis se reserva el derecho
de revisar y sancionar la constitución de que trata el ar-
tículo anterior.
5.° La reunión del Congreso, será, por la primera vez,
en San Lorenzo o donde la pluralidad de las provincias
lo decidan por sus representantes, previniendo que si
las demás no se pronunciasen por Congreso, la de San
Luis concurre al Cuerpo Nacional que denomine la plu-
ralidad, sean cuales fueren sus atribuciones.
6.° La provincia de San Luis será representada en
Congreso, por ahora, por un solo diputado, el cual deberá
presentarse en su destino en todo el mes de noviembre
próximo, eligiendo, para tal misión, a D. José Gregorio
Giménez y dándole instrucciones, para cumplirlo.»
Entre éstas estaba la de que procurara que las auto-
ridades nacionales residieran en Córdoba.
El mismo día, la Honorable Representación, terminó
su labor, instalando la Honorable Junta Representativa
de la Provincia, compuesta de 11 espectables ciudadanos.
En 18 de octubre de 1827, la misma Junta, investi-
da con el carácter de electoral, por la voluntad expresa
de su población, tomó en consideración el nombramiento
del diputado que debía concurrir al Congreso para en-
tender especialmente en la forma de reorganización de
292 HISTORIA DE SAN LUTS
la Nación, bajo las bases que la pluralidad de los pueblos
decidieran. Para desempeñar esta delicada misión, fué
designado D. José Gregorio Giménez, quien procedería
a llenar su cometido, de acuerdo con las instrucciones
que se le darían, sin pérdida de tiempo, a fin de no demo-
rar su partida al punto donde la mayoría de las pro-
vincias indicase, como el más conveniente para instalar
el Congreso Nacional. En cuanto al régimen interno de
la provincia, la Hon. Sala, dictó, en octubre 27 de 1827,
un reglamento de policía de 123 artículos y a continua-
ción nombró a los señores Luis de Videla, José Gre-
gorio Calderón, Joaquín Pérez, Tomás Varas y Manuel
de la Presilla, para redactar un estatuto que fijara las
las atribuciones de la Sala permanente.
En noviembre 8, la comisión se expedió aconsejan-
do que la Sala tendría las atribuciones propias del Po-
der Legislativo, y facilitaría los medios al P. E. de expe-
dirse, eficazmente, en los distintos casos que presentan
las circunstancias de la República.
La Sala se reserva la exclusiva facultad de juzgar
sobre la conveniencia de establecer contribuciones ex-
traordinarias, empréstitos o cualquiera otra exacción
y determinar los modos como deban verificarse.
Fija los límites de ciudades, pueblos o villas que pue-
dan establecerse en el territorio de la provincia.
La Sala se renovaría por mitad cada seis meses, y la
elección de los 11 representantes se haría en la forma
siguiente: La campaña se dividiría en siete secciones o
departamentos, a saber: 1 .° El Morro, Frontera del Río V
y Punilla; 2.° Piedra Blanca y Cortaderas; 3.° Santa
Rosa y Punta del Agua; 4.° Santa Bárbara, Rincón del
Carmen y Pantanillo; 5.° Renca, Guzmán y Conlara;
6.° Minas, Intiguasi, Saladillo y Durazno, se reunirán en
el Trapiche; 7.° Guaseara, Nogolí, San Francisco, Di-
visadero y Quines, se reunirán en San Francisco.
A la capital se le agregaba Chorrillo, Bebedero,
Tala y Gigante, que eligirían 4 representantes. La elección
de éstos en los departamentos de la campaña, se haría
HISTORIA DE SAN LUIS 293
por tres sujetos que nombrara cada partido, de los que
conocen los jueces. La elección sería directa con los
sujetos nombrados, y se reunirían en los puntos céntricos
para proceder a elegir el representante de su depar-
tamento.
En la primera elección resultaron designados por
el departamento 1.°, D. Juan Esteban Moyano; por el
2.°, D. Manuel Antonio Salazar; por el 3.°, D. Juan Lamas;
por el 4.°, D. Vicente Várela; por el 5.°, D. José Lucas
Ortiz; por el 6.°, D. Sebastián Lucero; por el 7.°, D. Juan
Francisco Loyola y por los cuatro cuarteles de la ciudad,
el Dr. Joaquín Pérez, D. Luis de Videla, D. Leandro
Cortez y D. Esteban Adaro.
4.— -El 1.° de noviembre de 1827, el gobernador
Ortiz invitó a los vecinos más caracterizados, para tra-
tar de conseguir recursos con qué sostener la guerra con-
tra el Brasil y salvar el honor de la Patria. Fué la base
de la subscripción voluntaria y de un empréstito para
atender los gastos de la organización de las milicias.
El día 6, pasó a la Sala la siguiente comunicación: «El
que subscribe, se dirige a la H. R., por medio del Sr. Presi-
dente, manifestando que el estado actual de la guerra en
que se halla empeñada la República contra el emperador
del Brasil, demanda imperiosamente los auxilios y so-
corros de los pueblos de la Unión. Según las relaciones
de los señores Gobernadores de dichos pueblos, se remiten
ya de ellos varios auxilios de gentes y artículos y el de
San Luis se ve en la misma urgente obligación.
<Aunque es verdad que el que subscribe se halla auto-
rizado por la H. S. para entender en este negocio por la
ley del 13 del corriente, según ella misma debe proceder
con el conocimiento de la H. S., y en cumplimiento de
la mencionada ley, es que ocurre a la H. R. para que se
digne resolver sobre el modo, forma y número de gente
con que la provincia de San Luis debe concurrir, con las-
demás, a la guerra nacional.
294 HISTORIA DE SAN LUIS
«Como los fondos de la provincia apenas bastan, con
demasiada escasez, y a fin de la más rigurosa economía
para cubrir los gastos ordinarios, la H. S. se ha de servir,
igualmente, prevenir los arbitrios que al efecto se deben
tomar, para subvenir a los gastos que demanda el objeto
presente.
«El que subscribe, animado del más ardiente patrio-
tismo por la salud pública, ha anticipado a este respecto
sus particulares diligencias, conviniendo con los ciuda-
danos coronel D. Luis de Videla, D. Justino Vélez y don
Manuel de la Presilla, una formal hipoteca y empeño de
las fincas raíces que poseen y están prontos a otorgar
las respectivas obligaciones con plazos perentorios y
con las seguridades que exijan los que, a cuenta de las
expresadas fincas, quieran suplir el numerario que se ne-
cesita.
«Sería hacer un agravio a las notorias virtudes cívicas
que adornan a los individuos de la H. S., detenerse el
que subscribe en ponderar la importancia del presente
negocio y cuanto deshonraría a los púntanos la más
pequeña nota de negligencia en esta presente. Penetra-
do, pues, de este conocimiento, espera que la H. S. dic-
tamine las más acertadas providencias, que tendrá el
gobierno que subscribe la dulce satisfacción de obedecer-
las, respetuosamente, dándoles su más exacto cumpli-
miento. El mismo gobierno ofrece a los señores Repre-
sentantes, mediante el Sr. Presidente, su más alta consi-
deración.
José Santos Ortiz.»
La Sala de Representantes, después de aplaudir las
declaraciones del gobernador y de asegurarle los medios
para hacer frente al empréstito y demás gastos destina-
dos al reclutamiento y envío de tropas a Buenos Aires,
termina con las entusiastas manifestaciones que copia-
mos del libro de actas:
«La Representación de la Provincia, penetrada de
los sentimientos representados y que tantas veces han
HISTORIA DE SAN LUIS 295
acreditado y decidido particularmente por el mismo
sistema, los individuos que componen la representación,
y persuadidos al mismo tiempo del eminente riesgo
en que se ve toda la República, hasta el extremo de creer
que se halla expuesta a desaparecer del rol de las nacio-
nes libres, no trepida, en medio de su escasez, en deci-
dirse por quedar en un estado de nulidad y dejar de exis-
tir, si es preciso, antes que no contribuir a la salvación
y gloria de la Nación Argentina; partiendo V. E. do
este principio, como incuestionable, y fijándose en el con-
tenido de los doce artículos que contiene el acta, puede
y debe proceder a tomar activamente cuantas medidas
le dicte su razón, su prudencia, sus virtudes cívicas y
acendrado patriotismo, para realizar las determinacio-
nes de la Sala, contando de hecho, con la más activa co-
operación de la Representación Provincial. Estos son los
sentimientos del pueblo puntano». Y por último, le dice:
«libra a sus conocimientos la suerte y honor de la pro-
vincia, y en parte de la Nación, esperando que sabrá
corresponder a la espectativa del momento y a la con-
fianza que en él se deposita.»
Debemos dejar constancia, para honra de San Luis,
que el gobernador Ortiz respondió dignamente a esas
esperanzas.
A medida que se iban incorporando los contingentes,
se despachaban a la frontera del Río V, Tala y Fuerte de
San José del Bebedero. Estas fuerzas se colocaban bajo
las órdenes del coronel D. Luis de Videla.
El 29 de noviembre, la Sala de Representantes reco-
noce, legítimamente instalado, el Cuerpo Nacional re-
unido en Santa Fe y reitera a su diputado las instruccio-
nes a que debe a justar su conducta.
En diciembre, se resuelve simplificar la representación
de la provincia, en vista de las dificultades con que se
tropezaba para hacer las elecciones en una población
tan diseminada como la de esta provincia, a lo cual de-
bía agregarse la escasez de hombres de luces y la falta
de recursos necesarios al sostenimiento de un cuerpo
296 HISTORIA DE SAN LUIS
numeroso, con la dignidad debida. Al efecto, se expedió
una comisión especial quien aconsejó un medio: «Que sin
dejar de ser permanente, llene los deseos de la H. S., haga
menos gravoso el trabajo, economice hombres, evite com-
petencias, consulte la armonía entre las autoridades, con-
solide la administración, auxilie al P. E., ponga un freno
a los turbadores del orden y dé un ejemplo de unión a
todos nuestros comprovincianos.»
En consecuencia, establecía que la provincia de San
Luis sería representada por tres ciudadanos; los dos
primeros, los alcaldes o jueces de 1.a instancia y el terce-
ro, elegido, directamente, entre los vecinos caracterizados
«que tuvieran más proporciones y menos embargos»,
según el texto original.
Este triunvirato tomaría el nombre de Honorable
Representación de la Provincia de San Luis.
Aprobado tal dictamen, fué electo el capitán de
cívicos, D. Felipe Ortiz, para integrar la representación,
con los alcaldes D. Cornelio Lucero y D. Vicente Ser-
vando Várela.
Mientras las provincias se ocupaban de su reorgani-
zación, el emperador del Brasil hizo llegar un proyecto
para tratar los preliminares de la paz, a base de la inde-
pendencia de la Banda Oriental. Más que la continuación
de la guerra, preocupaba a Dorrego el orden interior, y
la paz fué firmada y ratificada por la Convención de
Santa Fe. En consecuencia, el ejército argentino evacuó
el territorio de la Banda Oriental, en noviembre de 1828.
Los jefes venían profundamente enconados por la paz
vergonzosa, que había firmado Dorrego y por su actua-
ción con los caudillos federales que obstaculizaron la
obra de Rivadavia y le impidieron auxiliar al ejército
con nuevos contingentes y otros elementos indispensables.
La revolución unitaria estaba preparada y sólo
esperábase la llegada de las tropas. Lavalle se apodera-
ría de Buenos Aires y el general Paz marcharía al in-
terior para concluir con el poder de Bustos, jefe de la
liga federal.
HISTORIA DE SAN LUIS 297
El movimiento estalló el 1.° de diciembre de 1828.
Dorrego huyó a la campaña, siendo perseguido y tomado
prisionero en Navarro. El general La valle, cometió el
error de mandarle fusilar, sin forma de proceso.
Las provincias se sublevaron: Quiroga montó su
potro de montonero para acaudillar sus huestes de los
llanos riojanos, base de su prestigio, como lo fueron para
Rosas sus colorados de la Guardia del Monte.
La Convención Nacional de Santa Fe declaró anár-
quico, sedicioso y atentatorio contra la libertad, el ho-
nor y la tranquilidad de la Nación, el motín del 1 .°
de diciembre y crimen de alta traición contra el Estado
el fusilamiento de Dorrego. La misma Convención pidió
contingentes a todas las provincias para marchar contra
los rebeldes y nombró jefe de las tropas federales al
gobernador de Santa Fe, D. Estanislao López.
Después de estos sucesos, Ortiz abandonaba el go-
bierno, con el espíritu apesadumbrado por los males su-
fridos y los más graves que preveía, no sin antes dejar
iniciadas las negociaciones de un tratado con Córdoba,
por el mismo tenor del que vinculó las provincias de Cu-
yo, enviándose con esa misión al coronel Antonio Navarro.
Su idea fija era la unión de los pueblos para evitar
a todo trance el desorden y la anarquía que nos llevaría
a un abismo. Pero, su enérgica voluntad, sus constantes
empeños y toda su hábil diplomacia, no pudieron dete-
ner los acontecimientos, debiendo resignarse a esperar
mejor oportunidad en su retiro de Mendoza.
HISTORIA DE SAN LUIS 299
CAPITULO XII
SUMARIO: 1.— Gobierno de Dn. Prudencio Vidal Guiñazú. —Trata-
do con Córdoba. — -Campaña del general Paz. — Pringles y Peder-
nera en La Tablada y Oncativo. — Gobierno de Dn. Luis Videla.
— Campaña contra los montoneros. 2. — Defensa de Río IV por
los coroneles Pringles y Echeverría. — Combate de Río V. — ■
Muerte de Pringles. — Facundo en San Luis: sus persecuciones y
atropellos. — Combate del Rodeo de Chacón. — Asesinato de pri-
sioneros. 3. — Gobierno del licenciado Santiago Funes. — Regla-
mento provisorio para el régimen de la Provincia. 4. — Elección
de Dn. Mateo Gómez. — Tentativa para reunir en Santa Fe una
convención constituyente. — La actitud de Quiroga hace fraca-
sar el propósito de dictar la constitución.
1. — Cuando hubo terminado su período el gobernador
Ortiz, fué designado para sucederle el comandante don
Prudencio Vidal Guiñazú, prestigioso jefe de la mili-
cia provincial, quien se hizo cargo del puesto en abril
de 1829. La situación general era muy grave; no se ha-
blaba sino de la próxima guerra entre las provincias, y
de preparativos bélicos. Es que, positivamente, corrían
peligro los gobiernos del interior, con la anunciada ex-
pedición del general Paz, y en consecuencia, se apresu-
raron a estrechar las filas en nombre de un interés común.
Guiñazú envió, entonces, a Córdoba, a su ministro, coman-
dante Antonio Navarro, a entrevistarse con el gobernador
Bustos y con la misión de echar las bases de un tratado
entre ambas provincias. El emisario fué muy bien reci-
bido, designándose al secretario del despacho general,
D. Juan Pablo Bulnes, para entender en el asunto. Las
principales disposiciones del convenio, tendían a mante-
ner, entre las provincias contratantes, la más cordial
amistad y a prestarse mutua ayuda en defensa del sis-
tema federal, por el cual se habían pronunciado casi
300 HISTORIA DE SAX LUIS
todos los pueblos de la República. Y que. ha-
llándose hoy amenazadas las provincias con una
guerra desastrosa, por sostener sus derechos con-
tra esa facción que quería cimentar el sistema de
la unidad, con las bayonetas, y teniendo al efecto,
la provincia de Córdoba sus fuerzas
en acción, la de San Luis se compro-
metía a ayudar por su parte con
150 hombres de caballería, bien ar-
mados y equipados, y todos cuantos
\ caballos pueda proporcionar para
^ssi*™ sostener la guerra. Además, el go-
bierno de San Luis se obligaba a
acudir con todas sus fuerzas en sostén del gobierno
de Córdoba, así como éste lo haría con el de San
Luis cuando fuesen invadidas ambas provincias.
y, finalmente, Córdoba se obligaba a gestionar
la paz con los indios.
Tal es lo substancial del tratado subscripto
el 3 de abril y ratificado, seis días después, por
Guiñazú, en circunstancias que el general Paz
penetraba en la ciudad de Córdoba, al frente de
su división. Esta se componía de 1.000 hombres
y era comandada por jefes prestigiosos como
el coronel Juan Esteban Pedernera, teniente
coronel Pringles, coroneles Lamadrid, Dehesa,
Videla Castillo y otros brillantes soldados de
la independencia y del ejército republicano que
acababa de hacer su victoriosa campaña contra
el Brasil. El gobernador Bustos se había retirado a
San Boque. El general Paz le propuso se eligiera
un gobernador, con entera libertad porque había
terminado su mandato. Bustos aparentó el me-
jor deseo de resolver, pacíficamente, la situación;
pero, en verdad, se proponía ganar tiempo, Ínter
Quiroga organizaba sus huestes y le llegaban los
La íauzu de Pringles auxilios de San Luis, pedidos con urgencia en
al,"eollit;ilan virtud del tratado recientemente subscripto.
HISTORIA DE SAN LUIS 301
El general, resuelto a no esperar más, le llevó un ata-
que y Bustos fué batido en el mismo lugar de San Roque.
Con los dispersos, emprendió la fuga en dirección a La
Rio ja en busca de Facundo que estaba reuniendo los
contingentes de Cuyo y otras provincias, para marchar
contra el general Paz. Este también recibía el auxilio
del gobernador de Tucumán, D. Javier López, quien
vino al frente de un poderoso refuerzo, y poco después se
le incorporó el teniente coronel jefe de lanceros de la
frontera, D. Juan Gualberto Echeverría, con el contin-
gente destacado en Río IV.
El general Paz reorganizó su ejército, encargando el
mando de la reserva a Pedernera, y como segundo jefe;
al valiente Pringles.
Facundo vuela sobre Córdoba, débilmente guarne-
cida, evitando encontrarse con el general Paz, pero allí
fué éste sin demora a buscarle, librándose, en La Ta-
blada, el encarnizado combate del 22 de junio, aunque la
lucha se prolongó hasta el día siguiente. En esa acción
se distinguieron nuestros compatriotas Pedernera y
Pringles. Dice su camarada que Pringles tuvo la suerte
de ser el primero en clavar su lanza en las filas enemigas,
y a su imitación, la tropa cargó sobre los famosos lla-
neros y auxiliares de los Andes, los rechazó y los deshizo,
lanceándolos a discreción, en represalia de haber, esa
turba bárbara, puesto fuera de combate el ala derecha
del ejército regular. Esas fuerzas eran toda la esperanza
de Facundo. En vano corre a infundirles su temerario
arrojo, por que se estrellan y desaparecen de la acción
al impulso irresistible de las cargas con que los aniqui-
la el bizarro Pringles. El general Paz recuerda en sus
memorias este hecho y dice que Pedernera «lanzó al co-
mandante Pringles con su escuadrón, y esta carga tan
oportuna como brillante, sostenida por el resto de la re-
serva, restableció, no sólo el combate, sino que hizo incli-
nar la victoria a nuestro lado...»
Facundo, derrotado y perseguido, huyó a sus llanuras
rio j anas, jurando que volvería pronto a tomar terrible
302
HISTORIA DE SAN LUIS
revancha de su descalabro, mientras Bustos, herido, y
considerando que todo estaba perdido, se refugió en Santa
Fe. La división de Videla Castillo se preparaba a marchar
sobre San Luis, antes que el gobernador Guiñazú organi-
zara nuevos refuerzos para ir en auxilio de Quiroga.
Y, en efecto, Guiñazú había salido a campaña, delegando
el mando en D. Gregorio José González. En cuanto
HISTORIA DE SAN LUIS 303
Guiñazú abandonó la ciudad, D. Justino Vélez y los Vi-
dela, que respondían al general Paz, encabezaron, en agos-
to, un movimiento revolucionario; se tomó preso al de-
legado González y se designó gobernador a Vélez. Este
nombró ministro a D. Zacarías Jurado.
Guiñazú comenzó a reunir gente en los departamen-
tos del norte para ir a recuperar el poder; pero Vélez
había pedido, a la vez, auxilio al comandante militar de
Río IV, Juan Gualberto Echeverría, quien acudió en el
acto al frente de un destacamento. Las fuerzas estaban
equilibradas, y un choque era inminente, en circunstan-
cia que Vélez envió a su ministro Jurado a proponer un
arreglo que evitara la inútil efusión de sangre. El resul-
tado de esta misión fué que Guiñazú y Vélez renunciaron
al gobierno, confiriéndoselo, de común acuerdo, a Eche-
verría, el 4 de septiembre, Ínter la provincia estuviese en
condiciones de elegir libremente sus legítimos manda-
tarios. Sin embargo, Guiñazú, al retirarse a Santa Bár-
bara, conservó una partida, considerando que se asistía
a una solución transitoria.
Echeverría tuvo que marchar a San Juan, y delegó
el mando de la provincia en el coronel Videla Castillo,
quien acababa de llegar, al frente de una división, encar-
gada de consolidar en Cuyo el triunfo de La Tablada.
Habiendo seguido a Mendoza, en noviembre, dejó
como reemplazante al coronel Pringles. Este valiente
jefe ocupóse, con gran actividad, de reorganizar las mi-
licias, ante la noticia alarmante de que Facundo se re-
hacía en La Rio ja y hacía temblar con sus atropellos
y crímenes, las pacíficas poblaciones. El feroz caudillo
se incautó de cuanto recurso pudo necesitar para la
guerra, arrancando de sus hogares a los pacíficos habi-
tantes, a los cuales destinaba a engrosar sus bárbaras
huestes. También había ordenado al depuesto gober-
nador Guiñazú, que procurase recuperar el poder a todo
trance, Ínter él, con sus llaneros, se ponía en condiciones
de ir, otra vez, a buscar al adversario. En tales circunstan-
cias, el comandante Pringles recibió una carta del ge-
304 HISTORIA DE SAN LUIS
neral Paz, en la cual le comunicaba el escandaloso motín
del 2 de caballería, cuyo jefe, el coronel Pedernera, había
sido preso por los oficiales, y, a la vez, hacía presente la
favorable reacción operada por los leales soldados, po-
niendo en libertad a su jefe.
Era otra noticia alarmante, pues, se evidenciaba
que hasta el propio ejército estaba minado por la
anarquía.
Al regresar Videla Castillo de su fracasada campaña
sobre Mendoza, Pringles tenía formado y disciplinado
un regimiento de caballería que puso a las órdenes del
coronel D. Luis de Videla. Con estos elementos corrió
a ocupar su puesto de lucha y de sacrificio en la tremenda
jornada de Oncativo. Allí volvió a destacarse su perso-
nalidad guerrera al lado de su camarada Pedernera,
como consta en el parte del general Paz, que dice: «Un
sinnúmero de cargas sucesivas tuvieron lugar por ins-
tantes; se lidió por ambas partes con desesperación, pero,
al fin, la carga del Eegimiento N.° 2 de caballería, apo-
yada en los lanceros republicanos, al mando de los coro-
neles Pedernera y Pringles, fijó la victoria en nuestras
filas, y la enemiga fué contenida y envuelta.»
Debemos, también, hacer mención del valiente com-
portamiento de las tropas puntanas y de su jefe D. Luis
de Videla.
Facundo huyó a Buenos Aires, donde le esperaba
su congénere, D. Juan Manuel de Rosas que acababa de
asumir el gobierno, aunque nunca pudo igualar el valor
y hasta los rasgos de nobleza del formidable Tigre de
los Llanos.
El general vencedor despachó a varios jefes de Cuyo
para obtener todas las ventajas de la situación que el
azar de la guerra ponía en sus manos. A San Luis mar-
chó el coronel Luis de Videla, Ínter quedaban en obser-
vación en Río IV, los coroneles Pringles y Echeverría.
Aprovechando la salida de las tropas que fueron a Onca-
tivo, Guiñazú recuperó el gobierno; pero, en cuanto llegó
el coronel Videla, fué depuesto, en marzo de 1830, y vol-
HISTORIA DE SAN LUIS 305
vio a huir a la campaña, siendo poco después deteni-
do y conducido a la capital.
Reunida la Junta de electores, nombró gobernador
interino al coronel Videla, autorizándole a tomar todas
las medidas para restablecer el orden. El gauchaje re-
clutado por los caudillos y disperso después de la derro-
ta, se entregó al pillaje en el norte de la provincia, y
llegaron a saquear las indefensas poblaciones de Qui-
nes y de Santa Bárbara.
La horda de bandidos se engrosaba de día en día,
estimulada por el robo y la impunidad; entonces, el
coronel Videla delegó el mando en D. Ignacio Videla y
salió a campaña. Después de una tenaz persecución, con-
siguió batir al bandidaje, el 25 de junio, en «El Barrial»,
jurisdicción de La Rioja, hasta donde los había seguido,
haciéndoles una gran matanza y dispersando a los que
escaparon al sable de los valerosos soldados del orden.
Así, pues, la campaña tuvo el más completo éxito, median-
te, también, la oportuna cooperación de Córdoba, San
Juan y la misma Rioja, que enviaron tropas en auxilio
de Videla.
El 10 de julio, comunicaba al gobernador interino,
desde «El Balde de los Arce», que los límites de las cuatro
provincias quedaban libres de bandidos, después de la
batida general y de haber hecho caer las cabezas de los
principales jefes de la banda de salteadores.
ínter el coronel Luis de Videla hacía esta campaña
en las fronteras, e] activo agente, D. Joaquín Figueroa,
y el comandante Epifanio Quiroga, ponían orden en el
interior de los departamentos del norte, apresando al-
gunos agitadores y colocando, al frente de las autorida-
des, a personas honorables y adictas a la nueva situación.
Tranquilizada la campaña, el coronel Videla regresó
a San Luis, siendo electo gobernador propietario el
23 de agosto, por la Junta de Electores convocada para
este acto, y el 31 dio cuenta detallada de su campaña, a
la Honorable Representación de la provincia, que tam-
bién por elección popular, acababa de instalarse.
306 HISTORIA DE SAN LUIS
El gobernador delegado había dado sus credencia-
les al Dr. José María Bedoya para representar a San Luis
ante el gobierno de Córdoba, y, a su nombre, lo autorizó
a firmar el tratado del 5 de julio, entre las provincias de
Córdoba, Mendoza, Catamarca y La Rio ja, a las cuales
se agregaron otras, y, todas de acuerdo, establecieron el
Supremo Poder Militar, invistiendo al general Paz con
tan alta autoridad.
En virtud de este convenio, la provincia de San Luis
se comprometía a contribuir con la suma de o. 000 pesos
para formar la caja militar destinada a la defensa común,
sin perjuicio de concurrir, con todos sus elementos, a
fundar un gobierno estable y capaz de mantener el
orden, mientras los pueblos pudieran elegir sus represen-
tantes al Congreso que debía dictar la constitución na-
cional.
La administración de los Videla se ocupó, además,
de establecer escuelas de primeras letras, para cuyo
fin el general Paz cooperó con 300 cartillas enviadas des-
de Córdoba; estableció un hospital y se reforzó la fronte-
ra de San Lorenzo, poniéndola a cubierto de una sor-
presa de los indios.
La defensa fué confiada al comandante D. Eufra-
sio Videla. Este activo patriota comunicó que los indios
habían invadido Lince, Trapiche, Puquios, Río V, Sa-
ladillo, Morro y La Cocha. Se multiplicó para acudir
a todas partes, inter de Mendoza llegaban fuerzas auxi-
liares, al mando del teniente coronel José Félix Correa.
Con tan valioso concurso, pudo escarmentarse a los sal-
vajes.
Finalmente, con fecha 5 de diciembre, el gobernador
Luis de Videla se dirigió al de Buenos Aires, comunicán-
dole haberle suspendido la facultad de entender en los
negocios de paz y de las relaciones exteriores que le
tenía conferida la provincia de San Luis, por estar en
abierta oposición con todas y cada una de las nueve que
presiden los destinos del interior, desde que el gobierno
de Buenos Aires había desconocido el carácter de en-
HISTORIA DE SAN LUIS 307
cargado al general Paz y la autoridad del Congreso de
Córdoba, formado por los agentes de las provincias
hermanas que anhelaban la estabilidad y concordia ge-
neral y los medios más seguros de constituir cuanto an-
tes el país.
En su consecuencia, termina declarando que no serán
de ningún valor, para la provincia de San Luis, los actos
que, posteriormente a esta fecha, celebre el gobierno de
Buenos Aires con las potencias extranjeras o con sus
agentes en nuestro territorio. Así, pues, de hecho, decla-
raba rotas las relaciones con el gobierno de Rosas, que
resistía el patriótico empeño de las provincias confe-
deradas tendiente a hacer cesar la guerra civil y cimentar,
con la paz, las instituciones democráticas de la Nación.
2. — En oposición al Supremo Poder Militar consti-
tuido en Córdoba, se firmó el tratado del litoral, — 4 de ene-
ro de 1831, — nombrándose al gobernador de Santa Fe,
Estanislao López, general en jefe del ejército aliado;
pero Rosas se había reservado las facultades de ser el
director de la guerra.
En cuanto a Facundo, su aliado, Rosas le había dado
elementos de guerra y permitido salieran de la cárcel
todos los más bandidos, para engrosar su temeraria
hueste con la cual debía iniciar la campaña. Quiroga
se dirigió por el sud, y en los primeros días de marzo,
fué a poner sitio a la villa de Río IV. Los coroneles Prin-
gles y Echeverría lo habían sentido y lo esperaban, en las
orillas de la población, en orden de batalla. Quiroga dis-
pone sus escuadrones para llevarles el ataque; pero, los
defensores se replegaron a las fortificaciones del pueblo,
dejando una fuerte guerrilla protegida por unos sauces
y una zanja, desde donde dirigían sus tiros sobre el in-
vasor. A pesar de todo, el terrible caudillo, despreciando
los peligros y la misma muerte, confía en su buena es-
trella, y sigue adelante y penetra en la población. En esa
308 HISTORIA DE SAN LUIS
circunstancia se le presenta el mayor Prudencio Torres,
que abandonaba, miserablemente, a sus compañeros de
causa para ir a ofrecerle su espada y cuantos informes
pudieran serle útiles.
Una partida arrebató el ganado y caballada de los
sitiados; mientras, su situación se hacía cada vez más
angustiosa, por encontrarse rendidos de fatiga, faltos de
provisiones y municiones. Entonces, Pringles, tentó una
salida de las trincheras, durante la noche del 6, al frente
de 200 milicianos; pero, fué sentido y desbaratado su arries-
gado plan. Al día siguiente, Quiroga, aprovechándose
de tan difícil situación, llevó, personalmente, un enérgico
ataque a la plaza, provisto de herramientas para abrir
paso a la caballería hasta el centro de las fortificacio-
nes, siendo recibido por un vivo fuego de metralla y de
fusilería que le causó muchas bajas; pero que también
sirvióle para exaltar su rabia y su arrojo en aquel com-
bate a muerte con los heroicos defensores de la plaza.
Facundo se muestra en aquel momento en la pleni-
tud de su arrogancia viril y#de su suprema audacia.
Estas cualidades extraordinarias le dan el triunfo.
Pringles y Echeverría hacen, al fin, una salida desesperada;
pero, son atacados, y sus soldados se dispersan en su mayor
parte. Pringles hace extraordinarios esfuerzos para re-
unirlos, y se dirige al Morro con unos 100 hombres, mal
armados y con los caballos extenuados de fatiga. Quiroga
desprendió una partida en su persecución. El 18 por la
noche, Pringles se retiró al Río V, donde esperó al enemi-
go, siendo en seguida descubierto por las avanzadas
de éste, al inmediato comando del coronel Ruiz Hui-
dobro, quien ordenó a los comandantes Pantaleón Ar-
gañarás y Fabián Arias, lo atacaran en el acto. Pringles
se coloca a la cabeza de aquel grupo de valientes, y arre-
mete con denuedo al enemigo, rechazándolo varias
veces; pero, dominado por el número, se retira del campo,
reorganizándose a corta distancia, sobre unas lomadas.
Allí volvió a ser atacado por los escuadrones de reserva,
hasta que, habiendo perdido la mayor parte de su gente.
HISTORIA DE SAN LUIS
309
se dirigió solo hacia Lince, siendo tenazmente perse-
guido en una distancia de doce leguas, — según el parte
de Quiroga, — hasta que fué alcanzado en la Pampa del
Alto Grande, cerca del Chañarál de las Animas. Se había
bajado del caballo y de pie, apoyándose en la empuña-
dura de su espada, esperó al enemigo sin inmutarse.
El oficial de la partida le intima rendición y Prin-
gles contesta que no se rinde a ningún subalterno. En-
Tumba de PriiiL'les
tonces, ordenó hacerle fuego y una bala fué a herir, mor-
talmente, el noble pecho de aquel brillante guerrero de
la Independencia.
Al desplomarse, sobre la tierra inhospitalaria de aquel
lugar, rompió su espada antes de rendirla al cobarde ene-
migo.
Eran las últimas horas del día 19 de marzo.
Sobre la cumbre del Alto Grande aun resplandecían
los últimos rayos de un sol moribundo que daba un tinte
de infinita tristeza a aquellos campos solitarios.
310 HISTORIA DE SAN LUIS
Pringles, sin lanzar una protesta, contenía con sus
nerviosas manos ei torrente de sangre que se le escapaba
del pecho. Así herido, fué alzado a caballo y conducido al
campamento de Quiroga. En el delirio de la fiebre que
lo devora, por la pérdida de sangre, exclama: ¡En estos
campos no hay agua! y luego expiró. No la había, sin duda,
y aunque la tuvieran, aquellos bárbaros enemigos, cobar-
des, que se ensañaban con un hombre ilustre, no le hu-
bieran dado de beber, como tampoco nadie se preocupó
de restañar la sangre de la herida por donde se le esca-
paba la noble vida. En aquel campo desierto y al pie
de un caldén, fué enterrado al día siguiente.
Así terminó su existencia el intrépido soldado, el
generoso Pringles, tan pródigo de su vida, como leal a
todos los grandes ideales de la patria.
Todo lo que se ha dicho de que Quiroga desaprobó
aquel crimen, inútil y cobarde, es una pura leyenda.
Facundo no se conmovió ni dio muestras de ningún sen-
timiento por la muerte del paladín puntano. Al contra-
rio; en el parte a Rosas, le dice: «Que había cesado la per-
secución, por haber tomado prisionero y herido, al coronel
Pringles. Que no alcanzó a llegar al campo vivo y quedó
sepultado en el mismo sitio que había elegido para sa-
ciar su ambición de sangrev. Esa es toda la mención que
hace el célebre Atila argentino, de la noble víctima.
¿Quién era el insaciable en derramar la sangre de
hermanos, aún de los inermes prisioneros? En esos mo-
mentos, Quiroga estaba iracundo, febriciente con la en-
fermedad que sufría, sombrío, y nadie osaba acercársele,
a no ser para llenar deberes del servicio. Por otra par-
te, no estaba, ni era su contextura moral, para sentimenta-
lismos que le resultaban debilidad intolerable. Era bravio
y cruel; a eso debió su ascendiente entre aquellas
huestes semibárbaras que acaudillaba.
Pringles lo había deshecho con sus bizarras cargas
en La Tablada y Oncativo; causándole muchas bajas
en la defensa de Río IV y V, y ahora pagaba con su vida
tanta temeridad.
HISTORIA DE SAN LUIS 311
Tal fué el desenlace fatal de aquel duelo a muerte,
en el cual los dos habían jugado, muchas veces, la pro-
pia existencia.
Conocida en San Luis la derrota y muerte de Prin-
gles, una impresión de espanto se apoderó de todos los
espíritus. El gobernador coronel Videla, no teniendo
elementos para resistir, se puso en viaje a Mendoza con
un destacamento de 60 hombres, reunidos entre los dis-
persos que llegaron de Río V. La ciudad desamparada
quedó a merced del caudillo, cuya fama llenaba de te-
rror. Muchas familias huyeron a la campaña, abando-
nando sus casas y cuanto poseían.
El 20, entró en San Luis la vanguardia, al mando de
Ruiz Huidobro, encontrando la ciudad desierta, el es-
caso comercio con las puertas cerradas; nadie osaba salir
a la calle. Al día siguiente llegó Quiroga, sombrío y ame-
nazador. Un grupo de federales, fueron a saludarle y
ofrecerle la sumisión del miedo.
Más tarde llegaron los prisioneros de Río V, que, en
número de 69, eran conducidos por la tropa vencedora.
Entre ellos venían los valientes oficiales D. Atanasio
Videla y D. Manuel Arias, de Mendoza.
Los unitarios de mayor figuración fueron persegui-
dos, registradas sus casas y confiscados sus bienes.
Ni a las damas se respetó; pues, una hermana de Prin-
gles, fué atropellada en su casa, so pretexto de buscar
documentos comprometedores; misia Faustina Alba de
Domínguez, esposa del benemérito coronel D. José Nar-
ciso Domínguez, fué encarcelada por no poder pagar
las contribuciones que se impusieron a su esposo, a sus
hijos Benigno y Saturnino y a su yerno Zacarías Jurado.
Es de advertir que su estancia de la Punilla había sido
arrasada, arreando todo el ganado. Poco después se
condujo preso a D. José Narciso, ya anciano y enfermo,
habiéndosele impuesto una contribución de mil pesos,
y como en el término de tres días no los pudo entregar,
se le aumentó la suma a tres mil, y fué conducido a
la cárcel con una barra de grillos, no obstante la grave
312 HISTORIA DE SAN LUIS
enfermedad que lo retenía en cama. El mal se agravó
de tal manera, que puso en peligro su vida. Entonces,
misia Faustina, detenida en los altos del Cabildo, rogó
le admitieran un facultativo, lo cual consiguió una sola
vez. En este estado, los esposos Domínguez, fueron, ade-
más, atormentados con la llegada de sus hijos, que eran
traídos con gruesas barras de grillos y encerrados en la
cárcel En su desesperación, misia Faustina se dirigió
a Quiroga, ofreciéndole cuanto poseía para salvar la vida
de los suyos; pero el caudillo ni se dignó contestarle.
Largo sería enumerar casos análogos de brutales
e injustificables atropellos contra la libertad y los inte-
reses de aquellos indefensos habitantes.
Los tres días que Quiroga se detuvo en San Luis,
los ocupó en reorganizar sus tropas, engrosadas con
los prisioneros y paisanos que, violentamente, fueron sa-
cados de sus hogares. Quería ganar tiempo; estaba im-
paciente por decidir cuanto antes la tremenda contienda.
En vísperas de partir, le escribe a Rosas, diciéndole: «que
desprecia tomar a San Juan a muy poca costa, pues La
Rioja estaba sublevada contra el Supremo Poder Mili-
tar, y sus llaneros, listos a obedecer sus órdenes. Pero,
que va a elegir el camino más difícil, donde está el mayor
peligro. La resolución de marchar sobre Mendoza no
es efecto de una temeridad o de un cálculo errado; co-
nozco muy bien el tamaño de su riesgo, mas, hallándome
enfermo y que muy pronto estaré incapaz de hacer la
más pequeña fatiga, y puesto que necesito días más tran-
quilos para recuperar mi salud, voy a probar si de un
golpe lo hago todo». jY tal como lo pensó, lo ejecutó!
El gobernador Videla Castillo le salía al encuentro con
mil hombres, el 28 de marzo, en el lugar Rodeo de Chacón,
20 leguas antes de llegar a Mendoza. El combate fué re-
ñido y sangriento, distinguiéndose en la jornada el
comandante Aresti, por su valor. En sus cargas, llegó
hasta el parque, lugar donde estaba Quiroga, sentado
sobre el pértigo de una carreta, que de haberle conoci-
do, lo hubiera tomado prisionero con facilidad. La bue-
HISTORIA DE SAN LUIS 313
na estrella seguía alumbrando el camino tenebroso del
terrible caudillo. En lo más recio del combate, los cora-
ceros sanjuaninos se pasaron al enemigo; la división men-
docina se desbandó, no obstante los heroicos esfuerzos
de los jefes Chenaut y Barcala; quedaba resistiendo el
coronel Luis de Videla, con sus púntanos, y el bravo Ares-
ti; pero, envueltos por los dispersos y fugitivos, se desor-
ganizan y se retiran del campo, cayendo poco después
prisioneros.
El camino a Mendoza estaba despejado y Facundo
se apodera de la ciudad, sin la menor resistencia. A los
pocos días, supo, allí, que José Benito Villafañe, su amigo
y leal compañero, había sido muerto por una partida uni-
taria. Entonces, estalla su ira implacable, y ordena que
en el acto fusilen a los prisioneros de Chacón, en las mis-
mas cuadras del cuartel donde estaban alojados. Allí
fueron asesinados los patriotas D. Blas y D. Anastasio
Videla. El oficial Manuel Baigorría, salvó milagrosamente,
así como el coronel D. Luis de Videla, ex gobernador de
San Luis, porque el día antes había sido separado de los
otros prisioneros.
Hudson refiere que un día, domingo, a la caída de la
tarde, oyó una descarga, y acercándose al cuartel, sintió
otra, y un fuego graneado que duró algunos instantes:
era la matanza de los prisioneros. Después, vio cargar
cuatro carros del tráfico con los cadáveres de aquellas
pobres víctimas. Aquella fiera humana se vengaba, así,
en un rapto de criminal demencia. Era el segundo acto
del espantoso drama de la guerra a muerte.
3. — Habiendo quedado en acefalía el gobierno de
San Luis, por ausencia del titular coronel Luis de Videla,
la Junta de Empresentantes, nombró, en su reemplazo,
al licenciado D. Santiago Funes, quien, aunque hom-
bre sin ideas fijas, ni convicciones, aceptó el cargo
para ponerse él mismo a salvo y proteger los intereses de
los que le eran personalmente adictos.
3U HISTORIA DE SAN LUIS
El 10 de septiembre de 1831, transmitió a llosas la re-
solución de la Sala de Representantes, en virtud de la
cual, la provincia de San Luis le confería poderes para
entender en los asuntos de paz, guerra y de relaciones
exteriores. Sin embargo, el gobernador Funes no era
simpático a los federales. Como hemos dicho, aceptó
el puesto, sin fervor por la causa triunfante, y hasta el
mismo Quiroga le escribió, amenazándole; porque los
principales empleados y los hombres de su confianza
eran unitarios. Los federales de la localidad, envalento-
nados por la actitud del omnipotente caudillo, tramaron
un movimiento revolucionario para deponer al gobernador.
Estos aprovecharon la ausencia del comandante de ar-
mas, D. Prudencio Vidal Guiñazú, para presentarse a Fu-
nes y arrancarle la renuncia. Los ejecutores de este plan
fueron D. Cornelio Lucero, Pedro Herrera, Pío Solano
Jofré, Pablo Lucero y León Gallardo. En reemplazo de
Funes, fué aclamado D. Cornelio Lucero, y la Sala lo con-
firmó en el cargo, el 15 de noviembre; pero, éste renunció,
siendo substituido al día siguiente por D. Mateo Gómez.
La acusación hecha a Funes la vemos confirmada
en el manifiesto que publicaron, en hoja suelta, los revo-
lucionarios, sobre los motivos que habían tenido para
deponerlo. Allí se dice que, vencidos en Río V los opreso-
res de San Luis, se instaló un gobierno provisorio, reca-
yendo la elección en el señor Funes, conocido por federal
de palabra, hasta que la provincia, libre de la influencia
de los enemigos de Córdoba, pudiese nombrar en propie-
dad la persona que rigiese sus destinos. Que el señor Fu-
nes, cediendo al miedo que le inspiraba la existencia
de las montoneras unitarias de Córdoba, había abando-
nado la ciudad para andar vagando por la campaña,
y delegado el mando en D. Pascual Peñalosa, unitario
declarado, y en D. Felipe Ortiz, de opinión ambigua.
Que, posteriormente a la prisión del general Paz y fuga del
ejército sublevado, había regresado a la capital, donde no
había hecho otra cosa que declararse protector de los
enemigos de la federación. Que estos hechos se pusieron
HISTORIA DE SAN LUIS 315
en conocimiento del general Quiroga, quien le había
aconsejado volver sobre sus pasos; mas estas prevencio-
nes fueron desatendidas con terquedad y no produjeron
la menor variación en la marcha del señor Funes, antes,
por el contrario, se apoyaba en la independencia de los
pueblos para decir que nada tenía que hacer en San
Luis el general Quiroga.
Se le acusó, también, de haber puesto las fuerzas
a las órdenes de su cuñado, el comandante Guiñazú, pa-
ra presionar al pueblo cuando se decretó la elección de
gobernador, haciéndose elegir en propiedad; de haber
protegido la fuga de Pablo Videla, que el gobernador de
Mendoza mandaba con otros prisioneros al general
López, y debido a su conducta, había amenguado el res-
peto al nombre del general Quiroga. Finalmente, termina
el manifiesto declarando que han exonerado del man-
do al señor Funes, porque su ascenso al gobierno
fué obra de los unitarios, y porque no hay gobernante,
después de los triunfos de la federación, que haya
merecido elogio de los unitarios, salvo el señor Fu-
nes, el único que se ha hecho acreedor a esas alaban-
zas. Este documento lo firman los mismos que tramaron
la conspiración, y cuyos nombres hemos mencionado.
El licenciado Funes era un hombre culto, y, por entonces,
una garantía para todas las opiniones, cosa que no com-
prendían ni toleraban los exaltados apóstoles de la fe-
deración gaucha.
El 20 de noviembre, la Sala de Representantes pasó
una nota al gobernador interino, D. Mateo Gómez, para
que convocase al pueblo a elección, a fin de organizar
un gobierno estable. En su consecuencia, se decretó, el
24, que ese acto se practicara a la brevedad posible y a
fin de asegurar la mayor libertad, el comandante Guiñazú,
que estaba en Santa Bárbara, no debía moverse de ese
punto, así como el comandante Albarracín debía reti-
rarse con su fuerza al paso de abajo del Río V, y la divi-
sión de Mendoza, acantonada en la ciudad, debía pasar
a situarse en el Desaguadero.
316 HISTORIA DE SAX LUIS
Practicada la elección del cuerpo de electores, éstos
se constituyeron en los primeros días de enero de 1832,
bajo la presidencia de Fray Benito Lucio Lucero, ac-
tuando como secretario D. Cornelio Lucero.
Entonces, se convino en la necesidad de dictar algu-
nas reglas, a fin de establecer el orden en las prácticas
administrativas y de dar seriedad a la elección del pri-
mer magistrado de la provincia.
En la sesión del 7 de enero, dictó el Reglamento Pro-
visorio para el régimen y gobierno de la provincia, pre-
cedida de la siguiente declaración de propósitos:
«La provincia de San Luis, reunida por medio de sus
diputados representantes, con el objeto de nombrar un
Supremo Gobierno y deliberar sobre los demás asuntos
concernientes a la felicidad pública, ha dispuesto que, a la
posible brevedad, y antes de proceder a la elección de Go-
bernador, se forme un reglamento provisional, por el cual
deba seguir la provincia, bajo la forma de Gobierno Fe-
deral que ha adoptado, entretanto se congregue la Nación,
quien se dará la forma de gobierno bajo del cual, y las
que dictare, deberá regirse a fin de cortar, por lo pronto,
el escandaloso desorden a que nos han conducido las
convulsiones políticas, y, penetrada de la grave necesi-
dad de fortalecer los eslabones de la cordura que debe
ligar los robustos brazos de la arbitrariedad y despotis-
mo, para que no profane por más tiempo el sagrado re-
cinto en que se custodia la libertad, la igualdad, la pro-
piedad y la seguridad, que hacen la rica herencia de los
interesantes derechos del hombre; penetrada, igualmente,
de la funesta devastación que ha causado en el espíritu
de los hombres, el monstruo de la ambición que furiosa •
mente se agita para traspasar los límites que le señala
la justicia, ha creído, para acercarse algún tanto a la sen-
da que conduce a la felicidad común, según lo permite
su estado actual, la premura de tiempo y las circunstan-
cias, deben establecer, como lo establecen las reglas
provisionales siguientes: En el capítulo I declara que la
religión de la provincia es la católica, con exclusión de
HISTORIA DE SAN LUIS 317
cualquier otra. La persona de cualquier condición o clase
que sea, que atente contra ella, será severamente casti-
gada, y si fuera extraña a la provincia, se le mandará
salir de ella inmediatamente
Establece la cámara legislativa, compuesta por siete
ciudadanos de los de más probidad y adhesión al sis-
tema federal.
Dispone que el gobernador deberá ser elegido por los
diputados representantes, en la persona de un ciudadano
hijo del país, o con diez años de residencia en él, y poseer
un capital no menor de mil pesos en bienes raíces. Era
condición indispensable que tuviera adaptación a la cau-
sa federal.
Duraría dos años en su cargo y no podría ser reele-
gido hasta pasar un bienio; gozaría de un sueldo anual de
600 pesos y el de su ministro sería de 30 pesos mensuales.
Inmediatamente de concluido su período, nombraría la
provincia una comisión compuesta de siete de los de
más probidad y justicia, y de reconocida adhesión a la
causa federal, para formarle el juicio de residencia y al
cual podían concurrir, con sus quejas, los que hubieran
sido agraviados durante su administración.
El poder ejecutivo no podría declarar la guerra, ni
hacer la paz, ni mandar expedición fuera de la provincia,
sino con acuerdo y resolución de la Sala de Representantes.
Toda persona de cualquier clase que fuese y que se
atreviera a atentar por medio de revolución contra la
autoridad, sería castigada con pena de muerte.
Cuando se trató este punto, los convencionales Fray
Benito Lucio Lucero y Fray Francisco Galloso se reti-
raron del recinto, manifestando que su carácter sacerdo-
tal no les permitía concurrir a la imposición de esa pena.
En la posible brevedad, debía el P. E. establecer
una escuela de primeras letras, cuyo maestro sería el
mejor que se pudiese conseguir. Su dotación se fijaba en
25 pesos mensuales y cuando, por alguna urgente nece-
sidad del estado, se ocupe su fondo, será reconocida la
deuda con preferencia. Declara que siendo uno de los de-
318 HISTORIA DE SAN LUIS
beres de la Provincia proteger y asegurar la vida, reputa-
ción, libertad, seguridad y propiedad de cada uno de
sus individuos, no se sacarán contribuciones ni auxilios
sino por orden que establece este reglamento. Al efecto
se dispone un empadronamiento de propietarios y ha-
cendados. En casos graves, los auxilios que se solicitaran
serían en la proporción de uno por cada 25 vacunos
y uno de cada 6 caballos. Pasado el motivo que obligue
a imponer esta contribución, serán devueltos a sus due-
ños los caballos.
No se podrá fusilar ni confiscar bienes a ningún reo,
sin el previo proceso o sentencia legal. Se dictan medi-
das para reprimir el robo; se prohibe la extracción, de la
provincia, de toda especie de hacienda hembra y se fi-
jan otras reglas para la buena administración.»
Tales son los puntos más fundamentales del re-
glamento provisorio.
Ya era algo en el sentido de encaminarse hacia el
orden, después de la general anarquía que, durante más
de una década, había aniquilado las fuerzas vivas de la
sociedad en las estériles reyertas domésticas. El Regla
mentó Provisorio fué el primer conato de constitución
local; si él hubiera prevalecido con todo vigor, muchos
males se hubieran evitado a la sociedad; pero, las mejores
leyes quedan como una simple aspiración, allí donde
no las sustenta la opinión pública y donde los mandones
no encuentran una sanción eficaz, de parte de un pueblo
sometido por el temor de las más bárbaras represalias.
4. — El 9 de enero de 1832, y de acuerdo con el Re-
glamento vigente, se nombró gobernador en propiedad
a D. Mateo Gómez, y se procedió, a la vez, a constituir el
Cabildo y la sala de representantes, componiendo esta
última los señores Tomás Barroso, Martín Garro, Corne-
lio Lucero, José Gregorio Calderón, Fray Benito Lucio
Lucero, Leandro Cortez, y Fray Francisco Galloso.
HISTORIA DE SAN LUIS 319
El gobernador Gómez, dirigió, al día siguiente de su
elección, un manifiesto a los habitantes de la provincia,
en el cual prometía cumplir lealmente su deber, haciendo
respetar el Eeglamento, garantizando todos los derechos
al ciudadano honrado y pacífico, así como sería inflexi-
ble para castigar a los criminales, a los perturbadores
del orden público y a los que han hostilizado la Provincia.
Pedía el auxilio y la cooperación de todos sus paisanos
para la tan ardua como necesaria empresa de corregir
los extravíos del momento y labrar la felicidad de todos.
En seguida, se dirigió al comandante Pablo Videla,
que, al frente de sus lanceros, andaba alzado por el sud,
manifestándole sus sentimientos generosos y de huma-
nidad e invitándole a que se presentase con sus hom-
bres, bajo las garantías que solicitasen.
El gobernador Gómez tuvo, desde el primer mo-
mento, la amenaza del coronel Prudencio Vidal Guiña-
zú, quien organizaba las milicias de campaña para caer
sobre San Luis y reponer al ex gobernador Funes.
El gobierno de Mendoza, por instigación de su minis-
tro, el ex gobernador D. José Santos Ortiz, invitó al de
Córdoba, para que, de común acuerdo, mandaran
comisionados, a fin de procurar algún arreglo entre el
gobernador Gómez y el coronel Guiñazú. Los comisiona-
dos, señores Juan Moyano y Manuel de la Presilla, consi-
guieron que Guiñazú aceptase las propuestas que se le
hacían, para que disolviese su gente, entregara las armas
al comandante Rafael Antonio Díaz y reconociese al nue-
vo gobierno. En cuanto se retiraron los comisionados
a Mendoza, Guiñazú, faltando a su compromiso, volvió
a reunir la gente para marchar contra la capital. También
mandó a D. Andrés Lucero a entrevistarse con D. Pablo
Videla, jefe de los lanceros del sud, proponiéndole las
bases de un arreglo, para operar de común acuerdo
contra la situación presidida por el gobernador Gómez.
Pocos días antes de llevar el ataque sobre la ciudad,
una partida del gobierno tomó preso al capitán Rafael
Chamorro y le secuestró las comunicaciones y el pacto
20 HISTORIA DE SAN LUIS
propuesto por Guiñazú, no obstante lo cual, los lanceros
se presentaron el 18 de enero a la vista de la población,
combinando el plan de ataque con las fuerzas de Guiña-
zú. Los defensores de la plaza rechazaron, valientemente,
el ataque y, saliendo de sus fortificaciones, llevaron una
carga decisiva contra los invasores, dispersándolos y
tomándoles diez prisioneros, los cuales fueron fusilados
en el acto. El mismo coronel Guiñazú cayó prisionero,
siendo vigilado constantemente en su prisión. Los dis-
persos se juntaron nuevamente, y seguían en lucha con
las ligeras partidas que los perseguían; pero, como ese
estado se prolongaba indefinidamente, el gobernador
Gómez propuso a Guiñazú un convenio para que hiciera
cesar aquella campaña, poniéndolo en libertad y acor-
dando un indulto general y las garantías más amplias
para todos. Aceptado el convenio, Guiñazú consiguió
la pacificación de la campaña, después de la cual se re-
tiró, tranquilamente, a su casa en Santa Bárbara.
Kestablecido el orden, fué urgente ocuparse de la de-
fensa de las fronteras, pues los indios comenzaban a hacer
sentir sus depredaciones.
Por ley, la Cámara de Empresentantes resuelve:
imponer a todos los hacendados una contribución extra-
ordinaria en ganado y destinar a los auxiliares el décimo
del producido del año y las deudas a favor del Estado.
En el Trapiche se reunieron las fuerzas, formando la
«División de Auxiliares», al mando del coronel Jorge
Velazco. D. Pablo Lucero, fué propuesto para corone1,
en mérito de sus recomendables servicios de fronteras.
A esta división se incorporaron las milicias reclutadas
por el teniente coronel Patricio Chaves y comandante
Rafael Díaz.
En estas circunstancias, la provincia fué invitada
por la Comisión Representativa de los gobiernos de las
provincias litorales, residente en Santa Fe, a adherirse
al tratado subscripto el año 1831. Entre las atribuciones
conferidas a dicha comisión, estaba la de invitar a las de-
más provincias, cuando estuvieran en plena libertad y
HISTORIA DE SAN LUIS 321
tranquilidad, a reunirse en federación con las tres lito-
rales, y a que, por medio de un congreso, se arreglara
la administración general del país bajo el sistema federal,
su comercio interior y exterior, su navegación, el co-
bro y distribución de las rentas generales y el pago de la
deuda de la República, su crédito interior y exterior y la
soberanía, la libertad e independencia de cada una de
las provincias. Para realizar este propósito, la Comisión
indicaba la conveniencia de que los gobiernos enviasen
sus diputados a Santa Fe.
Era, pues, llegada la hora de organizar el país, dándole
una constitución. El Dr. Juan Bautista Marín salió de
Santa Fe como delegado de este gobierno, para tratar
con el de Córdoba, el envío de diputados a la Convención,
y, a la vez, dirigió comunicaciones privadas a varios
personajes de Cuyo y de La Rioja para que convencieran
a los respectivos gobiernos de la urgente y patriótica
necesidad de dar, cuanto antes, una constitución al país,
prescindiendo, si fuese necesario, de Buenos Aires, cuyo
egoísmo era tan contrario a los intereses de las provin-
cias. «Es indispensable, agregaba, que todos nosotros
nos uniformemos con Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos
y Córdoba, y así, los porteños, tendrán que seguir nuestra
opinión. Buenos Aires lia adoptado el sistema de extran-
jería para enseñorearse sobre las cenizas de las provin-
cias: jamás nos proporcionará sino grillos y cadenas de
miseria, por felicidad.»
El representante de Corrientes, D. Manuel Leiva,
se expresaba en estos términos: «Que venga, cuanto antes,
el diputado por esa provincia y que su misión sea para
llenar los objetos indicados, manifestando el gobierno
su pronunciamiento por la pronta instalación del Congre-
so General Federativo. Si así se hace, tendremos Patria
y seremos felices, y sino, yo no veo muy distante la época
en que rindamos la rodilla a otro amo, tal vez peor que los
españoles.»
Estas cartas cayeron en poder de Quiroga, quien de-
nunció a Rosas el propósito de estos diputados represen-
TOMO I 21
322 HISTORIA DE SAN LUIS
tantes y mandó copias al gobierno de San Luis para que
estuviese prevenido «contra las funestas consecuencias
que debía traer a la República la conducta tan atroz y
calumniante, de dichos diputados contra el benemérito
gobierno de Buenos Aires.»
He aquí la nota aludida:
Rioja, Abril 17 de 1832.
Excmo. Sr. Gobernador y Capitán General de la Provin-
cia de San Luis.
El que subscribe se baila en la dura e indispensa-
ble necesidad de poner en conocimiento de S. E., co-
pias legalizadas de las comunicaciones de dos R. R. de
la Comisión representativa de los Gobiernos Aliados,
que la casualidad ha puesto en sus manos y de las que,
con tal motivo, ha dirigido a sus autoridades.
El infrascripto, tan celoso como interesado en que
la carta de Constitución de la República a que tanto
anhelamos todos las argentinos, sea obra de la más
libre y espontánea voluntad de los pueblos, se ha de-
cidido delatar de sus desvíos a los referidos DD. que,
olvidados del deber a que les sujeta el destino en que
se hallan colocados, se han ocupado sin descanso de
alarmar la provincia contra la benemérita de Buenos
Aires, como satisfacción condigna a los heroicos y pe-
nosos sacrificios que generosamente se ha prodigado
para sacarla de la humillación y abatimiento en que
yacían, bajo de la más cruel opresión de los jefes su-
blevados en 1.° de diciembre de 1828.
A S. E. toca el deber sagrado de poner a salvo la
provincia de su mando, de las asechanzas y perfidias
que, por desgracia, tan temprano se hacen sentir por
los mismos de quienes se aguarda la organización ge-
neral de la República; y no sin fundamento, cree el
que subscribe, que se habrá desoído la deducción de
esos hombres calumniantes que no conocen más Patria
que su interés particular, para quienes es cosa muy
HISTORIA DE SAN LUIS 323
pequeña hacer a los pueblos el ludibrio de sus ridicu-
las maquinaciones.
El que subscribe tiene la satisfacción de haberse
descargado de ]a inmensa responsabilidad que pesaría
sobre mis hombros, si tuviese la debilidad de silenciar
]a tortuosa marcha de los SS. DD. de los pueblos alia-
dos que pone de manifiesto, al tiempo mismo que sa-
luda con atención y respeto al Excmo. Sr. Gobernador
y Capitán General, a quien se dirige.
Juan Facundo Quiroga.
Rosas se quejó a los gobiernos de Córdoba y Co-
rrientes de la actitud de sus representantes, y con Quiro-
ga, obstaculizaron, entonces, la obra de la convención
constituyente; pues no les convenía ninguna de las res-
tricciones a que deben sujetarse los gobiernos regula-
res.
Las previsiones de los señores Leiva y Marín, desgra-
ciadamente, se cumplieron.
-Quiroga, después de dominar el interior, estaba de-
cidido a propiciar la organización del país y se había
adelantado a prestigiar la candidatura de D. José Santos
Ortiz, para la futura presidencia de la República, como
uno de los hombres de gobierno más ilustrados y experi-
mentados del interior, cosa que miraba mal Rosas, pues,
con el orden constitucional, hubiera caducado de hecho
su poder y desaparecido él mismo, de la escena política
como cualquiera de los otros mandones arrojados del
gobierno. Se le ponía al frente un poderoso rival, resuel-
to a disputarle su influencia en todos los terrenos y se
manejó, hábilmente, a fin de que Quiroga desistiera de
ese propósito por el momento, so pretexto de que el país
no estaba preparado, todavía, para darse la constitución.
Quiroga se engañó y contribuyó con su actitud a servir
las ambiciones de Rosas, haciendo fracasar la convención
de Santa Fe. Ya se arrepentiría de ese proceder; pero,
cuando el error no se podría remediar.
324 HISTORIA DE SAN LUIS
Quiroga, con tan insólita conducta cooperó a prepa-
rar y consolidar la tiranía.
No obstante sus prevenciones al gobierno de San
Luis, la legislatura contestó a la invitación de los comi-
sionados, resolviendo, el 12 de julio, adherir en todas
sus partes al tratado subscripto por las provincias del
litoral el año 1831, y diferir al acuerdo que celebraron
la mayoría de los pueblos, acerca de la pronta reunión
de un Congreso Nacional Constituyente.
HISTORIA DE SAN LUIS 325
CAPITULO XIII
SUMARIO: 1. — Guerra con los indios. — Grandes invasiones a la
provincia. — Se piden auxilios a Buenos Aires. — Renuncia del go-
bernador Dn. Mateo Gómez. — La Junta Gubernativa. — El co-
mandante José Gregorio Calderón. — Los indios derrotan las tro-
pas regulares y sacrifican la infantería. 2. — Dn. José Santos
Ortiz consigue un tratado con San Juan para expedicionar al
desierto. — Se conviene en nombrar jefe de la expedición al ge-
neral Quiroga. — Expedición de 1833 al mando del general Ruíz
Huidobro — Combate del Lechuzo y de Las Acollaradas. 3. — Don
José Gregorio Calderón es electo gobernador. — Nuevas invasio-
nes de indios. — Pedido de auxilio para rechazarlos. — La legis-
latura de Buenos Aires autoriza el envío de 200 hombres. — Los
Auxiliares de los Andes. 4. — Gran triunfo sobre los indios en la
Cañada de los Molles, obtenido por el comandante Argañarás.
— Las consecuencias favorables.
1. — Terminada la campaña contra el gauchaje al-
zado y restablecido el orden, el gobierno vióse obligado
a hacer frente a los nuevos peligros que amenazaban la
provincia por el lado de la frontera sud. El comandante
José Gregorio Calderón presentó, entonces, su plan, cuyas
principales disposiciones eran: Que se pase circular
a los jueces de campaña para que formen una lis-
ta de todos los individuos de 15 a 60 años. Estos mis-
mos funcionarios debían acompañar un estado de las
armas blancas y de chispa que tuvieran los particula-
res, así como de los que pudieran disponer de cabal-
gadura, para trasladarse al punto donde fueran citados.
Cada vecino debía procurarse además, las provisiones
para ocho días de campaña. El gobierno proveería de
las piedras de chispas, municiones y haría componer
las armas. En cuanto se conocieran estos datos, se ha-
rían los nombramientos de los jefes y oficiales encar-
326 HISTORIA DE SAX LUIS
gados de recibir las fuerzas, disciplinarlas y conducir-
las al punto de concentración. ínter se hacían estos pre-
parativos, los indios trajeron tres invasiones sucesivas,
entre los últimos días de marzo y los primeros de abril
de 1832; arrasaron la campaña, llevándose como 12.000
cabezas de ganado y varias familias cautivas del Río V,
Morro y hasta de Renca.
En tan difícil situación, el gobierno puntano se di-
rigió al de Buenos Aires, manifestándole que no obstan-
te los empeños y sacrificios hechos por los habitantes
de toda la provincia, se carecía de los recursos suficientes
para contener los salvajes, pues los vecinos de la re-
gión nombrada se habían visto obligados a defenderse
con cuchillo, boleadoras y lazos, a falta de armas
mejores. En consecuencia, pedíale le tendiese su mano
protectora, porque aquellos núcleos de población co-
rrían el riesgo de disolverse, definitivamente, si no se
les socorría sin pérdida de tiempo.
Por su parte, el gobernador de Mendoza, D. Pedro
Xolasco Ortiz, a instigación de su ministro el ex gober-
nador de San Luis, D. José Santos Ortiz, también se diri-
gió al gobierno bonaerense, haciéndole presente que los
salvajes habían llegado, con sus depredaciones, al extremo,
no sólo de paralizar el tránsito comercial con el litoral,
sino hasta atacar las mismas poblaciones que en otro
tiempo fueron respetadas. Que en la situación en que
se encontraban las provincias de Cuyo, después de la
desastrosa guerra civil, exhaustas de recursos, no podían
rechazar las invasiones, cada vez más numerosas y au-
daces, de los bárbaros.
Particularizándose con San Luis, se decía que en
esos momentos sería despedazada por tres numerosas
hordas de salvajes y en cuanto a los pocos auxilios que
le había podido prestar Mendoza, llegaron después de
la catástrofe, cuyos tristes pormenores aun se ignoraban.
Y, para poner término a tantas calamidades, le invitaba,
invocando sus sentimientos de humanidad y patriotis-
mo, a organizar una expedición combinada y dirigida
HISTORIA DE SAN LUIS 327
por el mismo gobernador de Buenos Aires. Para la rea-
lización de estos propósitos, le ofrecía toda la cooperación
posible, hasta el sacrificio mismo, según sus propios
términos.
Conjuntamente con este pedido, se había dirigido
a las demás provincias fronterizas con la Pampa, invi-
tándolas a adherirse a estos propósitos y a pronunciarse
por que fuera el gobernador de Buenos Aires, el direc-
tor de esta campaña que debía asegurar, para siempre,
la tranquilidad de estos pueblos y economizar millares
de vidas.
Estos mismos anhelos patrióticos los había ya mani-
festado D. José Santos Ortiz, cuando era gobernador
de San Luis, y ahora, como miembro del gobierno men-
docino, volvía a exhumar su plan, condolido del deplo-
rable estado en que se encontraba su desventurada
provincia natal.
La idea de la expedición al desierto, nació, pues, en
San Luis, y fué sugerida a Rosas por Ja iniciativa de
uno de sus hombres de gobierno. Y allí debió, forzosa-
mente concebirse; pues fué siempre la provincia más
azotada por los indios, encontrándose casi aislada y
con escasos elementos militares para la defensa.
En momentos tan angustiosos para San Luis,
impedido el gobernador D. Mateo Gómez para repeler
las invasiones de los salvajes, y debiendo hacer frente
además, a la anarquía interna, resolvió, en el mes de agos-
to, dirigirse a la Honorable Sala Legislativa, insinuándole
la necesidad de reunir inmediatamente un Congreso de
los representantes más caracterizados del pueblo puntano.
Habiéndose aceptado esa idea, la reunión de vecinos
se verificó en seguida y ante ellos expuso, el gobernador,
el verdadero estado de las cosas, agregando que en la
imposibilidad de poder sostener el orden y proteger la
vida e intereses de los habitantes, venía a renunciar,
indeclinablemente, el cargo de gobernador de la pro-
vincia. Al retirarse el señor Gómez a la vida privada, el
21 de agosto, la legislatura creó una Junta Gubernativa
328 HISTORIA DE SAN LUIS
para reemplazarle, compuesta de siete miembros y re-
asumiendo en ella los tres poderes del Estado.
En consecuencia, fueron designados para formar
la nueva autoridad los señores José Gregorio Calderón,
como presidente; José Leandro Cortez, como vice; Fray
Benito Lucio Lucero, Feliciano Trinidad Barbosa, Pe-
dro Herrera y Tomás Barroso, como vocales, y José Fe-
lipe Ortiz como secretario. Las primeras disposiciones
tendían a hacerse de recursos para expedí cionar contra
los indios y pedir la cooperación de Buenos Aires, a
cuyo gobierno se dirigieron poniendo en su conocimien-
to que «la provincia de San Luis desaparecerá del rol
de las que componen la República Argentina, si los go-
biernos hermanos no tienden su mano protectora sobre
este desgraciado país, donde, por la escasez de artículos
de guerra, repiten, con escándalo, sus correrías los sal-
vajes del sud.»
A San Juan fué comisionado D. Manuel de la Presi-
lla, quien después de una hábil diplomacia, consiguió
como una cosa extraordinaria, 200 cartuchos a bala y
50 malas lanzas, con cuyo «arsenal» el gobernante san-
juanino creía salvar la situación de la afligida provincia
puntana.
Por su parte, el famoso Facundo Quiroga, después
de proclamar los sacrificios hechos por San Luis, en fa-
vor de la independencia y en todo tiempo, le envía unos
fusiles y dos cargas de munición.
A la vez, se iniciaban gestiones en Mendoza y Cór-
doba para combinar un plan de defensa común, inter
el presidente Calderón, nombrado comandante general
de armas, salía a campaña a organizar las milicias, que-
dando al frente de la Junta D. José Leandro Cortez.
El gobierno de Córdoba contestó, el 3 de octubre,
transcribiendo la orden a los comandantes de su frontera
para que citasen todas las fuerzas de su mando y las tu-
viesen listas, a fin de acudir en auxilio del gobierno de
San Luis. En consecuencia, debían comunicar a la Junta
Gubernativa de esta Provincia, el número de hombres
HISTORIA DE SAN LUIS 329
disponibles, y pedir se les designase el punto de reunión
o los jefes con los cuales habían de entenderse en caso
necesario.
Esta generosa disposición del gobierno de Córdoba,
levantó el espíritu de nuestros jefes militares, y co-
rrieron a ocupar su puesto de sacrificio en aquella lucha
terrible y sin gloria.
El comandante Calderón llegó al Morro e inmedia-
tamente abrió comunicaciones con el coronel Francisco
Reynafé, que guardaba la frontera cordobesa, con cuya
cooperación los púntanos debían hacer frente a más de
500 indios, que ya se acercaban al Morro, después de
haber asolado las estancias del Río V. Calderón había
reunido 500 hombres de caballería e infantería y esperaba
recibir armamento de Mendoza, conducido en carretas
por el teniente coronel Jorge Velazco, pero, el rápido
avance de los indios, detuvo la marcha de la tropa de ca-
rretas y hubo que improvisar las únicas armas de que se
podía echar mano: lanzas, algunos sables y boleadoras.
El 16 de noviembre se le reunió la fuerza comandada por
el coronel Reynafé, compuesta de 60 infantes montados
y 400 caballos. En la madrugada del 17, se avistaron
los indios y en el acto se formó la tropa en línea de ba-
talla. A la derecha, el coronel Reynafé, con el mando in-
mediato de sus fuerzas; a continuación, la infantería
y dos piezas de artillería, al mando, respectivamente, del
teniente coronel Jorge Velazco y de D. Patricio Chaves;
al costado izquierdo, las milicias de caballería cordobesa
y puntana, mandadas por los comandantes Pedro Bengo-
lea y Pablo Lucero, y en la reserva, dos piquetes de caba-
llería al mando del comandante D. Eufrasio Videla.
En esta posición se inició el combate. El comandante
D. Pablo Lucero, seguido de los capitanes Pedro Nú-
ñez y León Gallardo, lleva, a gran galope, un formidable
ataque. En el entrevero, y después de un combate de
hombre a hombre, quedó gravemente herido el coman-
dante Lucero y con heridas más leves, los bravos capita-
nes nombrados.
330 HISTORIA DE SAN LUIS
Las fuerzas regulares fueron desorganizadas, vién-
dose obligada la infantería a formar cuadro para resis-
tir el terrible ataque de los indios. Después de varias
cargas infructuosas, los salvajes se retiraron, acampando,
con sus ganados, a una legua y luego prosiguieron su re-
tirada al sud. Los comandantes Reynafé y Videla con-
tinuaron la persecución, dándoles alcance como a cinco
leguas hacia el sud. Los indios volvieron a la carga
y después de un recio combate, desorganizaron la caba-
llería, y aislada la infantería, no obstante haberse soste-
nido con heroicidad, fué toda deshecha y sacrificados
bárbaramente, los valientes oficiales capitán José María
Ponce, teniente José Quintero, alférez Castro y abande-
rado Agustín Acosta, con gran número de soldados.
Reynafé se retiró con el resto de sus tropas al Por-
tezuelo, y luego siguió a Córdoba, mientras el comandan-
te Calderón volvía a la ciudad de San Luis a dar cuenta
de su desastre. Los indios, aunque tuvieron muchos muer-
tos y heridos, escaparon la mayor parte, dejando algunas
majadas de ovejas y cabras; pero llevándose muchos
miles de cabezas del ganado mayor.
Tal fué la vergonzosa derrota sufrida el 17 de noviem-
bre en las cercanías del Morro, y debida, en gran parte,
a la ineptitud de su comandante jefe que lanzó las tro-
pas al entrevero, sistema indio, donde el combate se
hizo singular, inhabilitando las fuerzas de la infantería
y de las dos piezas de artillería, que hubieran podido ser
muy eficaces en un plan de ataque más racional y tác-
tico. La situación se hacía cada vez más intolerable.
2. — Tras este nuevo infortunio, el gobierno de Men-
doza comisionó a D. José Santos Ortiz para trasladarse
a San Juan, con el encargo de subscribir un convenio, a
fin de concurrir en auxilio de San Luis, pues, Rosas no
había respondido al llamado que le hicieron ambas pro-
vincias. Ortiz fué afortunado en sus gestiones y consi-
HISTORIA DE SAN LUIS
331
guió el tratado, subscripto el 12 de diciembre, en virtud
del cual, la provincia de San Juan se obligaba a cooperar
contra los salvajes. Muy atinadas son las consideraciones,
que le sirven de fundamento, sobre las desgracias cau-
sadas a los pueblos fronterizos por los malones de indios
íscuadrón Dragones
y ante el clamor de multitud de familias que gemían en
el cautiverio y a las cuales estaban obligadas a redimir
a costa de todo género de sacrificios. «Movidos los go-
« biernos que firman por los fuertes estímulos de este
« deber sagrado, se han reunido a conferenciar el modo
« de castigar al común enemigo y salvar aquellos seres
332 HISTORIA DE SAN LUIS
« desgraciados, previniendo igualmente los futuros ma-
« les que se temen.
«Grande son S.or Excmo. los gastos que exige empresa
« semejante, mas en ella se interesa el crédito de la Re-
« pública, la tranquilidad ele los pueblos y los derechos
« sagrados de la humanidad; ella, pues, es necesaria y tan
« indispensable cuanta es su identidad con el sosiego
« y libertad que es el origen de todo el bien.
«Convencidos de esta verdad, los que subscriben han
« encomendado la guerra contra los salvajes del sud, al
« hijo de la victoria, el Excmo. brigadier general D. Juan
« Facundo Quiroga, encargándole la invitación a las de-
« más provincias y sometiendo: sin reserva, los recursos
« con que cuentan y que le facilitan hasta tocar la línea
« de lo imposible». Tales fueron los términos en que co-
municaron a San Luis el fausto suceso del tratado.
Quiroga aceptó el comando militar de la expedi-
ción, pues, acto continuo, remitió una nota al gobierno
puntano en la cual detallaba los elementos indispensa-
bles con que debía contribuir nuestra provincia a la
realización de esa campaña.
En primer lugar exigía cien hombres de caballería y
otros tantos de infantería con los jefes y oficiales co-
rrespondientes, bien armados y encabalgados, debiendo
disponer de cuatro caballos por hombre para los prime-
ros y de tres destinados a los infantes montados.
Después, pedía setecientas cincuenta cabezas de ga-
nado vacuno, de la mejor calidad, y una tropa de muías
para el transporte de las municiones. Estas no debían
bajar de cinco mil tiros, a bala de fusil, y tres mil de
carabina.
La Provincia pagaría sus soldados y demás gasto-
de su contingente. Estas fuerzas debían estar listas a
fin de febrero de 1833, para incorporarse al regimiento
«Auxiliares de los Ande:-» que debían ponerse al frente
de#la expedición. Estos elementos y los que podían pro-
porcionarle las otras provincias de Cuyo, se creían su-
ficientes para escarmentar a los salvajes y arrojarles al
HISTORIA DE SAN LUIS 333
otro lado del Río Negro, considerado, siempre, como la
frontera natural y más fácil de poder defender.
Tales eran los elementos y vistas, con que e] famoso
caudillo se aprestaba a la campaña del desierto.
En cuanto a la fuerza efectiva de que podía dispo-
ner San Luis, era el «Batallón Infantería de la Unión»,
compuesto de 115 cívicos fusileros, 128 dragones y 19
artilleros. Su armamento consistía en 24 tercerolas,
58 lanzas, 2 culebrinas, 50 balas de cañón y 4000 cartu-
chos de fusil.
Para completar la organización de las milicias, se
nombró comandante general de armas al coronel Jorge
Velazco, quien estableció el campamento general en el
Trapiche. Cuando se activaban los preparativos, se cru-
zó Rosas, estimulado por la actitud de Quiroga, quien, al
fin, había decidido ponerse al frente de la expedi-
ción al desierto, con poderosos elementos de acción.
El plan era vasto y bien combinado. El general
Bulnes, presidente de Chile, con la división de la dere-
cha, se comprometía a batir a los indios en la región
cordillerana y arrojarlos al oriente; la división del cen-
tro, compuesta por las fuerzas de Cuyo y del interior, al
mando de Quiroga, debía operar en la Pampa Central;
y la izquierda, con Rosas, saldría de Buenos Aires y ba-
tiría a los indios a lo largo del río Colorado, márgenes
del Río Negro, y debería encontrarse con las otras di-
visiones en las nacientes de este último río. Los genera-
les Bulnes y Quiroga se eliminaron, siendo substituidos,
para mandar la división de la derecha, por el general Aldao
y la del centro se confió al coronel José Ruiz Huidobro.
Las tropas de Córdoba y San Luis debían moverse si-
multáneamente con las de Mendoza, para atacar al
feroz Yanquetruz, que habitaba la confluencia del Dia-
mante, y a las tribus dispersas que acampaban 70 leguas
al sud del Río V.
La división del centro estaba compuesta por el Re-
gimiento «Auxiliares de los Andes», del batallón «Defevi-
sores», mandado por el valiente coronel B árcala; del
33t HISTORIA DE SAN LUIS
regimiento «Dragones Confederados de Córdoba» mandado
por el coronel Francisco Keynafé, y del escuadrón «Dra-
gones de la Unión» formado y comandado, exclusivamen-
te, por púntanos.
A fines de febrero de 1833 se pusieron en campaña,
invadiendo el país de los ranqueles. Las fuerzas puntanas
tuvieron un combate, en los primeros días de marzo,
en el lugar «El Lechuzo», paso sud del Río V; pero sin
sacar mayores ventajas.
La indiada se desbandó y fué a llevar la alarma a las
avanzadas de Yaquetruz, que, a su vez, había resuelto
traer una formidable invasión sobre Córdoba y San Luis.
El ejército siguió marcha hacia el sud y fué a hacer cam-
pamento en las orillas de la Laguna del Cuero. Las
partidas de exploración chocaron, a corta distancia, con
un grupo de indios poco numeroso; pero, a medida que
iban avanzando, notaron que el grueso de la indiada los
esperaba en la parte sud de Las Acollaradas.
Allí estaba el temido Yaquetruz con mil lanzas, dis-
puestas al combate: y al acercarse los «cristianos» o huiri-
cas, como llamaban los indios a los hombres civilizados,
se lanzaron a su encuentro en vertiginosa carrera, hacien-
do blandir las agudas lanzas entre una nube de polvo,
cual si fuera el terrible pampero desencadenado, con fu-
ria, desde las cumbres andinas. La infantería forma sus
cuadros y la caballería toca a la carga; el choque es ho-
rrible. Los cuadros son deshechos varias veces, viniendo
los bárbaros a ensartarse en las bayonetas de los he-
roicos soldados; pero el valiente Barcala se rehace a ca-
da instante y llena los claros para oponer un muro in-
franqueable a la feroz indiada.
La caballería también se desorganiza, retrocede,
y cuando va a ser envuelta y quizá aniquilada, carga
brillantemente el escuadrón de «Dragones de la Unión»;
son los bravos púntanos, avezados a estas luchas; res-
tablecen el combate, avanzan, y descargan sus golpes
mortales sobre la turba bárbara y enfurecida. El espí-
ritu general del ejército se reanima y lleva el ataque
HISTORIA DE SAN LUIS 335
decisivo hasta que los indios huyen, llevándose los he-
ridos que consiguen alzar en sus potros y dejando más
de cien muertos. Entre éstos estaban los famosos caci-
ques Painé, Pichun y Carrayné, hijos de Yanquetruz.
También costó al ejército civilizado muy dolorosas
pérdidas; pero su número fué reducido, aunque hubo
muchos heridos.
Según el parte de Ruiz Huidobro, fué tal la obstina-
ción de los salvajes y su bravura, que se combatió durante
seis horas, como que allí estaban las primeras lanzas
ranquelinas y araucanas, en la tremenda cita que se
daban los reyes del desierto con los emisarios armados
de la civilización. La persecución continuó hasta las tol-
derías de Carifilun, que habían desaparecido del lugar.
La caballería hizo una completa batida por los cam-
pos de Leplep y Leuvucó, la capital ranquelina, y sin
elementos para seguir adelante, por no haberse recibido
los auxilios prometidos de Córdoba, se estacionó en las
cercanías dfA Río Colorado.
En San Luis se supo, el 18 de marzo, el triunfo de
«Las Acollaradas», por un chasque que trajo para el
presidente de la Junta, este documento:
«Cuartel General en marcha. — Marzo 16 de 1833,
«24 de la Libertad y 18 de la Independencia.
« En este instante, que es la una del día, acaban de ser
« batidos los indios de Yanquetruz y sus aliados, en nú-
« mero de ochocientos. Hasta el presente, existe en nues-
« tro poder mucha parte de la caballada enemiga, y el
« Regimiento Auxiliares continúa en su persecución,
« Este incidente me priva de pasar el parte detallado;
« pero lo haré tan luego como reúna los pormenores.
« Entre tanto, tengo la honra de saludar a S. E. con distin-
«ción y aprecio.
« Dios guarde al Sr. Presidente muchos años.
José Ruiz Huidobro,»
El gobierno local mandó publicar un bando con
tan fausta noticia y ordenado una iluminación general.
336 HISTORIA DE SAN LUIS
Al poco tiempo regresó la división del centro, tra-
yendo muchos cautivos rescatados. Los «Dragones de
la Unión» fueron a ocupar, otra vez, sus puestos en las
avanzadas sobre el Río V y el Morro, donde les esperaban
nuevos sacrificios, la única recompensa que recibieron
aquellos disciplinados y abnegados soldados.
Al retirarse a Buenos Aires, Ruiz Huidobro fué co-
misionado, por la Junta de San Luis, para implorar al
gobierno de aquella provincia la ayuda que necesitaba,
después de tantas desventuras sufridas, máxime cuando
el contingente de Reynafé se había retirado a Córdoba.
A la vez, recomendaba y proclamaba los grandes servi-
cios prestados por el comisionado durante su reciente
victoriosa campaña sobre los indios, que permitía al-
gún alivio a los arruinados habitantes del sud, con la
esperanza de repoblar los campos, confiados en que los
salvajes quedaban escarmentados para siempre. Grave
error que hubo de tener, a poco, fatales consecuen-
cias, pues la expedición del año 33, no tuvo otros
resultados prácticos que probar, una vez más, el valor
y la pericia de nuestros soldados.
La ocupación del desierto por las fuerzas de Rosas,
fué transitoria, y la paz con los indios, comprada vergon-
zosamente mediante el tributo de ganado, bebidas y
otros artículos que fomentaban su envalentonamiento y
sus infames vicios.
No hubo un plan de ocupación militar permanente.
Así, pues, en cuanto regresaron las tropas, volvieron a
repetirse las invasiones y con ellas la desolación y la
ruina más que nunca, producida por la sed de venganza,
que despertó entre los salvajes el contraste de «Las
Acollaradas».
Ya demostraremos, con los hechos, la verdad de esta
afirmación.
3. — El coronel D. José Gregorio Calderón fué nom-
brado gobernador de la provincia, con fecha 26 de di-
HISTORIA DE SAN LUIS
337
ciembre ele 1833, y ele acuerdo con el reglamento provi-
sorio.
Su primer acto de gobierno fué ocuparse de la de-
fensa de frontera, en previsión de nuevas invasiones.
El comandante de la frontera de Kío IV, coronel Fran-
cisco Reynafé, acababa de comunicarle la llegada de
/
José Gregorio Calderón
un indio amigo con la alarmante noticia de que Yanque-
truz se hallaba en Nahuelmapo, ocupándose de reunir la
indiada dispersa para traernos un ataque, en la próxima
luna. En consecuencia, se dirigió al gobernador de Cór-
doba, invitándole a firmar un pacto amistoso y de mu-
tuo interés, creando una liga ofensi va-defensiva que fue-
22
338 HISTORIA DE SAN LUIS
se capaz de enfrenar la osadía del indomable habitante
de la llanura. Su gobernador, D. José Antonio Reynafé,
aceptó la invitación, prometiendo designar un comisio-
nado para formular dicho convenio y ponerle el último
sello. Intertanto, dejaba a disposición del mandatario
puntano toda la fuerza de caballería que guarnecía la
frontera sud, a cuyo efecto había dado las órdenes corres-
pondientes al comandante general de fronteras. En el
caso probable de que la invasión se dirigiese a Córdoba,
sería ésta auxiliada por las fuerzas que guarnecían el
Morro, compuesta de 100 hombres, a las órdenes del
comandante D. Pablo Lucero. Las fuerzas puntanas
serían sostenidas por el gobierno de Córdoba, cuando
ocurriesen en su auxilio, y las cordobesas, pagadas por
San Luis cuando operaran en su territorio. Para el
caso en que ambas provincias fueran invadidas a la vez,
se buscaría el medio de que los jefes de fronteras adop-
tasen algún plan, tendiente a protegerse mutuamente.
Después de estas medidas, el gobernador Calderón
se dirigió al de Buenos Aires, comunicándole haber auto-
rizado al general Rosas para que se entendiese con los
indios enemigos de nuestras fronteras y tomase cuan-
tas disposiciones creyese pertinentes a la quietud y se-
guridad de la vida e intereses de los púntanos.
La Honorable Junta Legislativa dictó una ley, rati-
ficando estos poderes, con la expresa condición de que
el gobierno loca] negara audiencia a todo parlamento
solicitado por los caciques, a fin de que pudieran en
tenderse exclusivamente con el general Rosas. En una
de sus cláusulas autorizaba, también, al P. E. para ce-
lebrar un tratado ofensivo-defensivo con el gobernador
de Córdoba, tendiente a desarrollar una acción combina-
da en la frontera sud contra los salvajes.
No tardaron, pues, los indios, en volver a sus corre-
rías. En la noche del 7 de marzo, sorprendieron Achiras
y al día siguiente cayeron sobre el Morro, aunque no ata-
caron el fuerte, retirándose hacia los campos del Río V.
Pocos días después volvieron, pasando entre las La-
HISTORIA DE SAN LUIS 339
jas y Barranquitas y llegaron, entonces, hasta la falda
de la sierra de Intiguasi. Toda la vasta campaña fué arra-
sada, muertos muchos vecinos, cautivando varias fa-
milias y llevándose, también, el ganado que encontraron.
El comandante D. Pablo Lucero salió en su perse-
cución; pero, los indios se retiraron precipitadamente;
pasaron por Sampacho y ganaron los desiertos del sud,
con todo su botín de conquista. Como sucedía casi siem-
pre, Lucero se puso en comunicación con el comandante
Reynafé; pero éste no pudo auxiliarlo, desde que no po-
día ni defenderse contra los inopinados ataques, no obs-
tante estar prevenido. La inutilidad de nuestros jefes
de fronteras, fué una de las causas principales de los fre-
cuentes malones y de la audacia del indio, pocas veces
escarmentado como pudo hacerse.
Lucero llamó la atención al gobierno, sobre lo suce-
dido con el comandante de la frontera cordobesa y a la
vez, le hacía presente la urgencia de elevar a 200 el nú-
mero de soldados, pues de un momento a otro podían
venir los indios y sorprenderlos, teniendo tan escasas
fuerzas para rechazarlos y perseguirlos.
Poco después, otro grupo de indios invadió por Chis-
chaca y llegaron a Lince, a tres leguas de la ciudad, re-
tirándose con una tropa de hacienda, sin ser molestados.
El gobernador Calderón se limitaba a mendigar socorros
a todas las provincias, en lugar de ponerse, resueltamente,
al frente de una fuerza eficiente, o de facilitarla a otro
jefe, para escarmentar al salvaje.
El único recurso que tocó, fué valerse de Quiroga a
fin de que éste influyera en el ánimo del gobierno porteño
para que lo auxiliara con 200 hombres bien armados.
El famoso caudillo se interesó en el asunto, porque, con fe-
cha 22 de marzo, Calderón le escribe llamándole «genero-
so y constante protector» y dándole las gracias, pues me-
diante su influencia, el gobierno de Buenos Aires, se ha-
bía decidido a auxiliarle con la fuerza veterana. ínter
llegaba este valioso refuerzo, Calderón salió a campaña,
distribuyendo mensajes en todas direcciones para adver-
340 HISTORIA DE SAN LUIS
tir al vecindario se pusieran a salvo con sus familias y
haciendas, porque tenían la amenaza de una formida-
ble invasión. Poco después, invita a Córdoba a situar
sus fuerzas en el Fuerte San Lorenzo, por ser la ruta
que seguían los indios para invadir ambas provincias,
y acuerdan, con el comandante D. Pablo Lucero, que de-
jara una guarnición en el Morro y se trasladara a los
campos del Río V, donde estaría en mejores condiciones
para acudir donde fuera necesario. Se fijó un destaca-
mento en los Puquios, que debía recorrer los campos en-
tre Lince y Pío V, poniéndose continuamente en comu-
nicación con Lucero.
Finalmente, se nombró a varios respetables vecinos
para constituir la comisión de repartos, encargada del
censo de propietarios a fin de imponerles la equitativa
contribución que exigía la defensa de la provincia.
Y, finalmente, volvió a dirigirse al gobierno de Buenos
Aires para activar el envío de elementos de guerra,
haciendo la pintura del difícil momento en que se encon-
traban, en los términos siguientes:
«San Luis, junio 1.° de 1834. — 25 de la Libertad y
«19 de la Independencia.
« Al Exmo. S.01' Gob.or y Capitán General de la Prov.a
« de Buenos Ayres.
« La Prov.a de San Luis, ha tocado ya el último es-
« tremo de sus conflictos, y se vé en el caso de implorar
« el socorro de sus herma.3 (quienes si lo nieg.11) desapa-
« recerá para siempre. Ella ha estado en todos tiempos
« a la par de las que más pueden en los sacrificios que ha
« demandado el honor de la Patria, porq.e aquellos se
« han hecho en proporción a su patriotismo y no en el
« de sus recursos; su localidad es el punto donde preci-
« sámente respiran los que transitan de los Pueblos de
« Cuyo y República de Chile, al gran mercado de la Re-
« pública Argentina, y es también la que hallándose más
« al sud y más débil que otras, sufre con mayor frecuen-
« cia las invasiones de los bárbaros y la última que ha
« padecido el tres del presente, ha sido mucho más cruel,
HISTORIA DE SAN LUIS 341
« que las anteriores, p.r que ni las mujeres, ni los niños
« han salvado del cuchillo de los salvajes. El espacioso
« campo que ha abrazado la horda invasora, ha quedado
« desierta y sembrada de cadáveres de toda edad y sexo.
« A la vista de estos desastres, el Gob.no que firma los
« pone en el conocimiento a S. E. el Gob.dor de Buenos
«Aires y trasmitiéndole el amor doloroso de sus conciu-
« dadanos desolados, e invocando su auxilio en favor
« de una Provincia colmada de méritos en la gloriosa
«lucha de la Indep.a y desnuda al presente de todo,
«para salvar los tristes restos de su existencia agoni-
« zante.
« El infrascripto ofendería gravem.te ]a ilustración
« del Sor. Gob.or a quien se dirige, si para mover su pa-
« triotismo, llamase la atención a los preceptos de la jus-
« ticia y a los compromisos que tienen entre si, las Prov.s
« Argentinas para ayudarse mutuam.te en la conserva-
« ción de su dios y de su fortuna o si, para excitar su co-
« razón compasivo, lo aflijiese con la triste enumeración
« de las desgracias que hoy oprimen a la infortunada
« Prov.a de San Luis; para ello basta solo a S. E. saber
« que la venganza de los bárbaros es insaciable y que su
« crueldad no conoce límites.
« La Prov.a de San Luis carece de todos los recursos
« necesarios para su defensa, y muy particularmente de
« armas y artículos de guerra, porqué todos se han ago-
« tado en la penosa y larga contienda que ha tenido que
« sostener con los salvajes, cuando las más de sus herma.3
« descansan a la sombra de los laureles que ha obtenido
« la Kepública en la defensa de las Leyes. Quiera, pues, el
« Exmo. S.or Gob.or de Buenos Ay.s dirijir su mano pro-
« tectora en favor de sus compatriotas de San Luis, co-
« rrespondiendo a la esperanza que tiene en su patrio-
« tismo y admitir el afecto que le tributan por el órgano
« del q.e tiene la honra de saludarlo.
« Dios gu.e a S. E. muchos años.
« José Greg.0 Calderón.
« Romualdo Ares y Moldes.»
312
HISTORIA DE SAN LUIS
Después de esta comunicación, en extremo supli-
cante, el gobierno de Buenos Aires, fué autorizado por su
Legislatura para enviar un contingente de 200 hombres
bien armados y remitir otros pertrechos de guerra. Así,
siempre, la primera provincia argentina, venía a salvar
a la infortunada hermana, en momentos tan críticos,
cuando sus habitantes estaban casi resueltos a emigrar
Soldado del Regimiento Auxiliares de los Andes
en masa, abandonando el triste terruño. De esa
época funesta data la salida de las familias de Bustos,
Ortiz, Varas, De la Presilla, Gatica, Lucero y otras, que
fueron a radicarse a Mendoza, San Juan y Córdoba.
A mediados de septiembre, llegó el contingente por-
teño, que fué denominado «Auxiliares de los Andes»,
y por decreto 2 de octubre, se dio a conocer como jefe
HISTORIA DE SAN LUIS 343
de las tropas puritanas, al coronel D. Pantaleón Argaña-
rás, las cuales con el nombre de «División Expedicionaria
contra los salvajes>\ iniciaron inmediatamente la campaña,
alentados por tan poderoso refuerzo como el aportado
por los veteranos porteños. El coronel Argañarás había
hecho la expedición al desierto con Ruiz Huidobro e
independientemente de ser un conocedor del terreno
y de la táctica del indio, era un bravo y sagaz soldado.
Fundadas esperanzas se abrigaban en su acción. No
tardó, pues, en corresponder a la general espectativa,
dando cuenta de su primero y decisivo triunfo sobre los
salvajes, que merece recordarse en los anales de aquella
lucha a muerte con el indomable habitante del desierto.
4. — El día 4 de octubre se puso en marcha el
regimiento auxiliares, seguido de las milicias provincia-
les; al día siguiente pasaron el Río V, situándose en la
Cañada del Sauce. Allí se les incorporó el coronel Lucero
al frente de 90 lanceros, y poco después, el coronel Bru-
no Ponce, con 50 soldados de caballería, reclutados y
disciplinados en la costa de la sierra. En ese lugar supo,
el coronel Argañarás, que los indios se hallaban en los
Cerros Largos, ya de regreso con el valioso botín que ha-
bían hecho en la Carolina y sus alrededores.
En la tarde del día 6, se divisó la indiada; pero, envista
de lo avanzado de la hora, se dispuso que recién al día si-
guiente, por la mañana, se les llevaría el ataque. Durante
esa noche se mandaron partidas de baqueanos en direc-
ción a los cerros del Rosario, para tirotear a los indios,
a fin de que éstos pudieran dirigirse hacia la Pampa del
Morro, lugar donde el jefe expedicionario esperaba sa-
lirles al encuentro. Allí dispuso las fuerzas y las distri-
buyó de acuerdo con su plan, entre el teniente coronel
Luis Argañarás, el comandante José León Romero,
mayor José Mendiolaza y el coronel Patricio Chaves
que mandaba la infantería. Los indios, en número de 300
344 HISTORIA DE SAN LUIS
lanzas, no se atrevían a cargar; entonces, mandó atacarlos
con el teniente coronel Argañarás y tras él lanzó, esca-
lonadamente, las otras tropas. El choque fué terrible,
empeñándose un duelo a lanza y sable, Ínter los certeros
tiros de la infantería iban abriendo claros en la masa
bárbara. Argañarás fué cortado, mientras Romero se batía,
desesperadamente, con el grueso de la indiada y no podía
acudir en su auxilio. En ese difícil momento se lanzó
Ponce con sus 50 valientes, para abrirse paso hasta
reunirse con Argañarás, a la vez que el mayor Mendio-
laza corría en apoyo de ambos. Los indios consiguie-
ron desorganizar la bisoña milicia; pero, entonces,
acudió la reserva, y, rehechos, volvieron caras con
nuevos bríos, en circunstancia que la indiada se re-
fugiaba entre los millares de ganado que arreaban.
Un esfuerzo, bien combinado, dio la victoria. Muchos
indios huyeron, siendo tenazmente perseguidos, mientras
en el campo, quedaban muertos los caciques, Colipay.
Pulcay, Pichul, hijo de Yanquetruz, Carrané, Pallan y
Cuitiño, con sesenta y tantos indios de pelea. Allí se res-
cataron 23 familias, que habían cautivado en la Carolina
y otros puntos; se les tomó 16.000 cabezas de ganado
de toda especie, y en la persecución de diez leguas, se les
quitó la caballada, escapándose pocos indios en lo mon-
tado.
El jefe hace una honrosa mención de los 50 milicia-
nos del coronel Ponce, que se distinguiron en la brillan-
te carga con que protegieron al comandante Luis Arga-
ñarás y en la persecución de los indios.
Tal fué la victoriosa jornada del Arroyo y Pampa del
Rosario, que también se llama de Ja Pampa del Molle,
la cual tuvo lugar el 8 de octubre de 1834. Y ella se con-
seguía a costa de los valientes que allí quedaron, mar-
cando con su sangre y con su vida esa etapa dolorosa de
los grandes sacrificios por la civilización y la humanidad.
Este triunfo fué comunicado por el gobernador Cal-
derón al de Buenos Aires, reconociendo que el éxito se
debía a la eficaz cooperación del regimiento «Auxiliares
HISTORIA DE SAN LUIS 345
de los Andes», cuyos soldados supieron batirse con he-
roísmo a la par de los «Dragones» y demás milicias pun-
tanas, con larga experiencia en estas luchas contra el sal-
vaje. Proclamaba la gratitud del pueblo puntano y creía
que, a partir de este memorable suceso, se abría a la pro-
vincia una era de paz y de tranquilidad, tan necesaria
para reponerse de sus grandes quebrantos.
Después, mandó celebrar la victoria, ordenando se
oficiara una misa de gracias, a la cual debían concurrir
las autoridades y corporaciones; ordenó se iluminaran
los frentes de las casas y acordó un voto de gratitud al
jefe, oficiales y tropa de aquella memorable jornada.
No tenía más con que demostrar su reconocimiento a
aquellos valientes y meritorios soldados. El gobierno
de Córdoba se apresuró a mandar sus felicitaciones; pero
no los auxilios, a que se había comprometido, como ha-
bía sucedido siempre, no obstante los sacrificios de las
milicias puntanas para detener y castigar los avances
del indio, que tantos perjuicios ocasionaba a San Luis
como a Córdoba.
Después de estas campañas, las tropas se distribuyeron,
convenientemente, sobre la frontera, desde la cual debían
hacer frecuentes excursiones por los campos del sud;
a su amparo volvió a renacer la confianza, se repoblaron
las estancias abandonadas y, por mucho tiempo, quedaron
escarmentados los salvajes.
En el Regimiento de Auxiliares se sintieron síntomas
de marcado descontento contra el gobernador Calderón,
llegándose a constatar que el capitán José Mendiolaza
tramaba una revolución para derrocarlo. Parece que el
mismo jefe, coronel Argañarás, no era del todo ajeno a
este movimiento subversivo. El plan tendía a apoderarse
de la persona del gobernador nombrado y levantar una
fuerza para dirigirse sobre Córdoba, antes que el general
Ruiz Huidobro se hiciera cargo del comando de las tro-
pas allí destacadas. El gobernador Calderón, que esperaba
la revolución, se limitó a ocultarse en el lugar del Duraz-
no y, desde allí, abrió comunicaciones con el jefe del Re-
346 HISTORIA DE SAN LUIS
gimiento, coronel Argañarás, ante el cual denunció al
mayor Mendiolaza y le exigió su entrega para ser juzgado
como correspondía.
El conspirador encontró facilidades para huir a
San Juan y de aquí pasó a Tucumán, donde se puso a
cubierto de toda persecución.
Aparte de este detalle, el Regimiento de Auxiliares
de los Andes y el de Dragones de la Unión, fueron el más
sólido sostén del gobernador Calderón, y prescindiendo
de esta circunstancia, bien explicable en esa época, pres-
taron inmensos servicios a la conquista del desierto,
como que formaron su vanguardia y estuvieron en to-
dos los sangrientos lances contra el salvaje. A ellos debió
la provincia de San Luis el haber podido rehacerse de
sus frecuentes quebrantos para continuar su difícil
marcha hacia mejores destinos.
La gratitud postuma debe conmemorar la victoria
del Arroyo Rosario o Pampa del Molle. Allí salvó
,San Luis de ser definitivamente aniquilada por la bar-
barie ranquelina, pues vencidas sus tropas, no hubiera
quedado otro recurso a sus escasos y arruinados pobla-
dores, que abandonar el territorio, como, justificadamen-
te, se había pensado.
Eterno reconocimiento, también, a la generosa pro-
vincia de Buenos Aires, que, con sus oportunos auxilios,
aseguró el triunfo sobre el indio envalentonado y nos
permitió seguir viviendo con la esperanza de días mejo-
res
FIN DEL TOMO I
ÍNDICE DEL PRIMER TOMO
Antecedentes oficiales de esta publicación 7
Prólogo 11
CAPITULO PRIMERO
sumario. — 1. La conquista española en la región de Cuyo. —
Viaje de Villagrán. — Recorre el valle de Concarán.
— Combate en La Sepultura. — Su regreso. — 2. Los
primitivos habitantes de la región Puntana. — 3
Huellas de la conquista incásica en el territorio
puntano. — 4. Primeras fundaciones de Cuyo. —
Fundación de la ciudad de San Luis. — Alianza
con los michilingues. — Jurisdicción de San Luis. —
5. Don Martín García Oñez de Loyola 17
CAPITULO II
sumario. — 1. La colonia. — Iniciación de su vida administra-
tiva.— San Luis solicita se le señale jurisdicción
propia y la facultad de nombrar gobernador. — El
Cabildo desconoce al gobernador español y con-
firma a Pérez Moreno. — 2. Misión de Rodríguez
de Gamboa. — Levantamiento general de indios.
— El capitán Pérez Moreno expediciona contra los
indios y salva la ciudad. — Tributo que debían pa-
gar los indígenas. — Protección a los mismos a cau-
sa de los malos tratamientos. — 3. Visita de los go-
bernadores Garro y Poveda — 4. Distribución de la
tierra en la forma de mercedes reales. — 5. Nuevas
invasiones de indios. — Misión del oidor Dr. Blanco
de Laycequilla 47
CAPITULO III
sumario. — 1. Establecimiento y expulsión de los jesuítas. —
Creación del virreynato. — 2. Instrucciones sobre la
frontera. — Misión del diputado Vilches. — Otros ac-
tos administrativos de alguna importancia. — -
3. Creación de las Intendencias. — Descubrimiento
de las minas de la Carolina. — Visita del Marqués de
Sobremonte. — Ensanche de la frontera sud. — i. Las
invasiones inglesas. — Cooperación de San Luis en
la defensa y reconquista de Buenos Aires. — Hon-
rosa nota del comandante de patricios, don Cor-
nelio Saavedra 69
CAPITULO IV
sumario. — 1. Kesumen de la vida colonial. — El Cabildo. —
La justicia. — 2. Sociabilidad. — 3. La religión. — El
señor de Renca. — La cofradía del Rosario. — 4. Ren-
ta, industria y comercio. — 5. La escuela de primeras
letras: interesante conflicto entre la autoridad ci-
vil y el clero 93
CAPITULO V
sumario. — 1. Precursores de la independencia nacional. — Jura
de Fernando VIL — La revolución de Mayo. — 2. Pa-
triótica actitud del Cabildo puntano. — Nombra-
miento de su primer diputado. — Destitución del
comandante español Ximénez Inguanzo. — 3. Pri-
mer contingente. — Contribución patriótica. — Ri-
validades locales. — 4. El triunvirato. — Jura del
Estatuto Provisional. — Creación del cargo de Te-
niente Gobernador. — Destierro de Poblet. — La vic-
toria de Tucumán 119
CAPITULO VI
sumario. — 1. Tendencias liberales de la revolución.— Ostracis-
mo de Pueyrredón en San Luis. — Don Nicolás Ro-
dríguez Peña, diputado por San Luis en la Asam-
blea General Constituyente. — Combate de San
Lorenzo. — Los primeros mártires púntanos. — El
heroico sargento Baigorría. — 2. Visita del Gober-
nador D. Santiago Carreras. — Creación de la In-
143
ni
tendencia de Cuyo. — El capitán Vicente Dupuy,
es nombrado Teniente Gobernador de San Luis. —
3. San Martín, gobernador intendente de Cuyo. —
Renuncia de Posadas. — Directorio de Alvear: su
caída. — Cuyo ratifica el nombramiento de San Mar-
tín.— 4. Jura del Estatuto Provisional — Pueyrre-
dón, diputado por San Luis — 5. Cooperación de
San Luis en la formación de los ejércitos de la pa-
tria.— La obra del teniente gobernador Dupuy. —
Organización del Regimiento Caballería de Mi-
CAPITULO VII
sumario. — 1. Misión del licenciado Molina. — Donativos del
pueblo de San Luis. — Honrosa nota del general
San Martín. — Plan de nuevos impuestos ideado
por el Cabildo: su desaprobación. — El Superior Go-
bierno honra a San Luis, enviándole la bandera de
la escuadra española, rendida en el Río de la Pla-
ta.— 2. El Congreso de Tucumán. — Carta de Puey-
rredón a Dupuy. — El diputado por San Luis, es
electo Director Supremo del Estado. — 3. Declara-
ción y Jura de la Independencia. — Discordia casera.
— 4. El ejército de los Andes. — Vigilancia y castigo
de traidores.— 5. San Luis compromete la gratitud
nacional. — Honrosos documentos. — Nuevas tareas
de Dupuy. — El Cabildo agradece a Dupuy sus
servicios a la patria y a la localidad 173
CAPITULO VIII
sumario. — 1. Despedida del general San Martín — Paso de los
Andes. — Victoria de Chacabuco. — 2. Dupuy anun-
cia su renuncia para ir a incorporarse al ejército. —
La Dupuy ana. — El estandarte de Dragones de Chi-
le, se envía como trofeo a San Luis. — Regreso de
San Martín —3. Los prisioneros españoles confina-
dos en San Luis. — Llegada del Dr. Monteagudo. —
La conspiración realista: sus verdaderas cau-
sas — Represión enérgica del movimiento subver-
sivo.— 4, Premio a los defensores del orden. — Con
sideraciones finales , 201
IV
CAPITULO IX
sumario. — 1. La constitución de 1819. — Negociaciones de paz
con los caudillos del litoral. — Enfermedad de San
Martín. — Noble actitud del Cabildo puntano. — 2.
Alistamiento general en San Luis. — Honrosos docu-
mentos del general San Martín y del Supremo Go-
bierno del Estado. — Otros honrosos testimonios del
patriotismo puntano. — El ilustre Cabildo de 1819.
— 3. El año XX. — San Luis declara su autonomía
y organiza su gobierno. — Renuncia de Dupuy. —
Elección del alcalde D. Tomás Varas. — El Cabildo
gobernador. — Actitud de la campaña, encabezada
por el licenciado D. Santiago Funes 229
CAPITULO X
sumario. — 1. Gobierno de D. José Santos Ortiz. — Invasión del
caudillo chileno José Miguel Carrera. — El combate
de las Pulgas. — Carrera se apodera de San Luis y
hace elegir gobernador interino a D. José Gregorio
Giménez. — Derrota y muerte de Carrera. — 2 Pre-
parativos para reunir un congreso en Córdoba. —
Conspiración de Giménez y otros púntanos expa-
triados, en Mendoza. — 3 Ortiz nombra una Junta
para arbitrar recursos tendientes a salvar la situa-
ción precaria en que se encontraba la Provincia. —
Pacto de Unión. — Nuevos pedidos de contingentes
del general San Martín. — Amenaza de los indios. —
Convención preliminar de la paz con España. —
Fracaso de las gestiones 251
CAPITULO XI
sumario. — 1. Reunión de un Congreso Nacional. — Misión a Cu-
yo del Dr. Zavaleta. — La reconstrucción de la an-
tigua provincia de Cuyo e instalación de la Junta
de Representantes. — Contestación a la circular del
Congreso sobre la forma de gobierno. — 2. Guerra
con el Brasil. — Presidencia de Rivadavia. — Recha-
zo de la Constitución. — Tratado de Huanacache. —
3. Gobierno de Dorrego. — Se le inviste con el cargo
de Supremo Poder Ejecutivo Nacional. — La con-
vención de Santa Fe. — Orden interno. — I. Recursos
para la guerra con el Brasil. — Digna actitud de la
Sala de Representantes puntana. — Instrucciones
al diputado por San Luis. — Simplificación de la
Sala de Representantes. — Revolución unitaria. —
Caída de Dorrego y terminación del gobierno de
Ortiz 273
CAPITULO XII
sumario.— 1. Gobierno de D. Prudencio Vidal Guiñazú. — Tra-
tado con Córdoba. — Campaña del general Paz. —
Pringles y Pedernera en La Tablada y Oncativo. —
Gobierno de D. Luis Videla. — Campaña contra
los montoneros. — 2. Defensa del Río IV por los
coroneles Pringles y Echeverría. — Combate del
Río V. — Muerte de Pringles. — Facundo en San Luis
— Sus persecuciones y atropellos. — Combate del
Rodeo de Chacón. — Asesinato de prisioneros. — 3.
Gobierno del licenciado Santiago Funes. — Regla-
mento Provisorio para el régimen de la Provincia.
— 4. Elección de D. Mateo Gómez. — Tentativa para
reunir en Santa Fe, una convención constituyente.
— La actitud de Quiroga hace fracasar el propó-
sito de dictar la constitución 299
CAPITULO XIII
sumario. — 1. Guerra con los indios. — Grandes invasiones a la
provincia. — Se piden auxilios a Buenos Aires. —
Renuncia del gobernador D. Mateo Gómez. — La
Junta Gubernativa. — El comandante José Gregorio
Calderón. — Los indios derrotan las tropas regulares
y sacrifican la infantería. — 2. D. José Santos Ortiz
consigue un tratado con San Juan para expedicio-
nar al desierto. — Se conviene en nombrar jefe
de la expedición al general Quiroga. — Expedición
de 1833 al mando del general Ruiz Huidobro. —
Combate del Lechuzo y de las Acollaradas. — 3. Don
José Gregorio Calderón es electo gobernador. —
Nuevas invasiones de indios. — Pedido de auxi-
lios para rechazarlos. — La Legislatura de Buenos
Aires autoriza el envío de 200 hombres. — Los au-
xiliares de los Andes. — 4. Gran triunfo sobre los
indios en la Cañada de Los Molles, obtenido por
el comandante Argañarás. — Las consecuencias fa-
vorables ... 325
Índice de las ilustraciones
El fundador de San Luis (tricornia) 5
Campo de la sepultura 18
Hacha de piedra 20
Casa de comechingones 21
Vaso de piedra. — Vaso de barro cocido 23
Cráneo del nogolisense 24
Los morteritos 26
Conanas y vasijas de barro cocido 27
El Tomolasta 29
Anillos de piedra formados por conanas defondadas 30
El maray 32
Cuchara de piedra 33
Figuras de Intihuasi 33
Gruta de Intihuasi 34
Espadas de la época colonial 40
Casamiento de Oñez de Loyola 42
Firma autógrafa de Oñez de Loyola 45
Pérez Moreno salva la ciudad 52
Casa y capilla de los jesuítas expulsados 70
Curioso plano existente en el archivo de Indias 77
Vista general de la Carolina 81
Plano de las minas 83
El primer Trapiche 84
La Villa de Merlo 86
Soldado del Regimiento de Patricios 89
Nota autógrafa del coronel Saavedra 91
El señor de Renca 106
La diligencia 109
Tropa de carretas 111
Una parada en San Luis 113
Proclamación de Fernando VIL Bando autógrafo del Cabildo
Puntano 121
VIII
Nota autógrafa de la Junta de las Provincias Unidas.. 125 y 126
Estancia «El Tala». Donde estuvo confinado el diputado Po-
blet HO
La lanza de Baigorria 1 47
Corona de bronce a los heroicos púntanos en San Lorenzo .... 1 49
Retrato del coronel Dupuy 152
Autógrafo del general San Martín 175
Nota autógrafa comunicando la declaración de la Independen-
cia Argentina 182
Autógrafo de Vicente López 196 y 197
Plano de la Dupuyana 207
Estandarte de Dragones de Chile 210
Retrato del Dr. Bernardo Monteagudo 213
La conspiración realista 218
Reloj de Dupuy 219
Pistola que regaló el coronel Dupuy a Pringles 221
Medalla a los defensores del orden 225
El campamento de las Chacras . . 234
Estado autógrafo del alistamiento general 237
Honrosa nota autógrafa del general San Martín 239
Retrato de José Santos Ortiz 252
Retrato del Deán Zavaleta 275
La Escuela de San Francisco del Monte de Oro 282
La lanza de Pringles 300
Retrato del coronel Pringles 302
Tumba de Pringles 309
Soldado del escuadrón de Dragones de la Frontera 331
Retrato de José Gregorio Calderón 337
Soldado del Regimiento Auxiliares de los Andes 342
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F Gez, Juan Wenceslao
2966 Historia de la provincia de
G37 San Luis
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